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digori Portaestandarte
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Registrado: 09 Nov 2005 Ultima Visita: 22 Oct 2008 Mensajes: 636 Ubicación: Biblioteca ancestral, en lo oculto de los confines de la memoria
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:42 pm Asunto: La carta de la verdad |
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Bueno, acabé mi fic largo. A pesar de tener poco tiempo logré finalizarlo.Espero les guste:
Capítulo I
La carta Inesperada
Verde como el musgo de los pantanos, así era el enano Rufus, un sirviente quejista y altanero. Con su traje azul, viejo y roto se inclinaba ante el rey de narnia. Quince caballeros a cada lado se erguían en el salón del trono. Muchos miraban a Rufus y reían de una manera desaliñada. El rey, por su parte, comía con una gula monstruosa. Varias uvas y dos piernas de pollo habían caído de su plato. Su pelo revuelto y la barba larga le daban un toque repugnante al gran señor de cair Paravel.
-Mi señor –hablaba Rufus -. Los narnianos del mar oriental se han renegado también. Hace dos meses que los prados del sur se enfrentan a nuestras tropas. Los pantanos han sido tomados y los meneos de la marisma han sido encarcelados.
El rey alzó la mirada y escupió cerca de una cortina roja y vieja. Sus ojos mostraban cobardía y estupidez.
-¡Maten a todos los conejos y osos de los prados del sur! –dijo con la boca llena el rey -. Si guerra quieren, pues muerte tendrán.
Rufus sonrió. Un suspiro hondo salió de su boca.
-Se hará como órdenes –le aseguraba -. Quiero que sepa, su majestad, que hoy se han ido veinte de sus sirvientes. Creo que se han unido a las tropas renegadas ¿Qué será del palacio ahora? Sus narnianos fieles se han ido, pocos quedamos leales a ti.
El plato de comida del rey se quebró en añicos. La mirada fulminó al enano.
-¡No necesito de más animales estúpidos! –gruñó -. Narnia debe cambiar, ya era hora de un cambio drástico.
El enano se despidió y muy despacio salió por la puerta mugre y carcomida por el deterioro. En la mente de Rufus se unían muchas ideas: Era obvio que el ser hijo de reyes sabios, no representa que sus hijos lo sean. Ardenian, así se llamaba el actual rey narniano; descendiente de Cáspian y Rilian, este hombre había confiado su reino a su soberbia. Aslan le había mostrado en sueños todo lo que debía hacer por su pueblo, pero el muy desleal, entregó su reino al desorden y a la complacencia de mandatarios extranjeros. Los carlomenos habían montado muchos poblados y esclavizaban a narnianos inocentes. El rey, sediento de riqueza, solamente tenía ojos para comer con desmedida y pasar noches enteras de fiesta y embriaguez. Una temporada fea y deprimente gobernaba narnia. Pocos habían escapado y se ocultaban en los bosques. No era novedad encontrar por los caminos a muchos animales atados a los árboles: algunos muertos de sed, otros de hambre o golpes.
¿Cuánto darían por recobrar la narnia de los reyes Pevensie? ¿En realidad existió un rey llamado Cáspian?
Los animales perdían la esperanza. Largas noches de agonía les atormentaba su deseo de ver a un león salvador.
Rufus llegó a un cuarto oscuro y viejo, parecía una bodega de vinos. Antes de entrar se aseguró que nadie lo seguía. Cerró la puerta con llave y dejó salir un respiro de alivio.
-¡maldito rey! -gruñó con odio -.Deseo tanto tu muerte, que es lo único que me mantiene con vida. Por tu culpa murió mi familia y has hecho de este mundo un lugar desesperante. Lo único bueno es que has acumulado riquezas que yo me las quedaré.
El enano caminó y se dejó caer detrás de un escritorio tosco y antiguo. Abrió una gaveta y sacó el viejo manuscrito.
-Esperé tanto este momento –se dijo en medio de su odio y locura -, que disfrutaré este juego de muerte como no existe mayor deleite en la vida de un enano ¿Cómo matas a un rey narniano? Excelente pregunta…
El libro era extraño. Señalando con el dedo, Rufus leía renglón por renglón:
[…] la carta siempre elige a su maestro. En ello influirán las habilidades, deseos y poderes mágicos de la criatura quela invoca. Una vez que las cartas están en juego, sólo la muerte de seis pondrá fin a todo y marcará un ganador eterno y poseedor de todo lo que la canción del león de Ayende se escuchó en el principio de la creación…
-¿Qué carta me escogerá a mi? –se preguntaba el enano -. La verdad espero sea una de las poderosas. Un conjuro tan potente amerita una recompensa grande.
Luego el enano siguió leyendo las últimas líneas:
[…] Una vez que se invoca un sirviente, las demás cartas aparecerán seleccionando a diferentes maestros. Cuando una carta escoge un maestro, no hay vuelta atrás. Las cartas obedecerán a sus maestros y, si un maestro muere, también muere su carta.
Se hizo un silencio. Los ojos del enano se deleitaban con la idea de matar al rey. Iba a ser tan fácil asesinarle con su carta. Ni todo su ejército podría con el poder de la magia ancestral.
Haciendo uso de un antiguo hechizo quemó el libro. Nadie debía descubrirlo. Luego cerró sus ojos y pronunció un ritual misterioso y alucinante. Un brillo extraño llenó el salón. En el suelo se dibujo un círculo brillante y una araña negra y tétrica se mostró ante él.
El animal saltó hacia el enano, y éste se apartó con mucha velocidad.
-¿Pero qué es esto? –Gritó viendo a la araña que tenía el tamaño de cinco osos -¡No es lo que esperaba! ¡Ya veo! ¡Eres la carta TEMOR!
El arácnido animal sonrió. Un poder oscuro emanaba de su interior.
-¡Aunque no eres lo que esperaba, creo que puedo sacar mucha ventaja de ti! –hablaba Rufus -. El rey debe morir. Narnia debe ser toda para mí.
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Caballero de la Luz Sagrada y guardián del libro Infinito, en donde, Debería estar escrito tu nombre
Última edición por digori el Vie Abr 18, 2008 1:06 pm, editado 2 veces |
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digori Portaestandarte
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:44 pm Asunto: |
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Capítulo II
Luz y fortaleza
Los gritos de dolor eran terribles. Un topo y tres conejos estaban atados a un árbol seco y sin vida. Tenían tres días sin comer y el sol los estaba volviendo locos. Unos carlomenos ebrios y locos, les habían amarrado allí. Uno de los conejos no gritaba, tenía la confianza de que Aslan le ayudaría. El topo hablaba poco, ya su energía se acababa y entraba en la agonía. Los otros dos conejos gritaban enloquecidos por la sed y la necesidad de comer.
-¡NO QUIERO MORIR! –decía un conejo -. ¿Por qué ocurre esto en narnia?
-¡BASTA! –gruñó el conejo más sensato -. Confiemos en Aslan.
Cuando dijo eso, delante de él apareció un brillo azulado. Un titán de piedra y diamantes se levantó frente a él. Los animales estaban pálidos del miedo. Al ver a la figura enorme y corpulenta pensaron que les mataría.
-¡saludos, mi maestro! –dijo la carta al conejo -. Tus deseos son mis órdenes ¿Qué desees que haga?
-¿Me hablas a mí? –dijo el asustado conejito.
-Si –contestó la carta -. Soy una de las cartas que han sido invocadas para salvar o destruir narnia. Alguien en este país de animales parlantes tratará de matarte y de matarme, pero debido a tu coraje y fuerza de voluntad, me invocaste a mí: la carta FORTALEZA.
Después que el conejo pidiera al hombre de roca que los desatara y que le trajera zanahorias y raíces para el topo, exigió una mejor explicación de todo el lío de las cartas.
-Como te decía –hablaba la ronca voz de la carta -. Alguien invocó la magia antigua de ASLAN y quiere usarla para fines extraños. Necesitas tener mucho valor y estrategia para lograr ganar el juego y con ello, salvar a narnia del reinado destructivo que tiene.
-¿Cuántas cartas hay? –dijo otro conejo.
-Creo que somos siete u ocho –aseguraba FORTALEZA -. Lo importante es localizar a las demás y ver sus planes. Quizás podamos unirnos. Además, es bueno que sepas que si mueres, también muero yo; por tanto los demás maestros buscarán matarte.
El conejo tragó su zanahoria. Un miedo le invadió. Pero luego recordaba que si ASLAN le había dado una carta, eso ameritaba que luchara por el bien.
-¿Qué haremos ahora? –Dijo el topo - ¿Tienes algo en mente, conejo?
-Iremos a los prados del sur y derribaremos todos los fuertes carlomenos. Atacaremos al anochecer. Una vez que vean a FORTALEZA y su cuerpo indestructible tendrán que huir.
-¡EXCELENTE! – sonrió la mole de piedra -. Para invocar mi poder debes usar las siguientes palabras: “Las luces me iluminan, las estrellas descienden, nadie traspasa esta entidad inmortal”
Comieron muy a gusto. Al anochecer emprendieron el camino. Cuando bebían agua de un riachuelo, vieron a lo lejos como se avecinaba una estampida de unicornios. Ocho carlomenos seguían a los animales y les disparaban flechas venenosas.
-¡CUBRANSE! –gritó el conejo maestro de la carta -. Hay que ayudar a los unicornios.
Cuando estaba a punto de invocar su carta, pasó algo sorprendente: uno de los unicornios se dispuso enfrentar a los carlomenos. Los ocho agresores le rodeaban, fue entonces que el unicornio habló:
-¡Más allá de la vida, más allá de la muerte, se levanta, se siente…, muestra tu luz centella regente! –esas fueron las palabras.
Un enorme arquero apareció. Y a la velocidad de la luz, ocho flechas acabaron con la vida de los carlomenos. El unicornio, muy débil, se desplomó y cayó al rio.
-¡Es otra carta! –le dijo el hombre de piedra al conejo -. Es la carta LUZ. Debemos ayudar al unicornio.
Después que el titán sacara al unicornio del agua, encendieron una fogata y los demás unicornios con el topo buscaron frutas silvestres. Debido a la tala desmedida del bosque, les costaba mucho encontrarlas.
El unicornio, dueño de la carta LUZ, se levantó. Al ver a la carta FORTALEZA retrocedió y estaba listo para invocar a su sirviente.
-¡Espera! –le pido el conejo -. No queremos una guerra entre nosotros, imagino que tú al igual que yo fuimos elegidos por una carta. Yo me dirijo hacia el sur, a derribar todos los fuertes carlomenos. Si nos unimos podemos echar a esa gente que no pertenece a nuestras tierras. ¿Qué piensas?
El unicornio miró hacia el cielo. Al momento habló:
-Ya no es necesario ir al sur –dijo -. Alguien más destruyó y asesinó a todos los carlomenos, mató niños, animales, mujeres y hombres.
-¿Cómo? –el conejo estaba impactado – pero no era necesario matar a los niños, peor a las mujeres. Con destruir sus viviendas y echarles a su tierra bastaba.
-No seas tan ingenuo –le dijo La carta LUZ que acababa de parecer -. No todos los dueños de una carta piensan igual. Parece que un maestro ha pedido a su carta que haga esa labor. Los unicornios huían de esa matanza, y algunos carlomenos nos perseguían.
-¿Pero qué carta ha sido? –preguntaba el conejo -. Debe ser una muy poderosa.
-Yo diría que el poderoso es el maestro –aseguraba el rocoso amigo -. La carta se alimenta del poder interior del maestro. Hay alguien en esta guerra que tiene un poder que debemos tener en cuenta y temer. Esperemos no encontrarlo hasta el final ¿A dónde iremos ahora?
-Cerca del erial del farol hay unos refugiados –dijo el unicornio -. Vayamos donde ellos, allí encontraremos refuerzos y podremos trazar un plan. La clave está en derribar al rey y su ejército.
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digori Portaestandarte
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:45 pm Asunto: |
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Capítulo III
Un búho del pantano narniano
Las jaulas estaban repletas de meneos de la marisma. Una fila enorme avanzaba hacia carlomen. En ese lugar, los meneos eran vendidos como esclavos, mascotas e incluso de rumoraba que se los comían en sopa. La tristeza eran enorme, narnia moría lentamente. Sus personajes estaban por extinguirse.
La caravana se movía despacio. Los carlomenos, montados a caballo, supervisaban las prisiones andantes. En la jaula numero ochenta, un meneo esperaba la oportunidad para ejecutar su plan. Cerca del medio día se detuvieron en un prado. Los carlomenos se dispusieron a comer y algunos dormían la siesta.
Alga Pardo, así se llamaba el meneo de la marisma, se dio cuenta que no le vigilaban.
-¡Susurros de una narnia perdida, susurros de una narnia distante, renueven esta sabiduría! –eso fue lo que dijo casi en tono inaudible.
Ante él, un pequeño búho blanco apareció.
-¿Qué debo hacer en esta situación tan pésima? –pregunto el meneo de la marisma -. Necesito ayudar a mi pueblo. Al atardecer llegaremos a las entradas de carlomen y allí, todo habrá acabado.
-¿Qué es lo que los carlomenos más aman? –Interrogaba el brillante pájaro - ¿Dímelo y lo haré?
El verduzco meneo sonrió. Daba gracias a ASLAN por haberle dado la carta SABIDURIA.
-¡Un enorme jinete con mucho oro debe aparecer! –ordenaba el meneo -. Ese hombre comprará todos los meneos, les dirá a los carlomenos que pueden volver a los pantanos y conseguir más esclavos y así nos dará tiempo de hacer un plan a nosotros.
El búho desapreció. A lo lejos se escucharon unos ruidos. Los carlomenos se pusieron en pie y sacaron las espadas y lanzas.
-¿Quién eres? –Preguntó el jefe carlomen a un caballero blanco que aparecía con una escolta de cinco hombres y un cofre -¿Qué hace un forastero por estos lados?
-Busco esclavos para mi reino –aseguraba el caballero -. Pagaré lo que sea por todos estos meneos de la marisma.
Los carlomenos estaban sonrientes. En sus ojos relucía la ambición.
-Cuando dejemos estos, te traeremos más –le dijo otro carlomeno de bigote pronunciado
-. Estos ya están encargados.
-Buscaré otros que quieran mi oro –sonrió el caballero -. Si ustedes no me venden estos ahora, retiraré mi oferta.
Muchas pláticas surgieron entre los malvados hombres.
-jefe –dijo un pequeño soldado al dirigente de la caravana -, podemos vender estos y regresar al pantano. Allí quedan muchos meneos todavía. Además, podemos mentir que tuvimos un atraso en el camino ¿Qué le parece?
-¡Me gusta tu idea! –sonrió -. ¡HECHO! Te venderemos cada meneo por ochenta gemas de oro.
-¡Perfecto! –dijo el caballero -. En el cofre encontrarás el precio justo.
Una vez que los hombres contarán las gemas, regresaron a narnia por más meneos. Iban muy sonrientes por su negocio. Lo que no sabían era que acaban de liberar a todos esos pobres y hambrientos pobladores de los pantanos.
El búho, convertido en caballero, abrió todas las jaulas y pidió silencio. Alga pardo, el meneo dueño de la carta, pidió a sus amigos que escondieran las jaulas en los bosques. Luego les explicó todo lo que había ocurrido.
-Al anochecer – les indicaba – un grupo de nosotros regresará al pantano y acabaremos con esos carlomenos. El resto de meneos, deberán encaminarse hacia la cascada del viejo roble, allí contactarán a los osos y luego se reunirán con nosotros. Debemos tomar cair Paravel y derrocar ese rey del terror y miseria.
-¿Cómo nos libraremos de los soldados del rey? –preguntó otro meneo -. Son demasiados y nos asesinaran en minutos.
Alga pardo, miró a su búho posado en el hombro.
-No deben temer, tenemos la SABIDURIA de Aslan con nosotros…
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digori Portaestandarte
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Registrado: 09 Nov 2005 Ultima Visita: 22 Oct 2008 Mensajes: 636 Ubicación: Biblioteca ancestral, en lo oculto de los confines de la memoria
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:47 pm Asunto: |
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Capítulo IV
Los refugiados
Los unicornios caminaban uno detrás de otro. Delante de ellos iban los tres conejos y el topo. Las cartas permanecían ocultas, ya que de ir con su forma física, serían presa para cualquier otro maestro poseedor de una carta.
Ya casi anochecía. Llevaban un día de camino y aun les quedaba un día más. Se detuvieron en una hondonada y descansaron un rato. Bebieron agua de una laguna y permanecieron quietos sin decir ni una sola palabra. Algunos unicornios mostraban heridas por los malos tratos que les habían dado en prisión, pero ya estaban más recuperados. El conejo no dejaba de pensar en quién habría sido el que fulminó toda la población carlomena de los prados del sur. Era algo atroz y desmedido. Solamente un ser de corazón lleno de odio pudo hacer eso.
Por otra parte, el unicornio maestro de la carta LUZ, pensaba en cómos serían las otras cartas y en dónde estarían. Eso era un dilema. Le daba gusto el haberse encontrado al conejo y haberse aliado en la batalla, pero sabía que los otros maestros podrían ser malvados y arrogantes.
La noche apareció más rápido que de costumbre. El manto negro cubrió el cielo y muchas estrellas iluminaban el camino.
Emprendieron el viaje y la noche les ayudaba a caminar más protegidos. Cuando pasaban por un bosque, que un unicornio había sugerido como atajo, se encontraron muchas jaulas vacías.
-Algunos narnianos han escapado –dijo un conejo -. Y estas jaulas son la prueba de ello.
-¿Dónde estarán? –dijo un unicornio -. Al parecer no fue hace mucho, veo que las cuerdas están frescas. Además, seguro y fueron muchos, pues hay demasiadas jaulas…, ,e pregunto cómo lo habrán hecho.
-Probablemente tengan otra carta –dijo el conejo con astucia -. Y por estas algas que cuelgan de las jaulas, estoy muy seguro que fueron narnianos de los pantanos.
Siguieron caminando. En la madrugada hacia mucho frio y durmieron un poco en unas cuevas de las montañas. Cuando despertaron, los tres conejos habían traído comida y bebida. Salieron a media mañana. Estaban muy tensos y sentían que los vigilaban.
Cuando pasaban por un precipicio, una enorme araña saltó sobre uno del os unicornios y lo picó con su aguijón. Al instante, el caballo con el cuerno en la frente, comenzó a secarse hasta quedar muerto.
-¡Corran! –gritó el topo -. Si esa araña nos alcanza, moriremos.
Los unicornios pidieron a los conejos y al topo que montaran en sus lomos. Emprendieron un galope veloz. La araña tenía una rapidez desconcertante. Al poco rato alcanzó dos unicornios más y les quitó la vida.
-¡Usaré mi carta! –dijo el conejo.
-¡NO! –le gritó el unicornio dueño de la carta LUZ -. Esa araña es una carta también. Su maestro debe estar cerca observándonos, lo que busca es saber si entre nosotros hay algún maestro, de esa manera matarlo. Si nos delatamos, hasta aquí llega nuestro plan de rescatar la vieja narnia. ¡Debemos resistir!
El grito de un conejo les hizo volver la mirada hacia atrás. La enorme araña había picado a uno del os tres conejos. Ese momento fue terrible y frustrante. El unicornio lloraba con amargura, pero sabía que actuaba bien.
Cuando salieron a un valle lleno de pasto, la araña los dejo de seguir. Mientras los unicornios y los demás animales se perdían de vista, el enano Rufus aparecía al lado de su carta.
-Por un momento pensé que entre esos animales habían cartas –se dijo –pero veo que me equivoqué. Volvamos a palacio, hay que continuar matando soldados.
Los unicornios no detuvieron el galope hasta que volvió a caer la noche. A lo lejos divisaron el erial del farol. Se adentraron en el bosque y descansaron al lado del farol, que aunque estaba viejo y desgastado, siempre mantenía su brillo.
-¡Esto ha sido espantoso! -dijo el conejo maestro -. Uno de mis grandes amigos ha muerto. Varios unicornios han caído.
-¿Crees que yo estoy feliz? –reprochó el otro unicornio -. Mis amigos murieron, pero no todo fue en vano. Despistamos a la araña y a su maestro, por ahora debemos encontrar a los refugiados ¿dónde estarán?
-¡Por aquí! –señaló el topo -. Hay un ratón que nos llama.
Siguieron a un pequeño roedor. A llegar a la falda de una montaña, el ratón tocó con su espada una piedra y al momento apareció una puerta. Entraron. Poco a poco se adaptaron a la estrechez del túnel. Luego una luz les invadió y se encontraron en un poblado subterráneo.
-¿ustedes también son animales que huyen? -les dijo el ratón -. Son muchos los que he guiado hasta este sitio. Aunque cada vez es más difícil conseguir comida, pero no dudamos que Aslan nos ayudara a salir de este problema y recuperaremos la narnia de esplendor.
-¡Llama a todos los refugiados! –dijo el unicornio maestro -. Diles que la ayuda que esperaban de Aslan ha llegado. Es momento de ir a la batalla.
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digori Portaestandarte
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:48 pm Asunto: |
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Capítulo V
Una carta bajo de la manga
Hacían cinco días que la batalla había comenzado. El norte de narnia era un campo de guerra desmedido y feroz. Las triades, unidos con varios caballeros rebeldes de cair paravel, enfrentaban al ejército del rey. El haber resistido tanto tiempo era algo admirable, en especial por que las tropas del rey eran muy numerosas. Pero algo era evidente, poco faltaba para que el mal ganara.
-¡Debemos resistir un poco más! –dijo uno de los guardias unidos a las driades -. Nuestro comandante ha ido por ayuda, ya hace tres días que partió y seguro no tardará en volver. El comandante es muy hábil y conoce como nadie el terreno de narnia.
-Pero estamos a punto de morir –explicaba una triade muy agotada -. Si la ayuda no llega para el atardecer, estaremos muertos todos.
Muchos caballeros peleaban. El chirriar de las espadas era un sonido agudo y punzante. Los arqueros del bando del rey disparaban contra las driades, pero éstas, separaban su cuerpo en hojas y atacaban con fuertes embestidas.
Después de un buen rato, los malvados hombres aparecieron con catapultas. Unas bolas de fuego lanzaban contra los pocos narnianos que luchaban por el bien.
-¡Estamos perdidos! –aseguraba un caballero leal a Aslan -. Todo esta en llamas, moriremos, pero lo haremos combatiendo contra esta tiranía y reinado del odio y la avaricia.
Entre los árboles, apareció un hombre cansado, con su armadura rota y con la espada en mano.
-¿¡Señor!? –dijo un soldado -. ¿Es usted mi comandante? ¿Ha encontrado ayuda? Estamos al borde de la derrota.
El comandante sonrió. Se acercó al grupo de driades y soldados. Los vio y después de dar un suspiro enorme, habló:
-He encontrado la mejor de las ayudas .aslan me ha dado una bendición enorme.
-¿A qué se refiere? –le interrogó una triade -. ¿Ha recolectado un gran número de narnianos?
-Día y noche caminé rumbo al oeste de narnia. Allí esta un poblado de centauros que son famosos por su fuerza y coraje. Pensaba en pedirles ayuda, pero cuando llegué me di cuenta que el poblado había sido arrasado ¡Cenizas y fuego encontré! ¡Muerte y soledad! Pero aún no perdía la esperanza y caminé un poco más al sur, allí, mientras subía una colina, apareció ante mi una respuesta a mis peticiones.
-¿Y qué es? –Habló un soldado con sorpresa y ansiedad -¿Qué se le pareció?
-Digamos que tenemos una carta bajo la manga, la carta que nos dará el gane a esta treta de sangre y mentira. ¡Hay que acabar con este rey! Todos colóquense detrás de mi.
El comandante miraba el campo de batalla. Cientos de soldado peleaban. Los carlomenos mataban sin piedad.
-¡Mi cansado caminar, mi lento andar, yo te invoco ágil caminante de ámbar!
Rápidamente se formo un tornado en derredor del comandante. Movido como por arte de magia, el potente ciclón embistió a todos los carlomenos, les elevó hasta el cielo y los arrojó al mar.
Los caballeros y driades miraron aquello y se quedaron impactados. ¡Eso si era ayuda!
Comenzaron a atender los heridos y a reunir los hombres y driades que estaban en buen estado físico para pelear. Únicamente diez hombres y cinco driades estaban en pie.
-Iremos rumbo a la mesa de piedra. Allí convocaremos a todo narniano que desee recuperar la narnia libre y hermosa. Luego nos encaminaremos a cair paravel. El rey debe ser derrocado. Partiremos al amanecer, con la ayuda de ASLAN y mi carta AGILIDAD, podremos lograr el objetivo.
El comandante miraba a su gente con mucha esperanza. Al verlos tan mocionados no quería contarles la parte mala: había estado al borde de la muerte al luchar contra un enorme monstruo que destruía todo a su paso. Ese ser, probablemente era de las cartas más poderosas. Era de vital importancia encontrar el maestro y destruirlo, de lo contrario sería imposible vencerle.
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digori Portaestandarte
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:49 pm Asunto: |
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Capítulo VI
El ojo que todo lo ve
Los meneos de la marisma caminaban muy sigilosos. La noche les ayuda a escabullirse entre lo verde del pantano. En un claro de la foresta, vieron al grupo de carlomenos que estaban en derredor de una fogata. Los malvados hombres bebían y comían como locos. Cerca de allí estaban cuatro jaulas, en las que ya había unos prisioneros.
Alga pardo, el meno de la marisma maestro de la carta SABIDURIA, ordenó a sus amigos que fueran por sus parientes y que avisaran a todos que debían huir.
Una vez que estaba solo, Alga pardo, invocó su carta. El búho apareció y esperaba la pregunta de su maestro.
-¿Cuántos carlomenos hay? –interrogaba el maestro.
-Son cuarenta los que ves allí sentados –respondía la carta -. Hay doscientos más buscando en el pantano.
-Está vez la tendré muy difícil –le dijo el meneo al pájaro -. Hay muchos y no sé que hacer.
-La sabiduría es un don poderoso –le dijo el ave -. Pero de nada sirve en una mente preocupada y un cuerpo temeroso.
El maestro vio al ave y sonrió:
-Tienes razón, debo tranquilizarme. Pero la verdad, me preocupa el paradero de las otras cartas ¿Dime cuántas cartas se han mostrado en narnia?
-LUZ, TEMOR, AGILIDAD, DESTRUCCION, FORTALEZA, SABIDURIA –contestaba la carta -, pero hay una más que tiene un alcance poderoso.
-¿Cuál es? –preguntó el meneo con algo de preocupación.
-OMNIPRESCENCIA –aseguraba el búho –Esa carta es de cuidado, pues es el ojo que todo lo ve, aunque no todo lo sabe, cosa que yo si lo puedo hacer.
-Bueno, luego nos ocuparemos de eso –dijo el maestro –Por los momentos pensemos en cómo sacar los carlomenos del pantano ¿Alguna idea?
-¡Quién conoce mejor su casa que el propio dueño! –decía la carta -. Un ave conoce el cielo por que en el vive mucha parte del día, un pez conoce el agua por que ese es su hogar.
-Tienes toda la razón –aseguraba el pensativo meneo -¡Quién conoce mejor las armas de un pantano!¡los meneos de la marisma! Los atraeré hasta “el borde del muerto”, allí será su fin, cuando ellos me sigan debes liberar a los prisioneros.
Alga pardo apareció de la nada. Les hacía muchas señas a los carlomenos. Quince de ellos salieron tras él. El meneo se deslizaba con una facilidad eminente. Poco a poco llevó a los hombres hacia un lago de arenas movedizas.
Cuando regresaba a buscar a su carta, lo que vio le dejo desconcertado: habían atrapado a todos sus amigos. De nada le había servido su acto. Ahora tenía que vencer a más carlomenos y estaba solo. El búho apareció y se posó en su hombro. El meneo sentía muy mal al no saber usar su carta de manera adecuada. A pesar de tener una sabiduría grande, el meneo no la usaba, debido a la ansiedad y temor que invadían su cuerpo.
-¿Qué haremos ahora? –dijo el meneo -. Tengo que pensar bien lo que hay que hacer.
Unos gritos de tormento hicieron que el meneo volviera su vista al lugar de la fogata: una enorme araña aparecía y estaba matando a todos los allí presentes.
Alga pardo se escondió. Era espantoso ver aquella araña destrozando a los carlomenos. Muchos meneos aprovecharon la situación y huyeron, pero otros corrieron con la misma suerte de la muerte.
La araña se alejó. Una vez calmada la situación, Alga pardo reunió a los sobrevivientes y les habló:
-Debemos reunirnos con el otro grupo de meneos, los que van rumbo a la cascada del viejo roble. Cuando tengamos a los osos de nuestro lado, tendremos suficientes fuerzas para ir al palacio y enfrentar l rey.
-¿Pero qué fue ese monstruo? –un meneo estaba aterrado - ¿De dónde Salió? Al matar a carlomenos y meneos es obvio que no esta de nuestro lado ni del lado del rey. Nunca podremos derrotarle.
-¿Alguien vio otra criatura cerca de la araña? –dijo Alga pardo.
-¡Un enano! –exclamó otro meneo -. Yo le vi. Estaba furioso y miraba para todos lados, como que buscara algo.
Alga pardo miraba al búho. Ambos sabían que el enano era el maestro de esa carta.
-Espero superes tu miedo –le dijo el ave al meneo -. Debes enfrentar una de las cartas más terribles: el TEMOR.
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:50 pm Asunto: |
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Capítulo VII
El encuentro
Los refugiados estaban muy contentos. Al conocer las noticias que le daban los unicornios, los dos conejos y el topo sentían una esperanza renaciente. Solamente ocupaban trazar un buen plan.
La mayoría de los habitantes de la zona de refugio eran narnianos pequeños: conejos, venados, monos, osos, faunos y algunas nayales.
Un oso viejo y agripado se presentó como el líder. Decía que ya la comida estaba a punto de acabarse y que además hace dos días, un grupo de refugiados fue por alimento y sólo uno regresó. El sobreviviente nos platicaba que vieron a un gran monstruo que mataba sin piedad.
-¡Podría ser una carta! –dijo el conejo al unicornio.
-¡Cierto! –afianzó el otro viendo al oso -. ¿Podríamos ver al sobreviviente? Es de vital importancia interrogarle.
-Bueno –habló el oso -, se trata de un fauno y esta muy trastornado al ver morir a sus amigos.
El fauno se acercó. Era blanco con manchas blancas. Estaba muy inseguro de si mismo y dirigía su miara al suelo.
-¿Viste si alguien más acompañaba al monstruo? –interrogó el conejo.
-¡Nadie! –dijo con miedo -. Solamente esa araña horrible.
-¿Estás seguro? -le dijo el unicornio -¡Has memoria, por favor!
Muy pensativo, el fauno meditaba y trataba de recordar hasta el más mísero detalle. Al poco rato habló:
-Un enano. Sí, ya lo recuerdo. Ese maligno agresor estaba siendo contemplado por un enano viejo y de rostro acido.
El unicornio invocó su carta LUZ. Los refugiados quedaron maravillados ante la vélelas del arquero.
-LUZ –dijo el unicornio -¿Sabes que carta puede ser esa que habla este fauno?
-solamente puede ser TEMOR, una carta muy fuerte y que realimenta del miedo de sus victimas. Una vez que te inyecta su veneno, mueres viendo tus más terribles miedos.
-¡QUE HORROR! – exclamó el topo -. Pero nosotros tenemos dos poderosos guerreros.
-Escuchen –pidió el conejo maestro -. Todos los que estén capacitados para pelear, deben unirse a nuestra lucha. Mañana partiremos a cair paravel y enfrentaremos al rey. Debemos avanzar con cautela y una vez que estemos en las afueras del palacio, el unicornio y yo haremos que el rey se vaya del palacio.
-¿Pero cómo vencerán a los cientos de guardias? –preguntó el oso.
-Yo me encargaré de eso –aseguraba el conejo -. Ustedes, los refugiados, deben pelear también, pero el unicornio y yo haremos la parte más grande.
-¿Y qué si nos encontramos con la araña? –el fauno estaba atormentado.
-Confiemos en ASLAN que no le veremos –hablaba el unicornio -. Si aparece, ya veremos como nos libramos de ella.
A la mañana siguiente, confiando en el león de allende, partieron. Iban con algo de temor, pero sabían que esa batalla tarde o temprano tenía que librarse.
Cuando iban por los vados de veruna, vieron que un considerable grupo de meneos de la marisma se avecinaba. Se vieron unos contra otros.
-¿Qué los trae por aquí? –preguntó el oso jefe - ¿Qué hacen los meneos de la marisma fuera del pantano?
-Vamos rumbo a cair paravel –dijo un meneo de la marisma con un búho blanco en el hombro -. Estamos hartos de esta vida, y reclamaremos un régimen de bien y gracia.
-Parece que estamos unido bajo la misma causa –aseguraba el unicornio maestro -. Vayamos juntos. Solamente tengo una duda: ustedes son muchos, pero no suficientes para vencer al rey ¿Qué les da la seguridad de ganar?
-Digamos que tengo una carta bajo la manga –sonrió el meneo -. Eso es l oque me mueve a enfrentar al rey ¿Yo podría decir lo mismo de ustedes? ¿Cómo están seguros de vencer?
-¡Tenemos dos cartas bajo la manga! –sonrió el conejo viendo que el meneo se daba cuenta que tanto el unicornio como él eran maestros también.
-Pues tres son mejor que una, pienso yo – el meneo acariciaba al pájaro al mismo tiempo que le preguntaba en susurros que cartas portaban sus nuevos amigos.
-Veo que la LUZ y la FORTALEZA son sus amigos –aseguró Alga pardo - ¡Cuenten con la SABIDURIA!
Ahora el grupo era más numeroso. Caminaban platicando sobre el plan de entrada a cair paravel. Lo peor del asunto, era que mientras el meneo pregonaba y mostraba su carta, el enano, oculto en el bosque sonreía con ansias.
-¡Tres cartas! –Dijo -¡Interesante! Parece que debo cazar un conejo, un unicornio y un meneo…
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:51 pm Asunto: |
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Capítulo VIII
Una carta rota
-¿Cuántas veces te he dicho que no debes ir fuera de palacio? –el rey gritaba con mucha furia - ¿Te has preguntado qué sería de cair Paravel sin un sucesor al trono ? Eres mi único hijo, tu madre está muerta y ambos debemos poner mano fuerte en esta narnia que se rehúsa a darme riquezas.
El príncipe, con tan solo 10 años, miraba a su padre y guardaba silencio. El joven, cuyo nombre era Rilian II, trataba por todos los medios de comprender a su padre, pero la actitud del rey era malvada.
-Padre –le dijo el niño -. Nada que empieza mal acaba bien, solo lo que comienza bien acaba bien.
-¿Qué tratas de decirme con eso? -el rey le dio una bofetada al príncipe -. ¿Me crees tan idiota para haber comenzado algo mal?
-¿Puedo retirarme ya? –le dijo el niño con los ojos llorosos -. Iré a mi cuarto a continuar con los estudios de astronomía.
-¡Lárgate ya! –gruñó el hombre -. Y espero no hagas ruido e interrumpas mis pensamientos.
Rilian salió por la puerta. Una vez que se cerró limpió sus ojos húmedos.
-Ni un solo ruido volverás a escuchar, mi querido padre –se dijo Rilian al sostener en su mano una carta poderosa -. El fin se acerca, siento el aliento del gran león en las nubes…, espero te arrepientas de tus actos.
La puerta del salón del rey se volvió a abrir. Esta vez era el enano Rufus. Estaba muy ofuscado y con el rostro temeroso. Con voz fingida exclamó:
-Señor, muchos de los guardias están desapareciendo. Cientos de carlomenos también. Hay fuertes rumores que una bestia, aliada del enemigo, esta matándolos sin piedad ¿Qué debemos hacer?
El rey se dejó caer en el sillón real. Miró a su sirviente y acariciando su barba murmuró:
-Prepara el ejército real. Ha llegado el momento de darles una lección a esos animales y criaturas mágicas.
-¿Irá usted a la contienda? –preguntaba el enano esperando que su rey contestara de manera afirmativa.
-¡Sí! –dijo -. Me adentraré en los bosques y yo mismo mataré y traeré nuevos esclavos.
-En unas horas el ejército estará listo –le indicaba el enano muy sonriente -. Daré la alarma real.
Cuando Rufus dejó el cuarto, el rey lucía pensativo. Sus ojos demostraban mucha seguridad. En su mente yacía la sed de destrucción total.
Rilian estudiaba en su cuarto. Decidió tomar un descanso y fue a traer un poco de agua y fruta que tenía en una mesa cerca de la ventana. Cuando bebía, sus ojos vieron que un grupo considerable de narnianos avanzaba hacia el palacio. En su mente estaba la idea que venían a pelear. Aunque eran demasiado pocos para desafiar al rey.
-¡Esperen un momento! –se dijo el niño -. Ellos deben tener alguna carta y eso les da seguridad para venir hasta acá. Mi papá está en peligro, pero no puedo hacer nada.
El conejo reunió al grupo de meneos de la marisma, los unicornios y demás animales.
-Lo que haremos será lo siguiente –comenzó a trazar el plan -. El unicornio maestro y yo nos quedaremos aquí y pelearemos con el ejército del rey. Los faunos y el topo deberán buscar a Rilian, el príncipe de cair Paravel, sáquenlo de palacio y pónganle a salvo. Los demás unicornios, animales y meneos deberán entrar al palacio y sacarán los sirvientes ¿Alguna duda?
-¿Cómo entraremos a palacio? –dijo el oso agripado -. El puente está cerrado y dudo que nos lo abran.
-¡Más allá de la vida, más allá de la muerte, se levanta, se siente…, muestra tu luz centella regente! – el unicornio había invocado al enorme arquero, éste lanzó una flecha que abrió un agujero considerable en la pared del palacio.
-Entrarán por allí –les dijo el arquero -. Cuídense de los guardias.
El plan comenzó. Mientras los demás entraban al castillo. El unicornio ordenó al arquero que disparará directo a las torres del palacio. Una lluvia de agujas de luz se dejó sentir en el techo de cair Paravel. El rey, al sentir eso, salió corriendo y vio a sus agresores. Al darse cuenta de que poseían un arquero mágico sintió una rabia descomunal.
Los guardias salieron despavoridos. Cientos de ellos estaban a punto de atacar al conejo y al unicornio.
- Las luces me iluminan, las estrellas descienden, nadie traspasa esta entidad inmortal –el conejo invocó al titán de piedra. La mole derribo a todos los soldados. El arquero continuaba disparando contra cair Paravel.
Estaban felices de ver sus resultados, que no se percataron de la enorme araña que se avecinaba.
-¡CUIDADO! –el meneo de la marisma que tenía la carta sabiduría había regresado del interior del palacio.
El conejo se apartó de golpe, pero el aguijón de la araña alcanzó al unicornio. Los ojos del animal se apagaron lentamente.
-¡Tienes que ganar! –fueron las últimas palabras del unicornio.
El arquero corrió y cogió en brazos a su maestro. Un grito ahogado salió de su boca. En instantes, la carta LUZ, había desaparecido.
-¡Una carta menos! ¡Una carta rota! –dijo el enano -. Ahora deben morir el resto. Narnia será para mí.
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:52 pm Asunto: |
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Capítulo XIX
La confusión del rey
Los faunos entraron de golpe a la torre de Rilian. El topo vio al asustado niño y le pidió que guardara silencio. Le explicó todo el lio y le dijo que debía ponerse a salvo. El joven les dijo que se fueran, que él tenía que ayudar en la guerra.
-Pero un niño como tú no es de ayuda -le explicaba un fauno -¿Qué planeas hacer?
-Así como sus amigos tienen cartas de poder, yo tengo otra –dijo Rilian.
-Eso explica y cambia todo –dijo el topo -. Nos iremos entonces, pero cuando acabes tu labor, búscanos cerca de las fuentes de cair Paravel, allí estaremos esperándote.
El niño asintió. Los faunos y el topo bajaron por la escalera y desaparecieron. Rilian se asomó por la ventana y vio con horror como una araña enorme mataba a un unicornio. Corrió como pudo, llegó al primer nivel del palacio y buscó a su padre. Una vez que lo encontró viendo todo lo que pasaba le dijo:
-Padre y rey de narnia ¿Qué n oes deber tuyo ayudar a esos pobres narnianos? Ese monstruo esta destruyéndoles ¿No piensas hacer nada?
-Claro que pienso hacer algo –el rey dirigió su mirada hacia el horizonte –Rufus quiere matarme, ese enano cree que yo no me he dado cuenta de nada. Ese enano controla a la araña, pero le daré un escarmiento.
-¡Así se habla! –Rilian estaba feliz de oír a su padre -. Pero…
-Aprovecharé para matar a esos narnianos agresores también –aseguraba el hombre -. Mira esto: “por mano de la naturaleza, por destreza, por arte, lo que antes era pasivo, ahora toma parte”
El rey había invocado a su carta. El enorme duende apareció, la carta DESTRUCCION se mostraba de nuevo.
Todos los soldados corrieron al ver a la criatura que se avecinaba. Muchos de ellos fueron aplastados por los pies del duende.
-¡Es la carta DESTRUCCION! –le dijo el búho al conejo y a su maestro -. Debemos huir, de lo contrario no tenemos oportunidad contra ella.
-¿Pero quién la controla? –dijo el conejo –esa carta solo pudo aparecer delante de un tirano y con sed de muerte.
-¿Quién reúne esos requisitos? –dijo el pájaro.
-¡EL REY! -el meneo de la marisma estaba aturdido -. Debimos sospecharlo, era obvio que solamente él tenía ese corazón tan podrido.
La araña comenzó a pelear contra el duende. Una lucha a muerte se libraba. El enano corría hacia el palacio, ya se había percatado que el rey manipulaba a la carta destrucción. Si lograba matar al rey antes de que el duende matara a su carta, solamente así tendría una oportunidad contra el gigantesco animal.
Rilian miraba como su padre disfrutaba de todo aquello. Metió su mano en la bolsa del pantalón y sacó una carta. El rey lo miró con asombro.
-¡Eres un maestro también! –le gritó -. ¡Entrégame tu carta! ¡Así evitarás que te mate!
Rilian lloró, su padre había enloquecido. Le estaba amenazando de muerte.
-“la vista esta ciega, el oído esta inaudible, tu voz no se escucha, muéstrate Silencio pausible” –cuando el niño dijo eso, su carta SILENCIO se apoderó del lugar. No se escuchaba nada. El duende estaba inmóvil, al parecer no podía entender las instrucciones de su amo. El rey gritaba pero no se escuchaba nada. Un silencio infinito provocó la confusión más grande.
El enano acababa de llegar. Miraba al rey que se debatía en la locura. Sacó un pequeño puñal y se abalanzó sobre el hombre. El arma causó una terrible herida en el costado del rey. Rilian dirigió su carta hacia Rufus también. El enano estaba como loco, no oía, no veía y tampoco podía hablar.
-¿Qué ocurre? –el meneo de la marisma interrogaba a su carta sabiduría -. Qué está pasando que el duende y la araña se han detenido.
-Parece que la última carta se ha manifestado. El silencio –dijo el búho – el hijo del rey la tenía y está confundiendo al enano y a su padre. Es el momento justo para destruir a la araña y el duende.
El conejo dirigió su carta FORTALEZA hacia la araña. En pocos instantes fue aplastada y reducida a la nada. El duende, sin embargo estaba atacando.
-Pero si el rey no le da órdenes, cómo es posible que este volviendo a moverse –dijo el meneo.
-La DESTRUCCION siempre es así: Actúa por su cuenta, llegan momentos en que es capaz de matar a su propio maestro –dijo el ave blanca.
El duende los acorraló. El conejo y el meneo de la marisma sintieron que era el fin. Cuando estaban a punto de morir aplastados, un enorme tornado los trasladó lejos del pie del gigante duende.
-¿Quién eres tú? –interrogaba el conejo al ver que el tornado era comandado por un caballero.
-Soy el maestro de la carta AGILIDAD y he venido a ayudarles. Hemos reunido un ejército considerable en la mesa de piedra –dijo el hombre -Pronto llegaran.
-escuchen –pidió el búho -. El niño, hijo del rey, uso la carta silencio contra el enano y el rey. Si no hacemos algo pronto toda narnia se verá envuelta por el silencio absoluto. El niño, en medio de su tristeza ha entrado en una depresión y no reacciona. Debemos darnos prisa
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:53 pm Asunto: |
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Capítulo X
La verdad de las cartas
Rilian sentía un dolor muy grande que embargaba su pecho. El haber escuchado que su padre le mataría, lo había dejado sin aliento. Era horrible la situación y al ver a su padre y aunque veía que su padre y el enano sufrían al no tener los sentidos del habla, oído y vista, no reaccionaba. La herida que Rufus le había proporcionado al rey, estaba sangrando mucho, si no se detenía la hemorragia, pronto moriría.
El enorme duende se dirigió a palacio. Su objetivo era derribar cair paravel. La carta destrucción estaba fuera de control y, para detenerlo, era bastante complicado. De una sola manotada aplastó al enano, el cual murió al instante. Luego el duende miró al príncipe. Se disponía a matarle, cuando un enorme tornado sacó al muchacho de la escena. El duende corrió tras la carta AGILIDAD, metió la mano en el centro del viento y logró agarrar al caballero que usaba el poder.
Rilian salió disparado por los aires. El conejo pidió a su carta Fortaleza que agarrará al príncipe, el cual estaba inconciente.
-¡Suéltame! –Le gritó el caballero al duende -No permitiré que mates narnianos inocentes.
El duende comenzó a apretar al caballero. Una escena horrible se estaba viviendo.
El titán de piedra se dirigió a la batalla. Corrió y alcanzó una velocidad considerable. Le dio una embestida y le quebró la pierna al duende. Un rugido de dolor estremeció la pelea. La mano se abrió y el caballero cayó bruscamente. El meneo de la marisma auxilió al hombre y pidió a su carta sabiduría le ayudará.
La pelea entre el duende y la mole fue atroz. Con lágrimas en sus ojos, el conejo contempló como su carta quedaba reducida a nada. Pero no todo era malo, el duende también acababa de morir.
Rilian estaba despertando. Se paró bruscamente y buscaba a su padre.
-¿Dónde está? –dijo -. Por favor, no lo maten, perdonen sus agravios, es un hombre confundido y lleno de rencor.
-¿Puedes tú hacerlo entrar en razón? –le pidió el meneo de la marisma -. Si te llevamos de nuevo ante él, y le quitas la magia de tu carta silencio, podrás evitar que nuevamente nos ataque.
-Lo intentaré – replicó Rilian.
La carta sabiduría aumentó de tamaño. Ahora era un búho enorme. El meneo de la marisma montó al niño en el lomo del ave.
-En ti confiamos –le dijo el conejo.
El rey estaba de rodillas. Tenía una cara pálida y todo su traje lleno de sangre. Su cuerpo sentía la herida, pero debido a que no hablaba, ni oía ni miraba, no podía expresar el sufrimiento.
El ave blanca descendió cerca del rey. Rilian bajó y corrió hasta llegar frente a su papá. Puso su mano en el rostro del hombre viejo y agonizante, se inclinó y le dio un abrazo.
-¡Padre! –el niño no contuvo su amor -. Eres lo más grande para mí, a pesar de tus acciones, te amo y quiero recuperar al rey de narnia, el descendiente de los ancestrales gobernantes. ¡Vuelve por favor! ¡Te necesito!¡Narnia te necesita!
Un rugido potente se escuchó. Provenía de las mismas entrañas de cair paravel. El rey comenzó a sentir un calor lindo en todo su ser. Poco a poco recuperó la vista y comenzó a llorar; recuperó el oído y escuchó a su hijo amado y…, recupero su voz. Con la cuál dijo:
-¡Perdóname! ¡Narnia y tu son todo lo que tengo!...
La herida del rey se cerró como por arte de magia. Un atardecer hermoso se miraba detrás del palacio.
-Parece que esto se acabó –dijo el conejo -. El niño ha logrado con palabras, lo que nosotros no logramos con armas.
-¡es la carta más poderosa! –les comentaba el búho que acababa de regresar -. La ultima carta, aquella que solamente descubren los que aman y ven más allá de las acciones y prejuicios ¡La carta de la verdad!
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Publicado: Vie Abr 18, 2008 12:54 pm Asunto: |
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Capítulo XI
El renacer de narnia
Han pasado ya cuatro meses desde el incidente. El rey narniano fue perdonado por todos los habitantes del país de animales parlantes. Los carlomenos fueron expulsados y se prohibió su entrada a estos dominios. Muchos fueron los animales que trabajaron en la reconstrucción de Cair Paravel. El esmero que todos ponían era digno de admiración.
Los meneos de la marisma volvieron a sus tareas. El pantano estaba tranquilo y lleno de alegría. Alga Pardo se despidió de su carta, al parecer esa magia ya no era necesaria.
El conejo regresó a su bosque. Todos sus hermanos lo recibieron como héroe.
Se comenzó una campaña de reforestación en toda narnia. Con la magia de las driades, los árboles crecieron en menos de un día.
El caballero, dueño de la carta Agilidad, se recuperó de las heridas y volvió a formar parte del ejército de palacio.
El rey había cambiado. Era un padre ejemplar y un digno mandatario de los tronos de Narnia.
-¿Hijo? –Llamó el rey a Rilian - ¿Cómo lograste hacerme entrar en razón? Eso es un acto maravilloso. Yo era un hombre malvado y despiadado.
-Cuando volaba sobre el búho, antes de llegar a ti, contemplé en las nubes a un León –explicaba el muchacho -. Su mirada me habló y dijo que yo tenía una mejor carta, la carta de la verdad, que solamente puede usar quien ama con todo su corazón. Ese es el poder del gran león, querido padre…
Grandes años de esplendor le aguardaban a Narnia. Muchas historias bellas y tristes, pero eso lo sabremos en otro momento…
FIN
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