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Historias de Ilyum: La Oración Del Samurái



 
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Wolve21
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MensajePublicado: Sab Ago 25, 2012 4:55 pm    Asunto: Historias de Ilyum: La Oración Del Samurái Responder citando

[Borrador] Esta terminado aunque no descarto agregarle otras cosas.

La Oración del Samurái

Me llamo Murak, vivo al pie de las Montañas del Taevas en la villa Draakon. La historia que les contare sucedió en mi juventud y la cual me cambio radicalmente.

A la edad de 13 años aquella mañana en la villa cayo una densa niebla, muy pocas veces ocurre, y desde mi casa percibí una sombra que se hacía más grande, de pronto se hizo más visible. Mientras caminaba me pude dar cuenta que era un hombre de altura media, atlético, vestía ropajes de animal de color negro y encima llevaba una armadura de color rojo que tenía un dragón incrustado en la pechera. En su mano llevaba enfundada una espada, muy diferente a las que portan los del Imperio Valgus, ya que era más curva.

Salí apresurado para intentar hablar con aquel hombre pero desapareció por el camino que da a las montañas. Los siguientes días me propuse conocerlo así que invite a muchos de mis amigos pero solamente tres decidieron acompañarme. Unos días después partí a las horas de la mañana con mis tres amigos. Caminar por las montañas era como entrar ir al mismo paraíso; boscoso, flores por doquier, frutas de un sabor mágico, pájaros cantando y demás animales en paz. Cuando nos aproximábamos a las rocas vimos una pequeña choza, ya vieja, y detrás de ella se encuentra una de las tantas cascadas que caen del Taevas. Nos acercamos y abrimos la corrediza con algo de miedo. Aquel hombre misterioso se encontraba sentado sobre la alfombra y su casco a un lado de él. El lugar tenia aroma a incienso, de repente abrió los ojos mientras tomaba algo y dimos un paso hacia atrás.
-No teman, no les hare daño-. Dijo el hombre.
-¿Cuál es el motivo de su visita?-. Continúo hablando el hombre.
-Queríamos pedirle un favor-. Dije con voz temblosa.
-¿Y cuál sería?-. Pregunto.
-Que nos entrenara. He visto el arma rara que tenía en una mano cuando pasó por la villa que queda más abajo y se dirigía hacia aquí-. Conteste.
-Mmm… son apenas unos niños-. Dijo el hombre.
-Pero nuestro corazón es el de un guerrero y queremos proteger nuestra villa de los vándalos-. Respondí mirándolo fijamente. Tal vez la convicción en mis palabras y la confianza en mí mirada le hicieron cambiar de parecer.
-Vaya creo que no te iras de aquí con un no como respuesta-. Dijo el hombre.
-Mañana traigan algo parecido a mi katana. Que sea resistente, tal vez un palo-. Termino de hablar.

Mis amigos y yo salimos de la choza y mientras nos dirigíamos a Draakon, en mi mente queda grabado el nombre de aquella arma, katana.
Al día siguiente llegamos a la choza del hombre cada uno con un pedazo de la escoba de nuestras madres; asunto que arreglaríamos después.
-Veo que volvieron-. Hablo el hombre.
Se levanto tomo su katana, salió de la choza y se dirigió hacia unos árboles que se encontraba al lado.
-Mi katana es mi compañera más allá de una extensión de mi cuerpo. Cuídala y ella te cuidara a ti, así mismo, como el trozo de palo que traen en sus manos.- Nos decía el hombre cuando desenvaino y en un solo movimiento corto uno de los arboles.
-Lo posible es solo un límite impuesto por los incrédulos. Cree en tu fuerza y alimenta tu conocimiento más allá de lo probable y nada te será imposible de realizar-. Continúo hablando. Tomamos nuestros pedazos de madera y comenzamos a golpear cada uno un árbol.
-Cuando logren derribarlos, seguiremos con el entrenamiento-. Dijo el hombre entretanto volvía adentro de la choza.

Ese fue el comienzo de nuestro aprendizaje. Paso un año y ahora los arboles solo eran polvo. Durante ese año cada uno forjo su propia katana con el herrero de la villa, bajo las enseñanzas de aquel guerrero. También aprendimos a agudizar nuestros sentidos, a equilibrar la fuerza con la velocidad, a resistir en ambientes inhóspitos, a orar por los que caigan, sea enemigo o amigo, y a que solo se debe usar la katana solo con el propósito de proteger.

Cierto día nos encontrábamos arrodillados despidiéndonos, mientras el hombre tomaba té. Luego escuchamos llegar caballos afuera de la choza y uno de aquellos hombres hablo.
-Se que estas aquí, samurái. Vengo en nombre del rey Ángelo, emperador de Valgus. Sal y entrégate o nos veremos obligados a utilizar la fuerza-. Se escucho afuera de la choza.
-Vayan por el escape de atrás. Regresen a la villa, protéjanla y cumplan con el propósito de su entrenamiento-. Dijo el ahora llamado samurái.

Nos levantamos y mientras esperaba que mis amigos pasaran por el corredizo, vi al samurái colocarse su casco y levantar su katana con las dos manos durante el cual recitaba una oración. Luego se levanto, desenfundo su katana y salió de la choza

Después de que volvimos a la villa, la niebla baño de nuevo a las montañas después de tanto tiempo, pero en esta ocasión ninguna sombra apareció a la entrada del Taevas.
Ahora junto con mis compañeros funde una escuela samurái. Y cuando el entrenamientos de los estudiantes acaba les enseño aquella oración.

“Señor bendice el filo de mi katana,
no permitas que su voluntad sea quebrada.
Bendice a las almas que se ha llevado y
no dejes que el honor de ellas
sea manchado por los que me acechan.
Concédeme la honra
de apagar la llama de su fuerza
y que en el fulgor de la batalla
mi luz sea la única que brille.
Que las Montañas del Taevas
se conviertan en testigo de sus muertes
y que sus voces se pierdan
entre el sonido de la cascada al caer.
Pero si hoy es el día en que pereceré
deja que ellos sucumban conmigo.
Que no solo el cordero caiga sino
también los lobos.
Amén.”
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