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LA LLAMADA DE LOS DIOSES (libro primero)


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reyNiles
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MensajePublicado: Jue Mar 27, 2008 5:18 pm    Asunto: LA LLAMADA DE LOS DIOSES (libro primero) Responder citando

Bienvenidos a este topic.

Hace tiempo atrás posteé un cuento breve donde mostraba un avance del mundo que estoy formando. Tuve comentarios que agradezco y unas cuantas preguntas, que hoy empiezo a responder, pues este topic es mi primera novela completa sobre dicho mundo. Sé que suelo postear muy largo, esta vez intentaré postear trozos más breves, salvo este primer post, que por contener la introducción (necesaria) y parte del primer capítulo es algo larga. Esperando que les agrade, hoy comienza oficialmente:

LA LLAMADA DE LOS DIOSES


en un tiempo era el vacío,
y en el vacío, era el ser



PRÓLOGO

En un principio fue la noche oscura, y en ella habitaban los dioses en medio de las estrellas. Y entre los dioses, era Ivhir. Antiguo, sabio y poderoso, pues descendía de línea pura del Creador de Creadores.

Tenía Ivhir una amargura en su corazón, pues la noche oscura, no le satisfacía. Dijo entonces, de su corazón, “quiero vida” y vida hubo.

Nació entonces el cielo azul, que se separó de la noche oscura. E hizo Ivhir cielo, tierra, agua, aire, rayo. Pobló su mundo de toda clase de vida, y de todo lo bueno para la vida. Miró Ivhir la vida creada, y en su corazón, sonrió.

Hizo entonces Ivhir el mundo de arriba, hogar de los dioses, y el mundo de abajo, hogar de las criaturas mortales. Llamó al mundo de arriba Yamherlauk, y al mundo de abajo, Khur-a-Dhur.

Pasaron eras sin número, mientras los dioses crecían en el mundo de arriba, las criaturas mortales, en el mundo de abajo, también crecían.

Pues cada criatura mortal, hasta la más pequeña e invisible de todas, llevaba la semilla de un dios. Cada criatura había nacido con un alma capaz de buscar a los dioses.

Durante eras sin número habitaron la tierra criaturas mudas, pero llegó el día inevitable en que las criaturas despertaron, y con ignorancia y torpeza, vacilando y cayendo, buscaron el camino hacia el mundo de arriba.

Así nacieron los dragones, los sabios y majestuosos dragones, la más antigua de todas las razas. Y tras los dragones, los Huggir, prudentes y sobrios; los graciosos Fillen; los orgullosos Quirox; los nobles Ter-eol; los Iktomosios, señores del mar, los Chenkas, repartidos en mil variedades...

Razas levantaron imperios, civilizaciones se levantaron y cayeron, mas eso se cuenta en otros libros.

Lo que aquí se cuenta ocurrió al comienzo de la era previa, cuando el mundo estaba poblado por los humanos, los últimos en llegar, los primeros, en alterarlo todo.
En el principio quiso Ivhir dar a las criaturas mortales, un corazón capaz de alcanzar a los dioses, pero su cruel hermano, Ivhired, se oponía.

Señaló que si las criaturas mortales alcanzaban a los dioses, desafiarían su poder. Mas Ivhir no lo escuchó.

Pues vivían en el corazón de Ivhired la crueldad, la ambición, desbordando todas las medidas, y el odio, el señor de todos los males.

Fingió Ivhired acatar la voluntad de su hermano, y durante eras sin número le mostró obediencia. Pero en su corazón de hielo, ardía la llama de un deseo devorador.

El deseo de ocupar todo espacio, de triturar toda libertad, de gobernar toda vida. La ambición... la locura sin nombre... ser dios... sin dioses.

Para ayudar a las criaturas mortales a alcanzar a los dioses, creó Ivhir los Doce Caminos, de los cuales sólo dos son aquí mencionados.

El camino del Mago. Guardián de la sabiduría, destructor de lo imposible.

Y el camino del Guerrero, protector del inocente, humillador del poderoso.

Para ayudarlos en tan ardua tarea, encargó Ivhir a los dioses, la creación de talismanes de poder divino.

Ivhir mismo dio el ejemplo, y forjó una lanza de poder donde se usaron los tres mayores metales divinos:

El metal solar, radiante y rubio, cuyo reflejo terrenal, es el oro.

El metal lunar, silencioso y blanco inmaculado, cuyo reflejo terrenal, es la plata.

Y el sagrado Ivhirium, azul brillante como un mar de mediodía, cuyo reflejo terrenal, no existe.

Armas y talismanes fueron arrojados al mundo mortal, y ocultados, donde sólo el Digno entre los Dignos pudiera encontrarlos.

Pero la corrupción de las criaturas mortales, dio lugar a una nueva querella entre Ivhir e Ivhired; mil, dos mil, tres mil veces una.

Vio Ivhir la oscuridad del corazón de Ivhired, y lo conjuró a arrepentirse. Pero Ivhired, juntando todo el odio de su amargo corazón, intentó un desesperado acto de fuerza, para ocupar el trono de Ivhir en su lugar.

Fue vencido, y exiliado al Infrauniverso. Allí, creó su propio mundo, y lo llamó, Avhernovum.
Mientras, en el mundo mortal, reinos caían para dar lugar a otros.

En la interminable Llanura de Ranthenier, un príncipe orgulloso se levantó, un príncipe soberbio, que juró que caería una luna del cielo, antes que su reino tuviera fin.

De su espada nació Yilgendar, el reino orgulloso, mayor entre los menores. Y se extendió por el norte hasta el frío Ulkrim. Por el sur, hasta la tierra siempre verde de Gelib. Por el este, hasta la Región De Los Diez Mil Lagos. Y al oeste, hasta el borde de los celosos Reinos Marinos.

Todo lo que no fue Yilgendar, le rindió tributo a Yilgendar. Creció rey tras rey en poder y en orgullo, se apoderó de la tierra, del agua, y hasta del aire si pudiera. Pero más aún; se apoderó de la Justicia, la Verdad, y el Bien. Todo lo que Yilgendar llamaba bueno, los reinos debían llamar bueno.

Cuarenta reyes se contaron desde aquel príncipe orgulloso, y entonces, un evento terrible sucedió, que alteraría las vidas de todos, para siempre. Un evento que se comenzó a gestar en el comienzo de las eras, con la disputa entre Ivhir e Ivhired, por la libertad de las criaturas mortales, y la caída del Señor de la Intolerancia a los abismos del Infrauniverso.

Ivhired arrastró en su caída a los dioses malignos que lo servían. Dioses crueles, inmortales sin misericordia, conquistados en una guerra de dioses, que tenían a Ivhired como su señor.

Ivhired deseaba el mundo de Ivhir. No sólo su trono, sino todo cuanto Ivhir había creado. Su odio abarcaba cuanto Ivhir había hecho, y así su mirada se posó sobre el mundo mortal, que Ivhir y los dioses sostenían, al que Ivhired consideraba la causa de su desgracia.

Durante eras sin número planeó su venganza. Fue al mundo de las criaturas mortales. Y allí, con promesa y engaño, con tentación, o con el miedo, convenció a miles de criaturas de adorarlo como su dios.

Una mortal lo igualó en crueldad. Una de sus miles de adoradoras, a quien Ivhired recompensó su fidelidad iniciándola en oscuros secretos. Una mortal a quien levantaría de entre sus seguidores con poder sin medida, para sentarla en el trono de Emperatriz-Sacerdotisa.

Y así, en el borde de la frontera de Yilgendar, un reino siniestro comenzó a surgir. Un reino de poder aterrador, de guerreros y magos malignos, alimentados por el rayo del mismo Ivhired.

Y fueron cuarenta reyes, y veinte reyes.

Y el reino llegó a manos de Julvendarm, quien desde su juventud, se proclamó a sí mismo, el más cercano a Ivhir.

En su honor, sometió pueblos, colectó tributos, para levantarle templos y monumentos de riqueza jamás imaginada. Mas con ello, no agradó a Ivhir.

Pues aunque su boca lo alababa, su silencio, donde mora la verdad de un alma, lo negaba.

Y aunque llevaba su imagen sobre su pecho, su corazón estaba apartado de él.

Ya que mil templos de piedra muerta, en nada le hacen falta a un dios, y mil monumentos no devuelven una sola vida. Julvendarm levantó sus templos a costa de las vidas de miles de inocentes, al campesino le exigió lo que la tierra no podía darle, y al pescador lo que el mar no entregaba. Al pobre y al débil le arrebató el pan de la boca, y a sus guerreros vistió con toda clase de riquezas, para conquistar nuevas tierras en nombre de Ivhir. En todo ello creyó honrar a Ivhir, pero en la verdad lo ofendió, pues ofendió la vida, lo que Ivhir más amaba.

Julvendarm tuvo un hijo, que fue recordado como Yaberon, El Príncipe Sin Mancha, pues no caminó junto a su padre por caminos de soberbia. Aunque el príncipe habló a su corazón, Julvendarm no lo escuchó, convencido de que un hijo no tiene nada que enseñar a un padre.

Gobernando sin justicia, juzgando sin misericordia, Julvendarm se llenó de soberbia en su convencimiento de hacer la voluntad de Ivhir. Desoyendo a los sabios, escribió la ley a su conveniencia. Oyendo a los codiciosos, extendió los límites de su reino más allá de lo posible. Ivhir observó desde sus alturas, y la pena ocupó su mirada. En la oscuridad de Avhernovum, Ivhired sonrió: su tiempo estaba llegando.

Reunió a sus dioses malignos, y a sus legiones de zadems. Y a los mortales que lo adoraban, reunió en torno al despiadado reino de Belvorum, donde la Emperatriz-Sacerdotisa reinaba sobre cinco reyes guerreros de terrible poder: El Rey de la Crueldad; El Rey de la Ira; El Rey de la Violencia; El Rey del Terror...

...y El Rey Sin Nombre.

Cada rey reinaba sobre más de cien mil guerreros, y más de mil magos cumplían la voluntad de la Emperatriz-Sacerdotisa. Afilaron espadas bajo un solemne juramento: “no más dios que Ivhired, quien diga lo contrario, ¡muerte!”.

Pero las criaturas fieles a Ivhir, resistieron.

Wonthar el dragón, el más antiguo de todos los maestros, llamó a los reyes de todos los reinos mortales, a luchar contra la amenaza de Belvorum.

Y en torno a Yilgendar, se prepararon para la batalla. Julvendarm dio órdenes, pero Yaberon, su hijo, ofreció su corazón. Y en torno a Yaberon las razas libres se unieron, dejando de lado todas sus querellas.

Y llegaron de todos los rincones del planeta, de toda raza y nación, de toda lengua y de todo alfabeto, en ejércitos de millares. Los reinos de Tofir y Vakandla, y los pequeños reyes ukos de Kameunes. Y la nación de Zevandir, que no tiene rey, sino a El Elegido De Todos. Y llegaron los nobles Ter-eol, los orgullosos Kirox, los Chenkas en todas sus razas.

Chan, el gran Daijin de los Tagashi, reunió a todas sus tribus de la Llanura, y los Cazadores Libres, los altos y rubios Cazadores Libres, suspendieron su rivalidad en nombre de la alianza.

Las razas emortales comprendieron que la batalla era suya, y acudieron. Los majestuosos Dalem-Da, serenos y perfectos guerreros, y las Veltas, las bravas y sensuales Veltas, guerreras de cuerpo ardiente y corazón generoso. Los graciosos Fillen, que no son guerreros, sino grandes magos y sanadores, acudieron a curar las heridas de los guerreros.

Pero sólo cuando Gargo empujó a la batalla a los gigantescos demonios de la Tierra del Fuego que Grita, los dragones comprendieron que la guerra también era suya.

Y el día más oscuro del año, en la tierra más estéril de todas, las fuerzas finalmente chocaron, en una batalla que abarcó los tres mundos.

¡Dioses contra dioses! ¡Dragones contra demonios! Mortales y emortales, contra legiones de guerreros siniestros. La brutal batalla conmovió el cielo y el inframundo. Cosas dormidas por sus crímenes despertaron, zombies bestiales, mentes sin alma en cuerpos hechos para la muerte, atacaron a las razas libres.

Julvendarm, cabeza de la alianza, daba órdenes a sus nobles mientras los Dalem-Da hacían la primera sangre entre sus enemigos. Yaberon llevó a los primeros guerreros de Yilgendar al choque, pero fueron las flechas del Ulkrim quienes derribaron a los primeros guerreros de Belvorum. La caballería de Vakandla, con sus Turnasem, chocó contra los caballeros de Zendra, mientras el Rey del Terror atacaba a los guerreros-magos de Tofir.

Espada a espada, lanza a lanza, kraba a kraba, guerreros caían y se levantaban, y muchos caían por última vez. Los orgullosos Kirox cargaron contra el ejército del Rey de la Violencia, mientras Nogarev, el Rey Brujo del Este, empujaba a sus armaduras vivientes en contra de los nobles Ter-eol. Las espadas sagradas de los Tagashi brillaron junto a las Drutas de los cazadores libres, Krabas y espadas de las sensuales Veltas hicieron retroceder legiones de Brujas de Escarcha.

El bravo general Versi y sus soldados empuñaron sus armas, últimos restos de los antiguos maestros de la tecnología, en contra del Rey de la Ira. La magia de Yilgendar y Kovarem corría en armonía con la tecnología. Los escudos dorados de Gelib junto a las Jeldras de los Reinos Marinos. Los pequeños guerreros Ukos juntos a los Gigantes del Desierto.

En los cielos, Ivhired guió a sus dioses malignos al asalto de Yamherlauk.

Chersta, la más brava y sensual de las diosas, hundió su Kraba divina en la orgullosa cabeza de Cupram, el artífice. Jorghan, con la fuerza de cien dioses, se trabó en lucha contra Ejidrom, el brutal. Laster, señor del Sonido Infinito, aturdió con su música los oídos de Gheminon, mientras Cikalla hundió su lanza en Frohnz. Kurghelor, señor del mar, levantó su látigo Tyroba contra Miradona, y el dios maligno Irgo no fue rival para Itheryo, el artífice.

Ivhir derribaba legiones de zadems con su poder, pero sabía que Ivhired se guardaba, pues no conocería la paz, si no lo destruía de su propia mano.

En la tierra, las horas corrían en contra de las razas libres, que sufrían el peso del agotamiento.

Julvendarm decidió apresurar el ataque. Dio órdenes a su caballería de avanzar hasta atravesar el pecho de la Emperatriz-Sacerdotisa, ignorando a todos los otros reyes que sentían que aquella era la hora de la prudencia. Yaberon, el príncipe, le rogó que reconsiderara, pero Julvendarm lo llamó cobarde y evitó su mirada.

Sólo la nación de Zevandir siguió a Yilgendar, pero sus guerreros, al ver su tierra en peligro, lo abandonaron. Julvendarm se vio rodeado por un mar de espadas, mientras un río de lanzas afiladas avanzaba hacia su orgullosa capital. Sólo entonces, a las puertas de la muerte, conoció la humildad que debió tener en vida. Él y sus nobles lucharon entonces, por la única forma de victoria que les quedaba. Dar la mayor cantidad de muertes por la suya propia.

Julverdarm falleció, víctima de su soberbia, y Yaberon debió tomar una dolorosa decisión, que le costó la vida. Entre el dolor de las víctimas y el humo de ciudades arrasadas, el reino orgulloso, finalmente cayó.

Pero donde los mortales fallaron, los dioses triunfaron.

Ivhir e Ivhired se enfrentaron finalmente ante el trono de piedra de Ivhir, a cuyas espaldas se abre el Abismo Eterno, del cual nada jamás ha regresado. En esa batalla puso Ivhired todo su odio, su crueldad y ansia de exterminio. Pero Ivhir tenía de su lado el universo entero. Ivhired fue vencido, y arrojado al Abismo Eterno. Pero el abismo hizo algo que nadie creyó que era capaz de hacer.

El abismo rechazó a Ivhired. Lo arrojó al espacio, donde chocó contra la Luna Mayor destrozándola con el impacto. El estallido de la luna fue visto por todas las criaturas mortales, pues su sonido superó el ruido de todas las batallas. Belvorum comprendió que su dios estaba vencido, y huyó dejando detrás la desolación en Yilgendar.

Ivhired fue finalmente vencido, y el precio fue una luna del cielo y un reino orgulloso. No hubo celebración en Yilgendar, sólo llanto de soledad y olor de muerte. Y dos criaturas huérfanas, dos bebés abandonados en medio de la desolación. Dos criaturas llorando en medio de la noche, que hubiesen muerto de no ser por una hembra Ter-eol, que acudió al llanto de las criaturas y las cobijó en su pecho.

Una joven ter-eol, en mitad de la noche, llevó esa hora en su pecho la salvación de todos.

libro primero
EL PRÍNCIPE SALVAJE,
LA LANZA DEL PODER

BAJO el sol de Jobbarr, de este a oeste, desde el helado norte hasta las tierras cálidas del sur, se extendía interminable la Llanura de Ranthenier. Si se le preguntaba a los humanos necios, ellos dirían: “esto es Tofir”, “detrás de la colina es Vakandla”, “después del río es la nación de Zevandir”, “esto es el Glorkla”. Pero para las razas libres de la llanura, que despreciaban la manía de poner nombres a todo, para después llamarlo propiedad, la Llanura era, simplemente, La Llanura.
Yinoim y Yenia pertenecían a un pueblo libre. Por lo tanto, toda la Llanura era suya. En ese momento, Yenia, la pelirroja, saltaba un pequeño arroyo por detrás de una roca, en uno de los bosquecitos que de vez en vez, alegraban la Llanura interminable. Yenia buscaba a Yinoim, escondido entre los árboles.
—¡Yinoim! —gritó enfadada— ¡YIINOIIIIM!
Sombra y sonido se movieron entre los troncos. Nada, para quien no tuviera los ojos de un cazador. Yenia trató de seguir los sonidos, pues a su edad, era una gran cazadora.
Algo rubio brilló sobre una roca. Muy brevemente. Un segundo más tarde, el “brillo” atrapó a Yenia por atrás con dos fuertes brazos.
—¡YIIIIC!
Más herida en su orgullo que asustada, Yenia giró y derribó a su atacante; el rió, la derribó a su vez, giró a ponerla de espaldas, ella giró hasta ponerlo de espaldas a él, él se libró, ella forcejeó, forcejeó, hasta que el enojo se le volvió risa.
—Qué malo, no me das chance —fingió un mohín de pena—, Yinoim....
Y Yinoim, el joven rubio de ojos oscuros, (pues él era) rió a su vez. Y siguió riendo hasta que la risa de ambos se transformó en un beso.
Como venían haciéndolo desde su infancia, Yinoim y Yenia se reconciliaron pronto de su juego de Rastreador y Presa, el juego más importante para los jóvenes Ter-eol que se aproximan a la madurez, pues para los Ter-eol la supervivencia en la Llanura dependía de la habilidad para cazar.
—No me vas a atrapar llamándome a gritos —dijo Yinoim, con seriedad—, las presas no vienen cuando el cazador las llama. ¡Es el juego de Rastreador y Presa, Yenia! ¡No la llamada para la cena!
—Lo sé, si no soy tonta —cuando quería, Yenia podía ser muy infantil—. Es que se hacía tarde, y hoy nos querían temprano en la aldea.
—¡Es verdad! —repentinamente, el rostro de Yinoim se iluminó—. Hoy, hoy, hoy, noche muy importante es.
Yenia abrazó a Yinoim, como si algo invisible quisiera quitárselo. A los quince años de ambos, Yenia sólo tenía una cosa clara en el Río De Su Vida. No deseaba otra pareja más que Yinoim.
Desde la noche en que fueron encontrados por una hembra ter-eol, sus vidas habían transcurrido unidas por sus corazones. Unidos habían pasado todos los años de sus vidas, toda una infancia que ahora estaba llegando a su fin. Ahora que las preocupaciones de la gente mayor entraban cada vez más en sus pensamientos, las de Yenia eran las que perturban el sueño de las jovencitas que se vuelven mujeres: aquel joven que caminará por la vida a su lado. Aquel que será su Otra Alma.
Tenía que ser Yinoim. Yenia no imaginaba otro.

Una criatura muy alta se aproximaba al bosquecito. Caminaba sobre sus dos pies, pero de forma diferente a los humanos. Dos piernas musculosas se movían en semisalto, como los pasos de un dinosaurio, equilibrándose con una cola gruesa y flexible que movía para todos lados. Sus brazos, mucho más pequeños, descansaban sobre su pecho. Su rostro era alargado, con algo de zorro o de lobo, y orejas grandes, anchas y terminadas en punta hacia atrás. Sus ojos almendrados parecían buscar algo.
Fue Yinoim quien descubrió a la criatura antes que ella. Al descubrirla, se irguió. La criatura lo miró y ambos sonrieron. Entonces, Yinoim pronunció una palabra sagrada.
—¿Mamá? —exclamó preguntando, y la criatura le devolvió una sonrisa que guardaba la ternura de la vida entera.
—¡Tía Caneya! —sonrió a su vez Yenia— ¡Yo estaba convenciendo a Yinoim de irnos!
—Niños, niños, jueguen otro día —habló la criatura—. Hoy es una noche especial. Tu mamá te quiere ya en casa, Yenia. Van a bañarse hasta que pierdan el último grano de tierra que tienen pegados. Para esta noche Yera y yo les cosimos pieles nuevas, y collares de cuerda muy fina. Levántense ya... muévanse...
Caneya era una hembra ter-eol, la noble raza de la Llanura. Ella y Yera eran las únicas ter-eol de la tribu que tenían hijos humanos, y Caneya agradecía en silencio a los dioses, porque Yinoim ignoraba lo afortunado que era de tener una madre ter-eol. Los humanos tenían el corazón muy duro. Les costaba trabajo hasta adoptar huérfanos de su propia especie, y cuando lo hacían, no los llamaban hijos. Los trataban con frialdad, recordándoles cada día de sus vidas lo agradecidos que debían estar por la comida sin amor que les daban.
Yinoim ignoraba todo eso. Desde el comienzo de su memoria se recordaba abrazado a su madre ter-eol. Sabía que había nacido de una madre humana, pues humano era. Una madre humana de la que ignoraba todo, incluso si estaba muerta o vivía. Algunas veces, sobretodo de noche, se desvelaba pensando si su madre humana lo había amado, o lo abandonó, pero no confesaba esos pensamientos a su madre Caneya, para no entristecerla.

Ya se veían las fogatas de la aldea. Por todos lados se veían ter-eols afanados como en día de fiesta. Unos entraban a prepararse para el evento de la noche. Otros partían recién, con bastones y capas de gala, y algunos otros, ya habían partido.
—Los herreros partieron temprano con todas las herramientas forjadas durante el año. Hacen excelentes herramientas de labranza —comentó mamá Caneya mientras caminaban a paso firme—, pero lo que más compran los humanos son espadas... Por cierto, Yenia, los joyeros te están muy agradecidos por tus manos. No te imaginas lo difícil que era antes, hacer anillos a la medida de las humanas.
—¿Por qué los humanos prefieren comprar nuestra metalería, antes que la que hacen ellos? —preguntó Yinoim con vivo interés.
—Piensan que la forja ter-eol es mejor que la humana. Algo de lo que podemos estar muy orgullosos.
—Caneya sonrió con tranquila satisfacción.
Las casas redondas, como mitades de huevos tremendos, parecían hervir de ter-eols de todas las edades. Era tanta la excitación que algunos se pegaban en la cabeza al salir por la puerta. Se pensaba que era mala suerte si se caía el yoric, que colgaba sobre la puerta de cada casa ter-eol. Yinoim y Yenia no sabían lo que era pegarse en la cabeza con la puerta: cada ter-eol adulto se alzaba dos metros y medio del suelo.
Llegaron a una casa donde de adentro se escuchaban dos voces de jóvenes y una voz femenina madura, que los regañaba.
— ¡Mamá, nooo!
—¡Por favor, mamá!
Un ter-eol de la altura de Yenia saltó por la ventana, escabulléndose en silencio, con una risa de triunfo. Caminó en puntillas un par de pasos hasta la puerta... donde mamá ya estaba esperándolo, para su sobresalto.
—¡Yuuuaaaa!
—¡Regresa, Toyec! ¡Pórtate como un ter-eol, cobarde!
Pero Toyec volaba. Lástima que su hermana le cerró el paso unos metros adelante.
—¡Sinvergüenza! ¡Te voy a arrastrar de la cola! —mamá Yera estaba hecha una olla hirviendo.
—Que has hecho ahora, Toyec...—sonrió Caneya.
—¡No quiero llevar capa de anciano! ¡No quiero arrastrar un palo con dibujos!
—¡Qué vergüenza! —bramó Yera— ¡Un ter-eol que no quiere usar capa ni bastón de gala! Tu padre se va a enterar, se va a enterar, no te va a librar ni Janra, diosa de la juventud.
—Toyec ya no tiene edad para librarse de la capa —observó Caneya.
—Lo hubiera obligado el año pasado, si no hubiera sido por complacerte, prima —suspiró Yera—. Este diablo de niño y su hermano me van a mandar con los dioses, cómo me hacen pasar rabia....
Caneya no hacía más caso que el que manda la cortesía a las quejas de su prima. Yenia, sencillamente, se acercó a su madre con su mejor sonrisa.
—¿Me hiciste pieles nuevas, mamá?
La amargura de Yera se volvió miel y azúcar. Su rostro parecía brillar de ternura.
—¡Oooh, mi pequeña! ¿Cómo está la princesita de mamá? ¡Te cosí unas pieles preciosas! Pero mira cómo estás, toda polvorienta, te voy a preparar un baño perfumado, y te voy a peinar, vas a ser la más hermosa de todas las tribus de la Llanura.
—Lo es, Yera —dijo Caneya—, la más linda de la tribu.
—Y su galán, el varón más bello —Yera acarició la mejilla de Yinoim—. ¿La vas a llevar de la mano, verdad querido?
—Sí, tía Yera, eso creo —Yinoim no resistía bromear con Yenia.
—Pero antes a casa —sentenció Caneya—, un buen baño, y un bastón de gala.
—Ah, prima, tienes visitas importantes en casa. Tío Cumayu te las encargó.
Cumayu, padre de Caneya, era el jefe de la tribu. Sus obligaciones de ese día lo habían hecho abandonar la aldea temprano. Caneya —en teoría—, debía encargarse de los asuntos de la tribu.
Caneya creyó sentir cierta ironía en las palabras de su prima, pero no le hizo caso. Aparte de su exagerada manera de hablar, Yera era un alma transparente.
Al entrar en la cabaña, vieron a sus visitas, sentadas en la mesa del fuego. Eran un Tagashi joven de cabello blanco y mirada muy tímida, y un anciano Huggir, cuya mirada brillaba con más vida que en su juventud primera.
Yinoim fue el primero en reconocerlos.
—¿Maestro? ¿lo-tahn S’torio?
—Con la barba más blanca que la última vez que nos vimos —sonrió el anciano Huggir.
—¡Maestro S’torio! —exclamó a su vez Caneya— ¡Qué gusto tenerlo de vuelta!
—Hace diez años que me pierdo la Feria De Todas Las Tribus —comentó el anciano maestro, levantándose con ayuda del bastón—. No he querido ir, desde que fueron reiniciadas... tras la catástrofe de Yilgendar —suspiró—. Todavía mis ojos buscan en el cielo una luna que ya no existe.
—El maestro dice que ésta será la feria más importante de todas.
La voz de Shen les hizo recordar que allí estaba. Caneya y Yinoim tuvieron a la vez la misma vergüenza por olvidar saludarlo, pero Shen era casi un fantasma. Con su timidez, a menudo parecía invisible, sobretodo cuando había mucha gente.
—Lo será, sin duda —S’torio bajó la mirada—, por razones que aún se están escribiendo....
—Shen, te ves muy bien —Caneya trataba de compensar—. Pero dime, ¿cómo estás? ¿Has caminado mucho junto al maestro? ¿Te han atendido bien aquí? ¿Quieres algo?
—He sido bien atendido —contestó Shen—. Con humildad se lo agradezco. Ah, Yinoim, el maestro te trae un mensaje del maestro Wonthar.
Se pudo escuchar el ¡uuuuf! en toda la habitación.
—El maestro Wonthar no ha sabido nada de ti desde el verano pasado —recordó S’torio.
—Y así quiero que siga, lo más lejos que pueda del viejo reptil —Yinoim tenía un disgusto que hubiera puesto amargo un barril de miel.
—¡Yinoim! —exclamó mamá Caneya abriendo los ojos con espanto. Si Yinoim hubiera insultado a un dios, se le hubieran abierto menos.
—Es que realmente estoy harto de sus lecciones, en serio...
—Pues el maestro en verdad ansía verte, Yinoim —S’torio no parecía extrañado—. Y créeme cuando te digo que rara vez Wonthar es quien busca a un discípulo. En realidad, casi nunca.
—Y el casi nunca me tuvo que tocar a mí. ¡Bonita la suerte!
Mamá Caneya le acarició la cabeza. Su espanto del principio se había vuelto una tierna comprensión.
—Bien, no va a ser hoy que contestes. Hoy son fiestas. Que no se amargue tu corazón, ni se amarre de cargas pesadas de llevar —sonrió S’torio, se alejó un par de pasos, y cayó sobre su rostro una tristeza—. Hasta que llegue la hora de llevarlas, muchacho querido...

En casa de Yenia el ruido había bajado bastante. Como bien lo sabían sus hermanos, cuando su hija favorita estaba en casa, el humor de mamá no podía ser mejor. Pero eso no le impedía ser estricta, todo lo contrario; decía Yorai que mamá podía ser realmente severa cuando estaba contenta.
Toyec se probaba su capa y su bastón de gala, con la cara más aburrida que puede tener un niño que se prueba ropa de gala, esa ropa que pareciera que mientras más incómoda, más les gustara a las madres.
—...Y te quiero ver practicando llevar el bastón con elegancia, hasta que salgamos —mamá Yera estaba realmente inspirada—. Y tú, Yorai, termina de lavarte. Te cepillas la piel, y te pruebas tu bastón y tu capa.
—Ayuc, mamá....
Los ter-eol no necesitan realmente ropa, ya que están cubiertos de pelo. Pero les gusta usar capas y adornos para los eventos importantes. Toyec y Yorai, en verdad, detestaban sus capas de gala.
Yenia era humana, y los humanos usan ropa, pero además, estaba llegando a la edad en que una jovencita quiere verse hermosa, así que al entrar a la habitación, luciendo las ropas nuevas que mamá Yera le cosiera, no pudo evitar irradiar tanta felicidad que amargó todavía más a sus hermanos.
—¡Mi princesita cabellos de fuego! —exclamó mamá Yera en el colmo del orgullo.
—¿Estoy bien, mamá, de verdad? —Yenia estaba radiante, pero ansiosa— ¿Mi cabello está bien? ¿Me lo ato con cuerdas?
—No, no, no —dijo mamá Yera—, déjatelo suelto, mi niña. ¡Te ves tan bella, mi pequeña! —Yera sintió que una lágrima le corría—. Casi toda una mujer...
Como siempre que adoraba a su hija favorita mamá se distraía, Toyec y Yorai se hicieron un gesto de complicidad que significaba aprovechar para escabullirse. Lentamente, despacio, despaciiiito, se dirigieron hacia la puerta. Lástima que, con los ojos fijos en mamá, no vieron un jarrón de bronce inoportuno, que golpeó un bastón y sonó como campana.
¡Biiiiiiiiiiiing!
—¡Toyec! ¡Yorai! ¡Vuelvan acá, bandidos! ¡Regresen, cobardes!
No era el día de Toyec y Yorai, para nada. Volaron hacia la puerta. Un rayo se demoraría más en tocar tierra. Pero la puerta salvadora fue bloqueada por una potente risa masculina. Los hermanos cayeron sentados y mamá los atrapó.
Un robusto macho ter-eol entró por la puerta, un gigante casi, hasta para las medidas de los ter-eol. En su capa de gala lucía un emblema: dos martillos cruzados lo identificaban como herrero, una de las profesiones más respetadas.
—¡Estos hijos tuyos, Caruyac, que no quieren llevar la capa!
—¡Pero papá! —gimieron los dos a coro.
—¿A ver, a ver? ¿Son hombres, o niños llorones? —rió Caruyac con jovialidad—. Porque papá es todo un hombre, y lleva su capa con orgullo. ¿Cómo tendrán que ser sus hijos?
—Somos hombre —dijeron ambos.
—Y vamos a llevar la capa.
—Y el bastón.
Caruyac el Herrero sonrió satisfecho, y acarició a ambos en sus cabezas. Yera observaba el milagro embelesada.
Pero Yenia también tenía hambre de papá, y corrió a mostrarle sus ropas nuevas.
—¿Y yo papá? ¿Me veo bonita?
—Bellísima —susurró papá, y los ojos se le humedecieron—. Mi niñita, toda una mujer.
—¿Hay algo que deseas, cariño? —habló de improviso Yera.
—Ah, claro, eso —recordó—. Qué cabeza tengo, con toda la agitación de la feria, se me olvidó el encargo más importante.
Fue hacia un mueble ubicado al rincón de la mesa del fuego, donde guardaba las piezas más valiosas.
—Una espada forjada entera en una pieza, desde la punta hasta el pomo del mango, con baño de bronce fino en la empuñadura, con los emblemas sagrados del desaparecido Yilgendar —se la mostró a su familia—. Un encargo especial del Kord Woodon. Me pagará su peso en oro fino.
—¿Hiciste una espada para el Kord del castillo? —Yera se veía radiante.
—En efecto. Quiere lucirla durante todos los día de la feria. Éste año los humanos quieren lucirse como nunca. Vienen caballeros de los castillos más alejados de la Llanura.
Entonces, Toyec se acercó con su cara más inocente.
—¿Así que el Kord del castillo viene a la feria, papá? —preguntó, jugando al bobo.
—¿Y su familia viene con él? —agregó Yorai.
—Indudablemente.
—Entonces viene su esposa —Toyec miró hacia el techo y puso mueca de tonto—... y su hija.
Yenia sintió un hielo correrle por la espalda, se sentó de golpe y gruñó apretando los puños.
—¡Hijita! —saltó mamá Yera— ¿Qué te sucede, cariño?
—A Yenia no le gusta mucho la damita del castillo —se burló Toyec.
—No me gusta NADA —bramó Yenia—, porque a Yinoim le gusta demasiado.
—¡Lo han hecho a propósito, tontos! —Yera se enojó esta vez en serio, pero luego se volvió hacia su hija, tratando de consolarla—. Cálmate, cariño, tranquilita. Esa niña tonta no tiene nada mejor que tú. Es fea, y sin gracia.
—Es muy hermosa, y muy alegre —rieron Toyec y Yorai.
—¡Les estoy avisando a los dos! —Yera tenía genuina furia—. Escúchame, mi amor. No importa lo que te digan, no dejes que nada arruine tu felicidad.
Eso precisamente pensaba Yenia.

El maestro S’torio contemplaba el cielo. Como bien decía, aún buscaba una luna que ya no existía. En casa de Yinoim los últimos arreglos estaban ya terminando. Pronto marcharían todos a la Feria De Todas Las Tribus.
—¿Maestro? —preguntó Shen saliendo desde la puerta.
—Ya estamos, maestro —avisó Caneya.
A unos pocos pasos encontraron a Yera con sus hijos. Toyec y Yorai marchaban erguidos con sus capas de gala. Yera se veía radiante.
—¡Prima Caneya! —gritó Yera—¡Estamos aquí!
Caneya fue a acariciar a los orgullosos hombrecitos.
—¡Qué guapos caballeritos! —los celebró.
—¿Y yo, cómo estoy, Yinoim? —saltó Yenia— ¿Cómo me veo? ¡Anda, dime! ¡Dímelo!
—Hermosa —susurró Yinoim, y la tomó de la mano. Hermosa era decir nada, Yinoim no podía ponerle palabras a lo que sentía por Yenia, no podía llamar con nombre alguno, esa sensación que le brotaba del corazón, le aligeraba el cuerpo y subía hasta su rostro para hacerlo sentirse muy, muy feliz.
—¿No parecen dos dioses pequeños? —Yera estaba en su actitud favorita: emocionada.
—¿No quiere caminar con ellos, maestro S’torio? —preguntó Caneya fuera de todo cálculo.
—Un viejo siempre sobra entre dos jóvenes —sonrió S’torio—, pero esta noche tengo motivos para sobrar.
Y se adelantó a sus pasos de bastón, mientras Yera se sentía contrariada, y Caneya, culpable por interrumpirlos, pero conciente de que el maestro traía consigo, asuntos de mucha gravedad.
—Quisiera saber si las ferias de ahora, son tan grandiosas como lo fueron en su día las del desaparecido Yilgendar —comenzó el viejo maestro la conversación.
—Todos los mayores hablan de cómo eran las cosas cuando existía Yilgendar —dijo Yinoim.
—¿No te hubiera gustado ver las glorias del reino orgulloso? —el semblante de S’torio tomó una expresión pícara.
—No sé si hubiera sido diferente —respondió Yinoim—. No sé cómo es ver lo que nunca vi.
—Nadie sabe eso —S’torio sintió verdadera satisfacción—. Pero es muy raro que alguien lo reconozca. ¿Todavía hacen feria de animales? Tal vez pueda comprar un ave gorda a buen precio.
—Todavía hacen esa barbaridad —gruñó Yinoim.
—Esa brutalidad —gruñó a la par Yenia.
—¿Qué brutalidad? —S’torio sintió una viva curiosidad.
—¿Cómo puede alguien criar a un animal como un hijo, y después comérselo? —gritó Yenia, en el colmo de la indignación.
—Ah, te refieres a la crianza de ganado —comprendió S’torio—, los humanos prefieren criar la carne que se comen.
—¡Es una atrocidad! —Yenia estaba roja de indignación—. Los ter-eol no hacemos eso.
—Pero los ter-eol comen carne —observó el maestro.
—Nosotros somos cazadores —intervino Yinoim—. Nosotros luchamos con nuestra presa. Lo hacemos con honor, en batalla de igual a igual. No nos puede comparar con encerrar a un animal entre cuatro paredes hasta el día de su muerte.
—Sin duda, sin duda —S’torio gozaba en su corazón con la conversación—, pero muchos en este mundo te dirían que no hay diferencia entre comer carne cazada o criada.
—Pues me gustaría oír que me lo dijeran.
—¡Cuantos ánimos! —ironizó S’torio—. Parece ser que te has vuelto muy fuerte, querido muchacho.
—Ya soy cazador —Yinoim se irguió—. Nadie de mi edad puede vencerme en la aldea, hasta estoy comenzando a practicar con los guerreros, y he vencido batallas. ¿Sabe cómo me llaman? “El príncipe salvaje”.
—Todo retorna —murmuró el maestro, y miró al cielo buscando una luna que ya no existe.
—¿Qué dijo, maestro? —preguntó Yenia.
—Dije que todos llevamos dentro un tribunal, ansioso de dictar sentencia —habló el maestro, lento y claro—. No sean rápidos en decir “yo no hago lo malo, como la tribu de al lado”, pues cuando la lengua es más veloz que el corazón, ese corazón sufre a menudo la herida del arrepentimiento.
—¿Piensa que juzgamos muy rápido, maestro S’torio?
—Recuerden esto —respondió S’torio—. Quien juzga, rara vez condena. Quien condena, rara vez juzga. Quien ni juzgue ni condene, encontrará las verdades de este mundo.
—Parece una adivinanza —dijo Yenia.
—Entonces adivínala —dijo a su vez el maestro—. ¡Ah! Las luces de la fiesta. Ya se escucha la música tras las colinas.
—Maestro —dijo Yinoim—, ¿cree usted que me hubieran gustado las glorias del reino de Yilgendar?
—Tal vez fuiste el último en verlas, muchacho querido...

Ya se escuchaba la música tras las colinas.

(continuará)

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MensajePublicado: Sab Abr 05, 2008 3:31 pm    Asunto: Responder citando

Guau!!!! esto es mucho más que un fic, es toda una obra literaria! Gracias Niles por compartirla con nosotros.

Advertencia: como bien ya sabes, la sinceridad es para mí un valor esencial, y sé que para tí también, así que voy a contarte todo lo que fui pensando a medida que leía tu narración. Que es bastante, espero poder acordarme bien de todo ahora Lengua

Lo primero que me surgió al leer el comienzo, fue confusión y un poco de rechazo, no lo voy a negar. Eso se debe a que el génesis de este mundo me lleva a evocar la génesis cristiana, por más de una buena razón. Pero a la vez tiene diferencias MUY notables, por lo menos desde mi punto de vista.

Ivhir, ese dios - no Dios, creador de todo, por dar un sólo ejemplo.

Pero si te conozco que me conoces, creo que contabas con que esto surgiría en mí, verdad? Guiño

Como sea, tomé conciencia de que este mundo creado por vos no tenía que ser fiel reflejo de la cosmovisión cristiana, sino que es simplemente eso: un mundo a la medida de tu imaginación.

Aceptado esto, seguí avanzando con la lectura, y encuentro que es singular y apasionante el relato de las luchas que asolaron Khur-a-Dhur.

A pesar de lo dicho sobre la distancia entre esta creación y la nuestra, entre los puntos de contacto dignos de destacar, quiero recuperar la importancia de un corazón verdadero más que palabras vacías.

Me encanta este párrafo:

Cita:
Julvendarm, quien desde su juventud, se proclamó a sí mismo, el más cercano a Ivhir.

En su honor, sometió pueblos, colectó tributos, para levantarle templos y monumentos de riqueza jamás imaginada. Mas con ello, no agradó a Ivhir.

Pues aunque su boca lo alababa, su silencio, donde mora la verdad de un alma, lo negaba.

Y aunque llevaba su imagen sobre su pecho, su corazón estaba apartado de él.

Ya que mil templos de piedra muerta, en nada le hacen falta a un dios, y mil monumentos no devuelven una sola vida.


Una duda me quedó al final de esta introducción tan larga como necesaria: Ivhired fue derrotado, pero ¿qué fue de él?

Siguiendo con el comentario de esta primer parte, como diría un amigo mío, "en redacción el estilo está bien logrado, párrafos cortos dan una sensación ominosa de leyenda y relatos antiguos" Guiño.
En algunas partes me recordaba relatos bíblicos, no sé por qué Risa tonta

Algo más para decir de esta parte?

Pues que me hizo recordar ESDLA, pero no sólo por lo que tiene de épico, sino porque me pasó lo mismo en ambas obras...un defecto mío de lectora...suelo ir a la parte que más me gusta, cuando ya están los personajes interactuando, y sólo después vuelvo a ese tipo de relatos, que pueden ser muy largos para mi gusto, al comienzo por lo menos.
Porque después, cuando ya uno está enganchado con la historia tiene necesidad de saber todo lo que ocurrió al comienzo, y de entenderlo. Y entonces sí se puede disfrutar más la lectura del relato de los años anteriores a la historia en sí.

Con respecto a la segunda parte: ¡es mi favorita!!!!!!!

Me gustan mucho los personajes que has creado. Tanto los muchachos humanos como los

ter-eol.

Son personajes muy bien logrados, y muy queribles.

En esta segunda parte la lectura se hace ágil y atrapante.

Y cómo que ahora ya escribí demasiado Facu's Mr Green , guardaré comentarios para el próximo capítulo.

Baste con decir que tengo muchisísisisismos deseos de saber qué ocurre con Yinoim y Yenia, personajes que ya quiero y mucho.

Felicitaciones! Esta historia es imperdible.

(Ya sabes que opino que eres un excelente escritor)

Acá estoy, aguardando la continuación Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz


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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Abr 07, 2008 1:16 pm    Asunto: Responder citando

Querida Rachel:

Siempre es grato leer tus comentarios, más aún que te tomas el trabajo de analizar en forma tan exhaustiva. Si te soy sincero, una cosa que me hizo dudar mucho antes de entregar esta obrita fue precisamente los detalles paganos que alguien pudiera encontrar. Claro, se trata de una fantasía, y como tal, los dioses que intervienen son personajes, inventé dioses igual como he inventado superhéroes, aliens, robots, criaturas mágicas y lo que salga. Si se entiende de esa manera, no habrá ninguna complicación. En estos dioses hermanos (Ivhir e Ivhired) he querido simbolizar una vez más el drama eterno del bien creador y el mal destructor, el origen del mal y sus consecuencias, y cómo en este caso la envidia fraterna es quien introduce el mal en la creación.

Con respecto a qué pasó con Ivhired, bueno, el Abismo Eterno lo arrojó al firmamento y allí chocó contra la luna mayor y la destruyó. Así se cumplió el juramento del príncipe fundador, que caería una luna del cielo antes que su reino tuviera fin. (¡qué arrogantes son los mortales!)

Más no te puedo adelantar, porque arruinaría la sorpresa. Nada más diré, porque más de un mal pensado lo va a decir también, que aquí se da un paralelo con ESDLA respecto a que los mortales han vivido quince años en la ilusión de que el mal se fué para siempre, y esa ilusión, sorry, está a punto de acabarse. Cuando más felices estén, el mal retornará y con violencia, ¡brrrr! no me hagas decir más, ya adelanté mucho. Sólo voy a añadir que Yinoim se encontrará pronto enfrentado a un destino que jamás imaginó llevar.

Un destino que lo hará enfrentarse a un pasado que jamás quiso tener, y un futuro que deberá moldear con valentía. Pero no estará solo, nadie está realmente solo ¿verdad?

Bueno, me despido por hoy, Rach, pronto sabrás más de Yenia y Yinoim.

cariños

Rey Niles.

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MensajePublicado: Mar Abr 08, 2008 6:49 pm    Asunto: Responder citando

Gracias por el aviso!!!

sabes muy bien de lo ke opino sobre tus historias, son muuuy buenas y extensas.

Has creado seres geniales y las descripciones tal y como están, dan un sentido de realismo y eso es lo ke, por lo menos a mí, atrapa.

Te has superado.

Besos y Salu2....

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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MensajePublicado: Mie Abr 09, 2008 11:56 am    Asunto: Responder citando

Wow, gracias a tí por tu interés y por tu apoyo, Alambil, siempre me sorprendes con notas muy agradables.

por sentido del realismo, ¿te refieres a esas pequeñas escenas domésticas? (como Yenia y sus hermanitos) porque si es así, a mí me encantan, por eso las pongo.

Si lees esto hoy, (o mañana, da igual) a continuación viene un nuevo capítulo de esta historia.

Gracias por tu apoyo una vez más.

cariños

Rey Niles.

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MensajePublicado: Mie Abr 09, 2008 12:09 pm    Asunto: Responder citando

Bien, un nuevo capítulo se asoma. Jóvenes y viejos ya están en la feria de todas las tribus. ¿Será un momento feliz o alguien arruinará la fiesta? buen momento para conocer más el carácter de otros pueblos de la Llanura, sobre todo sus simpatías y antipatías. Sigamos pues...

LA FERIA DE TODAS LAS TRIBUS

Lámparas que colgaban de los árboles marcaban el camino hacia la feria. En la entrada principal se había levantado un portal, iluminado con antorchas, que gracias a ciertos polvos secretos, alumbraban con llamas de distintos colores. Detrás del portal sonaban músicas de todas las razas. Había tantos lugares que visitar, que la vista no se decidía. Filas de tiendas se extendían a lo largo de la Llanura.
Todas las razas se mezclaban. Junto a una tienda ter-eol que mostraba sus herramientas y armas, una tienda tagashi mostraba las finas telas tejidas por sus mujeres. Al lado, una tienda de Vakandla ofrecía sus vinos y productos de madera. Los cazadores libres traían sus pieles y objetos de cuero, y buscaban con ansia el vino de Tofir. Todos caminaban en todas direcciones, todos se miraban, se saludaban con gentileza; eran fiestas.
Shen se había adelantado a conversar con el maestro S’torio y los chicos. Parecía querer dar la sensación de que era un evento sagrado, el hecho que el maestro decidiera asistir luego de diez años de negarse. S’torio sólo sonreía ante esa manía de su discípulo.
—Maestro, diga la verdad —dijo Yenia—, usted y Shen se traen algo escondido.
—Te aseguro que sólo tengo el deseo de ver la Feria De Todas Las Tribus —insistió S’torio mientras observaba con interés, el sonido que hacía el bastón sobre las piedrecillas.
—Si esconden algo, se lo sacaré a Shen —bromeó Yinoim, haciéndole una llave de brazo con suavidad.
—¡Que abusivo! —Shen siguió la broma—. Todo porque Wonthar te dio enseñanza guerrera. Pero trata de derribarme y te hechizaré.
—El discípulo predilecto que se queja de serlo —volvió a sonreír S’torio.
—De verdad quiere que vaya a ver al viejo. ¿No maestro? —Yinoim se puso serio.
—¿Cómo puedes hablar así? —Shen también estaba muy serio— ¡Yinoim! ¡Dioses! ¡Lo que yo daría por recibir enseñanza del maestro Wonthar!
—Tú estás en el camino del mago —recordó S’torio—. No en el camino del guerrero. Y para la magia que Wonthar enseña, estás muy verde.
—Yinoim...—intervino Yenia—, yo creo que el maestro tiene razón. El maestro Wonthar está haciendo una excepción muy especial contigo. ¿No crees que al menos podrías...?
—.....Podría mandarte a ti en mi lugar, si te interesa tanto —rió Yinoim.
—Entonces está arreglado —Yenia rió también tomando a Yinoim del brazo—, cuando vayas a ver al maestro Wonthar, yo voy contigo. Y si el maestro me rechaza, me pongo a llorar y a patalear hasta que me acepte como discípula.
—¡Jo, jo! No te recomiendo las lágrimas, mi niña; pero la persistencia es algo que Wonthar valora mucho —S’torio estaba disfrutando como hacía mucho que no disfrutaba.
Y bien sabía en su corazón, que debía disfrutar esas horas de paz como un verdadero tesoro, pues los cielos son implacables, y el sol no se oculta ni un minuto más tarde, para darle a los felices un minuto más de felicidad. Ese reloj perfecto, el firmamento, le mostraba las horas que faltaban para La Hora Más Temida De Todas. La hora de un corazón de hielo, donde ardía la llama de un deseo devorador.

Toda la Llanura estaba en la feria. Gente de todas las razas celebraban juntos; comían, bebían, cantaban; al calor de unas copas de vino, ensayaban pasos de baile de otras tribus, y reían cuando les decían que bailaban mejor que un nativo. Un pobre abrazaba a un rico, y otro rico sacudía en el aire una bolsa de monedas que caían como lluvia. Un joven de Yilgendar recibía un beso de una cazadora libre. Dos negros gigantescos de la Tierra Verde de Gelib, levantaban copas en honor de una joven tagashi, que se moría de pudor mientras sus padres vigilaban con ojos de hierro. Farlins de Tofir se reían de cualquier cosa. Una mujer roja, de la región de los diez mil lagos, algo bebida, bailaba sola una danza provocativa. Comerciantes de Zevandir buscaban los mejores precios. Ukos del reino Kameunes eran confundidos con niños, y miraban con curiosidad a sus primos, los Ukos salvajes. Ter-eols, Chenkas, Quiroxs, Huggirs, Gagar-ons; todos se entregaban al espíritu de la fiesta con tanto corazón que por una noche recordaban lo que los dioses sabían: que todos eran una sola cosa.
—Mientras dure la fiesta, olvidarán lo felices que son detestándose —murmuró S’torio.
—Nosotros no detestamos a nadie, maestro. Bueno, eh, a los Chikin-con, pero a esos no los quiere nadie —declaró Yenia.
—Los ter-eol son un pueblo sabio —respondió S’torio—. Conocen muchas de las grandes verdades. Son afortunados de ser ter-eols, mi niña.
—Mira Shen, allá hay tagashis. ¿No quieres conversar con ellos? —señaló Yenia.
Shen bajó los ojos.
—Nunca me he sentido a gusto entre los tagashi —dijo—. De niño me sentí un extraño entre mi propia raza. Hasta que encontré el camino del mago, no sentí que era eso de pertenecer a algo.
Los tagashi avanzaban erguidos, con los hombres formando un círculo alrededor de las mujeres.
—Cuidan a las mujeres —explicó Shen—, las consideran más débiles, pero les encargan todos los trabajos. Mientras, los hombres se preocupan de afilar sus espadas y de cuidar su “honor”.
Nombró esta última palabra con una rabia fría. No había duda de que la vida de Shen con los tagashi había sido muy triste.
Todos los tagashi llevaban espada a un costado del cinturón, y grandes hombreras de piel de garah; pero uno de ellos llevaba además un gorro de piel de ese animal, nada cómodo para una noche de verano.
—Ése es el genko, el jefe de la tribu —siguió explicando Shen—. No puede quitarse el gorro sin perder el honor. Sólo uno puede: el Gran Daijin, el jefe de todas las tribus.
—Qué incómodo —señaló Yinoim.
Frente a los tagashi avanzaba un grupo de Cazadores Libres, los gigantes rubios de la Llanura, que se vestían con pieles de animal y amaban por sobre todas las cosas, la libertad. Este grupo eran poco más de veinte, hombres y mujeres, que avanzaban conversando como a ellos les gustaba: en voz alta y con grandes risotadas. Llevaban sus armas favoritas, la ágil dirza y la formidable druta, todas hechas con el mejor metal forjado. Metal que también les gustaba lucir en collares y pulseras. Había jóvenes, y también maduros. Todos altos. El más bajo se alzaba sobre el metro ochenta, era un muchacho delgado que se sentía imparable. Él fue el primero en encarar a los tagashi.
—¡Qué tal, tagashis! ¡Buenas noches! —sonó como un cañonazo. Casi todos los cazadores libres hablaban muy fuerte— ¿Trajeron buenas telas éste año? ¿Hicieron trabajar mucho a sus mujeres? A mi novia le encanta ponerse esas telas suaves que sus mujeres hacen, ¡pero a mí me gusta más cuando se las saca! ¿A ustedes no? ¡¡¡Aaaajajajaja!!!
—¡¡¡Aaaajajajajajajajaja!!! —todo el grupo de cazadores reía a coro. Los tagashi comenzaron a ponerse pálidos, acariciando el mango de sus espadas.
—¡Ya cállate, gigante rubio, salvaje vestido con piel de animal! —gritó al fin un tagashi.
—¡Ah miren! ¡Uno habló! ¡UNO HABLÓ! —siguió riendo el mismo joven que los había encarado—
¡Ojalá que no pierda el honor, por hablar sin permiso del jefe!
Una cazadora libre se adelantó, la más alta y hermosa, y le habló directamente a una jovencita, que se escondía detrás del tagashi que había hablado.
—¿Qué dices tú, preciosa? ¿Quieres encerrarte conmigo en una tienda, a hablar cosas de mujeres?
Nuevas risotadas tensaron aún más el ambiente. El maestro S’torio frunció el ceño. Aquello podía terminar el tragedia.
El tagashi que había hablado avanzó desafiante. La cazadora libre lo miró como si fuera un niño con espada de juguete.
—Aaah, ¿me quieres castigar? —se burló— ¿Me quieres enseñar mi lugar? ¿Piensas que me vas a pegar igual como les pegan a sus mujeres?
El aire empezaba a echar chispas por la tensión que se respiraba. Ya se podía oír el ¡suuiiiiiis! de las espadas saliendo despacio de la vaina.
—¡Van a callarse todos!
El maestro S’torio avanzó decidido, a su paso de bastón, hasta colocarse justo frente a ambos grupos en querella. Sin el menor miedo golpeó el suelo con su bastón tres veces, y luego miró a ambos, tagashis y cazadores libres, con una mirada que quemaba.
—¿A esto he venido a la Feria De Todas Las Tribus? ¿A ver cómo un montón de estúpidos se matan por la lengua suelta de uno? —el joven delgado que había iniciado el conflicto miró hacia otro lado, avergonzadísimo. La joven alta y hermosa tragó saliva, ruborizada.
—De todas las cosas por las que se puede perder la vida, la burla es la más miserable de todas —continuó el maestro S’torio. Un silencio de hielo inundaba ahora el aire.
Un cazador libre se adelantó. Por su tamaño y su enorme barba rubia, parecía el mayor del grupo. Avanzó hacia el maestro y, con sencillez, inclinó la cabeza.
—Le pido disculpas, maestro S’torio —dijo.
—Discúlpenos —se inclinaron todos.
Un tagashi hubiera dado su espada por ver a un cazador libre inclinándose con humildad. Estos estaban tan sorprendidos, sin embargo, que no atinaban a gozar del espectáculo.
—¿Qué me dicen? —miró S’torio a los tagashi— ¿Qué dice el genko?
—Kirigil.. —susurró el genko, que en su lengua quería decir “discúlpenos”.
—Cada cual siga su camino, y no vuelvan a buscarse —ordenó S’torio—. Háganse a un lado y caminen.
—¿Por qué tenemos que apartarnos nosotros? ¡Qué se aparten ellos! —el genko recuperó la voz y la cara amarga de jefe.
—¡Apártate tú, enano con gorro, gritón de la Llanura! —bramó el mayor de los cazadores libres, tomando su druta con gesto amenazador.
—¡Caiga una luna del cielo, antes que cederle el paso a un gigantón rubio!
—¡Callado el par de tontos! —bramó a su vez el maestro S’torio—. Voy a ponerme aquí, justo al medio. ¿Ven? Así que ustedes van a hacerse a un lado de mí, y ustedes también. ¿Entendieron? ¡Pues empiecen a moverse!
Dando un rodeo al poste en que el maestro se había convertido, cazadores libres y tagashis siguieron su camino, cruzándose miradas de verdadera ferocidad. Era inevitable. Todos los pueblos de la Llanura lo sabían. Tagashis y cazadores libres no se detestaban, se odiaban.
Aliviado de que todo hubiera terminado, pero aún así desagradado, el maestro permaneció parado en el mismo lugar un largo rato. Yinoim se acercó muy preocupado al verlo tan inmóvil.
—¿Se siente bien, maestro?
—Estoy bien, hijo, bien, muy bien. Es sólo que estoy... irritado. La rabia que se suelta en las querellas, lastima hasta a las mejores almas.
—Que montón de imbéciles —gruñó Yinoim.
—¿Recuerdas lo que te dije, de lo felices que son algunos detestando a los otros? —S’torio recuperó su ánimo y el brillo en la mirada.
—¿Realmente son felices así? —Yinoim tenía cara de tratar de entender algo imposible.
—Es una forma de ser feliz muy retorcida, lo admito —continuó S’torio—. Como la felicidad de los que pasan enfermos, y disfrutan contándole a los demás lo mal que se sienten, y lo mucho que les duele cualquier cosa. Su odio les lastima, quisieran que desapareciera; pero si desaparece... ¿qué les queda? Una vida vacía. Y una vida vacía es lo más insoportable que existe. Por eso prefieren aferrarse a su odio, aunque les lastime.
—Podrían abandonar el odio, y llenar sus vidas con cosas buenas —objetó Yinoim.
—Podrían... ¡tú sí que dices cosas difíciles, muchacho! —S’torio se rió con muchísimas ganas, pero en el silencio de su corazón, muy adentro y muy despacio, susurró: “buen muchacho... buen discípulo”.

(continuará)

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MensajePublicado: Mie Abr 09, 2008 11:05 pm    Asunto: Responder citando

Oh, Gosh! Confieso que no he leido todo antes de comentar, pues tus escritos son larguisimos. Aunque, considerando lo que pienso de ESDLA, eso es casi un cumplido por si solo... y para completarlo te digo que si estuviera en papel ya habria leido todo y dos veces.

(Si mis comentarios no van con el segundo capitulo, sabras por que, no?)

Como lo veo, has cambiado un poco el personaje de Yenia, o en todo caso has puesto mas en claro algunas cosas al principio. Me gustan ambos, Yinoim y Yenia, muy bien logrados. Me pregunto como la vida podre lograr describir las cosas de ese modo. En serio, que habilidad.

Alguna vez escuche a un grupo de patinadores en hielo hablar de como se habian preparado por meses para la competicion, etc etc etc... y Plushenko, el que gano el primer lugar (y con diferencia) dice: 'ah, si, mi representante me aviso hace diez dias que habria una competencia y decidi meterme...' Dios mio, que diferencia de talentos entre todos ellos.

Asi que considerate advertido si empiezo a llamerte Evgeny Plushenko Riendo Riendo
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reyNiles
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MensajePublicado: Jue Abr 10, 2008 12:26 pm    Asunto: Responder citando

Querida FerMix:

Mmmh, estoy un tanto turbado con tanta alabanza, espero no ponerme vanidosillo...

No sé si Pushenko habrá dicho la verdad o estará presumiendo, pero te doy fe de mi parte que trabajar es esencial para lograr resultados. Esto te lo digo porque, si deseas ser escritora o escribir por diversión, ¡ánimo! eres aún jovencita y puedes desarrollarte mucho más de lo que imaginas. El oficio viene de practicar, y la madurez tiene su tiempo. Una vez, a un gran dibujante que admiro le preguntó un admirador cómo mejorar, y él le dijo: "dibujando, dibujando y dibujando". Sean artes o deportes, sea todo en la vida, no hay camino corto, todo es practicar con fe y sin temor a fracasar. Nunca te rindas.

Sobre el carácter de Yenia, asumo que estás pensando en el cuento anterior, sí, allá estaba bastante irritada. Tal vez sea Cillen quien la pone así. (aquí Cillen todavía no aparece, pero sus hermanitos "amablemente" se la recuerdan, y el efecto es bomba). Al conocer el entorno familiar de ambos, se van explicando algunas cosas, y otras nuevas aparecen. Que Yinoim sea tan hábil peleando, ¿tendrá que ver con ese maestro Wonthar? y si es así, ¿por qué Yinoim no quiere verlo de nuevo? ¿habrá algo que lo irrita del anciano maestro?

Así que Pushenko, jeje, bien, será como ordenes, Iphnenkha. Por mi parte me someteré. Espero verte pronto.

cariños

Rey Niles

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MensajePublicado: Lun Abr 14, 2008 10:47 am    Asunto: Responder citando

Hoy cambiamos de escenario por un breve instante, para espiar una ceremonia terrible que se celebra a mucha distancia de nuestros amigos. Por supuesto, todo tiene que ver, y sus consecuencias se verán muy pronto.

LEJOS, muy lejos, a más de catorce días de camino; más allá de las Montañas De La Desesperación, más allá del Bosque De Los Esqueletos... en el despiadado reino de Belvorum, esa noche era también una noche de fiesta. Desde hacía ya cien días, la Emperatriz-Sacerdotisa se encontraba en lo más profundo del santuario, en la torre central del palacio de la capital, en profundo éxtasis frente a la Llama Del Dolor. Su cuerpo inmóvil apenas respiraba; sus ojos, fijos en la llama, miraban otras regiones del universo, otros planos de existencia. Su boca susurraba de tanto en tanto, frases que sonaban con amargo y cruel placer: “la hora más temida de todas... la hora más temida de todas....”
A su espalda y en círculo a su alrededor, sus Magos Mayores flotaban en el aire, fijos en su lugar, también en éxtasis desde hacía ya cien días. La energía que desprendían estremecía las paredes de la torre, y hasta el más pequeño grano de polvo que flota en el aire, lloraba de angustia por tener que tocar esa energía maldita. Los Magos Menores, atentos a la menor necesidad de sus superiores, se turnaban para conducir la energía hacia el exterior, donde se proyectaba hacia todos los rincones de la ciudad.
Los guerreros, que no eran magos, se encontraban en un éxtasis muy diferente. Siguiendo la costumbre que también los guerreros de Yilgendar tenían, velaban; con una rodilla puesta en tierra, la espada clavada al frente sujeta con las dos manos, el escudo sobre la espalda para cubrirse del enemigo.
El patio interior albergaba a los guerreros de mayor rango. En el exterior, velaban los guerreros de menor rango. Alrededor de la torre velaban los oficiales, de acuerdo a su importancia. Bajo las cinco puertas velaban los Reyes Malignos: cada uno de ellos reinaba sobre más de cien mil guerreros, pero la Emperatriz-Sacerdotisa reinaba sobre todos ellos. Cuatro reyes malignos velaban bajo las cinco puertas. Sólo el Rey Sin Nombre se encontraba ausente.
Así, desde lo alto de la torre se veía un mar de escudos desafiando al sol y al cielo. La torre misma parecía una nube de energía siniestra, irradiando frialdad a todo rincón del reino. De cada ventana surgía un trueno aterrador. Eran los Magos Heraldos, que de pie en cada ventana, repetían las palabras de la Emperatriz-Sacerdotisa: “la hora más temida de todas.... la hora más temida de todas...”
Fuera del palacio, el pueblo, que no era ni mago ni guerrero, y por eso ni velaba ni estaba en éxtasis, rezaba sumiso y obediente, lo que les indicaban los magos menores que de pie en medio de la multitud arrodillada, repetían las palabras que surgían del palacio, de lo más profundo del santuario: “la hora más temida de todas... la hora más temida de todas....”
¡La Hora Más Temida De Todas! Repentinamente, la Llama Del Dolor comenzó a brillar con más fuerza que nunca. De su centro salieron chispas, chispas que se convirtieron en cometas de fuego frío que volaron alrededor del santuario, rebotando en las paredes, derribando las lámparas que colgaban del techo, volcando los cirios que rodeaban la Llama, y golpeando a los magos, que comenzaron a abrir los ojos luego de cien días de éxtasis. Los cometas de fuego frío los golpeaban sin ningún respeto. Algunos, los más débiles, debieron luchar para mantenerse flotando. Otros, con ojos semicerrados, contemplaban la Llama con profunda satisfacción. Por primera vez desde hacía cien días, el cuerpo de la Emperatriz-Sacerdotisa se movió. Se puso de pie, respiró profundo, y en su pecho sintió lo más parecido que conocía a la felicidad. Sonrió, con una sonrisa que aterraba más que el rugido de un dragón y que la risa de un demonio, y gritó a viva voz:
—¡La hora más temida de todas, está llegando! ¡Ya viene! ¡Ya viene en toda su gloria!¡Ya viene en toda su majestad! ¡Ya viene en todo su poder! ¡¡En todo su aterrador y majestuoso poder!!!

(continuará)

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MensajePublicado: Lun Abr 14, 2008 8:19 pm    Asunto: Responder citando

Debo opinar de los 2 caps. ke me han dejado tan atrapada.

El primero: Vaya ke Yinoim es genial...

con respecto a lo del realismo, me refiero por todo akello ke rodea a la historia, kreo ke si es ese ambiente familiar ke describes.

El segundo: por ké?!?!?!?! dejas tan bien marcado el suspenso ke...fu!!! como deseo ke sigas escribiendo.

Sabes lo ke opino sobre los laaaargos y exteeensos caps. pero kreo ke, al igual ke Fer, me recuerdan a ESDLA.

Cita:
Por primera vez desde hacía cien días, el cuerpo de la Emperatriz-Sacerdotisa se movió. Se puso de pie, respiró profundo, y en su pecho sintió lo más parecido que conocía a la felicidad. Sonrió, con una sonrisa que aterraba más que el rugido de un dragón y que la risa de un demonio, y gritó a viva voz:
—¡La hora más temida de todas, está llegando! ¡Ya viene! ¡Ya viene en toda su gloria!¡Ya viene en toda su majestad! ¡Ya viene en todo su poder! ¡¡En todo su aterrador y majestuoso poder!!!


Vaya ke eso si lo deja a uno sin respiración....eso de Emperatriz-Sacerdotisa me suena a la Historia Sin Fin...pero lo has hecho muuuuy bien.

Como siempre digo: Bravé!!! Aplausos Aplausos

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MensajePublicado: Mie Abr 16, 2008 6:15 pm    Asunto: Responder citando

Querida Alambil:

Antes que todo, gracias por tus comentarios. Siempre es un agrado leerte. Cada uno de tus comentarios amerita reflexiones.

Cita:
El primero: Vaya ke Yinoim es genial...


¡Vaya, vaya! Espero que no se me ponga vanidosillo el chico.

Cita:
El segundo: por ké?!?!?!?! dejas tan bien marcado el suspenso ke...fu!!! como deseo ke sigas escribiendo.


¿será que soy un escritor canalla? Nooo, es sólo que el suspenso es una de las armas más finas del arsenal de un autor, y a mí, pues, ¡me encanta!

Pero piensa que, a cambio, estoy posteando trozos más breves, para que sea más fácil leer, y si por casualidad ("casualidad" ja-ja, sí, parece que sí soy canalla) termina en un suspenso mortal... pues sorry, resistir hasta la próxima. Es la mejor política.

¿Así que la inminente llegada de... (no debo decir quién) te ha dejado sin respiración? Espera a ver cuando llegue... se van a enterar todos...

La Historia Sin Fin... ¿lo dices por la Emperatriz Niña? puede ser, aunque yo con honradez, la encuentro más parecida a Jadis y a las brujas de Disney, sobretodo la de la Bella Durmiente, porque esta señora es mala, mala, maaaaaaala.

Ah, y siéntete libre de destacar todos los parecidos a... que encuentres, que yo tendré el valor de no negar nada. A propósito del tema de los parecidos entre obras, di una opinión bastante extensa sobre lo que creo en otro topic de este foro, aquí no la voy a repetir, (es muy larga) pero sí voy a decir que, lo que aplico a otros escritores, lo aplico también a mí mismo. Ley pareja no duele (mucho).

Je-je, espero no haber dado lata con una respuesta tan larga, y tranquila, la historia sigue muy pronto.

cariños

Rey Niles

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MensajePublicado: Mie Abr 16, 2008 6:53 pm    Asunto: Responder citando

Bueno...ya sabes ke nunk me molesto por lo ke escribes, en cambio, me agrada lo ke haces: contestar las dudas o dar un comentario a cada uno de tus lectores...

Ahora ke lo pienso (y lo leo, mejor dicho) la chik se parece mucho a Jadis...

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MensajePublicado: Jue Abr 17, 2008 12:26 pm    Asunto: Responder citando

Querida Alambil:

Sí, XD, estas brujas malas parecen todas cortadas por la misma cruel y helada tijera.

A la mía, eso sí, le di un poco de amor en su vida para hacerla más humana (lo verás cuando aparezca)

Ah, y a continuación de este mensaje sigue la historia, que disfrutes la lectura.

cariños

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Última edición por reyNiles el Jue Abr 17, 2008 12:43 pm, editado 1 vez
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MensajePublicado: Jue Abr 17, 2008 12:31 pm    Asunto: Responder citando

Volvemos a la feria, a Yinoim, a Yenia y a... ¿la damita del castillo? bueno, ahora veamos...


(continuación)

La Feria De Todas Las Tribus estaba en su más alegre momento. Como había dicho el padre de Yenia, nobles del desaparecido Yilgendar, de los castillos más alejados de la Llanura de Ranthenier habían venido. Pero aún faltaba, para empezar la verdadera fiesta, la presencia del kord del castillo.
—Papá le pasó la espada al mayordomo —susurró Yenia.
—Lo cual significa —murmuró S’torio—, que el kord no tarda en venir.
La multitud se había reunido en torno a un altar que permanecía a oscuras. Repentinamente, unos pajes en capucha tradicional hicieron sonar unos cuernos largos, que ulularon largo y profundo atravesando la noche. Otros pajes fueron encendiendo antorchas. La multitud vitoreó: las estatuas de los Dioses De Yamherlauk comenzaron a iluminarse.
Nuevamente los pajes hicieron sonar los cuernos largos, y dos guerreros, pues sólo los guerreros podían tocarlos, entraron tocando tambores de bronce.
Nuevos aplausos llenaron el aire. Tras los tambores entraron veinte guerreros de a pie en dos ordenadas filas, y detrás, el Kord, Woodon, desfiló montado en un lujoso keztep, el noble y ligero animal de montura de los guerreros de Yilgendar.
Woodon era un KORD, es decir, un noble de mediana jerarquía, pero lo más noble que quedaba tras la catástrofe de Yilgendar. Por esto, alrededor de su castillo se había formado un pueblo de campesinos y artesanos, que con sinceridad trataban de continuar las tradiciones de Yilgendar. Woodon en persona, cuidaba las tradiciones con severidad, tanto más mientras más súbditos de Yilgendar comenzaban a vivir una nueva vida en la libertad de la Llanura. Era un hombre serio que rara vez reía, un guerrero de honor, fiel a la memoria de sus desaparecidos reyes. Saludaba a la multitud con gesto digno, mientras su mente lo agobiaba con el peso de sus responsabilidades.
—Ese hombre trata a todos con distancia —señaló Yinoim.
—En cambio mi papá te quiere mucho —dijo Yenia, mientras espiaba con cuello estirado la presencia de su rival. Debería aparecer en cualquier momento, junto a su madre, sentada en la litera donde era llevada la mujer noble más importante, de acuerdo a la tradición de Yilgendar.
La litera apareció, llevada por dieciséis guerreros, pero la esposa del kord iba sola, sentada en un pequeño trono. Contraria a su esposo, saludaba a la multitud con calidez, con su más agradable sonrisa.
—Pero donde se metió esa... esa... sinvergüenza —gruñó Yenia.
Cerraban la marcha los oficiales del castillo, cabalgando, y los pajes de a pie con sus capuchas tradicionales tapándoles los ojos. Pero la hija del kord no aparecía.
—A lo mejor está indispuesta —Yenia comenzó a sonreír.
Entonces apareció una jinete rompiendo filas, una joven de unos quince años, de pelo castaño y enormes ojos azules. Llevaba el traje pantalón de las doncellas nobles, con espada a un muslo y arco con flechas a su espalda. Manejó a su keztep con destreza hasta colocarse frente a un joven rubio que ocupaba todos sus pensamientos.
—¡Yinoim! —gritó sin importarle nadie— ¡Yinoim, mírame! ¡Ya sé cabalgar, aprendí desde el año pasado! —la joven sonreía con una alegría radiante. Bajo sus ojos brillantes tenía unas cuantas pecas que la hacían lucir aún más bella, pues para disgusto de Yenia, era muy hermosa.
—Se ve realmente magnífica, señorita Cillen —saludó el maestro S’torio.
—¡Lo-tahn S’torio, que honor que haya decidido venir! —saludó a su vez Cillen Woodon, con una sinceridad que superaba su educación.
—Cillen, estás bellísima —saludó a su turno Yinoim, que no sabía de una educación que ocultara la sinceridad. Cillen, que solía ser muy habladora, se quedó mirándolo en éxtasis, en silencio, con su sonrisa más seductora.
Un guerrero llegó cabalgando a interrumpir sus sentimientos.
—Mi joven señora, por favor —rogaba con una humildad extraña en un guerrero.
Cillen hizo con su mano un gesto de princesita mimada, acostumbrada a hacer exactamente lo que deseaba. El gesto decía “silencio”.
—Se lo ruego, mi joven señora... su padre, el kord...—suplicó el guerrero con un tono que parecía que iba a llorar.
Cillen tenía buenos sentimientos, a pesar de estar acostumbrada a ser obedecida. Comprendió el problema en que se encontraba el guerrero y sonrió compadecida.
—Mejor me voy, me escaparé para verte. ¡Espérame Yinoim! —salió al galope tras el guerrero que suspiró aliviado. Yenia suspiró también, pero mucho menos aliviada.

(continuará)

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MensajePublicado: Jue Abr 17, 2008 7:38 pm    Asunto: Responder citando

¿Habrá algo entre Cillen y Yinoim????? Amor

jeje muy buen cap. y espero ver lo "humano" muuuy pronto.

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