† Ritual at Midnight †

A la sombra del Moncayo, segunda parte

Lun Jul 27, 2009 9:57 am


A la Sombra del Moncayo II

A la mañana siguiente, llevaron a los chicos en autobús hasta el pueblo de Trasmoz. Allí se juntaron con una mujer que se conocía el pueblo como la palma de su mano y podría hacerles de guía, su nombre era Isabel.
Ella les llevó hasta el museo de la brujería y les explicó el festival que se llevaba acabo todos los años de magia y brujería. También pudieron ver el castillo y pasear por su calles.
Iban paseando por la calle cuando Isabel contó una historia que hizo que los cinco chicos, todos ellos distraídos menos Eva, le prestaran una especial atención.
- Hace unos años se corrió la voz de que habían visto el fantasma de una mujer caminando por estas mismas calles llamando al que dicen que era su amado, un tal Rodrigo. Se cuenta que era el espíritu de una bruja que fue quemada en tiempos de la Inquisición y que no pudo despedirse de su amado, y ahora lo busca y tal vez nunca lo encuentre - estas últimas palabras las dijo con un tono lleno de una extraña tristeza.
Eva pudo ver un brillo en sus ojos, un brillo melancólico y lleno de dolor.
Isabel les llevó hasta una casa donde podrían pasar la noche, al fin y al cabo, no eran muchos en ese campamento. Isabel también se quedaría en esa misma casa ya que ella se alquilaba todos los veranos un apartamento en la casa rural del pueblo.
Eva, Clara y Sara les tocó compartir un pequeño cuarto con dos camas y una pequeña cama plegable. Clara y Sara enseguida se lanzaron a por las camas, dejando a Eva con la plegable.
Esa noche, Eva no pudo conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en la historia de Teresa y Rodrigo y en lo que había contado Isabel, pero sobre todo no pudo dejar de pensar en la mirada de Isabel al contar la historia. ¿Por qué le habría afectado tanto? ¿Acaso ella sabría algo que no les había contado?
Éstas y otras preguntas le estaban pasando por la mente cuando escuchó el sonido de una puerta abriéndose. Instintivamente se levantó y corrió a la ventana, Isabel estaba saliendo de la casa.
Tomó su bolso, donde llevaba los pergaminos encontrados la otra noche, y la siguió entre las calles iluminadas con farolas.
La mujer se paró en un punto concreto del pueblo, Eva se escondió detrás de una esquina y la observó. Sin previo aviso, Isabel se echo a llorar y a murmurar algo. Eva agudizo más el oído, intentando captar sus palabras, hasta que pudo entender lo que decía:
- Rodrigo… Rodrigo…
Al oír esto, Eva lo vio todo claro. Solo alguien como ella, amante del esoterismo y las ciencias ocultas podría haberlo sabido. Lentamente salió de su escondite, Isabel pegó un brinco al verla y se apresuró a secar sus lagrimas.
- No te asustes, no voy a delatarte, Teresa.
- ¿Cómo me has llamado? - preguntó la mujer sorprendida.
- Ese fue tu verdadero nombre, ¿no? Hace ya mucho tiempo, cuando visitabas este pueblo para ayudar a su gente, cuando te enamoraste de Rodrigo.
- ¿Cómo… cómo sabes tu eso?
Eva abrió su bolso y extrajo las hojas de pergaminos.
- Me lo ha contado Rodrigo - dijo entregándoselas.
Isabel tomó las hojas y comenzó a leerlas. No pudo evitar que una lagrima resbalara por su mejilla. Cuando terminó, miró a Eva a los ojos.
- Gracias, nunca supe que fue de él cuando morí aquí, cuando este lugar era una plaza. Estuve muy preocupada por si a él también lo habían cogido, y ahora sé que él cuidó la montaña que amaba. Gracias a ti podré descansar en paz.
- Pero, tú no eres un fantasma, ¿o si?
Isabel le sonrió y apretó el pergamino contra ella.
- Cierra los ojos.
Eva obedeció y cerró sus ojos, cuando volvió a abrirlos estaba en la habitación, en la cama plegable. La luz del nuevo día entraba por la ventana. Se incorporó y miró a su alrededor anonadada.
Alguien llamó a la puerta.
- Vamos, chicas. Ya es hora de que os levantéis. Tenemos que irnos.
Clara y Sara se desperezaron y comenzaron a arreglarse. Eva las imitó y a los pocos minutos se hallaban en la entrada de la casa, junto a los demás.
- ¿Dónde esta Isabel? - preguntó el monitor a la señora de la casa-. Nos gustaría darle las gracias y despedirnos de ella.
- No sé donde se ha metido, en su cuarto no había nadie y la cama estaba hecha. Tal vez se marchó pronto.
Al monitor le apenó esta noticia, pero tenían que marcharse, había mas sitios para ver. Eva escuchó esto y miró en su bolso en busca de los pergaminos, no estaban. No pudo reprimir una sonrisa, seguramente ya no volverían a verla. Ahora descansaba en paz, junto a Rodrigo.
Subieron al autobús y se sentaron, Eva se encontraba entre Clara y Sara y los dos chicos, Javier y Pablo.
Pablo se apoyó en el respaldo del asiento y le preguntó:
- ¿Puedo ver los pergaminos?
Eva sonrió y negó con la cabeza.
- Lo siento, pero ya no los tengo. Se los entregué a quien le correspondía.
Los cuatro muchachos la miraron inquisitivos.
- ¿A quien se los has dado? - pregunto Clara.
Eva no respondió, se limito a sonreír y a mirar por la ventana al hermoso paisaje que dejaban atrás, segura de que este campamento traería mas sorpresas consigo.
El misterio del pergamino se había resuelto, o tal vez no. Si Isabel no sabía nada de los pergaminos, ¿quién era el espíritu que les llevó hasta ellos?

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