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Alevosía que Antecede al Invierno Ominoso



 
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Autor Mensaje
Roberto P.
Invitado

   








MensajePublicado: Sab Feb 10, 2007 12:38 am    Asunto: Alevosía que Antecede al Invierno Ominoso Responder citando

Alevosía que Antecede al Invierno Ominoso


- Me es imposible explicar el deleite que me dominó una vez que el senado acogió la propuesta bélica. ¡Si tan sólo hubieses sido testigo de la ovación que me proporcionaron esos políticos! ¡Los titanios son unos verdaderos idiotas! Cisneblanco no podrá contener jamás el poder de las tropas imperiales –decía Jadis empleando un tono irrisorio. Con la punta de su dedo índice tocó una botella de vino blanco que tenía en frente y le enfrió para luego servir una cantidad apropiada en su cáliz.
- Debo recordarte que los lores sagitarianos también te han ofrecido su asistencia en la batalla. ¿Estás segura de poder retribuirles? Ellos son implacables y bajo ninguna circunstancia tolerarán una eventual traición –advirtió una mujer de cabellos morenos y que vestía un lujoso vestido. Ella y la Bruja se encontraban cenando a solas en el real comedor del Faro de Ridlión, fortificación localizada a seis millas al este de la isla desierta Félima.
- De todo ese asunto ya me he prevenido, reina. Le he dado a conocer al emperador Phibrizo el lugar en el que aquellos míseros taumaturgos se albergan. Mientras yo me encuentre siendo entronizada por los enanos negros en la Sala Dorada de Cair Paravel, ellos, allá en Titania, estarán siendo liquidados por El Emblema de Luz.
- ¿”El Emblema de Luz”? ¿Te refieres a esos magos blancos que preservan la paz en el lejano imperio?
- Dices bien.
- Supongo que yo sí tendré mi parte, ¿no es así? No sería grato tener que considerarte mi enemiga e invadir Narnia en el futuro –agregó suspicaz la soberana. A menos que tuviese una prueba patente de que su interlocutora cumpliría con lo establecido por ambas en el convenio pactado, Leonor no podía comportarse de manera flexible con ella.
- ¡Por supuesto que la tendrás! –exclamó la hechicera con un gesto hipócrita –. Los integrantes del senado están convencidos de que fuiste tú la principal gestora del descubrimiento del refugio de esos nigromantes. A modo de compensación, el emperador te brindará una porción importante de su soberanía. Muy pronto tus dominios se expandirán y ya no tendrás que temer ante irrupciones imprevistas de aborígenes. Occidente de Hostilidad pasará a convertirse en una potencia inclemente y tú seguirás siendo su reina a lo largo de muchos años más.
Con un dejo de arrogancia y recelo, y acomodándose muy delicadamente en su silla, la reina Leonor cogió sus cubiertos y se dispuso a rebanar un tallo de gerabba, una exquisita hortaliza que se daba en la provincia de Beruna y que entonces acompañaba un filete de vacuno precocido que sus criados habían dispuesto en su plato.
Mientras esta conversación tenía lugar, los soldados del emperador Phibrizo se alistaban para desembarcar en la costa del Mar Oriental. Muy pocas horas restaban para que se produjera la batalla entre los centauros del Gran Bosque de Narnia y los efectivos de la armada titania, y para que, al mismo tiempo, se llevara a cabo el asalto al castillo de Cair Paravel. Cisneblanco, quien entonces gobernaba sobre aquella tierra, aún aguardaba –pues para ella la fe constituía su principal valor moral en un período de adversidad y de discordancias –noticias por parte de Millian y Andret, los faunos de la cancillería que había enviado en su representación a Titania a fin de aclarar lo que para la mayoría era un auténtico malentendido con los miembros del senado imperial. Lamentablemente las influencias perniciosas de Jadis y Leonor impidieron que se pusiese término al ferviente deseo de guerra y todos los integrantes de la cámara, confiados del embuste, siguieron convencidos de que los narnianos preparaban una mortífera arremetida mágica a Calormen. Y en consideración a que Calormen era el país que proveía de maderos y rocas al mercado inmobiliario de Titania, es que se hacía imprescindible acabar a la brevedad con todos aquellos “elementos despreciables” que obstaculizaran su progreso.
Sí. Para nadie fue fácil asumir la transformación ideológica que se decía que estaba experimentando Narnia. Y es que aquel pacífico país era reconocido por sus convenios de paz y por la madurez política que a menudo promovía entre los hombres de poder de las regiones aledañas. Inclusive el soberano de Emanagissa (otro de los grandes imperios apartados) quiso declararle la guerra a Cisneblanco cuando se enteró de los presuntos y pérfidos planes que pretendían ser consumados por ella. Las fuentes confiables de Leonor, que a decir verdad se trataban de un grupo subversivo de animales hablantes, habían sido las encargadas de hacer estallar el horroroso conflicto y de expandirlo caprichosamente por cada uno de los continentes que conformaban aquel mundo. Con lo anterior, no mucho transcurrió para que la paz en esa nación libre pasara a formar parte de un estado pretérito al que sería imposible restituir. Sólo la ilusión de la venida de Aslan, divinidad narniana conocida también bajo el nombre de “Hijo del Emperador Más Allá de los Mares”, constituía un alivio al desasosiego que entonces padecían cientos de cándidas familias.
- ¿Cuestionas mis pretensiones para con Narnia? –inquirió la Bruja. Su calma, aunque evidente, no lograba ocultar la punzante y desdeñosa entonación con la que se dirigía a su compañera.
- Naturalmente. Lo que intento transmitirte es que todavía no consigo elucidar qué es lo que viste en ese insignificante reino que te maravilló tanto y que te llevó al extremo de solicitar mi ayuda para conquistarle. Tal vez, con un poco más de tiempo, juntas podríamos haber gestionado la caída de Phibrizo. Exacto. El poder del universo yacería en nuestras manos si ambas nos hubiéramos apoderado de Titania.
- La organización de ese imperio es mucho más complicada de lo que imaginas y la magia que sus magos defensores ostentan, por otra parte, es demasiado sofisticada para nosotras.
- Pero tú podrías haber invocado ese extraordinario conjuro que acabó con la vida de tu hermana y que te brindó la victoria en tu tierra natal –objetó la monarca algo ambigua.
- Te equivocas. “Deplorable” no tiene ningún efecto en esta dimensión. Y si lo tuviera, Leonor –contestó la hechicera concluyente –, créeme que habría sido imposible usarlo en contra de Titania. El imperio se encuentra protegido por una barrera de energía inextinguible.
- Con el tiempo aprenderás que toda “barrera”, como dices, es siempre vulnerable –refutó Leonor. Un segundo después, añadió –: Como sea. Si algún día cambias de opinión y decides…
- No lo haré –le interrumpió categórica –. El absolutismo es lo que verdaderamente me importa. Yo no gobernaría jamás bajo la presión de un organismo democrático que tuviera tanto poder como yo. Fui, soy y seguiré siendo una reina autócrata. Dime, ¿para qué otra cosa están los súbditos sino para hacer la voluntad de su regente? ¿Qué necesidad hay de respaldarse en otros cuerpos administrativos como lo es un senado? Un sistema de gobierno como lo es el titanio brinda demasiadas libertades a la población. Narnia es distinta. Allí, como la magia fluye por todas partes, me es más fácil absorberla, lo cual posibilita que subyugue rápidamente a las bestiezuelas que la pueblan; es, dentro de su esencia arcaica, lo más parecido a Charn (antes de su destrucción) que he conocido.
- Puede que tengas razón, Jadis –sugirió la soberana –. Si bien Narnia es un reino pequeño, no por eso carece de riquezas y ventajas. Se trata de una región inexplorada de la cual puedes sacar un gran provecho. Sólo deseo que allí alcances la felicidad que ansias. Bien dices que nuestro destino es superior, próspero y solitario, pero recuerda que el ser reina también involucra ser esclava perenne de deseos perturbadores y desmedidos, a veces, deseos conducentes a la demencia.
La Bruja, altanera, contestó:
- Un corazón frío es, por lo general, un corazón déspota y disciplinado. Cien años de avasallamiento e invierno permanente serán más que suficientes para encaminar a Narnia a la evolución que imagino. Una vez que logre el objetivo, podré poner en marcha un nuevo plan, el que entonces me permitirá apoderarme de las almas de todo ser viviente que habite esta dimensión y remover definitivamente esa asquerosa y difundida superstición que los mortales vulgares denominan “democracia”. Ninguna figura representativa de las religiones (ni siquiera el dios al que tú le rindes tributo, Leonor) podrá contener mi excepcional poder. Y en cuanto a los deseos perturbadores y desmedidos, ¿no piensas que en la locura siempre hay algo de razón esencial?
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Ale
Invitado

   








MensajePublicado: Mie Jul 25, 2007 1:06 am    Asunto: Responder citando

Buena impresion me deja este relato. Se nota que el autor tiene un buen dominio. ¿Es que asi de mala fueron esas dos villanas con la pobre reina Cisne Blanco?
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