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EL RETORNO DE LA REINA DULCE (CAPÍTULO 5)



 
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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Sep 28, 2007 12:45 pm    Asunto: EL RETORNO DE LA REINA DULCE (CAPÍTULO 5) Responder citando

Saludos a todos los narnianos.

Tras la revelación, viene un encuentro largamente esperado... las sorpresas están recién comenzando... cuidado....

capítulo 5: Aslan el magnífico

Susan Pevensie lloró durante un rato muy largo. Su amiga Helen (ya es hora de empezar a llamarla por su nombre) fue a consolarla y la abrazó hasta que el llanto dejó de fluir, y era un llanto tan largo que tardó mucho en secarse. Niles y Hakim no supieron que hacer, salvo mirar. Incluso Niles, que conocía el país de las lágrimas mejor que Hakim, consideró que sólo estaría estorbado entre Susan y su amiga. Cuando pudo ya respirar tranquila, se secó la cara con sus mangas y se dirigió a los dos hombres, que aún la miraban en silencio.
–Bueno ya, está dicho. Ríanse si quieren. Prediquen, si eso les da gusto. Aquí está la tonta, la imbécil que vendió su trono y su familia por unas medias de nylon –suspiró.
–Nadie va a decir nada malo de ti –respondió Helen con ternura, pero clavando sus ojos en los dos amigos con una furiosa advertencia.
–Nadie tiene por qué juzgarte –dijo, sorpresivamente, Hakim–, lo que elegiste o no, elegido fue, ya nada se puede hacer con lo pasado. Ninguno de nosotros en santo ni mucho menos dios, es más, todos los que aquí estamos, si no me equivoco, nos dejamos arrastrar algún día por esa fuerza llamada adultez. Todos dejamos de escuchar al niño que fuimos, y convertimos nuestras vidas en un infierno. Pero si otra vez no me equivoco, a todos nos llegó un momento en que se nos dio la elección: creer o no creer. Y si estamos en Narnia, es que creímos.
–Así es –dijo Niles–, una gran aventura nos aguarda. ¿O acaso creen que Aslan nos llamó para nada? ¡Anda, ven!
Trató de tomar a Susan de la mano, pero ella lo rechazó de un manotazo.
–¡Déjame! ¿Que tú crees que me gusta que un desconocido me toque? –gruñó indignada.
–No somos desconocidos –dijo Niles con seriedad–, somos compañeros. Estamos todos juntos en una tarea que nos han dado a todos. ¿Cual tarea? No lo sé. Supongo que Aslan lo dirá. Cuando él crea conveniente, no cuando nosotros queramos.
–¡Déjate de hablar como en los libros! –Susan se enojó aún más con las palabras de Niles– Pareces un friki narniano de foro de internet. ¿Crees que leyendo libros te haces una autoridad en Narnia? ¡Mírate! Ridículo treintón coleccionista de juguetitos. ¡No me vengas a dar clases!
–¿Yo treintón ridículo? –saltó Niles– ¡Tú veinteañera ridícula, que habla como la vieja que alega! “A mí me van a dar clases de Narnia, a mí, que me sé todo de Narnia, ¡chiquillos sin respeto!” –Niles imitó a una vieja malhumorada con tanta gracia, que Helen empezó a reírse bajito, sin querer. Fue el primer momento en que se quebró el hielo entre ellas y ellos.
–Hazle caso, no creo que sea mala persona –le sugirió.
–De acuerdo. Enterremos el hacha de guerra –aceptó Susan–, no más insultos ni indirectas. Si alguien tiene una sugerencia, que la diga; si no, escúchenme a mí.
–Te escuchamos –dijo Hakim.
–Bueno pues –aquí Susan vaciló, y miró hacia lado y lado antes de decidirse a hablar–, si me ubico bien, estamos de espaldas al monumento de Aslan, que se construyó sobre la Mesa de Piedra. A menos que tengan una idea mejor, propongo ir allá.
–Pero Aslan puede venir a nosotros cuando él quiera –objetó Niles.
Ya lo sé, super genio –Susan sentía que ese hombre de la chaqueta le producía cada vez más rabia–, pero el caso es que no vamos a ser buenos para nada esperando que él llegue a vernos. ¿O te parece mejor plan echarnos sobre el pasto a jugar a las cuatro bellas durmientes? Yo digo que nos movamos, eso es lo que siempre funciona.
–De acuerdo, no se hable más, a la Mesa de Piedra –cortó Hakim por lo sano, pues con su vida de policía entendía lo importante que es trabajar unidos y evitar inútiles disputas de mando.
–Vale; sigamos a la Gran Reina –Niles no pudo evitar la ironía, pues la verdad él estaba a punto de sugerir exactamente lo mismo, y le molestó que ella lo dijera primero. Pero sin saberlo había tocado una herida muy dolorosa en el corazón de Susan.
–Con ese talento pudiste trabajar en la tele –respondió Susan, tocando igual sin saberlo, una herida aún más dolorosa en el corazón de Niles.
Los cuatro caminaron en un silencio incómodo, hacia el monumento de Aslan, sin decirse nada ni mirarse hasta que entraron a un bosque. Allí, Hakim quiso romper el hielo con un poco de conversación trivial.
–Esto es muy hermoso –dijo con sinceridad–, por más que lea los libros, es imposible imaginarse la verdadera Narnia.
–¿Qué estás diciendo? –Susan rompió su silencio malhumorada– ¡Esto está horrible! Los árboles no hablan, las aves no nos saludan cantando, las criaturas, el aire; todo está... cómo decirlo, como apagado, sin vida, enfermo. Te parece maravilloso comparado con Inglaterra, pero para mí, que viví la antigua Narnia, esto es casi un simulacro. Es como si la contaminación ambiental hubiera llegado a Narnia.
–¡Madre Diosa! –exclamó Helen– ¡Ojalá que no sea ese el problema!
–Si lo es, tendremos que arreglarlo –dijo Niles, y luego preguntó dirigiéndose a Susan–. ¿En serio está tan fea? Pues como yo nunca la he visto...
–Qué bueno que reconozcas tu enorme ignorancia, hablador –dijo Susan.
–¡Susan! –Helen la regañó.
–Hazme un favor –dijo Susan cambiando de lugar con Helen–, anda tú delante de él y háganse buenos amigos. Lo que es yo, no quiero hablar con este tipo de la chaqueta por el rato más largo posible.
No hubo más intentos de quebrar el hielo. Niles se dedicó a observar de lejos, Helen no le conversó y Hakim cuidó de que Susan no se alejara mucho. El bosque se hizo más denso. De alguna manera, inquietante. Helen, la más sensible, empezó a sentirse incómoda.
–Siento que nos están mirando –dijo.
–Seguramente –contestó Susan sin darle importancia.
Un par de ojillos traviesos se asomaron por entre unas ramas, Hakim los miró de frente, y los ojillos le contestaron la mirada.
–¡Ey! ¡Un ratón acaba de observarme! –exclamó.
–¿Y? –preguntó Susan con sarcasmo–. En Narnia, los animales e incluso las plantas piensan, así que no es raro que un ratón te observe. ¿No te lo explicó tu amigo el Narnia-enciclopedia?
–Ya deja de andar tan a la defensiva –replicó Niles–, si tantas cosas te duelen, piensa que el dolor propio te muestra el dolor ajeno.
–Deja de pre-di-car-me, ¡santurrón mochila de plomo! –gritó Susan.
–¡Ay, un ratón! –gritó Helen– ¡Me está mirando un ratón!
–¡Helen! –gritó Susan– ¿Desde cuando te asusta un ratón?
–Desde que me mira un ratón tuerto, con un parche en el ojo y una espada en la cintura.
–Eso sí no se ve todos los días –bromeó Hakim.
El ratoncillo los miró a los cuatro con una arrogancia que tampoco se ve todos los días, ni siquiera en Narnia. Más que ratón semejaba un pirata minúsculo con cola y bigotes. No dejó de mirarlos con su ojo bueno sin sacar la espada ni soltarla, moviendo los bigotes como si mascara tabaco.
–Este bicho me pone nervioso, ¡voy a espantarlo! –se adelantó Hakim haciendo un gesto con su mano para espantarlo como si fuera un ratón inglés de esos que no hablan.
–¡Espera! –advirtió Niles, pero advirtió tarde. El ratoncillo tuerto, al ver acercarse a Hakim, salió en carrera hacia lo más alto de un árbol. De allí, sin dejar de mirarlo, lanzó un silbido completamente humano y un grito de: “¡a ellos!”.
–¡Ay no, qué hiciste! –se quejó Helen dirigiéndose a Hakim.
El bosque empezó a temblar como si viniera un ejército a galope entremedio de los árboles. Mirando con tensión, Niles y Hakim buscaron la dirección del ruido y el ruido venía de todas direcciones. ¡Estaban rodeados! De entre los arbustos brotó un ejército de criaturas de todos los tamaños; ratones, tejones, lobos, grandes gatos y enormes osos. Todos ellos miraban a los cuatro humanos con inteligencia muy humana. Los animales saltaron sobre los cuatro, un lobo saltó a su cuello, Niles, por instinto, cogió un palo del suelo y lo derribó de un golpe sin vacilar.
–Ya no me asusta el lobo feroz –bromeó ante el cuerpo aturdido. Pero poco tiempo había para bromas. Otro lobo cargó a vengar a su compañero desde atrás, profanando la chaqueta del león con su mordida. Eso enfureció a Niles que, tomándolo por el lomo, lo lanzó hacia adelante en lo que en cualquier dojo hubiera sido un magnífico lance de judo.
Hakim hubiera dado todo por una buena pistola, pero tuvo que conformarse con un palo similar. Un gato que le atacó a traición salió volando como pelota de tenis. Una especie de gato montés, maullando un intento de rugido, intentó emparejar los tantos pero sólo consiguió salir volando hasta caer en el mismo lugar que su compañero. El ratón tuerto, sin dejar de mirarlos, sacó una corneta minúscula y tocó un son militar. En respuesta pareció llegar la caballería.
–Suenan cascos de caballos, ¡con que no sean cosacos! –dijo Niles tratando de bromear.
–Peor que eso amigo –dijo Hakim–, estos no se van a caer del caballo. ¡Son centauros!
Veinte centauros armados con lanzas entraron a galope, uno grande de pelo rojo con espada y escudo marchaba a la cabeza. Niles vio algo en sus ojos que le provocó desagrado. Luego torció su vista hacia Susan y olvidando los disgustos previos le nació de súbito la idea de ponerla a cubierto aun a costa de su propia vida. Dio un salto muy largo para tomarla de la cintura, ella apenas reaccionó, antes que Niles la arrojara detrás de unos arbustos con una fuerza muy extraña.
–¡¡EEEEEEEYYYY!! –alcanzó a gritar antes de verse entre los brazos del hombre de la chaqueta de león y luego sentada detrás de unos arbustos. Su grito alertó al centauro líder. Con su espada cargó contra Niles, que con un palo en cada mano, poco podía hacer contra un centauro.
Otro centauro, de barba gris muy sucia, cargó contra Helen, quien aún no reaccionaba ante la batalla. Hakim, sin siquiera los palos de Niles, la vio en peligro y saltó al lomo del centauro, como si se tratara de un caballo de rodeo.
El líder descargó su espada contra Niles. Él vio la escena como en cámara lenta. Nunca había luchado y sin embargo, movido por una extraña claridad mental, evitó el golpe del centauro dando a su vez dos golpes precisos con sus palos que le quitaron la espada de sus manos. El centauro usó entonces su escudo, Niles lo evitó saltando con una extraña agilidad, luego dos veces golpeó la cara del centauro con sus palos.
Hakim parecía creer que montaba un potro bronco, ya que el centauro trató de descabalgarlo corcoveando, entonces, recordando sus conocimientos de policía, cogió su brazo derecho por la muñeca y el codo y le aplicó una llave. Su adversario se retorció luchando por liberarse, pero a mayor fuerza mayor fue su dolor y al final, cosa increíble, cayó desmayado a un costado. Hakim, saltando justo apenas para evitar que el peso le cayera en la pierna, corrió a ver a Helen sin ver si su enemigo estaba vencido de todo.
La maniobra de Hakim enfureció al líder, que cargó contra Niles con sus cascos de caballo, a lo que el joven respondió cruzando sus palos en defensa. Todos los animales estaban furiosos con los humanos. Los lobos aullaron clamando venganza contra sus compañeros caídos. Los gatos se erizaron contra Hakim, pero los más furiosos de todos eran los centauros y su capitán.
–Nadie me quita las armas a palos, ¡nadie me sostiene la vista! Humano, reza lo que sepas –rugió el centauro.
–Habla menos y ven a pelear –Niles lo desafió con una audaz sonrisa.
Varios ratones corrieron tras los arbustos y rodearon a Susan. Olvidada de Narnia, los miró como ratones comunes y trató de hacerse la valiente, pero a medida que llegaban más ratones su valor disminuyó. Al verse sobrepasada en su resistencia se levantó de un salto, justo cuando el centauro líder iba a cargar contra Niles.
–¡¡¡LA GRAN REINA!!!
El grito vino de todos los animales. Todos. Como si lo hubieran ensayado lo gritaron a coro y dejaron de pelear, como hipnotizados, desde el ratón tuerto hasta el gran centauro, que bajó sus cascos con la cara desencajada. Tardó mucho en recuperarse, tanto que Susan tuvo tiempo de caminar muy lentamente hasta ponerse, por prudencia, detrás de Niles. El centauro la miró embobado, pero entonces miró a Niles y le volvió la furia.
–¡¿Por qué ocultaste a la Gran Reina?! –Bramó con fuerza, como queriendo que todos lo oyeran.
–Porque la ibas a matar, pedazo de imbécil –respondió Niles sin bajarle los ojos.
–¿Por qué razón nos atacaron? –preguntó Susan con una voz que se le escuchó muy rara a los oídos de Niles, Hakim e incluso Helen. El centauro calmó su furia y hasta se diría que le dio miedo.
–Gran Reina, todo ha sido un error –el centauro agachó la cabeza hasta verse realmente estúpido–. El ratón hizo sonar una trompeta de batalla, por lo que acudimos sin pensar. Corren tiempos duros en Narnia, una guerra divide a quienes una vez fueron un sólo pueblo. Muchos mueren cada día, así que debemos estar siempre alertas para la batalla. No queríamos dañarla, venimos... a buscarla.
–¿A buscarme? ¿Sabían que venía? –Susan se asustó. Perdió un poco de esa extraña voz.
Él nos dijo que vendría. Nos mandó a buscarla. Mi Gran Reina, con humildad le ofrezco que monte en mí –sin levantar la cabeza el centauro se agachó en sus cuatro patas como un camello, para permitirle a Susan montarlo con comodidad–. Su Alteza, Aslan la espera en las ruinas de su monumento.
–¡Aslan! –exclamó Susan, y de golpe, volvió a ser la joven frágil que había llorado tanto al llegar recién a Narnia. Nadie de sus compañeros notó el cambio, ni siquiera su amiga Helen, quien junto con Hakim sentían una ansiedad muy extraña, pues ninguno de los dos había visto jamás a Aslan en persona y el imaginar el encuentro les disparaba las emociones. El centauro se levantó con Susan en su lomo, el resto reverenció hasta que Susan tuvo que decirles que se detuvieran.
–¡Al monumento! –ordenó el centauro– ¡Que lo escuchen todas las criaturas, que toda Narnia oiga y tiemble! ¡La Gran Reina ha retornado! ¡Los buenos tiempos, por fin, regresan!

Con Susan Pevensie a lomos del centauro y sus tres compañeros caminando a su lado, la comitiva de los animales se puso en movimiento. Ya los gatos y los lobos miraban a los hombres con menos rencor, mientras el ratón, sentado en el hombro de Helen, se apropió de la tarea de presentar a todos sus camaradas. Helen ya no le tenía miedo y hasta se diría que le empezaba a simpatizar y mucho, pues celebraba con risas cada una de sus ocurrencias. A Hakim no le hacía mucha gracia.
–No diré, gran señora, que soy un gran ratón –hablaba con muchos halagos desde su cómoda silla–. A decir verdad, soy un ratón sinvergüenza, buscador de mil fortunas y andador de mil caminos. Y las fortunas nunca las hallé, por supuesto. Nada encontré de valor en mi vida, y mi vida poco me importaba, hasta que una noche oscura de invierno vino a mí en persona, el propio Aslan. ¡A mí, que era un infeliz rechazado de raterío en raterío! Aslan vino a mí, señora, con palabras dulces que jamás creí merecer. “No temas, amado –me dijo–, la noche pronto dará lugar al día”. Siempre pensé que las cosas andaban muy mal en Narnia, muy mal, pero fue la gracia de Aslan la que me hizo comprender el porqué las cosas estaban tan mal como estaban. Desde ese día he luchado sin descanso, por Aslan y por la Antigua Narnia. Un ojo perdí en esas duras luchas, pero no me importa. Con el ojo que me queda estoy viendo llegar los buenos tiempos. ¡Que alegría!
–Eres un gran ratón –le sonrió Helen con ternura–. Un ratón muy valiente. ¡Pero qué descuido! Ni me presento ni te dejo presentarte. ¿Cómo te llamas?
–Rípichip, señora –contestó el ratón–. No sé por qué mis padres me dieron el nombre de ese gran héroe. ¡Mejor me hubieran puesto piedra, o palo! Mis compañeros me llaman Rípichip el tuerto, y así he quedado. No soy ni la sombra de aquel Rípichip que navegó con Caspian hasta el fin del mundo.
–Querido, los nombres van y vienen –le replicó Helen acariciándolo sin reprimirse–. Tú eres tú, una individualidad irrepetible, un momento único en el espacio y el tiempo. Si Aslan mismo te llamó amado, ¿quién es alguien para decirte que eres nada?
–Señora, vuestra bondad rebasa el mundo –Rípichip el tuerto hizo una graciosa reverencia.
Hakim oía de lejos sintiendo una vaga emoción desagradable que no se atrevía a confesar. Para distraerse, buscó la compañía de Niles, que desde su llegada a Narnia parecía andar más erguido y con pasos mucho más firmes. No tardó en encontrarlo, pero tardó en lograr su atención, pues parecía estar en otro mundo.
–¿Niles? Mira, parece tonto decirlo, pero –comenzó Hakim–, bueno, tú ya viste a Aslan. ¿Cómo es? ¿Qué crees tú que dirá... de nosotros?
–¿No te parece hermosa? –dijo Niles sin responder.
–¿Hermosa? ¿Quién es hermosa?
–¡Narnia! –Niles saltó como si lo hubieran pinchado–. Narnia es hermosa, por supuesto, Narnia. Es la tierra más bella que jamás haya visto. ¿De qué otra cosa hermosa iba a estar yo hablando?
–La chica del centauro dijo que estaba horrible –dijo Hakim.
–Bueno, será cierto si ella lo dice, pero aun así...
–¡Observen! ¡El monumento!
El centauro gritó tan fuerte que casi tiró a Susan de su lomo. A su grito le siguió la orden de sonar trompetas que dos robustos centauros obedecieron.
¡¡BAAUUUUMMM!! Resonaron, y desde el monumento, como una alegre respuesta, otras trompetas resonaron a su vez ¡¡BAAAAUUUUMMMMM!!
–Adelante, hijos de Adán e hijas de Eva –era la primera vez que el centauro los llamaba de esa manera–. Aslan los está aguardando. Vayan por delante de los animales como corresponde.
Helen no quiso bajar a Rípichip el tuerto de su hombro, pero él insistió que así era lo correcto. Niles ayudó a Susan a bajar del centauro, sin que ella ni él le hicieran ningún gesto en contra. Luego los cuatro, con muy distintas emociones, avanzaron. Niles sentía una fuerza feliz que lo impulsaba a andar casi volando, Helen y Hakim también sentían alegría, pero mezclada con mucha ansiedad. Susan estaba indescifrable.
Una multitud de animales y seres fabulosos los recibió gritando ¡huuurra! Y al final, sentado en las ruinas del monumento, Aslan mismo, brillando al sol del atardecer, los aguardaba.
Su melena radiante como el sol, daba reflejos rojizos debido al sol del crepúsculo. Era tan fuerte y magnífico como siempre, su mirada tranquila, su gran cuerpo irradiando poder y paz.
–Que terrible sensación de déja vu –susurró Niles tratando de parecer ingenioso, pues estaba muy emocionado.
–No me atrevo a acercarme –sacó la voz Susan, atacada de un súbita palidez.
–No tienes que hacerlo sola, lo haremos todos –la confortó Helen, quien se sentía igualmente atemorizada.
El gran león los miró entonces con toda su radiante majestad, y sonriendo, apagó un poco su terrible resplandor para dejar que ojos humanos pudieran verlo cara a cara sin temor.
–bienvenidos, hijos míos, acérquense sin miedo –les habló con calidez. Niles se acercó con mucha lentitud.
–Aslan... –dijo simplemente, incapaz de decir nada más.
–Niles, mi amado Niles –Aslan puso su garra en su hombro con suavidad, y así igual pesaba–. Hakim, mi fiel Hakim; Helen, transparente y dulce como agua de manantial. Y Susan, mi amada Susan.
Susan se había quedado intencionadamente atrás, incapaz de resistir la presencia de Aslan. Pero al nombrarla, no tuvo más remedio que avanzar, aunque el temor no la abandonaba.
–Ven acá, hija mía, acércate y no temas. ¿Qué perturba tu alma? –Aslan la animaba a avanzar con calidez.
–Son tantas cosas, que no sé ni nombrarlas –replicó Susan sintiendo que algo ahogaba su aliento, mientras miraba a Aslan fijamente a los ojos.
–Deséchalas –sonrió Aslan–, son tu pasado, la vieja piel de una serpiente, que ni a la misma serpiente le queda bien. Levanta tu vista, hija mía, y ve en toda su extensión la gran tierra donde serás reina.
–¡Yo no puedo ser reina de Narnia! –exclamó Susan con violencia–. Yo no puedo –su voz se quebró–, los traicioné a todos.
Aslan la miró seriamente unos segundos, y entonces le sonrió con aún más dulzura que antes.
–Muy bien dicho –Aslan la consoló–. Si hubieras dicho que lo merecías, habrías demostrado que eras indigna. Ahora ven, mi amada hija; y vengan ustedes con ella, hijos de Adán e hija de Eva.
Aslan se acomodó sobre las ruinas del monumento, y a su señal, el centauro líder les trajo dos resplandecientes espadas y dos arcos con sus flechas. A continuación, dos faunos y dos dríades trajeron vino en grandes copas de oro, y las entregaron humildemente a los cuatro seres humanos. Aslan se dirigió entonces, a los hijos de Adán e hijas de Eva, y a todos los seres allí reunidos.
–Como bien han de saber –comenzó–, el trono de Narnia pertenece por derecho a los hijos de Adán y las hijas de Eva. Ellos gobiernan con justicia, dictan las sabias leyes y procuran el bien de todos sus habitantes. Cada vez que su linaje se ha interrumpido, Narnia ha caído en la oscuridad. Fue así en los tristes tiempos de Jadis, la Bruja Blanca, y en otros malos tiempos de penoso recuerdo.
–Hace ya trescientos años –continuó Aslan–, que murió Tirian, el último rey de Narnia, traicionado por un mono perverso y su burro. Al morir sin descendencia su linaje se perdió, y desde ese día el trono ha sido ocupado por toda clase de criaturas: búhos, tejones, faunos, centauros, enanos y hasta brujas han habido. Todos ellos movidos por la ambición, ocupados de su gloria personal, esclavos de sus pasiones, soberbios, necios. Sin sabiduría para gobernar ni temor de mí.
–Pero el rey fauno Edmunus fue un rey muy bueno y siempre justo con todos –reclamó un joven fauno pelirrojo.
Un leve rugido pareció surgir de Aslan, pero tal vez sólo fuera por haber sido interrumpido sin respeto.
–Bueno sí –admitió–, el rey fauno Edmunus fue un buen rey, pero fue una notable excepción. Reparó muchas injusticias, pero a su muerte, las injusticias volvieron, y multiplicadas. Toda Narnia ha sufrido por ellas.
Todas las criaturas murmuraron con fuerza, aprobando las palabras de Aslan. Niles vio en todas ellas huellas profundas de un gran dolor. Era verdad entonces que tiempos muy duros corrían en Narnia.
–Hoy, ocupa el trono de Cair Paravel un rey enano, de la misma raza de enanos que en tiempos ya lejanos sirvió a la Bruja Blanca –al decir esto, Susan se estremeció, Helen amagó un grito, y Niles con Hakim apretaron sus puños–. Este enano perverso ha derribado los árboles y secado los ríos, ha llenado Narnia de industrias con máquinas echando humo día y noche. Arroja al mar sus basuras, mata a los animales que hablan, sus fábricas envenenan la tierra y los productos que de ella salen enferman a todos.
–¡Maldito! –exclamaron furiosos, curiosamente al mismo tiempo, Helen y Niles.
–Más grave aún –siguió Aslan–, mientras hablamos, este enano infame prepara, a puertas cerradas, un ataque final contra la Antigua Narnia. En cuartos secretos guarda un arma tan espantosa, que si se libera, será el fin de toda tierra y de cada habitante.
Susan se estremeció.
–Él sabe que mi tiempo se acerca, y aunque finge no creer en mí ni en la Antigua Narnia, en su corazón sabe la verdad y la teme –Aslan se irguió entonces, más grandioso que nunca, en toda su majestad–. Por esto, hijos de Adán e hijas de Eva, les doy este mandato: tomen las armas que les he preparado, y marchen a Cair Paravel a exigir al rey enano que deponga el trono y se entregue a mi justicia, bajo pena de sufrir toda mi ira.
–¿Será suficiente con nosotros cuatro? –preguntó Hakim–. Su castillo ha de estar rodeado de muchos guardias.
–No temas, hijo mío –dijo Aslan–, yo estaré con ustedes, y actuaré cuando sea necesario. Esto es lo que deben decir ante las puertas de Cair Paravel: “Susan Pevensie, hermana de la reina Lucy, del rey Edmundo y del Gran Rey Peter, traída por voluntad de Aslan de su lejano mundo, demanda al rey enano Gimkin le entregue lo que por derecho legítimo le pertenece, como última de los grandes reyes de la Antigua Narnia, para poner orden en todas las cosas y restaurar la justicia perdida. De abdicar en forma pacífica y sin condiciones, se le hará misericordia a muchos de sus detestables crímenes. Mas si se empecina en negarse deberá atenerse a todas las consecuencias, en nombre de Aslan y del gran Padre de Aslan, el Emperador-De-Más-Allá-Del-Mar”.
–Les advierto –y aquí Aslan pareció endurecer su tono de voz–, que el rey enano es astuto y su lengua está llena de mentira. Si lo encaran usará toda su malicia. Es posible que finja inocencia, es posible que finja rendirse en paz y luego los traicione. Acorralado, apelará a su piedad, tal vez llore, jure y ruegue misericordia. No crean nada que salga de su boca.
–Enterado –bromeó Niles usando el tono policial de Hakim.
–Sé que lo que voy a decirles les parecerá muy severo, pero recuerden que yo soy la Justicia; no su siervo, sino su Creador –siguió hablando Aslan–. El rey enano es un ser maligno. No conoce la piedad, pero es maestro en provocarla. Si logra que ustedes se ablanden siquiera un poco, no sólo los vencerá, sino que toda Narnia caerá en la desgracia por su debilidad. Deben hacer lo que sea necesario para liberar a Narnia. Conserven firmes sus corazones, mantengan su mente en Mí, para no ser engañados.
–Te lo prometo, Aslan –dijo Susan, mirando a sus ojos ya con menos miedo.
–Entonces marchen, hijos de Adán e hijas de Eva. ¡Criaturas! Guíen a la Gran Reina y sus compañeros tan cerca de Cair Paravel como les sea posible. Hoy será escrita una de las grandes páginas del gran libro.
El joven fauno pelirrojo se adelantó a señalar el camino, mientras los cuatro tomaban sus espadas y sus arcos. El centauro líder, con gran respeto, ofreció dos de sus mejores guías, junto con un pequeño grupo de animales entre los que se adelantó Rípichip el tuerto. La comitiva cubrió distancia con tanta rapidez que en breves minutos ya no se veía el monumento por detrás de la colina. Todos querían estar cerca de la Gran Reina. Tanto los animales grandes como los pequeños se dieron tales empujones que Helen acabó por reprenderlos. Entre empujón y empujón Niles se fue quedando atrás, pero esto nadie lo notó, estando todos pendientes de Susan. Tan atrás se quedó que alcanzó a oír hablar una vez más a Aslan.
–¡Ya ven que mi palabra se cumple! –tronó la voz de Aslan a la distancia–. Les he traído a la Gran Reina desde el lejano pasado, tal como prometí, para poner orden en todo y restaurar cada cosa.

(CONTINUARÁ) link al siguiente capítulo


Última edición por reyNiles el Jue Ago 07, 2008 4:43 pm, editado 1 vez
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rachel
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MensajePublicado: Dom Sep 30, 2007 4:12 am    Asunto: Responder citando

Como ya antes he dicho, creo que escribes maravillosamente bien.

Es un fic muy entretenido de leer y con la dosis justa de suspenso.

Tengo que admitir que no me agradó mucho la Susan enojona, pero al final si se la vio a ella en toda su majestad y belleza. Y espero que en con el transcurrir de la historia vuelva a ser Susan la dulce.

Muy buena la aparición de Aslan Muy Feliz

Aún no entiendo, me hago lío entre la Narnia real y la vieja narnia, pero creo que puede ser la hora que elijo para leerlo Riendo Riendo Riendo

Espero que más adelante lo entenderé bien Facu's Mr Green

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“Si encuentro en mi deseos que nada en esta tierra puede satisfacer, la única explicación lógica es que fui hecho para otro mundo”. C.S.Lewis
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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Oct 01, 2007 1:38 pm    Asunto: Responder citando

Querida Rachel:

Gracias como siempre por tus comentarios. Está bien que no te guste la 'Susan enojona', yo creo que a nadie le gusta y menos a Niles, pero no sería una historia de redención si los personajes empezaran el viaje ya perfectos y felices, ¿cierto?

Más adelante vamos a ver que Helen realmente se merece un monumento por su paciencia y su amor incondicional.

Sobre el punto Narnia Real/Narnia Material, te confieso que me fue difícil optar, el fin de Narnia parece muy definitivo en 'La última batalla'; pero... si pensamos que la Narnia Real es el mundo de Aslan, no tiene sentido que allá exista sufrimiento, peligro y problemas por resolver... así que opté por una 'explicación ingeniosa' de esas que abundan en las historias de superhéroes. Si te enreda mucho, concéntrate en la historia, las explicaciones llegarán a su tiempo.

un abrazo.

rey Niles

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"La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto, la fe"

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El retorno de la reina dulce
La Travesía Del Capitán Scott
La Llamada De Los Dioses

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Bethan Maleza
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MensajePublicado: Lun Oct 01, 2007 8:18 pm    Asunto: Responder citando

Uy! Leí el capítulo antespero me olvide de dejar mi comentario Gira ojos

Bien, debo confesar que me llevé un buen susto cuando todos los ratones, lobos y demases atacaron a Niles & cia. (lo estoy tomando como el protagonista). Pensé ¿hasta que punto llegó el "deterioro" de Narnia para que bestias parlantes ataquen a los humanos sin razón aparente?

Ah! y que genial el personaje de Ripichip el tuerto, me encantó

Muy Feliz

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Contramaestre del "Resplandor Cristalino"
Entrego mi alma
al dulce resplandor
de la vida misma, del sol
de la Reina Lucia, la Valiente,
en todo su esplendor.


Las Costas Dicen
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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Oct 01, 2007 9:05 pm    Asunto: Responder citando

Querida Bethan Maleza:

Pues sí, las cosas están muy mal en Narnia, bien mal. Al no haber ya reyes consagrados por Aslan, las criaturas se tomaron el poder por la fuerza y eso trajo guerras civiles, represión y mucha injusticia. Es difícil saber quién es quién y quién está del lado correcto, la tarea de Niles & cia. (me gustó tu manera de decirlo) no será fácil ni simple.

cariños y nos vemos pronto.

rey Niles

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"La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto, la fe"

"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

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rachel
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MensajePublicado: Lun Oct 01, 2007 10:27 pm    Asunto: Responder citando

reyNiles escribió:
Querida Rachel:

Gracias como siempre por tus comentarios. Está bien que no te guste la 'Susan enojona', yo creo que a nadie le gusta y menos a Niles, pero no sería una historia de redención si los personajes empezaran el viaje ya perfectos y felices, ¿cierto?



ehm...espero que no te moleste lo que voy a comentar, pero me refería más bien a que siempre la vi como "Susan la dulce".

Sin embargo entiendo que la situación qué pasó pueden afectar su carácter, pero no sé... es que de temperamento la veo un poco cambiada... Confundido ...sin embargo, entiendo que es solo una impresión. Aún falta conocerla más en profundidad...y de todas formas, es solo mi idea, no pretendo hacerte sentir mal por favor, que es tu obra y va grandiosa.

Aplausos Aplausos Aplausos

Cierto lo que dice Bethan, el personaje de Ripichip el tuerto está muy bien logrado, a mi tambien me encantó!

Y los demás personajes humanos también están muy logrados, se los puede ver claramente definidos en su forma de ser, y se los entiende también.

Espero la continuación con ansias!

Bendiciones!

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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reyNiles
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MensajePublicado: Mar Oct 02, 2007 4:30 pm    Asunto: Responder citando

Querida Rachel

Cita:
ehm...espero que no te moleste lo que voy a comentar, pero me refería más bien a que siempre la vi como "Susan la dulce". Sin embargo entiendo que la situación qué pasó pueden afectar su carácter, pero no sé... es que de temperamento la veo un poco cambiada... Confundido ...sin embargo, entiendo que es solo una impresión. Aún falta conocerla más en profundidad...


Así es, Rachel, Susan sigue siendo ella y al final Susan la Dulce saldrá en todo su esplendor, aunque ahora las heridas de su alma gobiernen su carácter. las impresiones a veces nos engañan. Por ejemplo, Susan tiene ahora la peor impresión del pobre Niles, casi lo ve como un 'bob esponja' irritantemente infantil y estúpidamente feliz. Claro, ella no vio lo que nosotros sí vimos, su soledad, sus fracasos y su desesperación. Serán precisos graves acontecimientos para que las máscaras caigan y las almas se revelen...

Cita:
Cierto lo que dice Bethan, el personaje de Ripichip el tuerto está muy bien logrado, a mi tambien me encantó!


¡Vaya! así que el ratoncillo tiene lo suyo... bueno, algunos saben ser encantadores de entrada....

cariños y nos vemos pronto

rey niles

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