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Gracia



 
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Fe

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sam melara
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MensajePublicado: Lun Abr 16, 2007 3:48 pm    Asunto: Gracia Responder citando

Ultimamente el foro de fe ha estado un poco 'animado' con varias discusiones y creí que hacía falta un tópico que apagara los animos.

Abro este espacio para hablar acerca de un tema importantísimo para los Cristianos: LA GRACIA DE DIOS, es decir, el regalo que hemos recibido sin merecerlo, sólo por pura misericordia.

Escribo una reflexión de uno de mis autores favoritos, Max Lucado, acerca de la Gracia de Dios.

El don de la hora undécima


Nicodemo llegó en medio de la noche. El centurión llegó en pleno día. El leproso y la mujer enferma de flujo aparecieron en medio de las multitudes. Zaqueo apareció trepado en un árbol. Mateo le ofreció una fiesta.
Los educados. Los poderosos. Los rechazados. Los enfermos. Los solitarios. Los ricos. Los pobres. ¿Quién habría podido reunir jamás un grupo así? Todo lo que tenían en común eran sus baúles de esperanzas, vacíos, despojados tiempo atrás por charlatanes y explotadores. Aunque no tenían nada que ofrecer, lo pedían todo: un nuevo nacimiento, una segunda oportunidad, un nuevo comienzo, una conciencia limpia. Y, sin excepción, sus peticiones fueron concedidas.
Y ahora, un mendigo más viene con su petición. Sólo unos minutos antes de que ambos mueran, se presenta ante el Rey. Va a pedir migajas. Y él, como los demás, va recibir la hogaza de pan entera.
La colina de la Calavera, rocosa y erosionada por el viento. El ladrón, flaco y pálido.
Los goznes chillan a medida que la puerta de la muerte se va cerrando sobre su vida.
Su situación es lastimosa. Está dando el último paso hacia abajo por la escalera espiral del fracaso. En delito tras otro. Más y más abajo, fue descendiendo hasta tocar fondo: un travesaño de cruz y tres clavos.
No puede esconder su identidad. Su única vestidura es la vestidura de la desgracia. No hay palabras hermosas. No hay un expediente impresionante. No hay premios de escuela dominical. Sólo una historia desnuda de puros fracasos.
Y ve a Jesús.
Anteriormente se había burlado de Él. La primera vez que la multitud gritó a coro su crítica, él había hecho su parte. Pero ahora no se burla de Jesús. Lo está estudiando. Comienza a preguntarse quién podría ser este hombre.
Que extraño. No se opone a los clavos. Casi parece que los invitara.
Escucha las bromas y los insultos y ve que el hombre permanece en silencio. Ve la carne viva en las mejillas de Jesús, la corona de espinas que le raspa el cuero cabelludo, y escucha el ronco susurro: “Padre, perdónalos.”

¿Para qué querrán que se muera?

Lentamente, la curiosidad del ladrón aleja el dolor de su cuerpo. Por un momento olvida los clavos que se rozan contra los huesos de sus muñecas, y los calambres de sus pantorrillas.
Comienza a sentir en su corazón una calidez peculiar: empieza a interesarse; empieza a importarle este mártir pacífico.

No se ve ira en sus ojos, sólo lágrimas.

Mira el corrillo de los soldados que tiran dados en el polvo, echando a suertes una túnica andrajosa. Ve el letrero encima de la cabeza de Jesús. Está escrito con sarcasmo: Rey de los Judíos.

Se burlan de Él como Rey. Si estuviera loco, no le harían caso. Si no tuviera seguidores, lo descartarían. Si no fuera alguien a quien hay que temer, no lo matarían. Sólo se mata a un Rey si es que tiene un reino.
Será posible…


Sus labios rajados se abren para hablar.
Entonces, de repente, sus pensamientos explotan ante las acusaciones del criminal que está en la otra cruz. Él también ha estado estudiando a Jesús, pero estudiándolo a través del lente borroso del cinismo.

-Con que eres el Mesías, ¿eh? Demuéstralo salvándote a ti mismo, y a nosotros, de una vez.

Es un dilema inexplicable: cómo pueden escuchar las mimas palabras y ver al mismo Salvador, y una de ellas ver la esperanza, mientras que la otra no ve nada más que a sí misma.
Eso era todo lo que podía soportar el primer criminal. Tal vez el maleante que había tirado el dardo esperaba que el otro maleante entendiera la señal y tirara algunos dardos por su parte. Pero este no lo hizo. No se cantó el segundo verso. Lo que escuchó el criminal de lengua amarga fueron palabras de defensa.

¿Acaso no temes a Dios?

Sólo unos minutos antes esos mismos labios habían maldecido a Jesús. Ahora lo están defendiendo. Todas las cabezas que hay en la colina se levantan para mirar a éste que ha hablado a favor del Cristo. Todos los ángeles lloran y todos los demonios quedan atónitos.
¿Quién habría podido imaginarse que este ladrón pensara en alguien más que no fuera él mismo? Siempre había sido el matón, el rapaz y ratero. ¿Quién podría recordar la última vez que había venido en ayuda de alguien? Pero cuando los últimos granos de arena van deslizándose por su reloj, realiza el acto más noble que pueda realizar un humano. Habla a favor de Dios.
¿Dónde están aquellos de quienes esperaríamos que defendieran a Jesús?
Un Pedro, mucho más espiritual, lo ha abandonado.
Un Pilato, mucho más culto, se ha lavado las manos para deshacerse de él.
Una multitud de compatriotas, mucho más leal, ha exigido su muerte.
Un grupo de discípulos, mucho más fieles, se ha dispersado.
Cuando parece que todos el han vuelto la espalda, un maleante se coloca entre Jesús y sus acusadores, y habla a su favor.

“¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo.” 

Los soldados miran hacia arriba. Los sacerdotes dejan de charlar. María se enjuga las lágrimas y levanta su mirada. Nadie se había fijado siquiera en ese hombre, pero ahora todos lo miran.
Tal vez hasta Jesús lo mire. Tal vez se vuelve para ver a aquel que ha hablado cuando todos los demás habían permanecido en silencio. Tal vez se esfuerza por enfocar sus ojos en aquel que le ofreció el último gesto de amor que recibiría en su vida. Me pregunto si le habrá sonreído a esta oveja rezagada en medio del rebaño.
Porque eso, en efecto, es lo que está haciendo el criminal. Está llegando a tropezones hasta el lugar se su amparo, precisamente en el momento en que se cierra la puerta. En la afirmación del ladrón se esconden dos realidades que cualquier persona necesita reconocer a fin de acercarse a Jesucristo. Fijémonos en la frase.
“Nosotros estamos sufriendo con justa razón. Pero este hombre no hizo nada malo.”
Nosotros somos culpables y Él es inocente.
Nosotros estamos contaminados y Él es puro.
Nosotros estamos equivocados y Él tiene la razón.
Él no está en esa cruz por Sus pecados. Está allí por los nuestros.
Y una vez que el maleante entiende esto, su petición parece perfectamente natural. Cuando se asoma a los ojos de su última esperanza, hace la petición que todo cristiano ha hecho.
“Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.”
Ningún sermón prefabricado. Ninguna excusa. Simplemente un ruego desesperado pidiendo auxilio.
En ese momento Jesús realiza el milagro más grande de la cruz. Más grande que el terremoto. Más grande que el rasgarse el velo del templo. Más grande que la oscuridad. Más grande que los santos resucitados que aparecieron por las calles.
Realiza el milagro del perdón. Un criminal sumido en el pecado es recibido por un salvador ensangrentado.
“Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
¡Vaya! Apenas unos segundos antes, el ladrón era un mendigo que, con nerviosismo, introducía el sombrero por la puerta del castillo, preguntándose si al rey le sobrarían algunas migajas. De repente tiene en sus manos toda la despensa. Tal es la definición de la gracia.

 Mateo 27.44
 Lucas 23.39
 Lucas 23.40.41
 Lucas 23.42
 Lucas 23.43

_________________
Sam Melara: Peregrino Azul
Y de esa manera quiero andar por el mundo como una sorpresa maravillosa... Flotar tan ociosamente como un vilano de cardo y llegar de modo tan silencioso como la salida del Sol, sin que se me espere como no se espera el trueno, sin que se me recuerde como no se recuerda a la brisa que se disipa. No quiero que la gente me vea por adelantado como un bromista muy conocido. Quiero que mis dones, la muerte y la vida después de la muerte, lleguen vírgenes y violentos. Voy a ponerle una pistola en la cabeza al hombre moderno. Pero no la utilizaré para matarle... sólo para devolverle la vida.


El Hombre que fue Jueves
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rachel
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MensajePublicado: Lun Abr 16, 2007 9:49 pm    Asunto: Responder citando

¡Gracias Sam por este maravilloso texto!

¿Cómo no identificarse una vez más con ese pobre/rico mendigo de amor?

La gracia es un misterio tal vez difícil de entender o definir, pero tan ...(no encuentro la palabra) tan ... tan...llenador para el alma sedienta.

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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Las Cronicas de Narnia en Espanol
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“Si encuentro en mi deseos que nada en esta tierra puede satisfacer, la única explicación lógica es que fui hecho para otro mundo”. C.S.Lewis
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sam melara
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MensajePublicado: Mar May 08, 2007 3:46 pm    Asunto: Responder citando

El pez y la cascada



El viaje

Una vez, hace muchísimo tiempo, cuando no existía el tiempo y los ríos no tenían nombre, había un pez.
Nacido en las burbujas precipitadas de un torrente entre las montañas escarpadas, este pez manchado aprendió temprano la pasión del juego. En el agua se sentía como en casa. Nadaba a toda velocidad de un lado a otro, en la ensenada formada por un tronco caído. De cuando en cuando se atrevía a cruzar los rápidos lanzándose de roca en roca.
Cada mañana contemplaba cómo el sol descorría la sombría cortina de la noche. Era su invitación diaria a danzar en las aguas límpidas. Entonces, a medida que el sol subía un poco más, su tibieza lo adormecía y lo volvía más lento, dándole tiempo de quedarse mirando a través del agua hacia los altos árboles que ondulaban y los visitantes de gruesa pelambre cuyas lenguas bebían para luego desaparecer.
Pero si el día era su tiempo de jugar, la noche era su tiempo de pensar. Este joven pez, un trucha, no contento con saber tan poco, mantenía los ojos abiertos mientras otros peces cerraban los suyos. ¿Dónde se origina este torrente? ¿Hacia dónde va? ¿Por qué está aquí? ¿Por qué estoy yo aquí? Ponderaba las preguntas que otros no se planteaban jamás. Y escuchaba largamente en espera de respuestas.
Cierta noche escuchó el rugido.
La noche brillaba tanto que la luna se veía a sí misma en el río. El pez, despierto con sus reflexiones, reconoció por primera vez un ruido que siempre había oído.
Era un rugido. Retumbaba bajo el río. Hacía vibrar el agua. De pronto el pez comprendió por qué el agua siempre se movía.
¿Quién es el que hace este sonido? ¿Quién es el dador de este ruido? Tenía que averiguarlo.
Nadó toda la noche sin detenerse, alimentado por su necesidad de aprender. El rugido se iba haciendo más fuerte. Su sonido de trueno lo asustaba y lo atraía a la vez.
Nadó hasta que las estrellas palidecieron y los guijarros grises volvieron a adquirir sus colores. Cuando ya no pudo nadar más, la fatiga venció a la curiosidad y se detuvo. Se quedó dormido.



__________________________________



El encuentro

El sol ya calentaba el dorso de la trucha. Mientras dormía, el pez había soñado que estaba jugando otra vez. Se colocaba entre las rocas, retando al agua a que lo atrapara. Soñó que estaba en casa.
Y entonces despertó, recordando su peregrinaje.
Escuchó el rugido. Sonaba cercano. Abrió los ojos y allí estaba. Era una muralla de espuma blanca. Agua que hacía piruetas, luego caía, luego volaba, luego golpeaba.
No se parecía a nada que hubiera visto jamás.
Voy a escalarla y verla.
Nadó hasta el punto donde el agua chocaba contra el río. Intentó nadar hacia arriba. Iba a subir la cascada a pura fuerza bruta. Pero el embate del agua era demasiado fuerte. Impertérrito, nadó hasta que ya no pudo nadar más, y luego se quedó dormido.
Al siguiente día trató de brincar hasta la parte de arriba. Se sumergió, muy por debajo de la espuma que se revolvía. Nadó hondo. Nadó hasta donde el agua estaba quieta y oscura y el rugido quedaba en la lejanía. Y entonces se dio vuelta hacia arriba.
Sus aletas luchaban de un costado al otro, empujando e impulsando al pez hasta que se halló nadando más rápido de lo que nunca había nadado. Nadó derecho en busca de la superficie. Más alto, más alto, más rápido, más rápido. Pasó a gran velocidad a través de las aguas tranquilas, hasta la superficie. Rompió la parte superior del agua y se disparó hacia arriba en el aire. Se elevó tanto que estaba seguro de que se posaría en la superficie arriba de la cascada. Pero no fue así. Apenas había logrado subir un poco más arriba de la espuma. Y entonces cayó.
Voy a intentar de nuevo. Volvió a nadar hacia abajo. Empujó hacia arriba. Voló fuera del agua. Y volvió a precipitarse.
Trató otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Siempre intentando alcanzar la parte superior de la muralla. Siempre fracasando en su empresa.
Por fin cayó la noche, y la luna montó guardia sobre el joven pez fatigado.
Se despertó con renovada fuerza y con un nuevo plan. Encontró una poza segura hacia un lado de la catarata. A través de las aguas tranquilas, miró hacia arriba. Podía nadar contra ese suave hilo de agua que bajaba por las rocas. Complacido de su sabiduría, se puso en marcha. Tenazmente fue empujando su cuerpo para hacer algo para cual no estaba hecho.
Estuvo luchando durante todo un recorrido de sol por el cielo. Empujaba y empujaba: subiendo, cayendo; subiendo, cayendo; subiendo, cayendo. En cierto momento, cuando sus músculos clamaban pidiendo alivio, logró alcanzar una cornisa de roca desde donde podía mirar el agua que estaba abajo. Envanecido por su logro, se inclinó demasiado hacia fuera y cayó de cabeza en la poza tranquila desde donde había comenzado.
Agotado por su fracaso, se durmió.
Soñó con el rugido. Soñó con la gloria de abandonar el torrente de montaña y morar en la catarata. Pero cuando despertó todavía estaba abajo.
Al despertar, la luna todavía estaba alta en el cielo. Se desalentó al darse cuenta de que su sueño no era realidad. Se preguntó si valía la pena. Se preguntó si los que nunca procuraban saber serían más felices.
Pensó en regresar. La corriente lo llevaría a casa.
He vivido toda mi vida con el rugido sin oírlo nunca. Podría simplemente volver a dejar de oírlo.
Pero, ¿cómo hace uno para no oír el anhelo de su corazón? ¿Cómo hace uno para apartarse de lo que ha descubierto? ¿Cómo puede uno contentarse con la existencia una vez que ha vivido con un propósito?
El pez no quería otra cosa que subir a la cascada. Pero no tenía la idea de como hacerlo. No sabía qué hacer. Entonces le gritó a la cascada: “¿Por qué eres tan ruda? ¿Por qué eres tan resistente? ¿Por qué no quieres ayudarme? ¿No ves que no puedo hacerlo por mi cuenta? ¡Te necesito!”
Precisamente en ese momento el rugido de las aguas comenzó a ceder. La espuma perdió velocidad. El pez miró a su alrededor. ¡El agua se estaba aquietando!
Entonces volvió a sentir la corriente. Sintió el conocido empuje del agua que corría. Sólo que esta vez el impulso venía de atrás. El agua cobró impulso, primero lentamente, después más y más rápido hasta que el pez se dio cuenta de que estaba siendo transportado hacia la elevada muralla de piedra por encima de la cual había corrido el agua. La muralla estaba pelada y era enorme.
Por un instante temió chocar contra ella. Pero en el momento en que alcanzó las rocas, se formó detrás de el una ola. El pez fue levantado. Salió hacia arriba del agua, sobre la punta de una lengua que se elevaba. La ola lo elevó muro arriba.
Ahora el bosque estaba en silencio. Los animales estaban quietos, como si presenciaran la majestad. El viento cesó su agitación. La luna se inclinó levemente, esforzándose por no perderse el milagro.
La naturaleza entera se quedó mirando mientras el pez cabalgaba sobre la ola de la gracia. La naturaleza entera se regocijó cuando alcanzó la cima. Corrieron las estrellas a través del negro firmamento. Se inclinó la luna hacia atrás y se meció con dulce satisfacción. Danzaron los osos. Se abrazaron los pájaros. Silbó el viento. Y aplaudieron las hojas.
El pez estaba donde había anhelado estar. Estaba en presencia del rugido. Lo que él no podía hacer, lo había hecho el río. De inmediato supo que iba a pasar toda su vida disfrutando el misterio.
© Max Lucado, Six Hours one Friday

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Lily Pevensie
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MensajePublicado: Mie Jul 18, 2007 3:34 pm    Asunto: Responder citando

Hola!!!!!!!!!!!!!!

El perdón de Dios.... es el regalo más maravilloso que puede recibir un ser humano.

Para un ser humano es fácil cometer errores, caer, perder la gracia....

Y que terrible es darse cuenta de que hemos pecado, de que hemos desperdiciado el Amor de Dios, de que nos encontramos perdidos y que la luz dentro de nosotros se apagó. Estamos solos en la obscuridad.

Pero Él no nos dejo de amar en ningun momento, ni siquiera un segundo. Y se da cuenta de que estamos solos, tristes y perdidos. Pero entonces vuelve por nosotros. ¡Nos ama tanto que no podría soportar vernos sufriendo!

Para mí la gracia es cuando Él nos dice: "No te preocupes; por ese pecado yo pagué en la Cruz por ti".

Besos y que Dios los lleve en el hueco de Sus manos Amor

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Cristian_
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MensajePublicado: Lun Ago 20, 2007 9:27 pm    Asunto: Responder citando

max lucado ... tiene muy buenos libros.

al leer efesios se ve muy claro
8 porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
9 No por obras, para que nadie se gloríe

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Dalia
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Ubicación: Haciendo todo lo posible por conocer Narnia y a Aslan!!


MensajePublicado: Jue Ago 23, 2007 2:00 am    Asunto: Responder citando

Nuestro Padre nos quiere, simple y sencillamente porque somos sus hijos, somos su creacion!!!

Y si nosotros no lo merecemos, somos muy pecadores, pero Dios es tan misericordioso que nos perdona!!!!y nos da la fuerza para seguir adelante**

Dios es lo mejor de lo mejor!!!* Angel Bailando
D.L.B Angel
Dios Los Bendiga Angel Bailando

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Si todas las personas practicaran
el respeto a sus semejantes,
no se necesitarian leyes.*
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