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EL RETORNO DE LA REINA DULCE (CAPÍTULOS 1 2 3)



 
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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Sep 07, 2007 5:47 pm    Asunto: EL RETORNO DE LA REINA DULCE (CAPÍTULOS 1 2 3) Responder citando

Hola, nuevos amigos narnianos.

Con este mensaje inicio mi primer fanfic, que como podrán imaginar, trata de uno de los grandes problemas del ciclo narniano: ¿qué pasó con Susan? Bien, aquí entrego mi modesta respuesta, que espero les guste. Pretendo postear a razón de dos capítulos (o uno si es muy largo) por semana, salvo fuerza mayor agregaré más capítulos cada viernes. así que sin más, los dejo con mi obra y todo mi cariño.

rey Niles.


El retorno de la reina dulce


capítulo 1: dos hombres en un bar

En un lugar de Londres vivía un artista joven y pobre. Se llamaba Niles, y dibujaba, (cuando podía) para algunos diarios de barrio que vendían muy pocos números. De vez en cuando alguna página de Internet solicitaba sus trabajos, pero la verdad, pues la verdad siempre debe decirse, era muy poco el trabajo que le encargaban y por tanto muy poco su dinero. Tenía en su contra dos cosas muy hermosas. Una, dibujaba en un estilo muy personal; y dos, era un artista honesto que no quería dejar atrás sus sueños. Muchos le aconsejaron que tratara de dibujar más parecido a los japoneses, pero Niles, que no tenía nada contra los japoneses, respondía que simplemente no podía dibujar de otra manera. No es que le faltara escuela, ni talento, los tenía y de sobra, pero era un artista honesto. Por eso no podía dibujar de otra manera.
Niles venía de que le cerraran la puerta de otra editorial de un portazo. La editora, una desagradable “mujer de negocios” que no hacía más que fumar y fumar hablando de marketing y cifras de mercado y otras palabras raras que dice la gente cuando no sabe nada y quiere impresionar, había visto su último trabajo sin leer nada, sólo viendo unos dibujos al azar, preguntando cosas impertinentes del tipo de “¿donde está el conflicto?”, “¿hay sexo subliminal?”, “¿hay violencia de consumo infantil?”, “¿hay espacio para el merchandising?”. Cuando Niles no supo que contestar al respecto, le devolvió su trabajo diciendo que le faltaba “nivel profesional”.
–No puedo publicar este trabajo. Inténtalo de nuevo y tal vez el próximo año haya espacio.
–¡Pero yo no puedo esperar hasta el próximo año! –Niles respondió muy nervioso–, ¡necesito pagar la renta este mes!
La editora quiso decir algo, pero no salió su voz. En sus treinta años de mujer de negocios se encontró por primera vez sin saber que decir, sin ninguna de las frases relamidas que se usan en los negocios para callar la conciencia. Porque pese a desear “suerte en todos tus proyectos”, a cuanto aspirante rechazan, las personas de negocios son como leones rugientes, siempre buscando a quien devorar. Cuando un gran supermercado devora pequeñas tiendas familiares, lo llaman “el costo del progreso” y tratan de dormir tranquilos deseándole “suerte en todos sus proyectos” a la pobre gente que dejan sin trabajo y sin porvenir. Tal vez por eso la gente de negocios toma tantas píldoras para dormir. Tal vez en sus noches de insomnio creen escuchar a lo lejos el rugido de un León muy distinto a aquel que anda buscando a quién devorar.
Niles caminó por el barrio con su carpeta bajo el brazo. En una esquina vio un basurero, y la tentación de arrojar su obra a la basura lo llenó de rabia y dolor. Entonces, algo así como un trueno a lo lejos le devolvió la cordura, y no la arrojó. Allí fue cuando descubrió que estaba cerca de un pub, donde en la entrada recibía a los visitantes el dibujo de un niño montado sobre un águila.
–¡Qué hay, Niles! –lo saludó un gordo mesero–, ¡años sin ver al amigo que pintó mi pájaro de buena suerte!
(Niles había pintado el dibujo que adornaba la puerta del pub).
–Pues estoy mal, mal, muy mal. Así que aprovecha de verme. Pronto no me verás más.
–¡Ah vamos! ¡No te lo tomes a pecho! Mira, otro más de la hermandad está más allá.
Lo que el gordo mesero llamaba la hermandad eran unos amigos que se juntaban a beber cerveza en sus días de juventud. Niles, el mesero, y otro cinco más bebían y cantaban en aquellos días hermosos, cuando se estudia, se celebra y se enamora, libres de la angustia de vivir pensando cómo pagarán las deudas cada mes. Aquellos hermosos días se habían ido, devorados por una bestia cruel llamada adultez. Unos, como el gordo mesero, habían encontrado un buen lugar donde aferrarse a sobrevivir, otros como Niles no sabían que traería el día de mañana.
Y otros, como el amigo de más allá, habían creído encontrar un lugar donde aferrarse a sobrevivir.
–¡Hakim! ¡Detective Hakim! ¡Mira quién nos vino a ver!
El hombre moreno impecablemente afeitado que tomaba su cerveza en soledad levantó los ojos al oírse nombrado, y al ver a Niles, por un instante levantó también el corazón.
–¡Niles, mi querido Niles!
Hakim era un hombre moreno de rasgos árabes inconfundibles. Tan inconfundibles que lo mismo podría haberse llamado Harry Pevensie y la gente igual diría al verlo: “Ah, un árabe”. Quienes se tomaron el trabajo de conocerlo, en cambio, sabían que Hakim era en muchos aspectos, más inglés que Harry Pevensie. En aquellos días felices de juventud, Niles y Hakim sellaron esa amistad que sobrevive a las más duras tormentas, incluyendo la adultez. Pronto Hakim supo lo que quería, o más bien lo que creía querer, pues tenía un padre demasiado preocupado de que eligiera una profesión “respetable”, además de que pareciera lo más inglés posible. En eso último poco podía hacer, en lo primero tuvo más éxito.
–Ya ves –dijo el mesero–, el artista vuelve a su lugar de origen, como los Beatles a Liverpool.
–Pero yo vuelvo derrotado, sin fama y sin dinero –Niles volvió a rezongar–, ¡ya sé! Me dirán que tenga paciencia, que los malos tiempos pasarán. Claro que pasan... para dejarle paso a otros peores. No se puede vivir de principios, estoy arruinado.
–Vamos Niles, tú tienes talento de sobra, son los tontos los que no quieren ver... –habló Hakim.
–Pero esos tontos tienen la industria en sus manos, y cuando dicen “no”, todos repiten a coro, “nooo”.
–Niles, tú sabes que a los Beatles... –intervino el mesero.
–...Los rechazaron veinte estudios antes de grabar. Me cuentas esa historia cada vez que me va mal –gruñó Niles con cansancio–. Mira, realmente no quiero renegar, es sólo que, ¡diablos! No es mi culpa ser quien soy. No es culpa de los niños que los japoneses con sus ojos gigantes acaparen todo y no dejen espacio a nada más. Ya ni siquiera los superhéroes son lo que eran antes, todos andan hoy neuróticos pegándose unos con otros en vez de pegarle a los malos.
–Tú tenías unos superhéroes magníficos –dijo Hakim–, como esa especie de superman inglés, Lord Lionheart. ¿No era genial? Y tus historias de mundos fantásticos, tus historias galácticas, tú tienes talento Niles, verdadero talento.
–Cuando ofrecí a Lord Lionheart me respondieron que Inglaterra no necesitaba superhéroes, que los dueños de superman se podían querellar. Y de mis historias de mundos fantásticos, dijeron que me faltaba “originalidad”.
–¿“Originalidad”? ¿Que no ven las basuras que salen en la tele? –saltó Hakim indignado–. ¡Niles! Tú eres original, hay que ser un mediocre para no verlo.
–Hay que ser un mediocre para estar en los medios –dijo entonces Niles–. Lo lamento Hakim. Ya no doy más. Tiro la toalla para siempre.
Entonces Hakim se hundió en su cerveza, sin contestar ni mirar. Niles se dio cuenta de que su humor estaba amargando a todos.
–Lo siento Hakim, soy un imbécil. Sólo digo yo, yo y mis problemas, y al final los amargo a todos.
–No Niles, tú no me amargas –dijo Hakim.
–¿Qué pasa Hakim?
–Ya no soy policía, Niles.

En ese mismo instante, muchos kilómetros lejos de allí, Helen Heaven tuvo que interrumpir su meditación por el ruido del teléfono. Helen era una joven new age que atendía un local de medicina natural lleno de plantas medicinales e instrumentos para la energía positiva. Tenía muchas amistades, por lo mismo había instruido a todos a no usar el teléfono excepto para verdaderas emergencias. Al contestar temió que lo peor hubiera pasado.
–¿Diga?
–Se trata de su amiga, Penny Sue. Es mejor que venga de inmediato.

–¿Cómo que ya no eres policía, Hakim? –Niles estaba pasmado.
–Entregué mi placa esta mañana –habló Hakim–. A eso de las diez, el jefe me citó en su despacho. Me habló mucho rato sobre los problemas que tenía el departamento y los recortes de presupuesto, me preguntó si pensaba tomar vacaciones (las tomé hace un mes), luego me dijo, tras darle vueltas y vueltas, que no quería verme en las calles.
–¿Cómo así?
–Me dijo muy seriamente: “Mira Hakim, eres un gran policía, de los mejores, pero los tiempos que corren son muy malos, no se puede comprometer la imagen del departamento”.
“¿Comprometerla? –dije entonces–, ¿acaso he hecho algo que la comprometa? ¿Me acusa de qué?”
“¡De nada, Hakim, de nada! –me respondió–. Hakim, eres honrado como pocos en esta época, y responsable, sí, pero el público está asustado por los recientes atentados, y tener a un policía, eh... a un policía... bueno, como decirlo...”
“¿A un policía de raza árabe? ¿A un policía con cara de terrorista? ¿Es eso lo que compromete al departamento?” –salté indignado.
Niles y el mesero saltaron igual de indignado.
–Hakim, tú eres más inglés que la mayoría que conozco –exclamó el mesero.
–Todo el que me conoce lo sabe. No hablo otra lengua más que el inglés. Mi familia es anglicana desde hace tres generaciones. Pero nada cuenta en un mundo donde la cara significa todo –respondió Hakim.
–No pueden echarte por tu raza. Eso es discriminación. Es delito. Puedes reclamar a la Defensoría Pública –dijo Niles.
–¿Crees que ese detalle se me va? –dijo Hakim con cansancio, como si nadie lo estuviera entendiendo–. Claro que no pueden. Por eso el jefe inició esa campaña “extralegal” de persuasión. Olí el olor a puerco apenas empezó a hablar. Se hizo el amable, jugó a estar de mi lado, se justificó echándole la culpa al “mundo injusto” y toda esa basura. Sé que si sigo empezarán a mandarme a los peores barrios; me encontraré cubriendo los turnos más malos, y cada vez que salga, algún “accidente” hará que se pierdan papeles de mi escritorio, que los informes no lleguen a tiempo, que mi café tenga sal en vez de azúcar... créanme, tienen muchas maneras de decirle a alguien que no lo quieren, y si fiscales entran al baile; ratones muertos en mis pantalones y excremento de perro en mis cajones. Prefiero evitarme todo eso e irme ya, de una vez.
–Al menos puedes reclamar una indemnización por despido –insistió el mesero.
–Siempre que no inicien una investigación por desacato, y como te digo, si fiscales entran al baile...
Niles estaba en silencio, como siempre que pesaba sus dificultades contra las de los otros. Desde hacía mucho atrás, Niles solía jugar a la balanza entre sus problemas y los ajenos, como si mientras los problemas de otros fueran más pesados, luchar siguiera teniendo sentido.
–No sé que decir, Hakim, lo siento tanto –dijo al fin.
–No necesitas decir nada –Hakim sonrió con amargura–, pero mientras tengas vida, amigo, ¡lucha! Lucha por tus sueños. Algún día te darán fruto.
Dijo esta última frase con un fuerte abrazo. Luego evitó mirar a Niles y al mesero. Era un hombre y no quería que lo vieran llorar. Murmurando un “luego te pago” abandonó el pub.
–Está destrozado –dijo el mesero, quien quizá era el más sabio de los tres.
–La desgracia nunca es hija única –respondió Niles.
–Mejor toma una cerveza fuerte, te dará calor –dijo el mesero, como ya dije, quizá el más sabio de los tres.
–No te la podré pagar en muchos años –Niles forzó un chiste desde el fondo de su amargura.
–¿Quién te está cobrando? Me pagaste todas las cervezas cuando pintaste al niño del águila en la puerta del pub. Bebe y cuelga la amargura en una percha, aunque sea un minuto.
–Aunque sea un minuto –concedió Niles.
–Recuerda un refrán muy sabio –dijo el mesero–, no hay invierno que dure cien años. Algún día el sol tendrá que salir.
–Eso dicen –sonrió Niles–, aunque cuentan las crónicas de un invierno que una vez, hace mucho, duró cien años.
–Mayor razón para beber –dijo el mesero–, ¡salud entonces! Por la gente buena y los buenos tiempos que vendrán.
–¡Salud! –exclamó Niles. La cerveza despareció en su garganta. Como el fondo de la jarra de cristal hacía el efecto de una lupa, Niles vio a través de ella hacia el lugar donde había estado Hakim, y lo que vio fue un bulto negro muy sospechoso.
–¡No puede ser! ¡Realmente, Hakim anda muy mal! Mira lo que se le olvidó en el mesón.
–No me digas que olvidó su billetera –dijo el tabernero.
–Billetera, ¡billetera! Mira no más el calibre de esa billetera.
–¡Ay Dios! –fue lo único que el tabernero pudo decir. No se suele decir mucho más cuando se encuentran de casualidad cosas tan peligrosas.
Hakim había olvidado su pistola en el mesón del bar.


capítulo 2: la pistola de Hakim

–¿Qué vamos a hacer? –preguntó el mesero–. No puedo quedarme con ella así no más y arriesgarme a que me agarren con un arma ajena.
–Yo creía que los policías que entregaban la placa entregaban también el arma –dijo Niles.
–¡Da igual! –gritó el mesero, que era un hombre muy sabio, pero las armas lo ponían muy nervioso–, el caso es que no la entregó y ahora la olvidó y la tenemos. ¿Qué vamos a hacer?
–bueno, bueno, tampoco es para ponerse loco. Se la iré a devolver. Sé donde vive.
–¡Niles! ¿Y si te sorprenden llevando un arma de la policía? –el mesero estaba muy preocupado.
–¡Cálmate! ¿No lo dijiste hace un rato? No hay invierno que dure cien años –rió Niles–. Tan mal me ha ido que no puede irme peor; de todas formas, es sólo cosa de guardarla bien, y para eso mis bolsillos vacíos tienen mucho espacio.
Antes que el mesero pudiera replicar, Niles había tomado la pistola para guardarla en sus bolsillos vacíos, pero antes de guardarla, hizo lo que más ponía nervioso al mesero: se puso a jugar con ella pasándola de mano a mano. ¡Nunca, nunca se debe jugar con una pistola de verdad! Pero Niles estaba tan mal aquel día, que no pensaba en lo fácil que es accidentarse tratando sin respeto a una pistola. Sólo cuando su amigo el mesero le rogó por favor que la guardara, recuperó el buen sentido. La pistola cayó como plomo hasta el fondo de su bolsillo vacío. Las armas de verdad son muy pesadas. El peso de su frío acero no tiene nada que ver con las armas de juguete que todos tocamos alguna vez cuando niños.
–Tranquilo, ya está guardada. Se la llevaré a Hakim y asunto terminado –dijo Niles.
–No vayas a hacer una tontería –fue lo último que dijo el mesero antes que Niles se abrochara el abrigo para salir del pub.
–Claro que no –respondió Niles. Con su carpeta bajo el brazo y la pistola pesándole con mucha incomodidad, salió del cálido lugar hacia el frío de la calle, sin dejar de pensar que extraña inteligencia mandaba tanta desgracia a la gente más buena. Niles no se miraba como un santo, se sabía lleno de debilidades humanas, pero al mirar el mundo y juzgar la gente que triunfaba no podía menos que renegar de aquella supuesta divinidad que alguna vez le enseñaron, esa que premiaba a los buenos y castigaba a los malos, levantaba a los humildes, derribando a los poderosos. Por donde ponía la mirada, la gente mala era poderosa y tomaba todas las decisiones, obligando a la gente buena a humillarse para sobrevivir. ¿Es que ser bueno es ser débil? –pensaba Niles– ¿Es que no hay nada en el mundo, más que la fuerza? ¿El que tiene la fuerza decide qué está bien? Todas esas cosas amargas cruzaban por la cabeza de Niles rumbo a casa de Hakim, que estaba bastante más lejos que su departamento. Pero entonces recordó que necesitaba otras cosas, que molestia, así que aunque no lo quería ni tenía ganas, iba a tener que pasar por su departamento –dando un largo rodeo–, antes de ir a casa de Hakim.
No tenía la menor gana de ver ese edificio mugriento, tan viejo y mugriento que era la mugre lo que le tenía aún de pie. Menos quería cruzarse con la arrendataria, vieja ridícula, así que corrió por la escalera oscura los tres pisos que lo separaban de su lugar. El pasillo estaba como siempre, oscuro, con luces rotas y el estuco cayéndose como piezas de rompecabezas. Sacó la llave del bolsillo, la metió, pero al girarla, no giró.
–¿Qué? –gritó sin saber qué pensar.
Volvió a girarla. Insistió. La metió y sacó varias veces. Luego pateó la puerta y la golpeó varias veces, como cuando las ideas se acaban y la rabia brota.
–La arrendataria cambió la chapa –tembló una pobre mujer detrás de Niles.
–¡No puede hacerlo! ¡Mis cosas están adentro!
–Le dijimos que no lo hiciera, pero amenazó con echarnos con la policía si le llevábamos la contraria.
Niles dio un golpe a la puerta capaz de quebrarla, los ojos le llameaban; pero al ver a la pobre mujer temblando, una de las pocas personas que era buena con él, se calmó.
–¿Que ha dicho la vieja antes de irse al cementerio?
–Nada. Que le debes muchos meses. Que lo que hay dentro no alcanza a pagar la deuda.
La rabia le volvió a brotar. Antes de hacer temblar más a la pobre mujer salió corriendo escaleras abajo, sin ver nada, sin gritar ni estar callado, dejando la nada detrás de sí.
La calle seguía igual, llena de gente caminando sin mirar, preocupados de sus propios problemas. Nadie tenía tiempo ni quería entrar en la vida ajena. Suspiró. Caminar era lo único que no le habían quitado.
“Pero para llegar a casa de Hakim –pensó–, debo cruzar por la línea del tren”.
Una lluvia fina, no de invierno sino de primavera, comenzó a caer. Niles no recordaba nunca haberse sentido tan infeliz. Bajo su brazo aún guardaba la carpeta apenas protegida de la lluvia. Todo a su alrededor lo irritaba y nada le daba esperanza. Según caminaba hacia la línea del tren la lluvia engrosó, cosa rara en esa estación del año, haciéndose cada vez más cerrada y más mojadora. Su carpeta, que era de cartulina, no podía evitar la humedad. Ante su espanto el agua le entró, arruinando un trabajo que le costó meses terminar. ¡¡¡NO!!! Gritó en silencio, ni la voz le salía de horror. Su obra, hecha ya un estropajo de papel mojado, estaba arruinada por completo. La arrojó como un cadáver.
“Esto es el colmo –volvió a gritar en silencio–, es lo último de todos los últimos del mundo”.
Llegó a la línea del tren. La lluvia empezó a bajar. “¡Si sólo hubieras llovido cinco minutos más tarde!” Le gritó a alguien, no sabía a quién, pero le gritó. La pierna derecha le dolió. Algo la hería.
“La pistola de Hakim” –recordó.
Entonces, ciego de rabia y desesperación, cansado de ver todo en su contra y nada a su favor, Niles concibió una idea. La idea terrible que los seres humanos conciben cuando toda esperanza se cierra. Sacó la pistola de su bolsillo y apuntó a su sien; sin miedo, ni vacilación, ni arrepentimiento.
Esperó el ruido de un trueno y la liberación, pero sólo oyó un “clic”. Furioso, jaló el gatillo varias veces, sólo volvió a oír “clic, clic, clic”.
–Sólo a mí me puede pasar de tener una pistola en el bolsillo cuando más quiero usarla, ¡y encontrarla VACÍA! –gritó, esta vez con su voz, apuntando los ojos al cielo–. ¡Escúchame, sé que me estás oyendo! –levantó el puño hacia el cielo–. ¡Puedes negarme todos mis sueños! ¡Puedes mandarme todas las desgracias que a tu maldito poder se le antojen! ¡Puedes decir que eres justo, o decir que puedes hacer lo que quieras, porque nadie te da órdenes! ¡Pero mi vida aún es mía, y puedo darle final si yo quiero, aunque tu magia me mande una pistola vacía! ¡Aún mi vida es mía, y puedo acabarla... si QUIERO!
A lo lejos, pero no muy lejos, sonó el ruido del tren. No había ninguna barrera ni protección entre la línea desnuda y el lugar donde se hallaba Niles. El tren venía veloz. Era recta la línea y ningún tren puede frenar con la suficiente rapidez. Sólo debía esperar. Esperar y saltar. Mirando al cielo con furia, oyó el ruido de la locomotora como un trueno acercándose al fin. “Un trueno por otro –sonrió Niles hacia el cielo con rabia–, un trueno por otro”.
Con la misma decisión que no le faltó para jalar el gatillo, saltó como un gato frente al paso del tren.

A muchos kilómetros de allí, Helen Heaven llegó al hospital. El doctor que la atendió habló palabras muy breves:
–Respondió bien al antídoto. Ahora duerme.
Helen la vio dormir desde la puerta del pasillo, sin poder entrar. Suspiró en silencio sin poder llorar.
“¡Mi pobre amiga! ¡Mi pobre Penny Sue!”.

Sintió algo como un trueno, luego un fogonazo de brillante luz, luego Niles se sintió succionado por algo semejante a un tornado que lo arrastraba hacia arriba, luego otra luz, luego la más completa oscuridad.
Como si estuviera en una habitación negra en mitad de la noche, Niles se levantó, intentando caminar con las manos al frente para tantear lo que hubiera en esa terrible oscuridad. ¿Donde estoy? –se preguntó–. Recordó el tren, y con creciente angustia, se preguntó a qué lugar del otro mundo había llegado. “Puesto que no hay una sola luz, y nadie sale a recibirme, será acaso el... el...?
Una luz brotó a lo lejos. Al verla, siguiendo su naturaleza esencial, hacia ella corrió. La luz no se movió ni hizo ningún intento de alejarse, lo cual lo animó. Pero al llegar hasta ella, chocó con violencia contra lo que parecía una pared de cristal purísimo, cristal es decir, por transparente, pues contrario al cristal era imposible de romper.
La luz permaneció blanca unos instantes. Después, una imagen brillante y pura apareció.
Como en los cuentos que leyó de niño, vio un bosque bellísimo surcado de flores, y un camino de árboles que terminaba en un palacio luminoso, donde se escuchaba a lo lejos el susurro del mar. El camino lo llevó hasta un jardín de prados verdes, con aromas deliciosos que decían que era plena primavera. Fuentes de agua pura cantaban dulces melodías, estatuas de faunos y dríades embellecían el jardín en armonía con flores de mil variedades. A lo lejos, se escuchaban flautas y laúdes saludando la llegada de un rey. El aire era limpio, el sol acogedor, ningún ruido rompía la paz de aquel jardín.
Nunca se sintió tan infeliz. Aquel paisaje de maravillas hizo brotar de Niles un suspiro tan negro como el humo de un motor. Entonces, sintiendo que su corazón se oprimía, escuchó las risas de dos niños corriendo alegremente a lo largo del jardín.
El niño y la niña parecían dos principitos, como aquellos de los cuentos de su lejana niñez. Niles los vio correr y saltar con tanta alegría que sin quererlo, una lágrima cayó. Los niños detuvieron su juego como si algo hubieran oído, luego miraron hacia la puerta del palacio, gritando en el colmo de la alegría: “¡mamá, mamá!”.
Y a su llamado apareció una reina de largos cabellos adornados con una tiara de esmeraldas, una mujer que hizo temblar el corazón de Niles. Al verla el amor lo inundó hasta hacerlo temblar, y caer, como adorando aquella hermosa visión. La mujer se agachó con ternura, y besó a los pequeños que la abrazaron sin dejar de decir: “¡mamá, mamá!”. Luego la mujer se levantó, y cada paso que daba era un dardo de amor directo al corazón de Niles. Nunca creyó que fuera posible amar así. Sólo verla borraba toda lágrima de su corazón, sólo verla lo hacía vibrar de felicidad. Un cuerno, en la lejanía, sonó diciendo “¡ha llegado el rey!”. Pero en lugar de correr hacia otra parte, los principitos y la hermosa mujer corrieron hacia donde se encontraba Niles. Los niños estiraban sus bracitos gritando con alegría “¡papá, papá!”. La mujer, la bellísima mujer, caminó hacia él, levantó sus brazos diciendo con la más dulce voz: “amado mío, ya estás aquí. ¡Amado mío!”.
Niles corrió hacia la mujer, pero el muro invisible le impidió avanzar. Ella seguía llamándolo con dulzura “amado mío”, pero Niles no podía tocarla, no podía hablarle, ella no le escuchaba. Niles comenzó a gritar, a arañar, a golpear, pero el muro invisible no se rompía. Al otro lado estaba toda su felicidad, pero ni con un dedo podía tocarla.
“¡Quiero estar con ella! ¡¡¡QUIERO ESTAR CON ELLA!!!” –gritó desde el fondo de su corazón. Cayó de rodillas contra el muro invisible, y entonces, como un dique que se hubiera quebrado, comenzó a llorar.
–Ahora sé donde estoy. En el infierno de Tántalo –aunque en los colegios ya no se enseña quién fue Tántalo, Niles se tomó la molestia de aprender muchas cosas por su cuenta–. Contemplando mi mayor felicidad, sabiendo que nunca podré tocarla, que nunca la tendré.
Y Niles lloró, lloró hasta que las lágrimas se le acabaron, y una especie de paz lo invadió. Luego sintió que ya no estaba solo, y más paz lo invadió.
–Amado, ¿por qué lloras? –preguntó una voz.
–Por mi estupidez, por mi cobardía, destruí lo que más amaba, y ahora lo veo sabiendo que nunca lo tendré.
–¿Tan malo era tu presente, que estabas dispuesto a matar tu porvenir? –volvió a preguntar la voz. Niles, sin palabras en su boca, asintió con suavidad. La voz sonrió entonces con amor.
–Seca tus lágrimas, Amado. Puedes dejar de llorar. La vida aún es tuya.
–¿Cómo? ¿Es posible?
–Abre tus ojos sin miedo. Deja que te de mi aliento. ¿Sientes que te vuelve el valor?
Y al abrir los ojos, sin creer a ellos vio la línea del tren desde el otro lado, y al tren perderse en la lejanía.
–¿Ves acaso algo tan espantoso como un cadáver triturado por un tren?
No sabía ya qué creer. Si estaba soñando o la muerte le jugaba otra broma cruel. Se tocó hasta golpearse de sorprendido que estaba.
–La muerte no es cruel. Es justa –dijo la voz a sus espaldas–. No se burla de aquellos que toman la última decisión, si realmente no hay nada más para ellos de este lado.
La voz había escuchado sus pensamientos. ¿Entonces, hay algo aquí para mí? Como la voz no respondiera, se volvió a mirar. No había pensado hasta ese momento, que le hablaba dándole la espalda a una voz desconocida, ni que eso pudiera ser una falta de respeto, sobre todo a una voz que acababa de sacarlo de la muerte. Así que se volvió a mirar.
–¡¡AAAAAH!! ¡Ahora que estoy muerto! –gritó Niles– ¡He estado hablando con un LEÓN!
–También una vez hace ya mucho tiempo, al buscar muerte donde había vida, dos mujeres tuvieron temor. Pero un ángel les respondió que no había nada que temer –respondió el León.
–Si no estoy muerto, me ha venido la locura –dijo Niles–, si creo estar hablando con un león que habla.
–Niles Saviorhill –continuó el León con un tono de suave reproche–, eres la clase de hombre que puede hablar con un león sin pensar que está loco, porque a diferencia de los hombres comunes, nunca dejaste de ser un niño. Los hombres que siguen siendo niños, pueden hablar con leones.
–Que yo sepa, las mujeres no soportan a los hombres que siguen siendo niños.
El León rió con dulce humor.
–Si con la palabra niño quieres decir un hombrecito caprichoso y mimado, razón tienen para enojarse –explicó el León–. Pero al decir que aún eres un niño, yo celebro en ti a un hombre que es capaz de creer.
–Oh sí, tanta fue mi fe que me arrojé al paso de un tren.
–Tu copa se llenó hasta el borde –siguió el León sin ofenderse–, pero no se colmó. Tu vida ha sido un invierno eterno por mucho tiempo, pero todo eso está llegando a su fin.
–¿Qué razón tuvo tanto rechazo?
–Si te diera una explicación, te ofendería, pues tu alma no ha buscado explicaciones, sino su propósito –contestó el León–. Así que para encontrar tu propósito, te doy esta tarea, si libremente y por tu voluntad la aceptas. Busca a tu amigo Hakim, y olvídate de la pistola, no se usan a donde vas, y de todas formas, el tren la aplastó. Es lo más noble que le puede pasar a una pistola. Cuando lo encuentres, pídele que saque su viejo auto verde, ese que tiene abandonado en el patio bajo el nogal. Tomen la carretera y viajen al sur. La puerta se abrirá cuando hayan hecho todo eso, y entonces todo habrá valido la pena.
–¿Cómo voy a convencer a Hakim de hacer todo eso? Es mi amigo y me quiere, pero tiene sus propios problemas.
–Cuando dije que todo habrá valido la pena, ¿lo dije acaso sólo para ti? Él también busca un propósito, como sus ancestros buscaban agua en el desierto. Cuando te encuentres con él, descubrirás sin querer un secreto que él guarda con mucha vergüenza, pero no uses el chantaje para convencerlo, porque eso deshonraría la jornada que están a punto de emprender. En vez de eso, comparte tu secreto con él, háblale de tu encuentro conmigo. Si le dices mi nombre, lo convencerás.
–¿Tu nombre? –dijo Niles–, entonces dímelo, ¿cómo le voy a decir un nombre que no me has dicho?
–Tu corazón lo sabe, te lo ha estado queriendo decir desde los días felices de tu niñez
–respondió el León–. ¡No temas! Es lo primero y lo más importante que te diré. Los hombres que son como niños no temen, porque saben que todo lo maravilloso es posible.
Cuando Niles quiso replicar, el León se había ido.
“Los hombres que son como niños saben que todo lo maravilloso es posible”–se repitió. Pese a todo, más bien gracias a todo lo que le había ocurrido, se sintió más lleno de vida que nunca, de repente quiso cantar, bailar y reírse como en los días felices de su niñez. Se puso a correr como corren los niños, sin ningún propósito más que disfrutar de correr, y en medio de su carrera, recordó al personaje que más amaba en su niñez, y jugó a serlo durante largo tiempo, sin parar de correr, ni de reír, ni de ser feliz.

(CONTINUARÁ) link al siguiente capítulo


Última edición por reyNiles el Vie Ago 08, 2008 8:03 pm, editado 3 veces
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rachel
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MensajePublicado: Sab Sep 08, 2007 8:04 am    Asunto: Responder citando

Ugh! Sólo alcancé a leer el primer capítulo, y ya me quedé sin tiempo Confundido

¿No sería mejor que publicaras un capítulo por vez? Lengua Para los lectores lerdos, digo Avergonzado

Con respecto al primer capítulo:

¡Me gustó mucho!!!!

Muy bien escrito, te va llevando, o mejor dicho, metiendo en la historia de a poquito, hasta que te encuentras en un pub inglés sin darte cuenta Muy Feliz

Lo que quiero decir es: enganchada con la historia y con los personajes.

Los que ya no somos "taaaaan" jóvenes (Guiño Riendo) entendemos a la perfección la angustia de Niles como de Hakim Confundido

Con respecto a los conceptos sobre lo que es la televisión y las historietas infantiles: totalmente de acuerdo.

Se hacen hermosos dibujos en el estilo del animé, eso si que no lo niego. Pero en cuanto a lo demás, muy cierto.

Con respecto a lo que dices:

Cita:
Hay que ser un mediocre para estar en los medios


Creo que esa frase es simplemente para encuadrarla...y me hace sospechar que vives en mi país Guiño
endiciones!

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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rachel
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MensajePublicado: Dom Sep 09, 2007 3:53 am    Asunto: Responder citando

Shoqueado Shoqueado Shoqueado

El segundo capítulo es impactante!!!!!

Como obra literaria, me parece buenísima! Aplausos Aplausos Aplausos

Muy bien logrados los personajes, muy bien descriptas sus luchas interiores, asi como muy bien narrados los sucesos que parecen empujarles a esas encrucijadas, esos momentos cruciales de decision.

Además de eso, hay conceptos que merecen ser analizados detenidamente, en particular el del suicidio.

_Está muy buena la pregunta:

Cita:
–¿Tan malo era tu presente, que estabas dispuesto a matar tu porvenir?


La verdad es que la respuesta del suicida ante esta pregunta (de cualquiera) suele ser "Sí"

_Creo que está muy bien narrada la sensación de angustia por querer alcanzar lo anehlado y no lograrlo...

Lástima que generalmente los sueños del ser humano tienen que ver mucho con seres queridos...ignorando que el Ser que puede llenar nuestra vida es justamente el que más nos quiere...

_Es cierto que la muerte es justa ( por lo menos desde mi punto de vista) no pretende llevarse a nadie que aún tiene mucho para dar en esta, a quien aún no le ha llegado la hora, según el tiempo que cada uno tiene...pero creo que aún así no siempre va contra nuestro libre albedrío...

Diría que seguramente Dios vió la necesidad de Niles de encontrarle, vio que en realidad no le daba la espalda a Él, sino a la imagen errada que tenía de ÉL, y por eso tuvo misericordia conforme es grande su misericordia ante nuestras estupideces... Facu's Mr Green

De todas formas, aconsejo no probar a ver qué pasa si nos quitamos la vida por mano propia Confundido

Creo que tu historia está no sólo muy bien escrita, no sólo muy interesante, sino con mucho contenido

Felicitaciones reyNiles!


Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Sep 10, 2007 3:06 pm    Asunto: Responder citando

Querida Rachel:

Perdon por la tardanza, no me conecto todos los dias... de todas formas estuvo bien, ya que pude leer tus dos mensajes de corrido.

Bien tu sugerencia de postear un capitulo por vez... aqui tenia necesidad de ponerlos juntos, ya que "pasan cosas tremendas" en el capitulo 2, que nos ponen en situacion...

Tu interpretacion es muy sabia, me alegro de que se haya notado que no es en ningun caso una "apologia del suicidido" sino todo lo contrario. En el siguiente capitulo su dialogo con Hakim lo dejara aun mas claro.

Quiza mi apuro se deba a que, si conozco bien a los fans narnianos, la mayoria (yo me incluyo) quieren que los personajes pasen pronto a Narnia sin tantos preliminares... aqui los preliminares me salieron un tanto largos, aunque los necesitaba para establecer el escenario (como dicen en el teatro)

Igual sigo con mi promesa de agregar capitulos los viernes.

rey Niles
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Bethan Maleza
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MensajePublicado: Lun Sep 10, 2007 6:31 pm    Asunto: Responder citando

Muy buena fic Niles.

Me gustó mucho tu forma de narrar, bien detallada y tomando el tiempo adecuado para cada situación.

Iba a resaltar también la frase del suicidio, que me encantó, pero después vi que Rach lo había hecho ya.

Bueno, tengo ganas de saber como sigue la historia, así que a esperar hasta el viernes Muy Feliz

Felicitaciones!

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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Sep 14, 2007 12:09 pm    Asunto: CAPÍTULO 3 Responder citando

Un saludo a todos.

Hoy seguimos la historia de Niles y Hakim con el tercer capítulo. Acercándonos más a la "tarea" que ambos deben efectuar. Sin más preliminares los dejo con la historia.


capítulo 3: Rumbo al sur

Ya llegando al barrio se calmó de correr bruscamente, recordando la edad que tenía y lo que se supone que un adulto no debe hacer. No quería alborotar a los verdaderos adultos, a esos que no les queda un pelo de niño en el cuerpo, así que se calmó haciendo un esfuerzo realmente grande. No le pasa a cualquiera vivir un día de primavera después de largos años de invierno, eso es algo que quieres gritárselo al mundo, pero Niles tuvo suficiente lucidez para darse cuenta que guardar su alegría hacia adentro no le iba a hacer perderla.
La casa de Hakim era como todas las del barrio, más que casa un cajón de tamaño gigante encerrado entre más cajones. Apenas tenía un umbral y algo así como pasto fingiendo ser un verdadero jardín. Una puerta fea con los números despegados, y poco más. Niles se arrimó a golpear, (no tenía timbre) pero nadie salió. Al ver las casas le asaltó un pensamiento: había estado varias veces allí, esas casas no tenían patio. ¿Donde iba a estar el viejo auto verde bajo el nogal? En esas casas feas no había espacio. Comenzó a dudar de las palabras del león.
“No temas” –pensó de pronto–, “lo maravilloso es posible. Maldición, tengo una nueva vida y al poco andar, empiezo a dudar de lo que viví –Niles era bastante bueno regañándose a sí mismo–. Sólo ver un poco de miseria, y ya está otra vez mi mente adulta trabajando a toda rueda. ¡No señor! Sé lo que vi y lo que oí, y sé lo que viene, al menos hasta la parte en que el gran León se desvaneció. ¿Dudas, Niles? Pues toma aire, siente que te vuelve el valor. Tal vez Hakim no escucha. ¿Será posible, que haya dejado la puerta sin llave?”.
Giró el pestillo de la puerta, y se abrió. ¡Estaba sin llave! ¡Ay Hakim! Pero recordando la promesa del gran León, pensó: “Si hay un futuro para mí y Hakim, entonces todo vale la pena”.
–¡Hakim! ¡Hakim, es importante! –gritó Niles entrando sin avisar al cuarto– ¡Hakim, es que... OH CIELOS!
–¡NILES! ¡Maldición, NOOO!
Ambos se quedaron parados mirándose como verdaderos estúpidos. Niles miraba a Hakim y no atinaba a moverse de lo impactado que estaba.
Hakim, por su parte, sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Estaba ardiendo de vergüenza. Niles acababa de ver su secreto más vergonzoso.
Pero no había nada de qué avergonzarse. Hakim no hacía nada malo. Al contrario, estaba haciendo algo muy hermoso y puro: se había puesto un disfraz de su héroe favorito, aquel que más amó cuando niño, y como un niño jugaba feliz por el cuarto, recordando esos días de felicidad.
–¡Maldición, Niles! ¡¿Tenías que entrar así, como ladrón, sin avisar?! –de la vergüenza Hakim pasó a la ira.
–No te quise pillar, de verdad, Hakim –se disculpó Niles–. Pero es que, pasaron cosas tan extraordinarias que era urgente encontrarte.
Hakim ensayó una especie de rugido desde el fondo del estómago.
–¿Tan extraordinarias como para entrar sin golpear? ¿Y si me estuviera matando?
–¡Hakim! No es gracioso hablar de matarse.
–De todas formas, tendré que hacerlo, apenas se sepa en qué facha me viste.
Niles se alzó muy enojado.
–¡Escucha bien! –alzó la voz–, en primer lugar, la puerta estaba sin pestillo y tú no contestabas, así que entré asumiendo que no había nada que no debiera ver. En segundo, no hay nada malo en permitirse jugar otra vez como un niño. Y tercero y más serio –y aquí la voz de Niles se transformó tanto que Hakim empezó sin querer a temblar–, matarse es la decisión más grave que un hombre pueda tomar. Si un futuro feliz te espera tras este triste presente, lo perderás para siempre. No siempre un León te dará una nueva oportunidad de vivir.
–Niles, me empiezas a asustar –Hakim lo miró con seriedad–, ¿de qué diantre estás hablando?
–De que al matarte verás muchas cosas que te estaban aguardando, sabiendo que nunca las tendrás.
–¿........?
–Al cruzar la línea del tren viniendo hacia acá, sentí que no había nada más para mí en este mundo, así que... me lancé al paso del tren –explicó Niles–. Y me encontré rodeado de la más completa oscuridad. Luego vi una luz, y la luz me mostró una gran felicidad, y lloré, lloré como nunca, sabiendo que la había perdido para siempre. Entonces él me rescató. ¿Sabes que es eso; ver la muerte y luego, tener otra vida?
–Lo que sé es que si no has tomado mucha cerveza, estás hablando como loco. ¿Cómo que te arrojaste a un tren y viviste? ¡Ni siquiera tienes un dedo quebrado! –Hakim estaba muy serio.
–Sé que es ilógico. ¡Maravillosa y extraordinariamente ilógico! Si lo comparto contigo es porque tú eres un hombre capaz de creer –dijo Niles–. ¡Hakim! ¡Ahora lo veo claro! Tú también, eres un hombre que no ha dejado de ser un niño. Él lo sabía. Por eso me mandó a buscarte.
–¿Él? ¿Quién es el señor Él? –preguntó Hakim cada vez más serio.
–Pues... él –dijo Niles–, quién me rescató, el León.
–¡Ahora sí la regaste! –gritó Hakim– ¡Cómo que te rescató un LEÓN! Por favor Niles, dime que esta es otra de tus historias, si no, voy a empezar a creer que de veras el tren ese te golpeó la cabeza.
–No Hakim, nunca tuve la cabeza más clara que ahora –Niles hablaba con calma–, ahora, es que entiendo todo. Hakim, te lo pido de favor, aunque no creas nada de lo que digo, busca tu viejo auto verde, ese que está bajo el nogal, necesito que me lleves al sur.
–Lo que voy a hacer es llevarte al hospital a que te vean la cabeza y que, que... que... ¡Alto! ¿Cómo sabes que tengo un auto viejo, y debajo de un... un...?
–Nogal –dijo Niles con firmeza–, y no se te olvide que es verde.
Hakim cayó sentado de pura impresión.
–Estoy empezando a creer que soy yo el que se pegó en la cabeza. ¿Leones? ¿Muerte y regreso? ¿Premonición? No me gusta nada, Niles. Parece cosa de brujería, y a mí no me gustan las cosas del otro mundo. Prefiero la realidad, por fea y chata que sea.
–¿Por amor a la realidad te disfrazaste de superhéroe? –sonrió Niles.
–¡Maldición Niles! Sólo quería colgar la amargura por un rato...
–Te insisto Hakim, no hiciste nada malo.
–...¡Y supongo que irás a contárselo a todo el mundo, si me niego a ayudarte!
Niles lo miró con profunda seriedad.
–No Hakim. No haré nada de eso.
–Supón que es la única forma de obligarme.
–Aun así, no lo haré. Él me dijo que no lo hiciera.
–¿Tu león te lo dijo? ¿Y no dijo nada el hombre de hojalata? –Hakim se burló.
–¡No seas ridículo, Hakim! Ese cuento nunca me gustó. Mi favorito era el otro... Aquel que dio su vida a cambio de un traidor...
–Lo recuerdo bien, siempre lo nombrabas –contestó Hakim suavizándose, muy desde adentro y muy a pesar suyo.
–...Y al dar su vida sin haber cometido traición... ¡la muerte RETROCEDIÓ! –Niles se levantó de pronto, como si una luz del cielo le hubiera tocado el corazón– ¡Pero claro! ¿Cómo pude ser tan imbécil? ¿Tan adultamente imbécil? ¡Claro que era él! ¡Era él! ¡Él me salvó!
–¿Él... quién? –preguntó Hakim comenzando a sentirse golpeado por la misma luz.
–¡ASLAN! –sin poder evitarlo, Niles comenzó a reír como reía en los días felices de su niñez–. ¡Aslan fue a quien vi! ¡Es él quien nos llama hacia el sur! Todo tiene sentido ahora. Hakim, sé que toda tu vida has buscado algo, algo que jamás has encontrado, y jamás has dejado de buscar, por mucho que has querido hacer callar tu corazón con palabrerías de adulto.
–Niles, todos buscamos algo sin jamás hallarlo, en este mundo triste –pero a pesar de decirlo, Hakim sintió que las piernas le empezaban a temblar–. Eso no es prueba de nada.
–¡Pruebas, pruebas! ¡Al diablo las pruebas, ya no eres policía! –dijo Niles con firmeza–. Además, ¿no te basta todo lo que te dije? ¿No te basta que Aslan haya nombrado el auto verde que guardas bajo el nogal?
–Es inquietante, pero igual, lanzarse así a la aventura, sin más que un par de visiones –dijo Hakim–, Niles, espera, no me mires como si fuera un tonto racional; quiero creer, te lo juro, si sólo hubiese algo más que tu palabra y tus aparentes aciertos.
Niles se sintió enojado por dentro. Hakim estaba reaccionando como cualquier hombre ordinario, como era lógico que reaccionara, pero Aslan le había prometido que al mencionar su nombre, lo convencería. “Dame una mano, Aslan –rogó en silencio–, hice todo lo que me dijiste, no me queda nada más”.
–No me queda nada más –dijo Niles–. No me queda nada en la carpeta, señor juez. Sobresea la causa por falta de mérito, y a nuestras vidas chatas y vulgares, sabiendo que le dimos la espalda a Aslan. Al menos tú. Yo tomaré el rumbo al sur de alguna forma. Siempre se puede llegar si se quiere.
Entonces se volvió para irse, con el amargo sabor del fracaso por delante.
–¡Niles! ¡Tu chaqueta! –exclamó Hakim.
–¿Qué chaqueta? Llevo el mismo abrigo con que me viste en el pub –dijo Niles ya cansado.
–Tu abrigo se fue. Ahora llevas puesta una chaqueta de cuero carísima –dijo Hakim medio asustado.
Niles se tocó. Tenía puesta, en efecto, una chaqueta de cuero. Y no negra, sino de un dorado semejante a la piel de un león. Sorprendido, no asustado como adulto sino alegre como niño, se la tocó con reverencia hasta llegar al cierre cerca del cuello.
–Niles, por Dios, no la abras. Temo a lo que veré allí debajo si te la abres –rogó Hakim.
–Hakim, los hombres que son como niños no temen, porque saben que lo maravilloso es posible. Yo no temo ver, porque no tengo miedo de creer.
Y al deslizar el cierre, vio debajo un polerón tipo beatle del color de la plata, y en el medio, un león rampante del color del rubí. Bajo el león rampante se veía un nombre escrito en letras de oro.
–¿Tienes valor para leer? –le preguntó Niles a Hakim.
–¿Qué falta hace? –Hakim cayó de rodillas–. Ya sé lo que dice.
Bajo el león del color del rubí, las letras de oro decían: ASLAN.

(CONTINUARÁ) link al siguiente capítulo


Última edición por reyNiles el Jue Ago 07, 2008 4:36 pm, editado 1 vez
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rachel
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MensajePublicado: Jue Sep 20, 2007 6:06 am    Asunto: Responder citando

Guau!!!!!!!!!!!

Qué buen capítulo!

Aplausos Aplausos Aplausos

Muy bien logrado el diálogo, la lógica de Hakim, que le llevaba a ser incrédulo (así gira este mundo) y el revolucionario de Niles, que era capaz de ser niño!

Anhelo ser cada vez más niña pequeña Guiño

Rey Niles:

Emh, una pregunta que nada que ver, pero que creo que ayuda a comprender mejor la historia y lo que deseas transmitir...¿Hay alguna razón para que el personaje tenga el mismo nombre del nick que usas en el foro?

Gracias!

Y muchas bendiciones, niñito rey Niles

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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reyNiles
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MensajePublicado: Jue Sep 20, 2007 12:24 pm    Asunto: ¿sobre el nombre? Responder citando

Querida Rachel:

Gracias por tus comentarios sobre la lucha entre la lógica y la experiencia divina.

Sobre tu pregunta, no hay ningún misterio. Uno que escribe termina en cierto modo identificándose con sus personajes propios, tomándoles un especial cariño. Comencé este fanfic en un momento duro de mi vida, cuando yo, como Niles, me sentía un artista fracasado con todo en su contra. Tenía una obra propia (mi país secreto, como diría el querido Lewis) y ninguna editorial me la quería publicar, y hubo incluso un cruce de palabras bastante violento con un editor que me dijo qué diablos pretendía escribiendo en español literatura inglesa.

Ahora esa oscuridad ha pasado... no soy una celebridad como Miss Rowling, pero al menos parece que me empiezan a conocer... supongo que, como diría Frodo, el destino de algunos es sembrar sin vivir para probar el fruto.

Por cierto, espero pronto tus comentarios. Cariños.

Rey Niles.
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MensajePublicado: Mie Jul 29, 2009 12:55 pm    Asunto: Responder citando

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MensajePublicado: Mie Jul 29, 2009 7:53 pm    Asunto: Responder citando

Hola..
honestamente solo pude leer una parte del capitulo 3.. y no una larga
pero quede completamente sorprendida... es fabulosa la manera
con la que te expresas.. ademas cuando escribes si que lo haces! xD me encanto.. volvere con mas tiempo para leer los tres capitulos completos.. porque la verdad esque no me puedo quedar con la intriga de que es lo que van a ir a buscar.. esta muy bueno el fic. Te felicito

Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos Aplausos


Saludos cordiales... Susan_thequeen
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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Ago 24, 2009 2:34 pm    Asunto: Responder citando

Querida Susan thequeen:

La verdad hace mucho tiempo que no entraba a este foro, así que perdón por no responder antes. No pensaba que mi fic iba a volver del olvido de la tercera página, así que tus comentarios me han sorprendido muy gratamente.

Estoy virtualmente retirado del foro, pero para tu tranquilidad, te diré que la historia está completa: sólo tienes que pinchar cada mensaje que dice link al siguiente capítulo y te hallarás allí.

la verdad, poco vengo por aquí porque ya me decepciona mucho, pero si aún tienes interés en mis escritos, tengo otra obra completa que ofrecerte, se encuentra en la barra de la taberna y se llama LA LLAMADA DE LOS DIOSES Ojalá que te guste.

con mucho afecto:

Rey Niles

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El retorno de la reina dulce
La Travesía Del Capitán Scott
La Llamada De Los Dioses

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