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UNA REINA SUSANA MUY DIFERENTE



 
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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Jul 18, 2008 5:52 pm    Asunto: UNA REINA SUSANA MUY DIFERENTE Responder citando

Este cuento lo escribí de un tirón, y de un tirón lo posteo. Como quien dice, salió como salió, y le gustó a quien le gustó.


UNA REINA SUSANA MUY DIFERENTE

En un lugar de Milán, esto es Italia, vivían dos hermanas llamadas Susy y Lily. Se llevaban muchos años de diferencia, por lo que Susy era en verdad otra mamá para Lily. La pequeña estudiaba para el colegio su materia menos querida: literatura inglesa. Ella decía que el hielo británico se le colaba en el corazón cada vez que leía un libro inglés, aunque fuera “Alicia en el país de las maravillas”. Por suerte, Lily era una niña de diez años, que pudo salvar su tarea nada más leyendo “Las crónicas de Narnia”.
–Pronto estarás lista para entender a Tolkien –susurró Susy trayéndole la leche–, pero cuando leas a Milton, ahí sí que vas a odiar a los british en serio.
–Grrrrr –fue lo único que respondió Lily.
Tai ran, ragazzina, no tengas problemas imaginarios –sonrió Susy.
Grazie, jie –le respondió Lily. Ambas habían nacido en Italia de una madre china, así que comunicarse en los dos idiomas les era lo más natural. Susy se acomodó en el sofá y sentó a Lily en su regazo como una verdadera madre. Susy pasaba los veinte años y era una mujer realmente hermosa, una belleza oriental de ojos almendrados y cabello azabache que brillaba como un cielo lleno de estrellas, “un rostro por el que Marco Polo se hubiera quedado en China” le decía un señor napolitano que siempre la celebraba cuando se encontraban en la calle. Claro que, al verla con más atención, descubrías en su mirada un brillo de inteligencia y de voluntad que rara vez se ve en las típicas mujeres de oriente.
–No avanzo nada, estoy pegada –gruñó Lily–. Todo este asunto de El Caballo Y Su Niño me tiene bien aburrida...
–A ver, si no es tan difícil, los libros de Narnia no traen palabras complicadas –se rió Susy, comprensiva–, se pueden leer de un tirón y ya.
–Síiiii, pero este papel que le dan a la reina Susana no me gusta nada –replicó Lily–, libro que pasa, más tonta del bote la ponen, y encima este argumento tipo Angélica y Orlando Furioso (Un gran poema épico italiano de Ludovico Ariosto; si quieren saber más, ¡averigüen! Yo no se los voy a dar todo masticado), ya me tiene hinchada. ¿Qué les pasa a estos tipos que no pueden mirar a una mujer sin babearse la camisa?
–Bueno, el autor tenía serios problemas con las mujeres; le faltó su mamá demasiado joven, se casó recién a los 60 –Susy le acarició la cabeza a su hermanita–. Ojalá no tuvieras que leer “la última batalla”, ¡ahí te van a entrar ganas de patearlo! De todas formas, no te voy a dar la dirección del cementerio.
–Igual, de Inglaterra yo nada más quiero ver la tumba de Sir Francis Bacon –dijo Lily.
–¡Ja ja! Esa fue buena –celebró Susy–. Pero igual, no pierdas la fe; toda Susana tiene su Daniel que se enfrenta a los viejos hipócritas. Lo sé por experiencia propia, ji ji.
Para ayudar a su hermanita, Susy la hizo leer el libro en voz alta para así repasar juntas los pasajes que la niña no entendiera. Así pasaron varias páginas sin novedad, hasta que Lily llegó a una ilustración de un carruaje caído, unos minotauros feroces y unos enanos temblando de miedo.
–...Entonces, los minotauros rodearon el carruaje y el enano GolpeTambor empezó a gritar con fuerte voz: –¡ayuda! ¡Auxilio para su real majestad! ¡Narnianos de corazón, nos atacan!
–¿Qué? –saltó Susy, que tenía excelente memoria y era gran lectora– ¿Quién escribió eso? ¡Eso no está en ninguno de los siete libros!
–Pero aquí lo dice clarito, hermana –replicó Lily–, y además hay un dibujo.
Susy observó el dibujo y el libro con mucha atención; el papel era igual, el tipo de letra idéntico, y la tinta, aunque la olió y le pasó la lengua, no le pareció diferente del resto del libro. La ilustración que mostraba unos enanos, un carruaje caído y unos minotauros amenazantes era muy profesional, y mostraba bajo todo examen haber sido impresa en una imprenta de editorial, no una impresora casera. Si era una falsificación, el bromista debía ser un experto...
Entonces, algo de veras extraño ocurrió. Ambas hermanas oyeron claramente una voz gritando: “¡Ayudaaa! ¡Salven a su majestad!”.
–Susy... ¿escuchaste? –preguntó Lily con miedo de que su hermana no oyera.
–Escuché, no tengas miedo hermanita, estoy aquí –Susy la abrazó, y entonces sonó un potente cuerno, y la casa empezó a temblar como si fuera un vagón de tren pasando sobre un puente de acero. Las luces se apagaron, Lily chilló, Susy cruzó sus brazos como escudo sobre ella y entonces, como un torbellino, como oscuridad en pleno día, como quién sabe qué diantre pasó realmente, ambas sintieron que algo las tragaba para luego arrojarlas... ¡directamente en medio de los enanos y los minotauros!
–¡¡¡Susyyyyy!!! –chilló Lily asustada, al verse frente a frente al enano GolpeTambor.
–¡Estoy aquí hermanita! ¡No temas! –le respondió con fuerte voz, mirando a su alrededor un montón de enanos asustados y a su hermanita; y más atrás algo así como quince minotauros soplando vapor de sus narices de toros.
–Dama y damita –suspiró el enano–, no sé de donde han venido, pero qué mal momento escogieron.
–Sí hombre, mejor hubieran llamado al Cordobés con ese cuerno –Susy vio un cuerno en manos del enano y asumió que era el cuerno de la Reina Susan–. Pero el Cordobés nunca peleó con toros con puños de hombres, ahora que lo pienso; así que cuide a mi hermanita mientras hago sándwiches de toro para todos.
–¿Qué...qué ha dicho, delicada dama?
–Lo que oyó, mi delicado enanito –respondió Susy, tensando y relajando sus músculos, como una tigresa preparándose para atacar–, cuando el cuerno suena, la ayuda llega, así que no me estorben...
–¿Qué dijo esta? –se rió un minotauro, la última risa de su vida. Susy no le contestó, o mejor dicho le contestó con una violenta patada en la boca del toro, que voló varios metros atrás con la mandíbula desencajada. Al mirar, los minotauros sintieron estupor, luego recobrándose, mugieron con furia cargando contra Susy.
–¡La van a matar! –gritó el enano– ¡Una mujer sola contra minotauros! ¡Ni el rey Peter podría salir vivo! ¡Qué locura! ¡No puedo mirar!
–Abra los ojos –le dijo Lily sin miedo y con admiración–, mi hermana grande puede más que cualquier rey que haya reinado, ¡más que el rey Bruce Lee, incluso! Ella es la mujer más letal del mundo, capaz de vencer a cualquiera. La llaman la Grulla De Trueno, la Combatiente Suprema, la Princesa del Kung-Fu.
El enano no sabía nada de Kung-Fu, así que no tenía palabras para contar lo que veía. Los minotauros cargaron con brutalidad, y sólo golpearon aire donde creyeron verla. Susy, ágil como un hada del viento, danzó entre ellos con toda seguridad, fluyendo entre sus puños como arroyo entre las rocas. Luego atacó, ¡y cómo! Un minotauro recibió un puñetazo en el plexo que lo hizo arrollarse como un caracol, otro, un feroz uppercut al mentón que le hizo vibrar hasta los cuernos. El siguiente recibió un fuerte golpe de canto en la nuca, el próximo, un talonazo brutal en el hígado y otro en la rodilla. Al que parecía más grande y malo lo anuló de una patada circular a la cadera, otro recibió un talonazo de palma en medio de los ojos. Así fueron cayendo todos y al caer el último, Susy se alzó con apenas algo de sudor de la frente, que despejó agitando sus cabellos, en un gesto de sereno orgullo.
–Son pura masa –declaró alzándose sobre un cerro de minotauros aturdidos, heridos y derrotados–, esos puños feroces se movían como un caracol en subida –se rió–, y bien, terminado el peligro, vienen las presentaciones, pero antes otro asunto.
–P-p-pero, ¿quién es ella? –el enano contempló, boquiabierto, cómo Susy levantaba una piedra del tamaño de una calabaza y la arrojaba varios metros adelante.
–La pusieron a propósito para derribar el carruaje –comentó mientras la veía caer a tierra, y luego acercándose al carruaje mismo, lo tomó por los bordes, empujando hacia arriba, ¡y lo puso de pie!
–¡Ay! –se quejó una mujer adentro.
–Ya le dije, es mi hermana, Susy Mei, y es la mujer más fuerte que existe –contestó Lily la pregunta del enano.
–Ya lo estoy viendo –dijo el enano– ¿acaso son mágicas?
–La magia es la explicación de los tontos –replicó Susy–, y antes de que pregunten, no llegué a la tierra en un cohete, ni me picó una araña radiactiva ni nada de eso. Soy una mujer normal, sólo que de niña, decidí que quería crecer tan alto como mi espíritu fuera capaz de llegar. Siempre entrené, siempre aprendí, y jamás dije “no puedo”.
–Pero, levantar un carruaje...
–Es pura técnica, obvio que no podrá si usa los solos brazos. Se necesita la fuerza de todo el cuerpo desde los pies hasta los hombros, espalda y pecho unidos en un sólo esfuerzo –le explicó con calma.
–”La fuerza nace en la tierra y estalla en el cielo” –se rió Lily–, me encanta esa frase, mamá siempre la dice cuando entrenamos.
Nonno Liu siempre se la decía a ella, es una metáfora muy antigua –dijo Susy.
En aquel momento, la puerta del carruaje se abrió, y una reina rubia, algo bajita, salió bastante asombrada.
–¡Wooow! –exclamó Lily– ¿Tú eres la reina Lucy? Te ves más linda que en las películas.
–¿Me dicen qué pasó aquí? –preguntó Lucy, y bien habiendo contado todo lo que ya vimos, ella también miró a Susy con asombro, aunque por otros motivos.
–¿Así que... ustedes dos son chinas? ¿Chinas e italianas?
Veramente, reina Lucy.
–Yo no sabía que las mujeres chinas hicieran eso.
–Es normal que no sepas, pues fuiste una niña en los 40, cuando nadie sabía realmente nada sobre china, sólo las tonterías racistas de Sax Rohmer y su doctor Fu-Manchú –le explicó Susy–. No fue sino después de la gran guerra mundial que los mundos empezarían a conocerse, aunque siempre de manera imperfecta. Pero bueno, creo que tienen cosas más urgentes que una clase de historia, ¿certo?
–Estamos en crisis, Dama Susy –se adelantó el enano–. El gran Rey Peter es prisionero del enemigo.
–¡No me digan que lo agarraron los gigantes! –saltó Susy.
–¡Oh no! Es aún peor –dijo Lucy–. Es prisionero en Calormen.
Susy silbó con desagrado.
–Yo le dije que escuchar a Corín era una locura, pero no me hizo caso –siguió Lucy–. Le trajo un plan de crear una flota de barcos de guerra como jamás se habían visto antes, barcos tremendos con más de cien cañones por banda, como defensa permanente contra el sur. “Un muro de madera en el mar” le explicó. Yo repliqué que una flota así tardaría años en terminarse, sobretodo si los astilleros iban a estar en Archeland; y si espías calormenos llevaban la noticia al Tisroc, lo podían tomar como una declaración de guerra. Pero Corín quería convencer a Peter a toda costa, y lo invitó a probar el barco prototipo, recién terminado...
–Y adivino, Peter no resistió la tentación y se embarcó –continuó Susy.
–Eso pasó, y el barco fue un fracaso –dijo Lucy–. Pesado de maniobrar, lento, tripulación ingobernable... los barcos de Calormen lo encontraron en mar abierto, lo hundieron e hicieron prisioneros a Peter y Corín.
–Manerita de probar armas nuevas –Susy torció el gesto.
–¿Así que ellos dos están en poder del Tisroc? –preguntó Lily.
–Peor. Están en poder de Rabadash –suspiró Lucy.
–¡Yeeeeuuuugg!
–En realidad, sólo Peter está prisionero. Corín fue liberado para servir de “mensajero”, ya pueden imaginarse cómo se sintió, y llevar hasta Archeland las condiciones de Rabadash para liberar a Peter –aclaró Lucy.
–Creo que ya voy adivinando cuales son esas condiciones –Susy torció aún más el gesto.
–Sí, Dama Susy –suspiró Lucy–, la condición del príncipe Rabadash para devolver a Peter es que mi hermana, la Reina Susan, se entregue. Sólo tenemos una semana para decidir, si no, Rabadash nos devolverá la cabeza de Peter adentro de un canasto.
–Angélica y Orlando Furioso –canturreó Lily enojada.
–Y asumo que nada han decidido –Susy se concentró en el problema.
–¡Y cómo! A nadie se le ocurre una buena idea –explotó Lucy–. Corín quiere armar un ejército, Cor le replica que es una locura; Ed trata de pensar, pero no puede; mi hermana está indescifrable.
–¿Y tú que piensas, Lucy? –inquirió Susy.
–Sólo pienso que perder a un hermano o perder a una hermana, es como elegir entre dos venenos. No sé qué pensar, no sé nada que sirva.
–¿Y Aslan? –intervino Lily– ¿No podría hacer algo?
–Él va y viene como quiere –dijo Lucy–. Supieran cuanto le he rogado, pero no aparece.
Lucy no pudo más y rompió a llorar. Susy, sin pensar en tonterías protocolares, la abrazó contra su pecho como a una hermanita, dándole toda su fuerza mientras acariciaba su cabeza.
–A veces las oraciones se responden de manera extraña –la consoló–, mi experiencia con lo extraordinario dice que cuando pasa algo extraño, pasa algo más. Ya ves, estábamos en nuestro sofá, en nuestra casa, y de pronto estamos aquí contigo. Ten fe, que mientras venga el León, tienes aquí a una dragona para protegerte.

PARTE 2: UN CONSEJO REAL

Edmundo, el rey Lune, Cor y Corín aguardaban en el bosque con algunas tropas cuando el carruaje de Lucy llegó. Todos corrieron a recibirla con alivio.
–Majestad, esperábamos hace horas –dijo el rey Lune–, estábamos temiendo lo peor.
–Casi fue lo peor –dijo Lucy–, pero la ayuda cayó del cielo.
Entonces Susy y Lily bajaron del carruaje dejando a todos sorprendidos. Susy, acostumbrada a asombrar, no dijo nada. Lily saltó al campamento diciendo que quería ver unicornios y centauros. Susy creyó que los reales varones le admiraban la belleza, pero pensaban muy distinto.
–¿Desean decirme algo? –preguntó.
–Mi dama, sin duda tuvo un serio incidente –dijo el rey Lune–, déjeme poner a su disposición vestidos para que se sienta cómoda.
–¿Qué, acaso me ven incómoda? –Susy comenzó a reírse.
–Pero lleva puestos unos... unos... –el rey Lune no sabía cómo continuar.
–...Pantalones –Susy completó la frase y se lanzó a reír– ¡Es mi ropa de todos los días! ¿Qué? ¿Pensaron que se la robé a un soldado?
–Es que además, se le ve el ombligo, como si le hubiera quitado la camisa a un niño –dijo Corín bastante malhumorado.
–Esto, principito, se llama “peto deportivo”, y el conjunto en total se llama ropa deportiva, y se usa para entrenar –respondió Susy con confianza–. Eso iba a hacer luego de ayudar a Lily con su tarea, pero entonces pasó algo raro y llegamos aquí, justo a tiempo para rescatar a Lucy y hacer cerritos de minotauros.
–Debe decir “reina Lucy” extraña dama –intervino Edmundo.
–Ya ya, como digas, “Edy” –se burló Susy–. Lo cierto es que llegué a tiempo de quitarle a los minotauros de encima.
–Ey, un momento –interrumpió Corín–, ¿está diciendo que una frágil mujer como usted venció a una banda de minotauros? Eso es lo más tonto que jamás se ha oído. Si fuera un caballero en vez de una dama delicada, la retaría a demostrarme cómo.
–Es verdad Corín, ella sola lo hizo –intervino Lucy.
–Y además –dijo el enano RompeTambor–, levantó el real carruaje con sus brazos.
–¡Eso ya es el colmo del ridículo! –Corín se rió bastante grosero–. Una débil mujer que levanta carruajes, ¡ja! No se ha visto ni verá ridiculez más grande, repito, si no fuera una frágil dama sino un hombre...
–¿Me agarrarías a golpes? –se rió Susy–, sí, eso he escuchado de Corín Puño de Trueno, que es un matoncito de papel, que le gusta ir a las tabernas a pegarle a humildes campesinos, que no se atreven a defenderse porque el matoncito tiene detrás suyo a su papito el rey para defenderlo –Corín se puso pálido con ojos como de sapo–. Síii, Corín el bravucón, Corín el siete machos, muy bueno con los puños y pésimo con la cabeza. ¿No viste el predicamento en que pusiste a los reyes de Narnia? Por tu culpa, Peter está preso y la Reina Susan obligada a sacrificarse. ¡Valiente principito! Por suerte apareció tu hermano, que si no Archeland se iría a la ruina con un rey tan inepto.
–¡Basta! –de pálido, Corín pasó a rojo furioso– ¡Esas palabras no las tolero de nadie! ¡Maldición, nada más me sujeto por ser una débil muje...!
–Ya bájale, principito de porcelana –Susy lo interrumpió sonriente–. ¿Por qué no afirmas con hechos tus palabras? Muestra tu Puño de Trueno. No, no vengas con la tontera esa del honor de caballero y blablá. Golpea un árbol. El que elijas. Si me impresiona tu puño de trueno, me callaré como una geisha. ¿Te atreves, o temes perder?
–Esto es una ridiculez, pero lo haré, no tengo miedo –Corín estaba rojo como langosta.
Eligió un árbol de corteza lisa del grueso de un pilar de esquina, o una pata de elefante. Llevó el puño hacia atrás, y con toda su ira descargó el puñetazo contra el tronco; el árbol se estremeció como si recibiera un hierrazo, unas hojas cayeron, la corteza se hundió y se oyó claramente un ¡crack! en la madera.
Todos aplaudieron, menos Susy, que lanzó una carcajada.
–¿A eso le llamas golpear? –se rió, socarrona– ¡Un oso panzón lamiéndose las patas pega más fuerte! ¿Quién te puso “Corín Puño de Trueno”? ¿Una tía solterona? ¡¡Ay, jaaaa jaaaaa!! No salgas nunca de tu reino, principito de cristal, al menos, nunca sin guardias. Con esos puños no matas una mosca. Ahora, hazte un lado y mira cómo se golpea de verdad.
–De todas formas –continuó–, no esperaba que golpearas fuerte con esa cintura tan rígida y esa masa muscular tan poco elástica.
Susy buscó un árbol tan grueso como un barril de cerveza y tan alto que tocaba el cielo, un árbol que, contrario al de Corín, tenía una corteza dura y rugosa como una pared de roca, que al tacto raspaba como una piedra de afilar.
–¡Dama, no tiene que romperse el brazo para probar nada! –saltó Cor, preocupadísimo.
–¡Dale con que los corchos se hunden! ¡Lo último que va a pasar es que me rompa el brazo!
Sonriendo, se besó el puño, y luego relajó su cuerpo y su alma adoptando una postura corporal perfecta. Vio el árbol con los ojos del espíritu concentrando toda su fuerza, y aunque Susy rara vez grita, esta vez quiso lanzar un potente grito chino que, de todas formas, nadie iba a entender. Sonó un estampido que todos corrieron a ver, creyendo que había caído una roca sobre una casa. El golpe de Susy hizo volar trozos de corteza en todas direcciones como si fueran balas, el árbol tembló como si viniera un terremoto, se le cayeron todas las hojas, las ramas se agitaron y muchas cayeron quebradas, y el sonido del ¡¡¡CRAAAAAACK!!! de la madera quebrándose se escuchó en todo el campamento como si un gigante hubiera dejado caer su hacha.
–¿Aprendiste, príncipe de los bocones? ¡Eso es un golpe!
Todos se ahogaron con saliva en la garganta al mirar. En el sitio del golpe la corteza había volado dejando la madera desnuda como hueso sin carne. En el sitio mismo del puñetazo, la madera estaba hundida como si un golpe dado con un martillo de diez kilos, y la grieta en el tronco se extendía arriba y abajo más de dos metros, y llegaba en lo profunda hasta el corazón del tronco. El puño de Susy, por su parte, estaba intacto.
–Tengo una crema fenomenal para los puños –se burló, imitando a una dama tonta–. Y ahora, principito boca floja, ¿qué decías que me harías, si fuera un hombre?
Se acercó a Corín, que estaba paralizado, y le apretó el brazo hasta hacerlo chillar.
–Por suerte para ti, yo no le pego a los más débiles –le dijo mirándolo a los ojos.
Lily no dejó de jugar al escuchar el estampido, y sólo repitió ante sus nuevos amigos animalitos que su hermana era invencible.
–Y ahora al asunto, que esto ya nos gastó un tiempo precioso –dijo Susy–. ¿Tienen alguna idea, o esperan la mía?
–La verdad, todo lo propuesto hasta ahora es impracticable –admitió Edmundo.
–Entonces escuchen la mía –dijo Susy–. Rabadash el Ridículo no puede salir de Calormen sin convertirse en burro. Por eso, necesita que la Reina Susan vaya a él, y con Peter de rehén no hay opciones. Tenemos dos fortalezas dentro de la debilidad: Una, que Rabadash está loco por Susan y eso le entorpece el juicio. Otra, la que acabo de ver en ustedes, y esa es la clave de la solución.
–¿Puede explicarse, dama?
–No es prudente. Sólo diré una cosa: si Rabadash quiere a Susan, pues que se entregue.
–¡¡¡QUE!!! ¿ESA es su idea?
–¡Calmados todos! ¿Dije entregarla de verdad? No. Será una trampa, y si todo sale bien, el gran burro caerá redondito –aclaró Susy–. Como dije, está enguirinchado, y eso le quita toda capacidad de razonar. Si tiene el doble de la inteligencia de Corín, será lo bastante tonto y se creerá lo que sea.
–¿Y qué vamos a hacer, exactamente?
–Digamos que... –Susy se hizo la misteriosa– ...el juego se va a llamar “Una Susana por otra”. Llamen a la Reina Susan, alisten el Resplandor Cristalino, y envíen un halcón a Rabadash, diciéndole que ganó y la Reina Susan va en camino.

PARTE 3: EN CALORMEN

EL CARRUAJE DE Susan llegó sin problemas al puerto donde se preparaba a zarpar el Resplandor Cristalino. Al conocerla, Susy se admiró de ver que su belleza era mucho más espiritual de lo que se leía en los libros. Tenía una inmensa bondad y una alegría de vivir en su rostro perfecto, apenas apagada por la angustia de su hermano prisionero.
–¿Eres tú la que dice mi hermana que puede ayudarnos? –la saludó apenas se vieron.
–Esa soy, Susan –le respondió con sencillez– ¿me dejas verte bien, please?
Susy examinó a Susan, una belleza británica en todo, salvo el cabello sorprendentemente oscuro. (¿Ancestros italianos? –se preguntó Susy). Era algo más alta que Susy pero muy semejante en cuerpo y en proporciones.
–Sí, esto está muy bien –se alegró–. Somos tan parecidas de cuerpo que puede resultar bien. Muy muy bien. Escúchame Reina Susan, esto es importante: son dos días de mar hacia la fortaleza del príncipe burro. Necesito que pases el mayor tiempo posible conmigo. Que me dejes escuchar tu voz, mirar tu forma de pararte, de caminar y mover los brazos. ¿Podrás?
–Creo que sí. Me estás dando mucha confianza, no sé de qué, pero me la das –dijo Susan.
Susy miro a Susan a los ojos, y pese a ser una mujer extraordinariamente valiente, sintió de improviso un deseo de llorar.
–¿Le pasa algo, Dama Susy? –Susan se preocupó.
–Nada, es sólo una maldición que quisiera no tener –se disculpó Susy.
“La maldición de la máquina del tiempo” –Susy pensó para sus adentros– “¡Ojalá no supiera lo que le espera al final de los libros!”
todos se acomodaron en sus camarotes, y así el Resplandor Cristalino zarpó lo más pronto posible.

Rabadash aún no creía que realmente había ganado. ¡Qué golpe de suerte derribar el tonto barco enemigo con dos majestades a bordo! No imaginaba jamás, ni en sus sueños más locos, que el gran rey llegaría a poner el cuello bajo su hacha de manera tan, tan boba. ¡Ah, sin duda fue la mano de Tash confundiendo al enemigo! ¡Tash el inexorable, Tash el poderoso! Al llegar el halcón, fue tanta su alegría que temió volverse burro de la sola emoción. ¡Ah, la maldición de ese león endemoniado! Pero, ¿qué importa ya? Como dijo el poeta, una victoria siempre trae otra. Si la Reina Susan se le rinde, ¿quién dice si no encuentra también la forma de revertir la maldición?
El puerto estaba lleno de soldados armados cuando la plancha del Resplandor Cristalino se extendió. Rabadash en persona insistió en recibir a la novia prisionera. Susan bajó tapada con un velo que Rabadash, primitivo como era, juzgó lo más natural en una mujer. Junto a ella, pasos atrás, bajó Lucy, bastante nerviosa por lo que iban a intentar.
–¡Novia mía, luz de mi vida! –la celebró con cinismo el príncipe Calormeno– ¡Ah, mi corazón arde como el sol al contemplarte!
–Sí hombre, y el mío se enfría como luna llena de invierno –le respondió Susan, toda cortante–. ¡Uf, qué mal olor tiene este puerto! ¿Son tus soldados, o se les pudrió el pescado? ¡Supongo que al menos te bañaste para recibirme!
–Eh, sí, por supuesto, me bañé. Un baño de flores de montaña y, ropas nuevas para recibirte –respondió Rabadash medio desconcertado.
–Y supongo que masticaste hojas de menta, por lo menos durante una semana –continuó Susan.
–Hojas de ment... querida, te noto cambiada, ¿algo te pasa? –Rabadash saltó sorprendido.
–No, no me pasa nada, salvo venir de novia amarrada a cambio de la vida de mi hermano. ¡Sí, eso es el sueño de toda mujer! ¡Casarse obligada, como quien dice entre la espada y el altar! Ja, ¡como para ponerse a bailar de cabeza de contento!
–Quiero decir –Rabadash enfrió su mirada–, que no te recordaba tan sarcástica.
–Estudié con los bufones de la corte.
–Ni tan desafiante, con pasos tan firmes –Rabadash comenzó a recelar.
–Estudié con los centauros.
–Ni mucho menos tan bromista –la miró con sospecha.
–Digamos que fui sorprendida por la alegría.
–Más bien, pensé que llorarías –Rabadash sospechó más aún.
–¿Por esto? ¡No soy botarate! Guardo mis lágrimas para la última batalla –gruñó Susan–. Pero bueno ya, basta de charla y al asunto. Llévame donde mi hermano y terminemos de una vez.
Lucy, que hasta ese momento estaba callada, comenzó a toser de nervios. Sólo entonces Rabadash notó su presencia.
–¿Qué? –dijo Susan– ¿Te aterroriza que mi hermanita nos siga para conducir a mi hermano de vuelta al Resplandor Cristalino?
–Claro que no, por supuesto, que venga –Rabadash dio una orden, y los tres se dirigieron a la fortaleza, un verdadero castillo de poder armado con guardias en cada esquina, y muros de piedra impenetrable, y poquísimas salidas todas fuertemente vigiladas.
Seguidos de tres guardias, entraron a un salón pequeño, cuya puerta daba hacia los calabozos. La escalera se hundía en las entrañas de la tierra como una torre invertida.
–¡Qué infierno mugriento! –exclamó Susan– ¿Al menos alimentaste a mi hermano?
–¡Claro que sí, no soy un bárbar... ESPERA! Desde que te vi no haz dicho más que ironías. Te noto muy rara, no te pareces en nada a la reina que conocí... tu pose, tus gestos, todo habla de desafiarme, como si fueras una pantera a punto de atacar. ¿Me estás engañando? ¿Quién eres realmente? ¡¡Responde!!
Preso de la violencia, Rabadash arrancó el velo de la supuesta Reina Susan, pero apenas lo arrancó, sintió un hielo en la espalda, como si Tash le jugara una mala broma.
Porque, la que estaba bajo el velo, era la Reina Susan Pevensie de Narnia.

–¿Qué pensaste? –dijo Susan, sonriente– ¿Que era un engaño para liberar a Peter?
–Pues yo... yo... –balbuceó Rabadash.
–Pensaste bien –Se rió, detrás suyo, la potente voz de “Lucy”, quien creció unos cuantos centímetros ante el asombro de los guardias, que sin creer a sus ojos, no alcanzaron a razonar cuando la pequeña reina arrojó su vestido como un látigo contra un guardia, envolviéndolo como un lazo que lo arrastró hacia ella y a un codazo en el mentón, mientras el segundo recibió en su cara una peluca rubia que lo dejó ciego un instante, al tiempo que recibía en sus costillas un terrible puñetazo que lo dejó sin aliento. El tercero, y Rabadash mismo, vieron entonces a una mujer de cabello negro alzarse en traje de batalla. El guardia cargó con su alfanje, la mujer atrapó sus muñecas al tiempo que descargaba un terrible golpe ascendente en la articulación del codo. Desarmado de dolor, el hombre recibió un piadoso golpe en la sien que lo mandó al país de los sueños.
–Tenías razón, príncipe burro, era un engaño –sonrió triunfante, Susy Mei, despojada del disfraz de Lucy–. Pero en verdad fue un “engaño de un engaño”. Soy buena actriz, y si finjo un papel no se me nota. No pasé estos días en el Resplandor Cristalino aprendiendo a actuar como Susan. Al revés, le enseñé a Susan a actuar como yo; a caminar, pararse y mover el cuerpo como yo, mis gestos con las manos, mi tono de voz, mi manera de hablar y las frases que yo digo. Así, mientras toda tu atención estaba sobre la “sospechosa” Reina Susan, no diste una sola mirada a la pequeña y callada “Lucy” a tus espaldas. Genial, ¿no? Sobretodo que fingir una altura más baja no es un arte que se enseñe en los colegios, pero estas tontas faldas largas ayudaron muchísimo.
–Son un par de brujas –Rabadash rechinó sus dientes–, ¡ahora van a ver de cuanto les vale su teatro! ¡¡¡AAAAAAAAYYYYYYY!!!
Acostumbrado a golpear esclavas, Rabadash se sorprendió de encontrarse por primera vez en su vida una mujer mucho más fuerte que él. Como el acero dobla el cobre, los brazos de Susy doblaron los de Rabadash, con un poder que hizo palidecer de terror al Calormeno. Pronto, ante su desesperada resistencia, Susy le aplicó un candado a la espalda que le hizo arquearse de dolor.
–Y ahora, burrito de San Vicente, llevas carga y la sientes, y más la vas a sentir, si ahora mismo no nos conduces hacia Peter –ordenó Susy.
–Si piensas que vas a doblegar a un príncipe de Calormen con una llave de lucha, muj... ¡¡AAAAAAH!!
–Se llama “dolor infinito” –explicó Susy–. Con muy poca presión, puedo provocarte un dolor que dura horas y horas, sin desmayarte y sin morir. No me cuesta nada y a ti te dolerá como el centésimo infierno, puedes sentirlo el día entero, a mí me da igual, es más, me encanta ver sufrir a los poderosos, así que creo que voy a hacerte doler un rato más antes de darte órdenes...
–¡¡¡AAAAAYYYYYAAAAYYYYYAAAAH!!! –Rabadash cayó de rodillas, llorando del dolor que Susy le provocaba –¡Basta! ¡Piedad, me tiene a su merced como prisionero! ¡Haré lo que diga!
–Santas y sabias palabras –se burló Susy–, ahora, ¡arre burro! ¡al calabozo!
–No está en el calabozo, está aquí, en la pieza real –gruñó el burro, digo Rabadash–. No me miren así, es verdad, no soy un bárbaro, lo traté como rey.
–Entre reyes guante blanco –rezongó Susy–, ¿crees que eso me impresiona, príncipe jumento? Al contrario, más te desprecio. El día que vea a un rey tratando al pueblo como si fueran reyes, ese día me admiraré hasta besarle las sandalias.
Y en efecto, al abrir la pieza vieron a Peter echado en una cama en medio de una habitación bastante lujosa, salvo que estaba encadenado de un pie a la cama. Al verlos entrar saltó de sorpresa, pero sólo vio a su hermana.
–¡Susan! ¡Qué estás haciendo aquí! ¡No debiste! –exclamó, enojado.
–Te estamos rescatando, hombre –dijo Susy–, así que colabora y cállate. Tú, príncipe borrico, toma la llave correcta y abre esas cadenas, muy despacio; que se note lo que haces. ¿Oíste?
–¿Qu-quién es esta dama? –Peter estaba desconcertado ante la energía de Susy y la docilidad de Rabadash.
–¡Oh, ella es increíble, Peter! –le contestó Susan–. Vino a nosotros cuando más rogamos por ayuda; rescató a Lucy de unos minotauros, golpea mucho más fuerte que Corín, y pelea como nadie que jamás haya visto.
–Tiene manso a Rabadash, sí, pero... ¿seguro dijiste “una mujer que pelea”?
Rabadash, irritado por lo de “manso”, empezó a destilar odio mientras abría las cadenas, las manos se le enfriaron mientras la cara de se calentó, pues sujetaba apenas emociones muy violentas. Creyó tener la victoria en su puño, y ahora era prisionero de dos Susanas. ¿Cómo pudo caer tan tonto? Así, masticando pensamientos sucios, terminó de abrir las cadenas. Tomándolas en sus manos, calculó su peso y dureza, y una idea le cruzó el cerebro.
–¡Susy! ¡Cuidado! –gritó Susan.
Usando las cadenas como arma, Rabadash lanzó un golpe a traición a la cabeza de Susy.
–A traidor, traidor y medio –se rió Susy, doblando cuello y cintura y cabeza fuera del alcance del cadenazo. Luego tomó el brazo de Rabadash y con un giro de cintura, lo arrojó contra la pared como un muñeco de trapo. Lástima que el príncipe cayó sobre un ropero abierto, y las ropas amortiguaron el golpe. No perdió la conciencia y tuvo ánimos de gritar:
–¡Kaashba! ¡Moorah! ¡Agashir!
–¡Tuuut! ¡Tuuuut! Alarma de guardaespaldas musculosos –se burló Susy.
A los gritos del príncipe acudieron tres hombres, dos resultaron ser unos hombrones tremebundos llenos de enormes músculos. Uno agitaba unas manazas como tarántulas, el otro las empuñaba con los nudillos verticales. El tercero permaneció atrás.
–No son vulgares soldados –le dijo Susy a Peter y Susan–, quédense atrás y no molesten.
El hombre de puños se adelantó, disparando una serie de puñetazos al rostro de Susy. Ella, entrenada en reflejos desde niña, los desvió todos con golpes de bloqueo que entumecieron los antebrazos de su adversario, que usaba un boxeo parecido al inglés del siglo 19, muy rígido y lento de pies. Luego, Susy contraatacó con una serie de puñetazos veloces como relámpagos en todas direcciones; rectos, circulares, ascendentes y hasta descendentes. El hombre cayó al suelo con la cara cubierta de sangre.
–Por eso se inventaron los guantes de box –comentó, socarrona.
El otro hombre, más corpulento, se lanzó rugiendo de ira con las manos abiertas. Era un luchador.
–¡La matará! –bramó Rabadash– ¡Aunque sea más fuerte que yo, Moorah es mucho más fuerte!
–Así sólo se hará más daño –silbó Susy con toda calma. A la carga brutal del hombrote respondió con un limpio o-soto-gari que le estrelló la espalda contra el suelo. Aturdido, el bruto se incorporó apenas, Susy lo dejó incorporarse. Con más prudencia (o más miedo) el luchador intentó una aproximación más engañosa, pero nada pudo contra el sentido de anticipación de Susy. Dos veces intentó sus mejores llaves y dos veces fracasó, y cada vez saludó al suelo con un estrellón tan estrepitoso que hasta Rabadash se conmovió de dolor ajeno. A la tercera, Susy se aburrió de jugar y le aplicó una palanca al brazo que hizo gritar al grandulón como un cerdo en el matadero. Susy llevó la palanca un poco más atrás, el grito del gigantón bajó de volumen hasta que, con la cabeza floja como una bolsa de arena, se desmayó de dolor. Susy lo levantó con sus brazos y lo lanzó contra la cama real.
–Que duerma como rey, al menos –ironizó.
El tercer hombre, sin decir nada, desenvainó una espada de dos filos. Se veía mayor y más maduro.
–Agashir es mi maestro de espadas –volvió a rugir Rabadash.
Susy silbó con desprecio y puso sus manos en guardia.
–¡No sea loca! –gritó Peter, preocupadísimo– ¡Nadie puede enfrentar una espada con las manos, por mucho que sepa boxear!
–”Nadie”, es una palabra muy solitaria –respondió Susy–. Siempre hay alguien que puede.
Contrario a los otros, el maestro de espada permaneció concentrado, con su arma apuntando a Susy en tensa espera. Sus ojos de serpiente no se apartaron de su rival. No hablaba.
–Qué bueno, primer maestro verdadero que me encuentro en toda esta aventura –comentó Susy.
Sin dejar de estudiarse, ambos hicieron lentos movimientos. Nadie respiraba. Susy pestañeó y en ese breve instante de duda, como un rayo, el hombre lanzó su espada contra su ombligo. Todos gritaron, menos Susy. Que dobló su cadera y el arma, lejos de su vientre, se perdió en el aire. Luego dio un golpe terrible al brazo de la espada y otro al mentón del maestro, que trastabilló. Luego un giro de muñeca lo dejó sin espada y siguiendo el movimiento su cuerpo entero voló por los aires, levantado y arrojado al suelo por la extraordinaria mujer.
–Usted es un maestro, lo concedo, pero a la otra trate de disimular que su pierna izquierda es más rígida. O un maestro más joven lo cortará, si no se cuida –le comentó, aunque el maestro de espadas yacía en el país de los durmientes.
–Aún no creo lo que vi –dijo Peter.
–Pues empieza a creer lo que ves, que es el comienzo de toda sabiduría –le devolvió Susy.
–Ojalá no la hagan reina –comentó Rabadash–, o todos estaremos en peligro.
–Claro que no, asno –respondió Susy–. Yo no soy como tú ni como otros machitos de barrio bravo. Vivo para proteger a los más pequeños, la gloria y el honor me dan lo mismo, y peleo cuando los grandes abusan de los demás. Por la gloria y el honor te metiste en este lío, ¿no es así, Pedrito?
Peter no fue capaz de decir nada, su respuesta fue bajar los ojos con vergüenza.
–Y ahora nos vamos todos de aquí. Tú, burro, irás al frente y yo detrás, y los reyes detrás de mí en fila india –ordenó Susy–. Así que mucho cuidado con las órdenes que das. Cualquier cosa que disparen tus soldados, te llegará a ti primero. Así que sé inteligente y ruégales que no disparen.
Mientras abandonaban el castillo, Rabadash no dijo palabra. Susy tomó la espada del maestro y la colocó sobre la garganta de Rabadash, donde todos sus soldados la pudieran ver bien. Así avanzaron en paz hacia su barco sin que nadie se atreviera a nada.
–¿Sabes burro? Estaba pensando que, si tanto quieres a la Reina Susan, vete con ella a Cair Paravel, y sé su burrito mascota el resto de tu vida –bromeó Susy mientras avanzaban por el puerto–. No sería mala vida, tendrías un pesebre limpio, rica alfalfa y agradable compañía de otros burros que hablan. Y si eres bueno y fiel, tal vez puedas pasear con la Reina Susan por los jardines, ¡tirando su cochecito, claro! ¿No te gustaría?
Así embarcaron todos, y el Resplandor Cristalino se alejó lo más pronto que pudo. Rabadash cayó sentado sobre cubierta, derrumbado de ver su total derrota.
–Qué pena que seas tan obsesivo –Susy se le acercó–. Si fueras más abierto, podrías ver a otras Susanas a tu alrededor –se aproximó, seductora, a su rostro coqueteando con sus labios. Pero, cuando parecía que iba a besarlo, se apartó bruscamente y comenzó a rebuznar–: ¡Jiiiiiijaaaauuuu! ¡Jiiiiiijaaaauuuu!
Nadie en el barco resistió la risa. Y luego, para su terror, Susy levantó a Rabadash con sus brazos como si fuera una pelota.
–Fue entretenido, pero aquí se baja. Si nada bien llegará a la costa en dos horas –dijo, lanzándolo por la borda sin piedad por sus gritos ni sus ruegos. El barco continuó rumbo a aguas seguras, y a bordo sólo hubo paz y muchos felices reencuentros.
–Realmente, fuiste una bendición –le dijo Lucy a Susy–. Resolviste todo y gracias a ti, mi hermano está a salvo.
–Jamás vi tal poder de pelea, ni tanta decisión –dijo Peter.
–Gracias, sé que soy buena –respondió Susy–. La verdad, soy tan buena que a veces, tengo miedo de ser nada más un personaje en la mente de un autor.
–Si así fuera, ese autor se merece un premio por su creación –comentó Susan.
–O al menos, un premio al autor que respeta a las mujeres –Susy rió.
–En verdad, es la mujer más asombrosa que he visto –la alabó el rey Lune–. Aparte de todo, le ha enseñado humildad a mi hijo. ¿Puedo pedirle que boxee con él, para que no se le olvide?
–Me encantaría, pero creo que no habrá tiempo, don reyecito –contestó Susy–. ¿Saben? Si esto fuera una historieta, en cualquier momento se aparecería Aslan, diría unas cuantas palabras de sabiduría, y luego nos mandaría a Lily a mí de vuelta a nuestra casa, justo a donde estábamos antes que esto empezara.
–Eso, si me dejas hablar –respondió, detrás suyo, radiante como el sol, Aslan–. Pues parece que ya lo dijiste todo.
–Anda, leoncito, sabes que es así como me quieres –sin ningún temor, Susy acarició la melena de Aslan como si fuera un perrito, jugando con sus cabellos–. En tu potestad infinita, pudiste enviarles a Superman, a Batman o al Hombre Araña, o incluso a Tarzán, pero me escogiste a mí, y yo vengo en paquete completo; me amas toda o no.
–Te escogí, entre otras cosas, porque tienes el don de aceptar lo que vives sin cuestionarlo –dijo Aslan–. Un don que todos los niños tienen, pero muy pocos adultos mantienen vivo. Tú puedes ir de un callejón de asesinos sicópatas a un coro de ángeles y pegasos, y mantener la integridad de tu alma intacta. Muy pocos héroes son capaces de eso, incluso entre los más poderosos –Aslan pareció hacer una cuenta rápida de mundos y realidades–. ¡Y además, tienes un don de exasperar a cualquiera, cuando quieres!
–Pero lo quiero muy poco, tú lo sabes bien –le replicó con una gran sonrisa–. Siempre busco amar a la gente, las peleas vienen porque hay demasiado odio en demasiados corazones.
–Lo dicho, te encanta dejarme sin palabras –Aslan dio un rugido que más bien era un suspiro–. Pero bueno, es tu aventura. Llama a tu hermanita y las llevaré a su casa.
Stupendo, leone –se rió Susy–, ¡Lily, ya nos vamos! ¡Aslan vino a buscarnos!
–¡Aaaauuu! –rezongó Lily–. Bueno, igual, tengo que terminar mi tarea.
Y así, sin pedir permiso, Susy se montó sobre Aslan y acomodó a Lily en sus brazos. Aslan suspiró fingiendo disgusto, pero en verdad, sonreía con mucho amor. De esta forma, hubo otra vez ese algo como un resplandor extraño, como una oscuridad y una luz, que dejó a Susy y Lily en el mismo sillón donde todo empezó.
–¡Que aventura, Susy! –gritó Lily, y luego viendo el libro, descubrió que ahora estaba normal, sin dibujo ni texto extraño–. ¿Habrá sido un sueño?
–No hables como los tontos serios, claro que pasó –le dijo Susy–. ¿Acaso los sueños dejan cosas sólidas? Mira –y levantó, ante su hermanita, la espada del maestro Calormeno con todo y una vaina exquisitamente labrada–. Se va a ver preciosa en mi mueble de recuerdos de derrotados.
–Uuuuh, ¿me habrá dejado Aslan algo a mí? –pensó Lily, y al meter las manos a sus bolsillos, comenzó a saltar de excitación– ¡Mira Susy! ¡Juguetes de oro! –exclamó, dejando caer sobre el sofá un montón de figuritas de faunos, centauros y unicornios.
–Esas guárdalas con cuidado, como un tesoro –le aconsejó Susy–. Algún día pueden ser tu única prueba de que lo maravilloso existe.
–Prefiero ser como tú –dijo Lily–, y aprender a seguir siendo niña cuando el cuerpo se me desarrolle.
–Sabias palabras –Susy alabó a su hermanita–. Ahora, ¿qué tal si vemos tele y comemos algo sano? Ya tuve muchas peleas, así que no voy a entrenar. Con tu tarea te ayudo después.
–Vale, hermana grande –aceptó Lily–, pero veamos algo tranquilo, ¡por si la tele nos traga y nos arroja en medio de la acción!

FIN

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Última edición por reyNiles el Mie Nov 04, 2009 12:05 pm, editado 2 veces
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narnisis
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MensajePublicado: Vie Jul 18, 2008 6:07 pm    Asunto: Responder citando

Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos larga pero
me encanto felicidaedes espero que la sigas

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Luzy
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MensajePublicado: Vie Jul 18, 2008 6:15 pm    Asunto: Responder citando

Si me gusta bastante, escribes muy bien y me gusto bastante el fic ^^

Cita:
tengo miedo de ser nada más un personaje en la mente de un autor.


jiji un premio xD


Última edición por Luzy el Vie Jul 25, 2008 2:47 pm, editado 1 vez
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MensajePublicado: Vie Jul 25, 2008 1:59 pm    Asunto: Responder citando

lei todo n_n me gusto mucho realmente ID esa susy sabia hacer de todo ..XD si yo fuera probablemente correria de un lado a otro Muy Feliz tengo menos idea de artes marciales u_uU ...XD en fin...=D linda historia

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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Jul 25, 2008 7:42 pm    Asunto: Responder citando

Gracias a todos por sus comentarios, perdón por no responder antes, ¡es que tuve una semanitaaa!

Pues sí, a Susy Mei la inventé para un ambiente bien diferente de Narnia. Ella nació de mi pasión por las artes marciales y las películas de Kung-fu chinas, es una casi-superheroína, salvo que no tiene superpoderes (eh, bueno, Batman tampoco) aunque sus poderes llegan al borde de lo sobrehumano. Y como los super, defiende a la gente de la maldad y tiene archienemigos. Tiene una personalidad relajada que algunos toman por desfachatez, pero se ve su bondad en que siempre protege a los demás. Cuando conocí las cronicas de Narnia me llamó la atención Susan Pevensie, y me hizo gracia la coincidencia de nombre, máxime por la diferencia de personalidad. Susy Mei tiene un don de aceptar la vida que la hace encajar en mundos muy diferentes. Es su encanto.

Gracias de nuevo por sus comentarios

Rey Niles

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FerMix
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MensajePublicado: Mie Jul 30, 2008 10:20 am    Asunto: Responder citando

Muy imaginativo, y de buen ritmo de escritura. Lo unico que me entristece es que Peter nunca salga bien parado. Aunque quien salio peor fue Corin... Al final, dejando de lado lo mucho que quiero a estos dos personajes, dire que esta bien escrita como siempre.

Y aunque la altivez de Susy Mei no me gusto demasiado, pues se le perdonan cosas que en Corin se condenan, se le ve que es buena a su modo. Un poco a lo 'Loony Lin' en Rebeldes en Shangai, no?
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reyNiles
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MensajePublicado: Mie Jul 30, 2008 1:15 pm    Asunto: Responder citando

Querida FerMix:

Bueno sí, Susy Mei se ve en tanto arrogante por momentos, pero como decía Libertad, la amiga de Mafalda: "lo mío es soltura, no desfachatez".

Susy es un personaje difícil de describir en pocas líneas, es artista marcial, heroína, detective... o como dirían los viejos cómics de Doc Savage, una "solucionadora de problemas". Siempre se encuentra en situaciones donde debe usar sus artes para proteger a los más indefensos, y eso hace siempre, protege y salva.

en términos narnianos, ella tiene intacta esa llama de espíritu infantil, a pesar de encontrarse a menudo con la cara más fea del mundo, (terroristas, asesinos psicópatas, dictadores, amos de la mafia) igual tiene el alma llena de amor y con menos heridas que, digamos, Batman o Spiderman. Tiene además, muy desarrolada esa virtud del profesor Digori: siempre le cree a los niños, y a la gente más humilde. Y eso hace que encuentre la verdad con facilidad.

Bueh, si me pasé con Corín, sorry. En todo caso Susy no le pegó. Yo siempre lo he visto como alguien a quien "se le van las manos" por boxear con alguien, y si Susy no hubiera propuesto el desafío del tronco, quién sabe cómo habría quedado. No sé si puse taaan mal a Peter, bueno, le tocó el papel de prisionero a salvar, alguna vez que le toque.

En todo caso, el que la sacó peor fue Rabadash.

cariños.

Rey Niles

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MensajePublicado: Mar Nov 03, 2009 10:29 am    Asunto: Responder citando

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