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EL RETORNO DE LA REINA DULCE (CAPÍTULO 8)


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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Oct 19, 2007 10:59 am    Asunto: EL RETORNO DE LA REINA DULCE (CAPÍTULO 8) Responder citando

Bajo la luz de la luna se revelarán al fin la Verdad y la Mentira, un secreto terrible saldrá a la luz... ¡la historia ya no será la misma!

(¡¡ADVERTENCIA!! si eres lector nuevo, este capítulo revela una secreto terrible que cambia el giro de la trama. Si lo lees sin leer los anteriores te arruinas la historia. Avisado estás.)

...Y al resto de los lectores... vamos a la historia:

Capítulo 8: Aslan bajo la luz de la luna

Mientras esas cosa pasaban con Niles, Hakim y el General Castor; Susan llegó con los monos a un extraño lugar, lleno de casas de paja que más parecían nidos de pájaros gigantes. En uno de esos nidos la depositaron sin mucha delicadeza pero con muchos nudos atando sus brazos y piernas. Dos segundos más tarde, los monos depositaron junto a ella a Helen, igual de atada.
–¡Helen! –gritó mitad con alegría, mitad enojada por la rudeza de los monos– ¿Estás bien? ¿Te duele?
–Ni mucho ni poco –se rió Helen disimulando el dolor–, a mejores casas me han llevado mejores hombres, pero bueno, al menos estos no toman cerveza.
–¡Nunca dejas de bromear! –Susan también se rió–. Pero mira a donde hemos caído ahora. Al menos los muchachos se libraron. Estarán por ahí, corriendo tras los monos con el fauno.
–Conmigo no cuenten –gruñó la voz de Perseus desde la sombra del nido–, esos gorilas me trajeron y me tiraron aquí poco antes que a ustedes. Gracias por preguntar.
¡Pobre Perseus! Siempre pasa que quien mucho se queja, en lugar de compasión recibe burlas. Las dos jóvenes no pudieron evitar una tentación de risa al verlo tan enojado, y mucho les tomó dominarse y parar de reír. El fauno pelirrojo se lo tomó a pecho y les dio la espalda, muy muy ofendido.
–¡No te pongas así, vamos, perdónanos! –dijo Helen al fin.
–Al menos la saqué barata, comparado con el tipo de la chaqueta de león –gruñó el fauno en consuelo tonto.
–¿Niles? –Susan se estremeció sin querer– ¿Qué le pasó?
–Corrió como loco detrás tuyo, y le llegó una patada de burro en el estómago –volvió a gruñir el fauno, quién sabe si era cruel a propósito.
–¡¡NO!! –Susan se volvió a estremecer, y esta vez tan fuerte que sintió las cuerdas ahogándola al tratar de romperlas. Fuera, con el sol ya casi detrás del mundo, los monos discutían alrededor de una fogata como discuten los monos: con tremendos aullidos acompañados de puñetazos al suelo y agitando sus largos brazos. Un chimpancé muy alto de largos pelos negros, trataba de imponerse a un gorila gris, mientras un orangután pelirrojo meneaba la cabeza. El gorila se irguió, golpeándose el pecho como hacen los gorilas, y su rugido ronco casi silenció al chimpancé, que tras dejar pasar su furia, volvió a la carga con un rugido más débil pero más agudo, en eso los gorilas no se igualan a los chimpancés.
–Estarán discutiendo si comernos hoy o mañana –bromeó Helen.
–Los monos no comen carne –respondió Perseus bien amargado.
–En realidad, los chimpancés matan monos pequeños y se los comen –respondió Susan, pues desde que se quedó sola en el mundo acostumbraba leer muchas cosas–. Pero eso es en África, no en Narnia. Pero quién sabe cómo andarán de mal las cosas por aquí.
Al pobre fauno se le empalideció la cara, recordando los terrores de los Bosques Prohibidos.
–P-p-pero no irán a comer faunos, humanos, c-c-criaturas que hablan, ¿no? Eso sería algo atroz, se-sería...
–¿Una abominación contra Aslan? –sonrió Susan sintiéndose ella ahora cruel–. Pero faunito, mi querido faunito cabellos de cobre, ¿no dijiste tú que estos eran los Bosques Prohibidos, de donde nadie vuelve?
–No quiero que me coman –tembló ante la sola idea–, por favor, hagan algo, no quiero que me coman.
–Nadie nos va a comer –dijo Susan con decisión–, y ahora mismo nos vamos de aquí.
El sol se ocultó tras el horizonte; pero algo empezó a amanecer dentro de Susan. Helen lo notó. De pronto su mirada se puso más firme y sus gestos, más llenos de vida. Empezó a mover los hombros como si bailara una extraña danza, y a mover los dedos como si tocara en guitarra una extraña canción. Helen, fascinada, la dejó hacer mientras Perseus, fiel a su pesimismo, suspiró con pesadez como si se hubiera vuelto loca. Las cuerdas, tan firmes que parecían de acero, bajo el son de su danza se aflojaron hasta parecer de lana, los nudos se deshicieron en nada y, en pocos minutos, sus manos estaban libres frente a sus ojos.
–¡Fabuloso! –exclamó Helen. Perseus, más admirado, quiso gritar conteniéndose apenas.
Susan deshizo los nudos de sus pies y a continuación desató a Helen. Afuera los monos seguían chillando sin darse cuenta de nada. Perseus miraba la escena más ansioso de ser liberado que fascinado por el talento que Susan acababa de mostrar. Pero, ya soltando las amarras de los pies de Helen, el griterío de los monos repentinamente calló. Hubo un silencio terrible, tras el cual oyeron pasos de mono dirigiéndose a la casa de paja.
–Diantre sea, ¿no podían discutir cinco minutos más? –tembló Helen.
–¡No me dejen aquí! –suplicó el joven fauno lo más alto que se podía, atado como una salchicha.
–Nadie se abandona –respondió Susan. Los pasos de los monos se escucharon cada vez más cerca. Helen y Susan miraron para todos lados con desesperación. De pronto Helen se paró con miedo y al rozar el techo, lo desarmó, ¡las casas de paja eran débiles! Dando decididas patadas abrieron una puerta trasera, y ante el terror del fauno ensayaron a salir. ¡Casi se le salió un grito! Pero Susan, decidida, le tapó la boca y le hizo un gesto de callar. No pudiendo desatarlo, lo tomó sobre su hombro como a un saco y al amparo de Helen, salió corriendo por el agujero justo en el instante en que los monos entraban a la casa de paja. Al no ver prisioneras, el chimpancé de largos pelos negros lanzó el alarido más simiesco jamás lanzado. Como un diablo se lanzó por el agujero en persecución de las jóvenes, que poseían dos largas piernas humanas contra las piernas cortas del primate, pero llevaban el peso de un fauno que las retrasaba. Pronto el bosque era un hervidero de monos chillando en todas direcciones, corriendo por tierra, saltando entre los árboles, en busca de las fugitivas. Bajo la luz de la luna el campamento simio quedó mortalmente quieto.
Entonces, desde casi la cabaña misma, tres figuras emergieron y, tras mirar a lado y lado, saltaron a correr en la dirección opuesta a los monos. Dos con largas piernas humanas y un bulto al hombro con patas de cabra.
–¿Qué les dije? –sonrió Helen– quedarnos calladas y esperar. Lo último que se espera de un prisionero es que se quede lo más cerca posible de la prisión. Ahora los simios se pasarán la noche entera corriendo tras nosotras justo en la dirección opuesta.
–Grandioso truco –Susan sonrió también–, y eso que es Perseus quien, según él, lo sabe todo sobre guerrillas.
–¿Guerrilla? No amiga. Yo aprendí a hacer eso cuando me fugaba del colegio –Helen soltó risa–. ¿Y tú donde aprendiste a soltar nudos?
–Fui una girl-scout muchos años –dijo Susan–. Antes de Narnia fui de excursión muy seguido.
–¡Qué bonito! ¿Ya me pueden soltar?
Perseus agitó su cabeza como un pez fuera del agua, ya que las cuerdas le dejaban pies y manos totalmente inmóviles. Se veía tan cómico entre su calidad de bulto y su dignidad herida, que las amigas se volvieron a reír de él, y más fuerte que antes. Él se contuvo de dar un alarido que quizá habrían escuchado los monos, pero no dejó de rechinar los dientes hasta casi sacarles chispas. Estaba furioso.
–Cálmate y goza del paseo, no te podemos soltar hasta que estemos bien a salvo –dijo Helen.
Tal argumento sensato lo enfureció más aún. Las dos mujeres caminaron un buen par de horas con su carga a cuestas. Ellas se reían por cualquier cosa, pero en su imaginación el fauno sólo escuchaba que se reían de él. Un par de horas más tarde, con la luz de la luna llena en la mitad el cielo, hicieron un alto y lo bajaron.
–Bien señor fauno, hora de la libertad –canturreó Susan, desatando sus pies y manos.
–Y a planear el siguiente movimiento. ¿Alguna idea? –habló Helen.
–Encontrar a los muchachos es mi primera inquietud –dijo Susan–, ¿qué sugiere usted, señor fauno?
Entonces Perseus hizo algo detestable. La clase de cosas fuera de toda proporción para quién la recibe, pues Susan y Helen, se los aseguro, jamás pensaron en ofenderlo. Pero era tanta la rabia que lo inflaba que, como globo a más no poder, estalló desparramando injusticia.
–¡Me importa un bledo opinar o no! ¡Ya las seguí hasta el fin del mundo y qué gané, NADA! ¡Nada, salvo ser estúpidamente humillado, perseguido por minotauros, atacado por burros, raptado por gorilas! ¡Nada, salvo escuchar su imbécil charla femenina y su alegría estúpida! ¡Son un par de buenas para nada! ¡Insensatas! ¡Locas! ¿En que diablos estaba pensando Aslan?
–¡Malagradecido! ¡Fuimos nosotras las que te libramos! –le contestó Susan.
–¡Fuiste tú la que provocó todo al ablandarte contra el rey enano! –le respondió, rojo como un carbón quemándose– ¡Que manera de cumplir los mandatos de Aslan! ¿Que no tienes ningún respeto por los que pierden a sus seres queridos?
Tal grito cayó como un hacha sobre Susan, pero fuera el aire de Narnia o lo que sea, lo soportó con dignidad sin quebrarse. Pero Helen se adelantó, indignada.
–No me olvido del puñetazo que me diste –la miró con desprecio–. Igual que los Reyes Malos, respondiendo a la verdad con la fuerza bruta. ¡Qué lindo par hacen las dos! La reina y su verdugo. Si vas a golpear, golpea ahora, porque me voy. ¡Sí, me voy! No le debo lealtad a una reina que no sabe cumplirle a Aslan. Me voy por mi lado y no miro atrás. Arréglenselas como puedan, que lo mismo haré yo.
Peleando consigo mismo, el fauno pelirrojo se alejó de espalda a la luna murmurando quién sabe qué estupideces. Helen miró a Susan, que se encogió de hombros sin decir nada. Luego le tomó la mano, y dando la cara a la luna, se fueron caminando en un suave caminar. No hacían falta palabras, y a decir verdad, era el primer paseo tranquilo que tomaban desde que llegaron a Narnia, así que decidieron no apurarse y disfrutar de andar.

Bajo la luz de la luna llegaron Niles y Hakim al Cuartel Provisorio en la Gran Cueva, como llamaba el pequeño General Castor a su campamento. Burros y castores se saludaron con cordialidad, y así se dieron cuenta que el ejército de resistencia contaba con criaturas de todo tipo. Un par de centauros saludaron al General Jumento, y sobre una roca, una pantera negra rugió con suavidad. Un par de castores salieron al encuentro del general.
–Amigos, les presento a mis hijos, Capitán Castor y Teniente Roetroncos. A mi esposa la verán más tarde, si deja de charlar temprano con sus amigas en la Comandancia Central. ¡Oh sí! Vivimos bien en estos bosques y casi tentados de vivir en paz, si la cueva no nos avisara del inminente peligro.
–Nos ha hablado mucho de la cueva –dijo Hakim–, yo quisiera saber cual es su papel en todo esto.
–Simplemente conservar información –dijo el General Castor–, no la veneramos ni la consideramos infalible, pero sabemos que sus versos son ciertos, pues todo se ha cumplido.
–¿Sabían que Tirian moriría y que Narnia caería? –preguntó Niles, pasmado.
–Oh bien, todo es una aproximación, advertencias que pueden escucharse, pero la necedad es la necedad –respondió el Castor–. Los versos de Tirian son claros: Al final de la casa del Restaurador/ Vendrá uno engañado por su vana ilusión /Por burro y mono sufrirá gran traición /Muerte en establo, anarquía, desolación.
–A mí me suena muy claro –dijo Niles, que por supuesto se había leído La Última Batalla–, pero más me interesa saber que viene más adelante.
–Ah, joven inquieto, recuerda las sabias palabras: “Desdichado aquel que conoce cada uno de sus días, pues espera con angustia la desgracia y disfruta con amargura la felicidad, sabiendo cuando va a terminarse” –dijo el General Castor con cariño paternal–. Triste sería conocer cada uno de tus días. Vivirías sin novedad, resignado a repetir tus líneas como un actor aburrido, sintiendo que no eres dueño de tu destino ni capitán de tu felicidad. No muchacho, las profecías se escriben para cumplirse, pero precisamente por eso, algunas se escriben para luchar contra ellas.
–No, lo que quiero saber es qué pasó después de Tirian –aclaró Niles–, es decir, ¿cómo es que todavía está Narnia de pie? ¿No se supone que ese día el Padre Tiempo se levantó y el fin de todo llegó?
El General Castor lo miró con la misma cara con que se mira a los que han tomado mucha cerveza.
–Muchacho, no sé de qué caramba estás hablando. El Padre Tiempo se levantará algún día, pero te aseguro que no será en esta edad. Los versos de la cueva insisten en que nadie conoce el día ni la hora, salvo el propio Emperador-De-Más-Allá-Del-Mar.
–¡Ejem! Bueno, supongo que estoy algo confundido –Niles cambió el tono antes que el General Castor lo creyera loco–, mi pregunta fue qué ocurrió en el instante mismo de la muerte de Tirian.
–Ah, eso –dijo el General Castor–, pues las crónicas no son claras. Se dice que, tras la entrada de Tirian al establo, el establo desapareció, como si se hubiera tragado a sí mismo, o tal vez el propio Aslan se lo tragó, harto de esa fantochada del mono. De todas formas los sobrevivientes no se preocuparon mucho de eso. Había una invasión que repeler y nadie que diera las órdenes, así que pelearon hasta expulsar a los calormenes. La preocupación sobre quién gobernaría vino mucho después.
–¿Y, qué sucedió en ese “mucho después”? –preguntó Niles.
–Bueno, no hubo más reyes de los hombres –le contestó el General Castor–, o mejor dicho, hubo un par o más, pero no eran de la estirpe correcta y duraron muy poco. Tras eso, las criaturas se autoproclamaron reyes por la peor de las razones: la fuerza. No digo que no tuviera uno que otro buenas intenciones, pero no eran la estirpe correcta. Por eso no resultaron.
–¿Dice la cueva cuantos reyes malos vendrían? –preguntó Hakim.
–No, por desgracia –dijo el General Castor–, sólo nombra “Muchas criaturas, grandes y pequeñas. /Luminosas como un sol las pocas, /Tenebrosas como el vacío, las muchas. /Tras estas desolaciones pasajeras, /La gran desolación, el Gran Terror”.
–Sabemos que el Terror se acerca –continuó el castor–, las estrellas del cielo brillan cada noche como un reloj anunciando la hora fatal. Los centauros están muy alterados. Narnia está llegando al colmo de la injusticia, muchos se alzan contra el rey y los efectos de sus fábricas se sienten por doquier. En medio de tanta furia, el Terror hallará la tierra más fértil para esparcir su semilla. Muchos serán engañados, y otros lo seguirán voluntarios. Pero Aslan estará en camino, debemos ser fieles a Él.
–Nosotros somos fieles a Aslan –dijeron al mismo tiempo Hakim y Niles.
–Entonces son más que bienvenidos –sonrió el Castor–, y cuando Aslan llegue, algo bueno de ustedes saldrá.
–No sabe que Aslan ya está entre nosotros –Niles le cuchicheó a Hakim en el oído.
–Es un guardián de profecías, no un profeta –le replicó Hakim en susurro–. Tal vez interpreta mal los versos de la cueva, o saca mal los cálculos, pero esa no es razón para dudar de él.
El General Castor se encaminó hacia la cueva e hizo un gesto a Niles y Hakim para seguirlo. Tras ellos, los hijos del general cerraron la retaguardia. Hombres y castores se perdieron por un túnel oscuro donde al final brillaba una luz muy débil.

Susan y Helen caminaron de cara a la luna por casi dos horas. Al final, el cansancio de alma más que el de cuerpo las obligó a tomar un descanso. Susan se sentó abrazando sus rodillas con los ojos fijos en la luna llena sobre sus cabezas. Algo muy amargo surgió de ella como un profundo y cansado suspiro.
–¿Estás bien, Susy? –preguntó Helen leyendo su rostro.
–Me conoces bien. Sabes que no –fue la respuesta.
–Si es por ese fauno grosero, olvídalo. Ya volverá pidiendo disculpas, así son todos –dijo Helen.
–Grosero o no, dijo verdad –Susan volvió a suspirar–. No importa como lo diga, traicioné a Aslan. No cumplí con Él, a pesar de todas sus advertencias. ¡Otra vez, maldita sea! Cuando parecía por fin que todo mi infierno se acabaría, tuve que acobardarme y tomar la peor decisión, ¡siempre la peor decisión!
–¡Susy! ¿Cómo puedes decir eso? –saltó Helen– ¡Niles iba a matar al rey enano! ¡Por Dios, lo iba a cortar como un carnicero, como una bestia sin alma! ¿Cómo podría Aslan aprobar eso? Yo le vi los ojos y eran como los de un loco, rojos de sangre y furia. Si creí que iba a matarte a ti, cuando te pusiste al frente.
–No, no iba a hacerlo. Se arrebató, pero jamás me habría lastimado –Susan dijo esto con gran firmeza–. Sé que no lo traté muy bien cuando llegamos, pero sé que es muy noble y muy bueno. Tal vez infantil, pero valiente. Si no, Aslan no lo hubiera escogido.
–¿Y eso no vale para ti? –dijo Helen– ¿Acaso Aslan no te escogió a ti también? Susan, mi Susan, si sólo pudieras verte como te veo yo.
–No sigas, que las palabras no deshacen lo hecho –suspiró Susan–. Yo me miro al espejo y sólo veo a una tonta que siempre escogió lo peor. Siempre escojo lo peor, en amores o en trenes.
–No dicen eso aquellos que recibieron tu cariño. No lo dicen mis pacientes. Ellos conocen tu bondad –siguió Helen–. Te desvives por los que te necesitan.
–¿Así que fui buena enfermera? ¿Cómo no, si la doctora eras tú? –Susan sonrió con pesadez–. Pero dime, ¿Qué te hizo fijarte en mí aquella vez? ¿Qué fue? Yo sé que por mi parte, jamás te hubiera abordado, fuiste tú la que entraste, la que quiso ser... mi amiga.
–Sólo sé que vi a la criatura más dulce y sola del mundo –dijo Helen–. Apenas te vi vagar calle abajo, sentí ganas de abrazarte, de quitarte toda esa pena que te hacía sufrir. Y cuando paraste en aquella vitrina, me pareció que querías llorar.
Quería llorar –dijo Susan–, pero más que llorar, quería morirme. Ya había llorado demasiado.
–Lo sé –Helen sonrió con dulzura, y mientras la veía a la luz de la luna, comenzó a tararear una vieja canción–: “Oye, Georgy Girl, tan airosa por la calle vas... nadie puede ver en ti, tu triste y gran soledad”.
–¿En verdad quisiste abrazarme? –Susan la miró.
–Aún quiero. Mi Susy, mi Susy, aún quiero –dijo Helen–. Y yo también lloré. Lloré de no poder sanar tu tristeza, de no poder hacerte otra vez feliz.
–¡Oh Helen! –exclamó Susan–. Tú siempre das tanto, me has dado tanto, y mira cómo te pago. Metiéndote en este tremendo lío.
–La más grande aventura de mi vida –corrigió Helen.
Y en ese instante el brillo de muchas luces las distrajo de aquel momento mágico. Pensando que podrían ser hostiles, ambas se escondieron viendo pasar un desfile de antorchas que pasaron en dirección al norte. Muchas criaturas de diversa clase llevaban las antorchas: faunos, centauros, animales; todos muy serios.
–¡Mira! Conozco esas criaturas –dijo Helen.
–Yo también, estaban junto a Aslan en el monumento –dijo Susan–. Entonces, tal vez Aslan esté muy cerca. Seguramente Perseus ya lo encontró.
–¿Iremos a verlo? –Helen sabía antes de preguntar que era una pregunta muy pesada.
Susan tragó saliva, pero se hizo de valor y contestó –sí, vamos. De todas formas Aslan ya sabe que fracasé, así que es mejor enfrentarlo de una vez y ya. Pero no nos unamos a ellos. Sigámoslos de lejos.
Las antorchas llegaron hasta un claro pequeño iluminado en sucio amarillo por el fuego que de ellas salía. Aslan reinaba sobre una roca, se veía más grave que nunca, silencioso y duro como el metal. Bajo las antorchas su piel lucía más rojiza que nunca.
La caravana llegó a su presencia inclinándose en una gran reverencia. El centauro capitán, aquel que llevó a Susan en su lomo, se acercó con gran solemnidad. Susan y Helen, escondidas detrás de unos arbustos, los veían y oían perfectamente. Susan miró a los ojos de Aslan, y sorprendida, sintió que mirarlo le provocaba un malestar terrible. “¿Pero qué me sucede? –se dijo a sí misma con rabia– ¿Tan mala soy que no puedo ni mirarlo?”. Y se esforzó por verlo, pero mientras más lo hacía, más subía desde su vientre una sensación como de horrible repugnancia.
–¿Así que los humanos nos han traicionado? –murmuró Aslan con severidad.
–No mataron al rey enano –respondió el centauro–, te han fallado.
En ese momento, Rípichip el tuerto saltó al hombro del centauro desde el suelo, sea la luz de las antorchas o la luna, su ojo bueno brillaba como un bandido.
–Creí decirte –Aslan lo miró con ojos duros como rubíes–, que te aseguraras de que el rey enano muriera atravesado por espada. ¿Es que tú también te acobardaste, o te faltó voz?
–¡Pero mi señor! –se quejó el ratón– ¡Me subí al hombro de aquel de la chaqueta, y estaba más que decidido a hacerlo! Pero esa tonta se le puso al frente y todo se enfrió ¡no fue mi culpa!
–¡Excusas! –Aslan alzó la voz enojado, y entonces, levantó su cabeza en un violento rugido que aterró a todos–. No te di una tarea difícil, ratón bueno para nada, sólo pararte y hablar, pararte y hablar. ¡Estúpido! –un nuevo rugido aun más violento estremeció las antorchas, el ratón tuerto casi se cayó. Sobre la roca, la silueta de Aslan parecía querer tragarse la luna.
–¿Pero cómo puede tratar así a su gente? –Helen, desde el escondite, escuchaba indignada–. Susan, si ese es tu Aslan, no se parece nada a los libros.
Susan no respondió. Algo en su corazón peleaba una lucha terrible, como si tuviera dos toros empujándose o dos caballos tirando en direcciones contrarias, dentro de su ser. Su malestar no hacía más que crecer y crecer mientras más miraba a los ojos de Aslan, tan duros como no recordaba haberlos visto jamás.
–Aún puedo hacerlo –tembló Rípichip el tuerto– puedo hacerlo yo y mis ratones. Aslan mi señor, yo...
–Pues ve –Aslan bajó el tono, sin suavizar su voz–, y si fallas, no vuelvas, pues no serás más amigo de Narnia.
Haciendo mil reverencias, Rípichip el tuerto se despidió a toda la velocidad que le daban sus pequeños pies. El centauro miró entonces a Aslan, que sentado en su roca, tenía un rostro muy duro. Pero luego, como si apretara un botón, cambió súbitamente su ánimo y se dirigió hacia el resto de las criaturas con una sonrisa tan extraña como fuera de lugar.
–¡Estaba escrita la traición de los humanos! –habló de pronto– el linaje de Adán está destinado a caer, pues su corazón siempre elige lo peor. Quise darles la oportunidad de redimirse, pero no supieron comprender. Ahora, sufrirán como todas las criaturas que me desobedecen. ¡Observen, hijos míos! Hoy es la noche del gran día, mañana al amanecer se cumplirán todas las profecías. Podrán decir con orgullo: “yo estuve allí, yo estuve con Aslan”. Cuando caiga la tarde, serán todos reyes de muchos reinos, y gozarán de riquezas imposibles de contar. Porque yo soy Aslan, y mi poder es infinito. Yo, Aslan, soy la victoria segura, soy la verdad y el camino.
Susan frunció el ceño.
Entonces dos lobos trajeron atado a un pequeño corderito blanco que miró a Aslan a los ojos con dureza.
–¿Qué ocurre, hijo mío? –preguntó Aslan– ¿Por qué tanta furia contra mí?
–¡No ofendas mi linaje! –el cordero escupió al suelo con desprecio– ¡Yo no soy tu hijo!
–Aslan es padre de todas las cosas –le recordó alzando la melena.
–Embustero y cínico –volvió a decir el cordero–, puedes engañar a muchos, pero yo no te creo. Yo sé quien eres, y lo que eres, me repugna, ¡me repugna!
Susan, observando al cordero, sintió que el corazón empezaba a martillar en su pecho y su piel tembló.
–No es correcto hablarle así a Aslan –dijo el león–, arrepiéntete, mientras hay tiempo.
–Me arrepiento de haberte creído –gritó el cordero–, me arrepiento del tiempo que te creí, ¡mentiroso!
Un rugido leve estremeció a Aslan. Susan, desde su escondite, sintió que la respiración se le cortaba.
–Una cosa es el enojo y otra cosa, la falta de respeto –la voz de Aslan se transformó en un rugido.
–No te guardo ningún respeto. No te guardo ningún miedo. Ya no me importa ninguna de tus amenazas, ¡mentiroso! ¡¡IMPOSTOR!!
La tierra entera se estremeció del rugido. Aslan, desde su roca, lanzó un rugido aterrador, completamente bestial, y los ojos le brillaron como dos brasas.
Y entonces, ante el horror de Susan y de Helen, saltó de su roca y, como un león animal, como un león salvaje y sin inteligencia, atacó al cordero como una presa y lo devoró, manchándose de su sangre, mientras el resto de sus seguidores celebraba con crueles risotadas.
Helen sintió que las piernas le temblaban. La muerte del corderito fue atroz. Tan atroz que, sin poder dominarse, estalló en llanto y Susan la sostuvo en su pecho. Por primera vez, desde el comienzo de su amistad, fue Susan quien debió consolar a Helen y sostenerla. Con cuidado infinito la arrastró lejos de allí lo más rápido que el silencio permitía hacia la seguridad del bosque. Susan no lloraba ni temblaba, presa de una gran claridad, se sentía saliendo de una larga pesadilla.
–Ahora entiendo todo –dijo–, ahora todo me cuadra… nos engañó un impostor… ¡¡UN FALSO ASLAN!! Ese monstruo es quien quería que matáramos al rey enano.
–¿Q-qué, qué has dicho? –habló Helen recuperándose del llanto.
–Que ese no era Aslan. Todo este tiempo, nunca fue Aslan, sino un maldito impostor –Susan sintió que le volvía el valor.
–Oh Susy, ¿y ahora qué vamos a hacer? –gimió Helen.
–Por lo pronto, reandar nuestros pasos, encontrar a los muchachos, y rogar que nos crean –respondió Susan presa de su inesperada claridad–. Y eso va a ser lo más difícil, me temo. No sé cómo vamos siquiera a intentar convencerlos de que un falso Aslan nos ha engañado a todos.
–Encontraremos la manera –Helen se levantó siguiendo el ejemplo de valor de Susan–, no voy a dejar que ese impostor logre lo que desea, debe ser horrible lo que planea alguien tan cruel.
–Sí, la encontraremos –dijo Susan–. Pero antes que nada debemos salir de este bosque.
Así se internaron en la espesura con gran cuidado de evitar a los seguidores del falso Aslan. Caminaron de espaldas a la luna, temiendo encontrárselos, pues a pesar de su decisión, Susan se dio cuenta de que no tenía la menor idea de qué iba a hacer contra ellos. Eran ellas dos solas contra todo un ejército; incluso con Niles y Hakim de su lado eran apenas cuatro. Convencer al rey enano sería una posibilidad, si la dejaba hablar sin ejecutarla y si sus ejércitos eran suficientes contra el ejército del impostor. Era evidente que el falso Aslan era astuto, así que sus planes de guerra debían de estar demasiado bien calculados. Susan se sentía desolada y poca cosa.
–Susan, ¿no te parece conocido este lugar? –Helen susurró de pronto.
Entonces Susan se dio cuenta de que estaban de cara a la luna, en un claro iluminado por su luz. Frente a ellas se alzaba una gran roca, y sobre la roca, una figura echada que no tardaron en reconocer.
–¡Ay no! ¡Dimos vuelta en círculo! –volvió a decir Helen, presa del temor. Sobre la roca descansaba la silueta de un león.
Muchas cosas pasaron por la mente de Susan. Deseó tener su arco, deseó una espada; deseó alejarse de allí, quiso ser más fuerte y valiente para luchar contra el impostor y acabarlo. Pensó, incluso, tomar una piedra grande y golpearlo en la cabeza, cualquier cosa. Pero entonces, el león se alzó agitando su melena ante la luz de la luna, y no quedó otra que correr tras un árbol. Helen, presa del terror, quiso abrazar a Susan, pero ella ya no estaba. Angustiada, la buscó, y al encontrarla gritó de horror. ¡Su amiga se dirigía directamente hacia el león! Con pasos lentos, casi hipnotizada, caminaba hacia la fiera que no dejaba de mirarla. Helen cerró los ojos, luego se avergonzó de sí misma y corrió hacia su amiga, decidida a salvarla o morir juntas.
–¡Suéltala asesino! ¡Déjala ir! ¡Déjala ir! –le gritó al león mientras corría hacia Susan.
Pero la propia Susan le detuvo el brazo y la hizo callar con suavidad. Entonces Helen vio que Susan lloraba.
–No temas –dijo Susan–, Él sí es Aslan.
–Estás... ¿segura? –Helen preguntó con temor.
–Él sí es Aslan –afirmó Susan con sus lágrimas brillando a la luz de la luna–. Porque a Él no puedo mirarlo a los ojos.

(continuará) link al siguiente capítulo

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"La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto, la fe"

"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

El retorno de la reina dulce
La Travesía Del Capitán Scott
La Llamada De Los Dioses

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Última edición por reyNiles el Jue Ago 07, 2008 4:56 pm, editado 1 vez
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MensajePublicado: Sab Oct 20, 2007 2:46 pm    Asunto: Responder citando

Wow!!!!! bravé!! Aplausos Aplausos Aplausos casi me caigo de mi silon...tan entretenida estuve ke me voy resbalando.... Avergonzado .....no se si sentirme con frio de tanta emoción o ke...pero la neta estuvo muy bueno este cap.....y otra vez Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos sigue pronto. Guiño

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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Reepechep
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MensajePublicado: Sab Oct 20, 2007 4:29 pm    Asunto: Responder citando

que largo...pero muy bonita historia,,,qunque me dio un poquiti de miendo, espero que escribas pronto.

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Jesucristo, Jesucristo
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Jesucristo, Jesucristo
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Última edición por Reepechep el Sab Oct 20, 2007 7:16 pm, editado 1 vez
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Abrilucy
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MensajePublicado: Sab Oct 20, 2007 7:11 pm    Asunto: Responder citando

fu!!!!!!!!! ke historia tan larga.......pero muuuuyy larga pero muuuuuuuyyyyy buuuuena..jejeje...felicidades, los aplausos te los mereces Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos

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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Oct 22, 2007 2:16 pm    Asunto: Responder citando

Querida Alambil:

Pues sí, frío, temblor y casi te caes del sillón... a cualquiera le pasa al enterarse de que el "aslan" que los recibió en el monumento... ¡era un impostor! Palabra que pensé mucho si debía o no introducir al 'villano' en forma tan solapada, me preocupó que saliera muy traumático, por eso al final del capítulo aparece el verdadero Aslan, si no, habría sido demasiada angustia. Pero sí, ya tenemos por fin al enemigo, revelado ante la luz de la luna... su verdadera naturaleza quedará aclarada en el próximo capítulo.

cariños

Rey Niles

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MensajePublicado: Lun Oct 22, 2007 2:24 pm    Asunto: Responder citando

Querido Reepechep:

Gracias. Este es un de los capítulos que más me gustó como quedaron, tanto por la sorpresa terrible del Falso Aslan como por la 'confesión de sentimientos' de Susan. Espero que ese 'poquiti de miedo' no te haya alterado tanto... a mí sí me estremeció escribirlo... es que es terrible como se va revelando poco a poco la maldad del impostor...

un abrazo

Rey Niles

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MensajePublicado: Lun Oct 22, 2007 2:42 pm    Asunto: Responder citando

Querida Abrilucy:

Una cosa que me agrada es que, poco a poco, te estás acostumbrando a leer cosas más largas, y eso es muy bueno.

Pero basta de hablar como profe. Puedo decir que, tras esta revelación, queda clara la misión de Susan & Niles, Helen & Hakim; en Narnia. Queda clara la identidad del enemigo y se resuelve la disonancia entre la 'furia asesina' de Niles y la aparente desobediencia de Susan. ¡Ahora resulta que, en verdad, Susan fue la única que creyó en Aslan! ¿Como quedará Niles cuando sepa que casi mata al rey enano engañado por el enemigo? Rezando

Pero eso lo sabremos pronto.

cariños

Rey Niles

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Alambil,la sra. de la paz
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MensajePublicado: Lun Oct 22, 2007 7:49 pm    Asunto: Responder citando

Pues yo espeor saberlo pronto...y x lo mientras: Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos muuuuy buuuueeeen capitulo. Muy Feliz

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Bethan Maleza
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MensajePublicado: Mar Oct 23, 2007 7:37 pm    Asunto: Responder citando

Muy bueno. Aunque debo decirte que me pareció rarísimo lo del Aslan impostor, este Aslan impostor, mejor dicho aslan, sin mayúscula, me hace recordar el temor del Rey Enano, que demostraba que era un títere de aleguien más ¿puede ser que haya una conexión entre ellos?

No tenés que responder, son solo ideas mías Lengua

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reyNiles
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MensajePublicado: Mar Oct 23, 2007 8:46 pm    Asunto: Responder citando

Querida Alambil:

Pues ánimo y paciencia, que todo se sabrá en su momento...

Rey Niles

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reyNiles
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MensajePublicado: Mar Oct 23, 2007 8:53 pm    Asunto: Responder citando

Querida Bethan Maleza:

Por supuesto que podemos especular al respecto. Si el rey Enano es su siervo (del falso aslan) ¿Por qué estaba tan interesado en matarlo? ¿Acaso ya no le era útil? Y si es completamente inocente (el rey enano) ¿Quién tiene la culpa de ese desastroso "progreso" narniano? mmmh, que malo estoy hoy, te estoy planteando dudas en vez de resolverlas, ¡es que me encanta el suspenso! Pero más aún me encanta que me escribas tu teorías al respecto, es genial para reflexionar.

Rey Niles

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Karisma
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MensajePublicado: Mie Oct 24, 2007 5:44 pm    Asunto: Responder citando

acabo de leer toooodaaa la historia (algo larga debo decir...pero muuy buuuena) y la neta me gustó....no soy muy dada a leer los fics...pero bueno...lei el tuyo y me gustó espero el otro capitulo con ansias

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MensajePublicado: Mie Oct 24, 2007 8:23 pm    Asunto: Responder citando

Querida Karisma:

Pues... gracias por darte el trabajo de leer un trabajo taaaaan laaaaargo como el mío, sobretodo si, como declaras, no lees mucho los fics... me haz hecho un honor bien especial... y paciencia, estando ya a miércoles, falta poco para el siguiente capítulo.

un abrazo

Rey Niles

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rachel
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MensajePublicado: Jue Oct 25, 2007 3:48 am    Asunto: Responder citando

Excelente!!!!

Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos

El suspenso, la forma como poco a poco se va desarrollando la acción...

Es evidente que trabajas tus escritos, y ese cuidado da sus frutos.

Muy buena la forma en que presentaste al falso Aslan, como poco a poco se descubre quien es.

Pero bueno, para que no todo sean loas, algún detallito comentaré también, jijijiji:

Me parece que Perseus debe haber sido pequeño de estatura, no? Porque me parece que las chicas no eran excesivamente fuertes. Y cargar con otra persona atada(un fauno en este caso), escapando a toda velocidad no iba a ser fácil. Menos aún tener ánimos de reir por todo...jijiij ¿o será que hago la relación con mis recuerdos? Esas situaciones de estres, en que uno además carga con el cansancio físico... Confundido Por eso, se me hace difícil esa parte...

Con respecto al argumento, no cabe duda que el rey enano equivoca su camino al traer "progreso" a Narnia. Pero en realidad no se nos han dado suficientes datos para saber si lo ha hecho engañado o no.

Como sea, evidentemente hay más de un "frente de batalla" para Susan y cía.

Si me impactó el falso aslan, me emocioné con Susan cuando se encontró al verdadero...

Fue duro quedarme con las ganas de seguir metida en la historia, de seguir leyendo...

¡Eres un maestro del suspenso! Risa tonta

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reyNiles
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MensajePublicado: Jue Oct 25, 2007 11:09 am    Asunto: Responder citando

Querida Rachel:

¡Gracias, como siempre, por tus aportes!

Tienes razón, cuidé mucho la "revelación" del falso aslan, pues era uno de los momentos culminantes de la obra, hubiera sido terrible arruinarlo. Pensé cada detalle muchas veces, la luz de las antorchas, Susan y Helen 'espiando' tras los arbustos, como remedando aquella otra escena terrible donde Susan también estuvo involucrada, la pomposidad y palabrería del falso aslan, el sacrificio del cordero que revela la verdad... y por supuesto, el final donde el Verdadero Aslan aparece trayendo la esperanza. Me alegró mucho leer que todo se entendió perfectamente.

Los conflictos 'multifrentes' son comunes en la literatura moderna, claro, porque es importante recordar que nada en el mundo mortal es totalmente malo ni totalmente bueno. Muchas veces se hace mal con buenas intenciones... me perdonarás que en mi 'amor al suspenso' no revele más datos sobre la conexión 'falso aslan/rey enano', hasta que todo caiga por su peso. Claro que está mal el 'progreso' según la perspectiva del rey Gimkin, y claro está que no va a recibir muy bien al Ejército de Resistencia de Narnia, aunque sea su esperanza contra el impostor.

Dejé al final el tema de la fuerza femenina porque es un tema que me encanta y he estudiado a fondo. Entiendo, no he dado ningún dato sobre las capacidades físicas de Susan y Helen... tampoco me está muy claro el tamaño y peso del fauno promedio, aunque parece ser similar al humano. Claro, "algo hizo" Helen con Susan como parte de su proceso de sanación (no sé si está suficientemente claro que Helen es una sanadora, es decir una terapeuta natural, o me faltó informar más), y eso incluyó terapia física de naturaleza oriental. Otro importante detallito es que, en todos los libros de Narnia, se hace referencia al "aire de Narnia", que tiene el poder de transformar niños en guerreros temibles (como a Peter y Edmundo) así que... ¿por qué no? Si además, la tarea de Susan la obliga a enfrentar su miedo principal, algo de músculos le vendrán muy bien.
Y no olvidemos también que entre los buenos tiempos del primer y segundo libro, ella era buena atleta y nadadora, así que de cero no partió.

Ya pronto vendrá el siguiente capítulo, ¡paciencia!

cariños

Rey Niles

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