Cuando?(Sobre el helado, los kilos, el tiempo &las sonrisas)
Jue Oct 01, 2009 9:29 pm
La pregunta que ayer me quedó rondando en la cabeza fue sencilla y pequeña, pero muy dolorosa.
¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Cuándo?
La clase de ayer no fue precisamente de lo que debía serlo. La profesora es de aquellas mujeres maravillosas que se convierten a lo largo del semestre en más que maestras. Se vuelven tus amigas y cómplices.
Y pudo darse cuenta de que tenía en manos a doce familiólogas que realmente estamos al borde del colapso. Unas más, otras menos, pero todas estamos como una galleta que se desmorona poco a poco.
Y fue cuando a mí en lo particular me llegó un tirón de orejas (que nadie entendió ayer al compartirlo, es metafórico) que necesitaba y que me hizo llorar por primera vez en mucho tiempo (me había negado llorar porque no tenía el tiempo, pero al momento de tenerlo, las lágrimas no salían).
¿Cuándo fue la última vez que me comí un helado disfrutando el proceso de comerme el helado sin pensar en el kilo que me va a engordar después?
No necesariamente quiero hablar de comerme un helado. No necesariamente hablo de un kilo extra al día siguiente.
Me refiero a… ¿cuándo fue la última vez que me paré a disfrutar la vida en sí misma, sin sentir la carga de la meta?
Beppo Barrendero (un personaje del libro "Momo", de Michael Ende) barría la calle sin ver el final de ella. Una sola barrida a la vez. "Paso. Inspiración. Barrida. Y así, sin darte cuenta, decía, has barrido toda la calle ¡y ni siquiera te das cuenta! Y no te has cansado"
¿En qué punto de las semanas pasadas, con esta carga, estuve dispuesta a devolver mi sueño y a dejar de disfrutar mi helado? Pero en realidad… ¿por qué no hice un alto en el camino desde que me empezaron a exigir la perfección, cuando era una niña, y por qué no reconocí que no puedo ser la mujer superpoderosa? ¿Cuándo fue que dejé que otros decidieran por mí y me volví una esclava de la meta, no del proceso, que es más apasionante?
No niego, la meta tiene su recompensa, pero el proceso tiene un regalo ya en sí mismo. Si yo misma me saboteo (como siempre lo hago) al momento de hacer una tarea, un trabajo, etc., diciéndome que haré el peor trabajo posible y que realmente no tengo ni idea ni capacidad, y que debe salir PERFECTO, ¿cómo puedo disfrutar siquiera el momento en que veo que no era para tanto? A lo mejor me relajo, pero el estrés del proceso no se compensa.
Con ella, la maestra, filosofamos un buen rato.
¿Cuál es la decisión correcta en la vida? A mi mente vino en el mismo momento en que lo dijo ella: saber cuál es mi misión en el mundo. ¿Para qué vine? Y hacerlo con toda la fuerza y que "resuene", como dijo. Como una sinfonía poderosa, que vibra en tu ser.
Doce familiólogas. Doce mujeres con distintas problemáticas, unas más gruesas que las otras. Pero todas bastante vapuleadas por dentro.
Y realmente… ¡el proceso de comerse el helado es mucho más agradable que estarse moliendo porque al final las mugres calorías son una monserga, caray! ¡La vida está hecha para sonreír, para disfrutarse, para entender que ese proceso de cumplir la misión es hacerlo con un Amor, con vitalidad, con algo que te dé fuerza dentro de ti misma para hacerlo todo el tiempo!
Si no, ¿para qué lo estás haciendo?
Toda la vida, con esos trabajos escolares y con esas exigencias familiares que no me tocan han hecho que no sepa disfrutar el proceso, que me estrese en exceso. Y siempre termino tardándome más de lo necesario por el estrés del final (¿le va a gustar a mi profesor/a esto? ¿Estaré a la altura de las expectativas de todos?)
Al ver el rostro de alguien que siempre cambia según mi estado interno, que ahora me mira con una especie de tristecilla mezclada con alegría, como de verdadero padre con su hija pequeña a la que ve tan madreada y desorientada que sólo puede abrir brazos, decir "ay, escuincla, vas medio en zigzag, pero pos bueno, ¡vente, morra! ¡Ahora vas un poquito menos que hace dos días que estabas mentando madres y tildando de c***** y de otras flores a ciertos personajes! Empiezas a sonreír de nuevo."
Gracias, L., por recordarnos a todas lo que nos recordaste ayer. Yo me quedo con recordar que la vida es de disfrutarla y sonreír, aunque se tenga que pagar la entrada a la reserva ecológica (¡obvio! ¡Yosemite tiene cuota de entrada, chavos!). El proceso de comerse el helado se tiene que disfrutar, aunque aprender a hacerlo, cuando te estás cayendo en la trampa de la fragilidad, sin querer aceptar que eres un ser humano vulnerable, que va a sufrir y que le van a doler las cosas, está cañón.
Ya sé, ya sé. No es mi estilo el escribir así, siempre me ponía a redactar super bonito y super tierno. Pero hoy escribo para mí, no para los demás. Porque es mejor dejar de pensar en el qué van a pensar y cómo van a juzgar y por una vez, por lo menos, ponerme a pensar qué es lo que yo quiero hacer y ponerme a chorrear las gotas de MI helado metafórico (que en realidad no me da la gana de tragarme un helado, tengo más bien ganas de volver a tirarme a ver Finding Neverland otra vez y mandar al mundo a hacer lo que se le dé la regalada gana) después de un ratito de yoga y meditación para disminuir la rabia, porque eso sí: mi nivel de rabia y tensión lo traigo a tope desde las tres últimas semanas.
Eso, eso, ESO es mi helado.
El pensar simplemente mientras escribo en la siguiente letra que voy a poner, no tanto en lo que va a resultar, ni en si alguien va a contestar o si alguien juzgará esto (aunque estoy editando el vocabulario por respeto un poquito, eso sí, pero trato de escribir y de disfrutar como si fuera nada más para mí).
Dejar que los minutos y las letras chorreen, como gotas de ese helado imaginario, de esa figura, de ese recurso. Porque la vida se vive, no se compite. A ver cuando lo voy aprendiendo, porque me está carcomiendo no entenderlo.
Lo importante es lo que está dentro, esa sonrisa, la carcajada, el decir "gracias" al estirarme en la cama al final del día, esa moral, esa valía, esa fuerza propia que no se nos puede quitar. "Nada nos aplasta"… Y no hay que permitir que nada ni NADIE (por más pseudo autoridad que tenga) haga que ni Platyllop ni ninguna otra figura retórica lo deje en el olvido, como lo dejó esta familióloga.
¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Cuándo?
La clase de ayer no fue precisamente de lo que debía serlo. La profesora es de aquellas mujeres maravillosas que se convierten a lo largo del semestre en más que maestras. Se vuelven tus amigas y cómplices.
Y pudo darse cuenta de que tenía en manos a doce familiólogas que realmente estamos al borde del colapso. Unas más, otras menos, pero todas estamos como una galleta que se desmorona poco a poco.
Y fue cuando a mí en lo particular me llegó un tirón de orejas (que nadie entendió ayer al compartirlo, es metafórico) que necesitaba y que me hizo llorar por primera vez en mucho tiempo (me había negado llorar porque no tenía el tiempo, pero al momento de tenerlo, las lágrimas no salían).
¿Cuándo fue la última vez que me comí un helado disfrutando el proceso de comerme el helado sin pensar en el kilo que me va a engordar después?
No necesariamente quiero hablar de comerme un helado. No necesariamente hablo de un kilo extra al día siguiente.
Me refiero a… ¿cuándo fue la última vez que me paré a disfrutar la vida en sí misma, sin sentir la carga de la meta?
Beppo Barrendero (un personaje del libro "Momo", de Michael Ende) barría la calle sin ver el final de ella. Una sola barrida a la vez. "Paso. Inspiración. Barrida. Y así, sin darte cuenta, decía, has barrido toda la calle ¡y ni siquiera te das cuenta! Y no te has cansado"
¿En qué punto de las semanas pasadas, con esta carga, estuve dispuesta a devolver mi sueño y a dejar de disfrutar mi helado? Pero en realidad… ¿por qué no hice un alto en el camino desde que me empezaron a exigir la perfección, cuando era una niña, y por qué no reconocí que no puedo ser la mujer superpoderosa? ¿Cuándo fue que dejé que otros decidieran por mí y me volví una esclava de la meta, no del proceso, que es más apasionante?
No niego, la meta tiene su recompensa, pero el proceso tiene un regalo ya en sí mismo. Si yo misma me saboteo (como siempre lo hago) al momento de hacer una tarea, un trabajo, etc., diciéndome que haré el peor trabajo posible y que realmente no tengo ni idea ni capacidad, y que debe salir PERFECTO, ¿cómo puedo disfrutar siquiera el momento en que veo que no era para tanto? A lo mejor me relajo, pero el estrés del proceso no se compensa.
Con ella, la maestra, filosofamos un buen rato.
¿Cuál es la decisión correcta en la vida? A mi mente vino en el mismo momento en que lo dijo ella: saber cuál es mi misión en el mundo. ¿Para qué vine? Y hacerlo con toda la fuerza y que "resuene", como dijo. Como una sinfonía poderosa, que vibra en tu ser.
Doce familiólogas. Doce mujeres con distintas problemáticas, unas más gruesas que las otras. Pero todas bastante vapuleadas por dentro.
Y realmente… ¡el proceso de comerse el helado es mucho más agradable que estarse moliendo porque al final las mugres calorías son una monserga, caray! ¡La vida está hecha para sonreír, para disfrutarse, para entender que ese proceso de cumplir la misión es hacerlo con un Amor, con vitalidad, con algo que te dé fuerza dentro de ti misma para hacerlo todo el tiempo!
Si no, ¿para qué lo estás haciendo?
Toda la vida, con esos trabajos escolares y con esas exigencias familiares que no me tocan han hecho que no sepa disfrutar el proceso, que me estrese en exceso. Y siempre termino tardándome más de lo necesario por el estrés del final (¿le va a gustar a mi profesor/a esto? ¿Estaré a la altura de las expectativas de todos?)
Al ver el rostro de alguien que siempre cambia según mi estado interno, que ahora me mira con una especie de tristecilla mezclada con alegría, como de verdadero padre con su hija pequeña a la que ve tan madreada y desorientada que sólo puede abrir brazos, decir "ay, escuincla, vas medio en zigzag, pero pos bueno, ¡vente, morra! ¡Ahora vas un poquito menos que hace dos días que estabas mentando madres y tildando de c***** y de otras flores a ciertos personajes! Empiezas a sonreír de nuevo."
Gracias, L., por recordarnos a todas lo que nos recordaste ayer. Yo me quedo con recordar que la vida es de disfrutarla y sonreír, aunque se tenga que pagar la entrada a la reserva ecológica (¡obvio! ¡Yosemite tiene cuota de entrada, chavos!). El proceso de comerse el helado se tiene que disfrutar, aunque aprender a hacerlo, cuando te estás cayendo en la trampa de la fragilidad, sin querer aceptar que eres un ser humano vulnerable, que va a sufrir y que le van a doler las cosas, está cañón.
Ya sé, ya sé. No es mi estilo el escribir así, siempre me ponía a redactar super bonito y super tierno. Pero hoy escribo para mí, no para los demás. Porque es mejor dejar de pensar en el qué van a pensar y cómo van a juzgar y por una vez, por lo menos, ponerme a pensar qué es lo que yo quiero hacer y ponerme a chorrear las gotas de MI helado metafórico (que en realidad no me da la gana de tragarme un helado, tengo más bien ganas de volver a tirarme a ver Finding Neverland otra vez y mandar al mundo a hacer lo que se le dé la regalada gana) después de un ratito de yoga y meditación para disminuir la rabia, porque eso sí: mi nivel de rabia y tensión lo traigo a tope desde las tres últimas semanas.
Eso, eso, ESO es mi helado.
El pensar simplemente mientras escribo en la siguiente letra que voy a poner, no tanto en lo que va a resultar, ni en si alguien va a contestar o si alguien juzgará esto (aunque estoy editando el vocabulario por respeto un poquito, eso sí, pero trato de escribir y de disfrutar como si fuera nada más para mí).
Dejar que los minutos y las letras chorreen, como gotas de ese helado imaginario, de esa figura, de ese recurso. Porque la vida se vive, no se compite. A ver cuando lo voy aprendiendo, porque me está carcomiendo no entenderlo.
Lo importante es lo que está dentro, esa sonrisa, la carcajada, el decir "gracias" al estirarme en la cama al final del día, esa moral, esa valía, esa fuerza propia que no se nos puede quitar. "Nada nos aplasta"… Y no hay que permitir que nada ni NADIE (por más pseudo autoridad que tenga) haga que ni Platyllop ni ninguna otra figura retórica lo deje en el olvido, como lo dejó esta familióloga.