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.:Los Cuatro Descendientes:.


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andy pevensie
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MensajePublicado: Lun Mar 28, 2011 11:09 am    Asunto: Responder citando

con cada cap. me dejas con mas intriga continualo pronto =D

_________________
Mi fic:
Una nueva aventura en Narnia

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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2011 6:17 pm    Asunto: Responder citando

Hola (:
Ayer iba a subir los dos capítulos que ya había terminado... pero mi sistema se reinició y me borró TODOS mis documentos D:
Mis libros, mi música... ¡mis notas de la universidad! Todo se borró. Así que escribo hoy para que no vayan a pensar que me he olvidado de la historia.
Espero que me puedan esperar un poco más... publicaré los capítulos. Tal vez el día de mañana haya terminado Muy Feliz


Bendiciones Risa tonta

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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Si hay cosas buenas es porque Dios es La Bondad Absoluta. Si hay verdades es porque Dios es la Verdad Absoluta. Si hay belleza es porque Dios es la Belleza Absoluta.
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MensajePublicado: Vie Abr 08, 2011 10:57 pm    Asunto: Responder citando

Dejando el capítulo 19... el que más me ha gustado escribir, porque sé qué es lo que vendrá (:
Espero que les guste... y lamento publicarlo tan tarde, pero la universidad estuvo pesadita esta semana -.-


Cap.19: Jugando con la muerte.

- Extranjero – dijo un día el viejo Ranec -, ven aquí.

- ¿Ocurre algo malo, Ranec?

- Ven y dame una mano: Crizavec necesita ayuda.

- ¿Crizavec? ¿Qué ocurrió? – Crizavec era un niño de unos diez años, Attaroa lo había encerrado desde que era casi un bebé, ni siquiera podría recordar a su madre.

- Se cayó, o lo tiraron hace una semana (que es lo más probable), su pierna está rota.

- Iré a ver, pero no creo poder hacer algo.

Cuando llegaron encontraron al pequeño niño en el suelo, jugando un hueso seco. No parecía estar mal, pero al acercarse, Drake descubrió que su pierna estaba doblada en un ángulo antinatural: su pierna estaba rota.

- Crizavec… ¿qué sucedió?

- Yo… yo… me caí. Me resbalé mientras iba caminando hacia el Recinto.

- Pero ¿cómo?

- Fue culpa del barro – dijo otra voz, era Attaroa -. Ha estado lloviendo mucho.

- Pero, ¿qué hacía fuera del Recinto?

- Yo mandé por él. Necesitaba algunos arreglos.

Drake estaba indignado, sabía que Attaroa había ocasionado la herida del niño. Sabía que ella no soportaba a los niños, y estaba muy seguro que ella había lo había empujado o, peor aún, le había roto la pierna con sus propias manos. Attaroa era una mujer muy fuerte.

- ¿Qué necesitabas? – preguntó Drake, rechinando los dientes – Pudiste llamarme a mí, yo pude haberte ayudado.

- No quería molestare – contestó la mujer, riendo.

- Extranjero – Ranec se acercó al alto joven, tratando de clamarlo. Ya había recibido muchos castigos por su actitud -, vamos por Crizavec.

- Drake – dijo rápidamente Attaroa – ustedes no están autorizados a ayudar al niño. Quiero que MIS mujeres sean las que lo vean… No los hombres.

- Necesita ayuda – respondió el joven. Era su deber ayudar al niño, así le habían enseñado… así siempre lo había hecho. Y, entonces, recordó a Joy, tenía tiempo que no pensaba en ella; el dolor reinó sobre él por unos segundos, y pudo ver su dulce rostro sonriéndole y diciendo: “Sabes que tienes que hacerlo.” – No me importa lo que tengas planeado, el niño necesita ayuda ahora.

- Hazlo y te arrepentirás.

El joven no hizo caso, y fue con Ranec hacia donde el niño. Cuando trataron de moverlo gritó de una manera tan horrorosa que por un momento quisieron desistir.

- Tranquilo Crizavec, queremos ayudarte – decía Ranec.

- ¡No! ¡Me duele, me duele!

- Crizavec, si no te movemos tu pierna quedará mal de por vida.

- ¡Me duele! ¡No quiero!

- ¡Oh Aslan! Ranec, ¿acaso es mejor para él que tratemos de moverlo? Sufre demasiado, mejor sería dejarlo con las mujeres de Attaroa… ella…

- ¿Piensas que ella lo ayudará? Simplemente lo dejará para que muera.

- ¡Mi pierna! ¡Basta, basta!

- Puedo ayudarlos – dijo cuarta voz -. Llévenlo hacia la Casa de los Alimentos.

- ¿Epadoa? ¿Por qué quieres…?

- Sólo háganlo y ya – dijo la Cazadora y se fue hacia su hogar.

Cuando Attaroa se alejó, Drake y el viejo llevaron al niño a la Casa delos Alimentos, la cocina. Allí encontraron una infusión caliente y varias tablas, Epadoa salió de la oscuridad.

- Ponlo en el suelo – comenzó a dar órdenes.

- ¿Qué harás? – preguntó el hombre viejo.

- Crizavec – dijo Epadoa dulcemente, ignorando a Ranec – tendré que romperte la pierna, de nuevo. Pero primero te daré a tomar esto – dijo mientras le tendía la taza de madera -. Tómate todo, tiene un sabor fuerte, pero te dormirá y no sentirás gran dolor.

- Tengo miedo.

- Lo sé… bebe esto, por favor.

Y el niño así lo hizo. Después de casi diez minutos dormía profundamente.

- Drake, sujétale fuertemente… al igual que tú Ranec.
Después comenzó a tocar la pierna, sintiendo donde el hueso había soldado mal. Respiró profundo y movió sus manos a lo largo de toda la pierna, cuando encontró los puntos más débiles hizo un poco depresión. Luego, con un movimiento rápido, rompió la pierna del niño. Crizavec se agitó un poco, pero siguió durmiendo.

- Drake, acércame esa tablilla… toma la tela y has unas tiras largas.
Con un movimiento similar al anterior, encontró otro punto débil, y rompió nuevamente la pierna. Se secó el sudor de la frente y comenzó a acomodar la pierna rota de una manera más natural. Cuando le gustó el resultado tomó la tablilla que Drake le había pasado y la colocó a un lado de la pierna, luego tomó otra e hizo lo mismo, cuando terminó de acomodarlas, tomó varias tiras y enredó la pierna con ellas. Por fin la piernita del niño se veía tan natural, a pesar de la inflamación.
Epadoa suspiró y dijo: - Ya está, su pierna sanará de una forma adecuada. Tal vez tenga una leve cojera, pero es preferible a que quedara inválido de por vida.

- Gracias, Epadoa, por ayudarlo – dijo Drake.

- Me gustaría preguntarte ¿por qué lo hiciste?

- Mira viejo – dijo la mujer, con el mismo tono de siempre – yo hago lo que quiero. Los hombres son inferiores y no tienen derecho alguno de comprenderme.

- Pues has recibido la ayuda de dos hombres, y has ayudado a un niño, un varoncito. Si odias tanto a los hombres como Attaroa ¿por qué lo hiciste? – dijo Drake, sonriendo levemente.

La mujer pareció confundida por un momento, luego se sonrojó cuando Drake mencionó a Crizavec, pero pronto recobró el control, y con una mueca irónica respondió: - Me parece que es hora de que se vayan.

Esa noche Crizavec durmió en la Casa de los Alimentos, y Drake vio como Epadoa entraba silenciosamente con una manta en el brazo. El joven sonrió al darse cuenta que la fuerte mujer le había cobrado verdadero cariño al niño huérfano; era muy obvio que ella quería ser la responsable del bienestar del niño. Cuando vio cómo Attaroa le rompía la pierna a Crizavec, quiso ir contra la mujerona para arrancarle al niño de sus manos, pero sabía que Attaroa la mataría, y después haría lo mismo con el niño, prefería ver el terrible acto y después buscar una manera de ayudarlo a que ambos murieran. Así lo dijo a Ranec, pero el viejo no le hizo caso: estaba durmiendo.
Antes del amanecer unas manos fuertes lo sacaron del Recinto:

- ¡Levántate perro!

Drake se vio arrojado fuera por una mujer que resultó ser de Attaroa. Estaba furiosa.

- ¡Te dije algo! ¡Me desobedeciste!

- Pero… Crizavec… pero… - Drake jamás había estado más asustado por causa de la mujerona. Ahora se daba cuenta que ella era realmente peligrosa y sanguinaria. Sus ojos lanzaban chispas de fuego.

- ¡Habla bien, estúpido! ¡Dime tus razones!

- Ayudar al niño.

- ¿Acaso no te di una orden?

- Pues… sí, pero el bienestar del niño….

- ¡Me dejaste en ridículo! Epadoa me ha dicho que ustedes ayudaron al niño.
Cuando Drake miró a la Cazadora ésta se encontraba desconcertada, no sabía ni qué decir, el joven se dio cuenta que ella no estaba involucrada con lo que Attaroa decía. Sabía que Epadoa no diría nada, porque en realidad había sido ella quién ayudó al niño, Drake y Ranec sólo fueron de apoyo.

- Pero… - comenzó a decir el joven. Se detuvo, no quería involucrar a la Cazadora -. Attaroa, es sólo un niño. ¿Lo habrías dejado morir? ¿Lo habrías dejado quedarse con una deformación de por vida?

- Tú no me dices lo que tengo que hacer.

- Claro… tienes razón. Pero eso no puede impedir que…

- ¡Cállate! ¡Eres un estúpido! ¡Me cobraré caro tu atrevimiento!

Drake tuvo miedo. Había algo más en la mirada de la mujer; muy aparte de las chispas que echaban sus ojos, había en su mirada la oscuridad, el frío, la muerte.
Cuando Epadoa echó a Drake al Recinto le dijo algo:

- Te aseguro que yo no tengo nada que ver.

- Te creo.

Ranec se acercó al joven mientras la cazadora se alejaba.

- Extranjero, ¿estás bien? Desperté y no estabas.

- Attaroa quiso hablar conmigo… muy temprano.

- ¿Está todo bien?

Drake no respondió.

El joven temblaba, sudor frío recorría su cuerpo. Tenía miedo, el sueño no llegaba, no iba a poder dormir esa noche.

- ¡Oh Aslan! Tengo miedo de lo que esta mujer puede hacerme.
- Nada te puede hacer – susurró una Voz en el viento.

Drake descansó después de eso, y tuvo paz.
Antes del amanecer se escuchó un ruido: alguien estaba clavando madera en el suelo. Cuando las estrellas desaparecieron del firmamento, se escuchaban las voces de la Cazadoras que hacían preguntas: “¿Para qué los dos postes?” “¿Qué querrá hacer Attaroa?” “Es un castigo… ¿a quién?”
El joven despertó en medio de tales preguntas. Estaba tranquilo, no pensaba en nada más que en el sueño reparador, no había dormido tan bien desde que estaba en el Recinto. Pero pronto hubo una voz que le heló la sangre: Attaroa gritaba a una Cazadora:

- ¡Vamos animal! Saca a todos los hombres del Recinto, quiero que vean lo que Attaroa puede ser capaz.

Los hombres estaban despiertos y muchos de ellos estaban temblando. Había una gran sombra que se cernía sobre ellos: “¿Qué hará?” “¿Ha dicho ‘lo que Attaroa puede ser capaz?” Y pronto llegó, a los oídos de todos, una idea nueva: “¡Nos matará a todos!” “¡Se ha cansado de los hombres!”. Las Cazadoras llegaron donde los hombres, y los sacaron a empujones, menos a Drake que se quedó en el suelo mirando todo. Attaroa fue por él y lo sacó casi arrastrando. Drake trató de luchar, apartándose de la mujer y descargando golpes fuertes, cuyos efectos se manifestarían después. Sus esfuerzos por liberarse casi tuvieron éxito.

- ¡Ven perro! ¡Ven hacia mí!

Cuando llegó a fuera con el joven, llamó a cuatro mujeres y les dio la orden de atar a Drake en los dos postes. Las Cazadoras lo alzaron y lo colgaron con las manos con las manos sobre la cabeza del alto sostén que sobresalía del poste. Cuando colgó de los dos postes todas se alejaron de él. Drake sintió que se le ponía la carne de gallina y se estremeció, no sólo de frío.

- Perro – Attaroa tenía su mirada puesta en Drake -, paga tus errores -. Tomó una enorme lanza y la arrojó hacia el joven. Cayó justo del lado derecho, rozando su muslo; no es que Attaroa errara, sino que era como el gato jugando con el ratón… antes de matarlo. - ¿Tienes miedo?

Drake no respondió, trataba de recuperar el aliento: era consciente del sufrimiento que ella podría infligirle. Las Cazadoras se habían acercado para recoger la lanza, pero Attaroa se adelantó y tomó otra que ya tenía preparada. Attaroa le miró con los ojos entrecerrados, consciente de que él la temía, y eso era lo que más le complacía en aquella situación. Algunos suplicaban por la vida del extranjero, pero sabían que era en vano, cuando ella estaba decidida a matar nada podía pararla.
Echó hacia atrás el brazo y se preparó para arrojar la lanza. Él cerró los ojos y pensó en sus padres, en Narnia, en Aslan, pero sus últimos pensamientos estaban consagrados a Joy; se preguntó si viviría o habría muerto, si su cuerpo estaría bajo una manada de caballos, en el fondo del abismo. Con un dolor más agudo que el que podía infligirle una lanza, admitió que, si ella había muerto, la vida tampoco tenía sentido para él. Oyó un golpe seco como el de una lanza dando en el blanco, pero a cierta altura sobre su cabeza, no debajo ni a un lado, y no experimentó ningún dolor. De pronto, cayó sobre los talones y sintió los brazos libres. Se miró las manos y vio que el fuerte trozo de cuerda que le sostenía del saliente del poste estaba seccionado. Attaroa continuaba sosteniendo la lanza. La lanza que él había oído no venía de ella. Drake elevó los ojos hacia el extremo superior del poste y vio una flecha con plumas rojas… ¡Sabía quién tenía unas flechas así!
Se volvió hacia el lugar desde donde había llegado el arma. Justamente detrás de Attaroa observó movimientos. La vista se le enturbió y los ojos se le llenaron con lágrimas de alivio. Apenas podía creerlo.



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polly plumer
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MensajePublicado: Mie Abr 13, 2011 9:09 am    Asunto: Responder citando

ya me parecia, tardaban mucho en aparacer
esta muy bueno segui asi

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Tenía un carácter endemoniado. Pero era una mujer divina, señor, una mujer divina."
narnia,narnia,la tierra en donde todo puede suceder
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MensajePublicado: Sab Abr 16, 2011 11:20 pm    Asunto: Responder citando

Un pequeño paréntesis antes de pasar al capítulo: Es verdad que escribes mejor estando solo, sin que nadie esté leyendo cómo y qué escribes. Es muy incómod y se te van las ideas. Hoy me pasó, mientras escribía este capítulo, la hermana de un amigo se sentó junto a mí y (literalmente) tapó mi pantalla y dijo: "¿Te puedo ayudar a escribir?" No quería darle la contestación del rotundo "NO", porque era algo malo, pero la verdad es que no quería. Pase media ora en una simple oración porque no se me ocurría nada .__. cuando se fue, terminé todo rápidamente, porque las ideas fluían como un torrente.
Así que mi consejo es: si piensan escribir, que sea en una habitación aparte, lejos de todas las bienintencionadad personas que tratan de darte consejos sobre "mejor estaría esto" o "¿por qué no cambias esto por esto?" y "explícame de que trata", ya que esta última es taaaan atrayente para uno, que termina contándo toda la historia (apasionadamente porque es tu obra ^^) y se te quedan mirando y dicen un simple "aahh"... es algo muy frustrante para ti. O, por lo menos, lo fue para mí.



Cap. 20: El hombre de la barba negra.

Un golpe seco resonó en la habitación. Jesurún arrojaba todo aquello que se encontraba a su paso. Estaba cayendo en desesperación, no entendía el mensaje que había recibido del aquella Voz, y si lo entendía, no quería acatar lo que eso significaba. ¿Acaso ese “Salvador” requería algún sacrificio de Ogham? ¿Qué relación había entre aquellos dos países que se encontraban en extremos opuestos? ¿Cómo es que los extranjeros lograron comprender la esencia del mensaje tan rápido?
Cuando salió del Castillo al atardecer, cabalgó hacia la casa de Darvo para ver a los extranjeros; pero cuando llegó se encontró con que habían salido todos de allí. Preguntó a dónde habían ido, nadie supo darle respuesta alguna.
Se alejó de allí enojado y refunfuñando. Comenzó a sentir que los extranjeros y las estrellas estaban en su contra y que pronto se vería envuelto en una situación violenta. Tomó una decisión: su pueblo era lo más importante para él, y los extranjeros estaban poniendo todo en peligro, tenían que salir de Ogham.
No hay que pensar que el joven era malo, no. Jesurún era un rey muy bueno, tenía un carácter fuerte y era impulsivo, le preocupaba realmente el bienestar de su pueblo. Además, aprendió a no confiar en nadie que le ofreciera ayuda, ya que los magos del Wiccan habían llegado a Ogham de una manera “pacífica” en el exterior, pero después de varios años, cambiaron radicalmente y sacaron a todas las personas que vivían al oeste.


- ¿A dónde vamos? – preguntó Asram a las estrellas que iban delante de ellos.

- ¡Shh! No hablen – respondió Darvo.

Era casi media noche y Darvo y su esposa caminaban en medio de un bosque oscuro, acompañados por los extranjeros y el ave. Los pobres muchachos dormían en sus camas, cuando la luz de las estrellas los deslumbró, se levantaron pensando que eran atacados por algo, pero en lugar de eso los hicieron tomar sus armas y salir. Prácticamente los habían arrastrado con ellos y cada vez que alguien trataba de hablar lo callaban con un “¡Shh!” ya que no querían que alguien se enterara que viajaban de noche. Su comportamiento era extraño, y carecía de sentido; nunca habían actuado así, cada vez que los ancianos tenían una idea la compartían con los extranjeros, pero esta vez mantenían todo en secreto.


Jesurún cabalgaba buscando huellas, su intención era encontrar a los extranjeros y pedirles explicaciones para luego sacarlos de su país. El asunto con las estrellas era más delicado, prácticamente Darvo era su consejero; siempre acudía a él y, a pesar de la gran diferencia de edades, era un buen amigo. No sabía qué hacer con respecto a ellos, pero estaba claro que eran traicioneros. Le dolía tener que tomar esa decisión, no quería que su reinado se viera empañado con una traición por parte de sus más allegados amigos, tampoco quería que fuera conocido por haber sido engañado vilmente por unos jóvenes de casi veinte años. Se sentía tonto y humillado, por esas mismas razones era más peligroso de lo que nadie hubiera supuesto. Sólo un tonto se enfrentaría a un rey cuyo orgullo hubiere sido herido.
Con todos estos pensamientos continuó con su búsqueda, hasta que dio con un par de huellas enormes; estaba seguro que no eran de aquellos a quienes seguía.


- ¿Por qué tanto silencio? – susurró Jake a Armuna.

- ¡Shh! Nos pueden escuchar.

- ¿Quién?

- Silencio – habló Darvo, en un tono un poco más fuerte de lo que había pensado usar -, estoy seguro que no estamos solos.


Jesurún descubrió que no era el único que seguía a los extranjeros y a las estrellas. Alguien más estaba tras su búsqueda. Tenía que haberlo adivinado, los ancianos jamás abandonarían su casa de ese modo; ahora quería protegerlos y saber quién los estaba siguiendo. Sabía que estaban en peligro, era su deber. Aquellas huellas extrañas se adentraban cada vez más en el oscuro bosque, y el joven rey comenzó a tener frío. Ya era más de media noche.


- ¿Quién nos podría seguir en medio del bosque a media noche? – dijo Jake a Clive – Creo que los viejos están en sus ataques chochos.

- ¡Cállate! – contestó su amigo -. Tengo escalofríos…

- ¿Qué? ¿Tienes doce años? – y comenzó a reír.

Su amigo le miró de reojo y continúo caminando. Estaba cansado, sediento y su vista comenzaba a nublarse. También tenía la sensación de que realmente alguien los seguía, podía sentir una presencia pesada, oscura, fría, tenebrosa. Sabía que no estaban solos.


Jesurún se bajó de su caballo, y éste regresó a sus establos. No quería hacer el menor ruido, tanto porque los extranjeros podían descubrirlo, y porque quería saber quién más los estaba siguiendo. El silencio era su aliado, era su escudo y su mejor arma; si conseguía disimular su presencia, todos estarían seguros. Los sonidos de la noche resultaban reconfortantes en medio de tal soledad, el murmullo del viento era como un cántico en lengua desconocida y su tacto era refrescante a su piel. En un momento pensó que todos iban detrás de todos, caminando en círculo, pero desechó la idea; no tenía ningún sentido. Su mente comenzaba a divagar y una delgada neblina se posó en ella; no pensaba con mucha claridad y miraba todo como si fuera una simple ilusión. Comenzó a sentirse muy cansado, con ganas de dormir y estuvo a punto de sentarse en un tronco para descansar un poquito; pero no era un cansancio normal, era un cansancio pesado y algo turbulento. Las cosas se arremolinaban alrededor de sus pies y la cabeza le daba vueltas. Alguien estaba ocasionando todo esto, por medio de magia… una magia muy poderosa. Y una idea cruzó por su mente dormida ¡sabía quién tenía gran magia!


Jake prácticamente caminaba dormido, era guiado de vez en cuando por Clive cada que se alejaba del camino. Darvo y Armuna seguían caminando en silencio, su brillo se había apagado y, por esa razón, sus hermanas en los cielos se preocupaban, ya que tintineaban con mayor fuerza a cada paso que daban los viejos. Parecía que querían advertirles del peligro inminente, estaban nerviosas y se agrupaban en grandes cantidades, formando un halo de luz que caía sobre ellos alumbrando su camino y cada sombra que asechaba en la oscuridad latente.
Clive podía escuchar los latidos de su temeroso corazón, su respiración se hizo más rápida y su mente comenzó a jugarle bromas: miraba aquellos ojos rojos asechándolo, la respiración pesada y el olor a putrefacción, almizclero, fuerte y penetrante, olía a muerte y a magia. Cerró los ojos, respiraba cada vez más rápido, no quería ver quién o qué se acercaba a ellos. Continúo así varios metros, cuando escuchó una voz desconocida.


Jesurún miró hacia el cielo y observó que las estrellas se agrupaban en solo punto, algo malo estaba ocurriendo y ellas no querían perdérselo. Corrió hacia donde ellas indicaban. Algo en su interior le dijo que sacara su espada y se preparara para lo peor. Temblaba de pies a cabeza al recordar una situación semejante de no hace muchos días: cuando fue atacado por una bestia enorme y terrible, en su mente corrían las imágenes de él siendo arrojado hacia un árbol, sus huesos crujiendo tras el impacto y el dolor casi insoportable al pararse para luchar de nuevo contra la bestia. Se había roto varios huesos y ahora, no del todo recuperado, se hallaba en una situación similar.


- Hola – dijo la voz -, hacia tanto tiempo que deseaba verlos.

Era un hombre enorme de piel algo morena, corpulento, de ojos oscuros y barba negra. Su voz era fría y sonaba vacía, pero al mismo tiempo existían unos ecos extraños en él, poseía un acento un tanto peculiar y su sonrisa mostraba unos dientes grandes y algo chuecos, que te hacían recordar a un tiburón. Parecía algo divertido al verlos, pero también su forma de actuar era un tanto fingida, mostrándose intimidante. Bastaba sólo una mirada para dejarlos helados y paralizados; sus voz se parecía mucho a un trueno y los había hecho saltar al escucharla.
Todos estaban sorprendidos; unos porque no lo conocían, otros porque sí.

- Brugar – dijo Darvo, casi sin aliento - ¿Qué haces aquí? ¿No estás muy lejos de tus dominios?

- Perdí mi mascota, sólo vine a recuperar lo que es mío.

- ¿Así que tú creaste a la bestia?

- ¡Mi mayor logro!

- ¿Con qué propósito? ¿Con el propósito de matar a las personas, destruir sus pueblos… o simplemente para infundir miedo? Porque si es así lo has logrado de maravilla.

- Así que ha estado por aquí – dijo con una carcajada Brugar -. Me preguntaba en dónde se había estado metiendo. Hace años que no hace travesuras.

- Hablas como si fuera un simple animal domesticado – dijo Armuna, cuando se armó de valor.

- ¿Y no lo es? ¿Acaso se ha portado mal?

¿Qué sentían los extranjeros ante aquella presencia? Asram se mostraba de lo más expectante, estudiando cada palabra y cada movimiento del extraño; Jake sentía que aquel hombre podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera, comprendió que era un ser impredecible; pero ¿y qué de Clive? El joven pensaba que en cualquier momento podría desmayarse, y deseaba hacerlo, aquel extraño aterrador era el dueño, y creador, de la horrible bestia que persiguió a su espíritu en la primera visita a Ogham, la bestia que había estado a punto de matar al rey legítimo de aquel país extraño… una bestia tan oscura como su dueño y creador.

- ¿Qué te pasa muchacho? Estás muy pálido – dijo Brugar a Clive, tras un breve silencio. Clive iba a vomitar, y no respondió - ¡Responde! – tronó el hombre -, ¿Me tienes miedo? - y unas carcajadas diabólicas surgieron de lo más profundo de su oscuro ser.

- ¿Debería? – dijo Asram. El hombre se sobresaltó al escuchar hablar al ave, pero pronto se repuso.

- ¡Un fénix! La fuerza opuesta a lo que es mi bestia. Me vas a causar muchos problemas… - y silbó, largo, profundo y sonoro. A lo lejos se escuchó un aullido conocido.


¡Jesurún, corre! ¡Corre antes de que sea demasiado tarde! Comenzaba a sentirse enfermo y con miedo, hasta que escuchó un aullido cercano y el alma se le cayó a los pies. ¡Era la bestia! Sus amigos estaban perdidos. Estaban bajo la merced del hombre (si es que era un hombre) más sanguinario de Ogham y su bestia. Podían matarlos en cualquier momento, con una simple palabra o con una dentellada.
Las estrellas gritaban a su modo (producían un sonido musical y su brillo era de distinta intensidad); luego la más pequeña dio el aviso de que la bestia se acercaba… pero, como es lógico, sólo sus hermanas del cielo pudieron escucharla.
Y, entonces, apareció. Pasó rozando a Jesurún y, éste, vio con incredulidad cómo la bestia se acercaba a su dueño y señor, que estaba de pie frente a cuatro personas conocidas: había llegado casi a tiempo.



Espero que les guste... gracias por leerme.

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MensajePublicado: Jue Abr 28, 2011 6:34 pm    Asunto: Responder citando

Presentando un nuevo capítulo... tarde como siempre, pero escribir se me ha estado dificultando un poco por falta de tiempo, aunque hoy preferí dejar la tarea y continuar con este capítulo.
Si bien puede que esté por llegar el fin de un villano, apenas se conoce al más poderoso (:



Cap. 21: La visita.

Attaroa se volvió bruscamente para ver quién había lanzado aquella flecha y se encontró con una mujer hermosa de cabellos negros y ojos azulísimos, seguida de un gran felino.
Las lágrimas rodaban por las mejillas de Drake. ¿Podía ser realmente ella? ¿En verdad estaba viva? Parpadeó varias veces para aclarar la visión. Cuando elevó la mirada, vio un caballo con una mujer sobre el lomo, y detrás una enorme pantera negra.

– ¡Joy! –exclamó–. ¡Estás viva!

Un escalofrío de miedo recorrió el cuero cabelludo de Attaroa, una sensación de que los cabellos se le erizaban; pero el frío terror que experimentó en ese momento tenía poco que ver con el enorme felino que estaba presente. La aparición que ahora veía no era una mujer; de eso estaba segura, era un espíritu, un fantasma que había venido a cobrar todo el mal que ella había causado. La enorme jefa no era la única que experimentaba el miedo, todas las mujeres que estaban presentes y los pocos hombres que lograron ver cómo la joven arrojó la flecha, eran presas de un pánico creciente: ¡el espíritu de una mujer estaba en el campamento! Sabían que había venido a castigarlos por sus actos, pues, alentados o forzados por Attaroa, más de uno había cometido terribles brutalidades o permitido y fomentado que se cometieran; por todo eso, en el silencio de la noche, sentían profunda vergüenza o temían el castigo.
También Drake pensó que Joy había llegado del otro mundo para salvarle; estaba convencido de que si así ella lo deseaba lo iba a lograr. La miró mientras ella se acercaba sin prisa y estudió atenta y afectuosamente cada detalle, deseando colmar su visión con una imagen que creyó que jamás volvería a ver: la mujer amada cabalgando seguida por la pantera que tan bien conocida.
Cabalgando con desenvuelta elegancia, Joy parecía extrañamente segura y confiada, pero Drake adivinó que estaba tensa y lista para cualquier situación. Con arco y flecha en la mano, preparada para cualquier movimiento súbito de la mujer, avanzó hacia la jefa. A medida que se aproximaba, Joy había observado la cara de Attaroa, que reflejaba las reacciones íntimas de la mujer, la aprensión, el temor y la desesperación de ese momento; pero cuando la mujer a caballo se acercó más, extrañas y perturbadoras sombras enturbiaron la mente de Attaroa. La jefa entre cerró los ojos para observar a la mujer bella y después sonrió lentamente, una sonrisa de retorcida y calculadora malicia.
La mirada colérica de Joy se concentró en la jefa de elevada estatura, aunque se cuidó de mantener vigilado a todo el grupo, incluidas las asombradas Cazadoras; y fue una suerte que procediera así. Cuando el caballo estaba a pocos metros de Attaroa, Joy percibió con el rabillo del ojo un movimiento a su costado. Con movimientos tan veloces que era difícil seguirlos, una flecha pasó al arco, Joy varió levemente su posición y disparó. Entonces un agudo grito surgió de una de las cazadoras de Attaroa, mientras se agarraba el brazo y su lanza caía al suelo frío; aquella flecha podría haberle hecho mucho más daño que la herida superficial que ahora sangraba, Joy no había disparado para matar.

- ¡Attaroa, detén a tus cazadoras! – exigió Joy. Drake se quedó sorprendido al escuchar el nombre de la corpulenta jefa de la boca de la joven. No la había conocido hasta ahora ¿verdad?

También a la jefa le sorprendió oír a una total desconocida llamarla por su nombre, pero le sorprendió más la voz de la joven: que era como el acento de otra lengua y al mismo tiempo no lo era. Esa voz evocó en Attaroa sentimientos que casi había olvidado; el recuerdo sepultado de un conjunto de emociones, entre ellas el miedo, que le provocaron una inquietante desazón. Todo eso reforzó su convicción íntima de que la figura que se aproximaba no era simplemente una mujer que montaba un caballo.
Habían pasado muchos años desde que experimentó esos sentimientos. A Attaroa nunca le habían gustado las condiciones que inicialmente los originaron y le agradaba menos todavía que ahora se los recordasen. Todo eso le provocaba nerviosismo, inquietud y cólera. Deseaba rechazar el recuerdo. Tenía que desembarazarse de todo aquello, destruirlo completamente, de modo que jamás regresara. Pero, ¿cómo? Miró a Joy, montada en el caballo, y en ese instante llegó a la conclusión de que todo era culpa de la mujer de cabellos negros. Era ella quien le había hecho evocarlo todo, el recuerdo, los sentimientos. Si la mujer desaparecía – si se la destruía – todo se disiparía y todo volvería a andar bien otra vez. Con su rápida aunque distorsionada inteligencia, Attaroa comenzó a planear el modo de destruir a la mujer. En su rostro se dibujó una sonrisa astuta y sinuosa.

- Bien, parece que el extranjero tendrá otra oportunidad – dijo la jefa, tratando de contener toda su ira -. Haz llegado justo a tiempo mujer, ten por seguro que este hombre habría muerto de no haber sido por tu flecha.

- ¿Por qué tendría que haber muerto? – preguntó Joy, sin soltar su arco.

- Porque ha desobedecido… me ha desobedecido a mí, la Gran Jefa.

Antes de que Joy hubiera podido pronunciar la frese: “¿En qué?” se escuchó la voz de un hombre viejo: “¡Ayudó a un niño!”. La enorme mujer miró hacia el recinto de los hombres, tratando de ver a quien había pronunciado eso, pero las rendijas no mostraban nada.

- La muerte de un hombre como castigo de haber desobedecido una orden es algo lógico… pero…

- Por eso hemos establecido el castigo, - explicó fluidamente Attaroa, aunque la cólera que ella pretendía controlar era evidente tanto para Drake como para Joy -. Previene que otros hagan lo mismo.

- Pero ¿matar como castigo porque ayudó a un niño?

- Todos los pueblos tienen costumbres y tradiciones que son importantes, y si se las infringe, algunos imponen el castigo de la muerte – dijo Attaroa.

- Pero ¿por qué vuestra costumbre exige un castigo de muerte si alguien necesita ayuda? Attaroa, eres... descortés y poco hospitalaria.

¡Descortés y poco hospitalaria! Drake trató de evitar una risa burlona. ¡Más bien era criminal e inhumana! Había estado observando y escuchando asombrado, y sonrió apreciativamente cuando oyó la declaración tan moderada de Joy. Recordó la época en que ella era una niña y ni siquiera podía comprender una broma, y mucho menos proferir insultos sutiles.
Attaroa estaba visiblemente irritada; era todo lo que podía hacer para contenerse. Había sentido la punzada de la crítica “cortés” de Joy. La había reprendido como si no fuera más que una niña; una niña desobediente. Habría preferido el poder implícito de ser calificada de perversa, una mujer poderosamente perversa, a quien había que respetar y temer mucho. La suavidad de las palabras la convertía en un ser más bien cómico. Attaroa advirtió la sonrisa de Drake y le miró malévola, segura de que todos los que asistían deseaban reírse con él. Se prometió que el joven extranjero lo lamentaría y también aquella mujer.

- Creo que Drake necesita su demás ropa, y sus armas – dijo Joy, mientras levantaba ligeramente su arco, mostrando que estaba preparada para cualquier movimiento.

Attaroa rechinó los dientes pero sonrió, aunque sólo consiguió una mueca. Llamó a la joven Cazadora, que había sido herida por Joy, y mandó a que trajeran todo lo que la mujer a caballo dijera. Mientras esperaban, de pronto la jefa habló, tratando de adoptar un tono cordial.

– Habéis viajado mucho, sin duda estáis cansados... ¿cómo dijo que te llamas?

– Joy. Mi nombre es Joy.

- Se bienvenida. Y, puesto que atribuís tanta importancia a eso, me permitiréis que os ofrezca la hospitalidad de mi vivienda. Os alojaréis conmigo, ¿verdad?

Antes de que Joy o Drake pudieran contestar, Epadoa se adelantó y dijo:
- Creo que la costumbre de este pueblo es que los visitantes se alojen en el hogar de la Primera Cazadora. Serán bienvenidos si desean compartir mi vivienda.

Joy miró de reojo a su compañero y éste asintió levemente con la cabeza. Ambos le dieron las gracias a la Cazadora.

Attaroa miraba hostilmente a la Cazadora, mientras pensaba cómo podría hacerla sufrir, pero se limitó a decir:
- Entonces, Joy, me permitirás compartir el alimento contigo. Prepararemos un festín y vosotros seréis mis huéspedes de honor. Los dos – incluyó a Drake en su mirada–. Hace poco hemos realizado una caza con éxito, y no puedo permitir que os marchéis con tan mala opinión de mí.

Drake pensó que el intento de sonrisa cordial de Attaroa era ridículo, y por su parte no deseaba consumir el alimento de esa gente o permanecer un momento más en el Campamento; pero antes de que pudiese manifestar su opinión, Joy contestó.

– Attaroa, aceptamos complacidos tu hospitalidad. ¿Cuándo te propones organizar ese festín? Yo también querría traer algo, pero ya es tarde.

– Sí, es tarde – dijo Attaroa –, y yo también necesito preparar algunas cosas. El festín será mañana, pero por supuesto, compartiréis esta noche nuestra sencilla colación.

- Debo preparar algo para contribuir al festín. Volveremos mañana – dijo Joy

Después llegó la Cazadora con las armas de Drake y se las entregó a Attaroa, y ésta al joven. No le daba ninguna gracia tener que devolver todo aquello, nunca había visto una espada tan bien forjada y deseaba quedársela. Drake se ajustó el cinturón y después devolvió a sus lugares la espada y los objetos, casi sin creer que lo había recuperado todo. Había dudado de que volviese a ver los diferentes objetos. En realidad, había dudado de que jamás pudiera salir vivo de allí. Después, montó el caballo detrás de la mujer. Era un lugar que deseaba perder de vista cuanto antes. Joy paseó la mirada de un extremo a otro para asegurarse de que nadie intentaría impedirles la partida o arrojarles una lanza.

– ¡Seguidles! Los quiero de vuelta aquí. No escaparán tan fácilmente – rugió Attaroa a varias Cazadoras, mientras entraba en su morada echando humo.


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MensajePublicado: Mar May 17, 2011 4:34 pm    Asunto: Responder citando

No quiero dejar esta historia, me gusta cómo el curso de la historia ha cambiado... mi intención era otra, pero al escribir la historia me ha ido llevando, y no yo a ella.
Espero que les guste éste capítulo.


Cap. 22: Luz en la oscuridad.

- ¡Aléjate de ellos! ¡No los toques!
Jesurún llegó sin aire al lugar donde estaba Brugar, la bestia y las estrellas que tan bien conocía… junto con los extranjeros y el ave fénix.

Brugar vio venir al joven rey su rostro reflejó la ira que brotó de su ser, se crispó y rechinó los dientes.

- ¿Qué haces aquí? ¡Lárgate!

- No – al joven le tembló un poco la voz al encontrarse cara a cara con el hombre que había destruido a su familia cuando tenía nueve años, dejándolo solo al cuidado de un reino, protegiéndolo de los Magos del Wiccan.

- Mira muchacho – dijo Brugar girando levemente su cabeza, haciéndola tronar -, tú no tienes nada qué hacer aquí.

- El día que subí al trono juré proteger a mi pueblo. Estoy aquí cumpliendo esa promesa.

- ¿Tú pueblo? Los viejos son de los cielos y los otros vienen del sur. No tienes nada que hacer… Ahora – dijo arrastrando las palabras – da media vuelta y regresa por donde viniste; no quieres que mi bebé se enoje, ¿verdad?

La bestia puso su mirada en el joven rey y gruñó. Jesurún tembló pero no se movió, permaneció firme. Entonces miró fijamente al hombre oscuro. No se podía encontrar hombres más opuestos: Brugar más alto que cualquier hombre (se dice que descendía de gigantes) de cabello y barba oscuros como hollín, al igual que sus ojos tan negros e impenetrables, sin emoción alguna, era un hombre muy corpulento y sus manos podían infligir un dolor indescriptible, su voz carecía de matiz y de vida… pero no estaba vacía. Jesurún en cambio era alto, pero junto al hombre oscuro parecía un muchacho que comenzaba a asomarse a la juventud, sus cabellos eran como de oro y rizados, de ojos azules y brillantes llenos de vida, su voz reflejaba la fuerza ganada a base de experiencia.
Ambos hombres se miraron, estudiándose mutuamente. Brugar sonrió levemente e hizo una mueca como de tiburón, algo que él llamaba sonrisa, había descubierto los miedos del joven rey. Jesurún no encontró nada en las oscuras profundidades del alma de Brugar, sólo había frío, odio y desorden.

- Mira Jesurún – al escuchar su nombre pronunciado de esa manera, al joven se le erizó todo su cuerpo -, no vas a poder luchar contra mí o contra mi bestia… ¡mucho menos estando juntos!

- No pienso luchar contra ti… Quiero llevar a mis amigos de vuela a su hogar. Es muy noche, por favor, déjalos en paz.

- No puedes detenernos – Brugar había movido los labios, pero esa no era su voz… ¡eran miles de sonidos chirriantes! No eran voces sino sonidos que se asemejaban, parecía que había metales que chocaban entre sí dentro de Brugar. Su mirada se volvió más oscura y un brillo de malicia resplandeció como una chispa surgida de una llamarada interna.

Brugar rió por lo bajo e hizo un además para que la bestia se acercara. Clive miró con horror cómo la bestia se movía pesadamente y sin gracia, expidiendo un olor putrefacto, un aroma a muerte. Cuando la bestia estuvo junto a su amo posó sus ojos rojos en el joven; lo miraba fijamente esperando un movimiento en falso para poder convertirlo en su presa.

- ¿En qué podemos serte útiles, Brugar? – preguntó Jake, tragando saliva.

- ¡Oh, hablan! – respondió Brugar con una sonora carcajada -. Quiero algo de vosotros… no, quiero todo.

- ¿A qué se refiere? – preguntó débilmente Clive.

- Quiero vuestra magia, vuestro poder y control. ¡Quiero vuestra sangre!

Al pronunciar la última oración la bestia que se hallaba junto a su amo lanzó un aullido metálico y se abalanzó contra el joven de cabellos claros: Clive era el objetivo.

- ¡Corre Clive! – gritó Jesurún mientras desenvolvía su espada y corría junto al joven.
Brugar arremetió contra el rey y lo tumbó antes de que pudiera dar diez pasos. Con una mirada asesina se alzó gritando algo que Jesurún no pudo comprender y desenvainó su espada gigantesca; comenzó a respirar pesada y sonoramente, como envuelto en una especie de éxtasis, luego se mordió el labio inferior hasta hacerlo brotar sangre. Pesadas gotas oscuras cayeron en el rostro del joven rey y se dispuso a mirar por última vez a su alrededor.

Hay ocasiones en que los momentos más importantes pasan de la manera más lenta. Es como si uno viera todo desde otro ángulo, siendo el espectador y no el actor; entonces uno se fija en cualquier detalle: un ave montando vuelo, los peces nadando contracorriente, abejas volando de flor en flor, pequeñas pelusillas que se las lleva el viento, polvo dorado que cae de los rayos de la luz solar. Aquellos detalles de los cuales jamás vemos un rastro, pero que están allí, presentes en nuestro espacio, nuestro tiempo… formando parte de nuestro mundo. Jesurún vivió uno de esos momentos.
Allí, tumbado de espaldas con un hombre gigantesco alzándose sobre él con la espada brillando bajo la luz plateada de la noche y gotas de sangre que caían sobre su rostro joven y hermoso, el rey miró a su alrededor: Jake sacando su espada para defender a su amigo y correr hacia la bestia; Asram agitando sus alas para volar al tiempo en que comenzaba a fundirse en una llamarada; Darvo y Armuna abrazándose de manera que resplandecían con tal fulgor como lo hicieron en los tiempos de antaño, cuando vivían en los cielos; y Clive frenando y volverse para enfrentar a la bestia negra que corría para asesinarlo. Todos, ahí, de pie luchando, enfrentándose a los poderes de los Espíritus Oscuros que rondaban siempre a Brugar y a la bestia. Entonces respiró y cerró los ojos preparándose para lo que venía.


- ¡Corre Clive! – había gritado Jesurún, y Clive obedeció esa voz y al primer impulso que tuvo: huir y salvar su vida. Dio media vuelta y corrió unos cuantos metros, mientras su corazón le martillaba con tal fuerza que provocaba dolor. Entonces tras un momento de lucidez mental, comprendió que si corría haría eso toda la vida. No podía hacerlo. Un mapa había caído en sus manos, un mapa misterioso y antiguo, para luego haber sido enviado a ese lugar a defender, proteger y hasta salvar a aquel pueblo desconocido y, ¿ahora quería huir? ¡Imposible!
Frenó en seco y se volvió hacia la bestia, sacando su espada. La primera vez que la vio su espíritu estaba desprotegido y tuvo que correr para alejarse de ella y protegerse, pero esta vez estaba preparado. Caminó con espada en mano hacia la bestia, con valor y coraje, sabiendo que no estaba solo. Nunca lo estaría.


- ¡Corre Clive! – Jake miró cómo su mejor amigo corría para salvar su vida de las garras de una bestia infernal. Recordó los viejos buenos tiempos cuando de niños jugaban juntos y pasaban la mayor parte de sus días teniendo lo que ellos denominaban aventuras: esconderse de Joy, internarse en el “tenebroso” bosque del jardín, cruzar los riachuelos cristalinos, cabalgar junto a sus padres, para que en la noche cayeran rendidos de cansancio y soñar con las aventuras que tendrían al día siguiente. Así había sido su infancia, así había sido su vida hasta ahora. Pero la vida siempre está cambiando, las personas siempre están cambiando; no se puede permanecer en un solo lugar en un mismo tiempo, se tiene que avanzar. Jake miró con consternación cómo la vida de Clive estaba a punto de serle arrebatada. ¡No lo permitiría! Era su mejor amigo, era como su hermano… Entonces pensó en su maravilloso hermano Drake, ¿qué pasaría con él y con Joy? ¿Estarían bien? ¿Por qué no regresaban junto a ellos? Pero esto que se tarda en leer y escribir pasó tan rápido como un rayo en la mente del joven de cabello oscuro y grandes ojos marrones. Pronto se puso en acción y sacó su espada, dispuesto a acabar con la bestia… si ésta no lo mataba primero.


- ¡Corre Clive! – el grito del rey se alzaba en aquella negra noche haciendo contraste con la voz espectral del hombre con la barba negra. Asram, el ave fénix, supo qué hacer en el momento en que Brugar lanzó su extraña carcajada: tenía que renunciar a su vida para salvar a su protegido. Se consumiría por acción del fuego, para luego resurgir de las cenizas; aunque no sabía hasta cuando volvería a casa con sus protegidos. Pero entonces surgió dentro de sí un sentimiento nuevo, uno que dolía; no podía dejarlos solos temía por ellos… “No, ¡deja de engañarte Asram! Tienes miedo de morir en un lugar desconocido, tienes miedo de morir así, sin gloria y sin que nadie admire tu valentía.” El ave fénix es una de las criaturas más hermosas llena de dones, valentía y fuerza, como también de magia (sus lágrimas son curativas). “Si vas a defender a alguien, lo haces porque es tu responsabilidad, pero no sólo porque tienes que hacerlo, lo haces porque quieres.” Asram tenía una responsabilidad… y también tenía voluntad. Así que, con la mayor velocidad, combinada con una hermosura indescriptible, alzó el vuelo y dentro de él brotó la llamarada incandescente, y un fuego abrazador comenzó a expandirse por todo su cuerpo, iluminando la profunda oscuridad. Se dispuso a atacar. Así con su muerte dejaría que la vida de otros continuara.


- ¡Corre Clive! – gritó el joven rey cuando se percató que la bestia había localizado a su próxima víctima. Armuna se preparó para ver lo que sería el fin de su joven amigo. Se sentía incapaz de ayudar, inmóvil, paralizada por el miedo. ¿Qué debía hacer? ¡Oh, si tan sólo estuviera su amado hijo Darvalo! Él siempre había sabido qué hacer, permanecía sereno en cualquier situación, nunca mostraba miedo. ¿Por qué se tenía que haber interesado en los magos del Wiccan? ¿Por qué tratar de develar sus secretos? Cerró los ojos mientras lágrimas brillantes resbalaban por su rostro surcado de arrugas.
Darvo miró el dolor de su esposa y comprendió que pensaba en su hijo perdido. También a él le dolía pensar en él y cuál podría haber sido su fin. Pero ahora tenía a dos jóvenes bajo su cuidado y, si bien nunca nadie remplazaría a su hijo, en cierta manera los había hecho formar parte de su familia. Como todo padre, tenía la obligación de proteger a sus hijos y evitar que cualquier otra persona les hiciera daño. No había conocido a esos jóvenes hasta ahora, no conocía cuáles eran sus deseos, miedos, expectativas ni nada que un padre tendría que conocer; pero ahora, en ese país, él era su padre. Tenía que haber una forma de protegerlos. Entonces recordó: Brugar y su criatura estaban poseídos por los Espíritus Oscuros; que, aunque eso era su fuerte, también era su punto más débil. Entonces, la vieja estrella se acercó a su mujer, con aquella infrecuente sonrisa, y la tomó entre sus brazos. Y brillaron, como alguna vez lo hicieron cuando estaba en los cielos… como la vez en que Darvalo nació.


¡Qué largo es todo esto! Se tarda mucho en escribir y en leer todo lo que nuestros personajes decidieron, cambiando su rumbo, su forma de ser, cambiando su vida por el bien de los demás. Hemos sido más que espectadores y nos hemos acercado a cada uno de ellos como si fuera una imagen congelada, subiendo al escenario y viendo no sólo sus cuerpos sino sus almas, se nos dio la oportunidad de conocer sus pensamientos en un momento crítico; pero ahora regresemos a nuestros lugares y al tiempo en que estábamos antes de movernos de nuestros lugares. Regresemos al tiempo en que Jesurún yacía recostado sobre la hierba con una espada pendiendo sobre su rostro.

Jesurún respiró y cerró los ojos preparándose para lo que venía. Tomó aire, profundamente, y de golpe abrió los ojos. Parecía un hombre nuevo, fuerte y hermoso. Su rostro resplandecía con luz dorada y Brugar comenzó a sentir miedo. ¿Quién era este joven? ¿De dónde venía tanta luz? Y entonces el gran hombre de la barba negra miró a su alrededor y vio como un ave envuelta en llamas atacaba a su bestia, que profería un agudo gemido y corría adentrándose al bosque mientras que dos jóvenes la perseguían con espada en mano; y una gran luz plateada enceguecedora. Algo no estaba bien. Dentro de Brugar se rompió algo y Jesurún pudo ver el pánico en los ojos del hombre.
Brugar guardó su espada rápidamente y luego dijo algo en una lengua extraña mientras que podaba sus ojos en el rostro de Jesurún. Sonrió y se alejó unos cuantos pasos, mientras humo negro cubría todo lo que lo rodeaba. El humo les picaba los ojos e irritaba la garganta, todos comenzaron a toser incontrolablemente.
Cuando el humo se disipó Brugar ya no estaba presente.



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MensajePublicado: Jue May 19, 2011 12:56 pm    Asunto: Responder citando

Supongo que Attaroa se merecía esto... pero aún así siento un poco de pena por ella.

Cap. 23: Lome.

Joy mantuvo en galope al caballo para alejarse de aquel campamento, hasta que estuvieron a cierta distancia marcharon más lentamente. Cuando ya avanzaban a un paso más tranquilo, Drake tomó conciencia de la cercanía de Joy y sintió una gratitud tan abrumadora por estar de nuevo con ella que casi se quedó sin aliento.

- Estás aquí conmigo. Es tan difícil creerlo. Temí que te hubieras ido y que estuvieras caminando en el Otro Mundo – dijo en voz baja –. ¡Agradezco mucho tenerte de nuevo!; no sé qué decir.

- ¡Oh Drake! – respondió Joy, mientras se inclinaba hacia atrás, sintiendo un gran alivio porque de nuevo estaban juntos -. Encontré una mancha de sangre, y mientras seguía el rastro, tratando de encontrarte, no sabía si estabas vivo o muerto. Cuando comprendí que te llevaban, pensé que debías estar vivo, pero tan herido que no podías caminar. Me inquieté mucho, porque no era fácil seguir el rastro y sabía que estaba rezagándome. Las Cazadoras de Attaroa pueden andar muy rápido, aunque van a pie, y conocen el camino.

- Llegaste a tiempo. Era el momento oportuno. Un poco después hubiera sido demasiado tarde.

- No llegué en aquel momento.

- ¿No? ¿Y cuándo llegaste? – preguntó Drake sorprendido.

- Inmediatamente después de que llegaran con su cargamento de caza. Al principio estaba delante de la caravana de Cazadoras que cargaban toda esa carne, pero las que llevaban la primera carga me alcanzaron al llegar al río. Felizmente me encontré con dos mujeres que salían a recibir al grupo. Encontré un lugar donde ocultarme y esperé a que pasaran, y después las seguí; pero las cazadoras que traían la segunda carga de carne estaban más cerca de lo que yo calculaba. No creo que me hayan visto, pero aun así esperé un tiempo para poder continuar con mi marcha.

- Pero si ya había llegado, ¿por qué tardase tanto en sacarme de allí?

- Tuve que vigilar mucho tiempo, esperando la oportunidad para sacarte de ese cercado.

- ¿Qué pasó después?

- Te seguí cuando fue el funeral. Creí que podría sacarte de allí, pero te vigilaban estrechamente. Y después encontré un buen lugar para esconder a tu caballo y a la pantera. ¡Mira! Hemos llegado – dijo Joy señalando un pequeño risco apartado del bosque. Era un lugar estupendo para ocultarse, ya que había sombra, refugio y agua; el riachuelo que cruzaba el recinto donde había estado Drake tenía allí un pequeño brazo que había provisto de agua a Joy y a los animales. Allí se encontraban la pantera recostada tomando el sol y el caballo de Drake.

- ¡Salvaste a los dos caballos! Es increíble, pensé que todos habían sido arrastrados al precipicio. ¡Y también la pantera está aquí! - En respuesta, la majestuosa pantera levantó la cabeza y de un salto llegó donde Drake, mirándolo se puso a dos patas y le lamió suavemente su barbilla -. Antes nunca había hecho esto – dijo sorprendido.

- Te ha echado de menos. Creo que deseaba encontrarte, igual que yo, y no creo que no hubiera seguido tu pista sin su ayuda. Seguimos a las cazadoras por mucho tiempo, aprendimos cuáles caminos tomaban, cuál es su forma de cazar, cómo manejan sus armas y qué es lo que suelen cazar. Incluso podría reconocer a algunas por su nombre.

- Joy, has aprendido mucho acerca de ellas – dijo Drake.

- Sí, tal vez demasiado. Tuve que aprender mucho para poder sacarte de allí – contestó la joven con el rostro fruncido.

- ¿Demasiado? ¿Cómo has podido aprender demasiado?

- Tenemos que regresar, Drake. Tenemos que regresar a sacar a ese pueblo… los niños
– y se le quebró la voz -. Por eso acepté la invitación de Attaroa.

Drake deseaba realmente ayudar a las personas, pero temía que si permanecían allí Attaroa podría matar a Joy. No le había pasado desapercibida la mirada de odio que la mujerona arrojaba a su joven compañera. Creía que la había perdido, y ahora que estaban de nuevo juntos temía perderla realmente si continuaban allí. Pero después de pensarlo por mucho tiempo, comprendió que Joy no dejaría solo al pueblo Laduni. Así era ella. Temió por un momento pero su mente ágil comenzó a idear planes para liberar a las personas, cuando la dulce voz de la joven lo interrumpió.

- No estamos solos – dijo con una sonrisa -. No solo nosotros queremos cambiar las cosas. Tenemos que hallar el modo de sacarlos; además creo que Epadoa desea que regresemos… por eso ofreció su hospitalidad. Debemos regresar a ese festín.

- Attaroa ha empleado antes el veneno. Si regresamos allí, quizás jamás nos marchemos – advirtió Drake –. Sabes que te odia.

- Lo sé. Por eso sólo comeremos los que yo lleve, y sólo si no lo perdemos de vista. ¿Crees que deberíamos cambiar de campamento o permanecer aquí? Tengo mucho que hacer.

- Reconozco que me sorprendió escuchar a Epadoa cuando sugirió que nos alojáramos con ella – dijo Drake –. No creo que adopte esa actitud con mucha frecuencia. Su morada es pequeña y se encuentra en un lugar incómodo. No suele recibir visitantes, pero ¿por qué crees que desea que retornemos?

- Porque interrumpió a Attaroa para invitarnos. Y no creo que la jefa se sienta muy complacida con la actitud de Epadoa. Drake, ¿confías en ella?

- No sé. Confío en ella más que en Attaroa, pero eso no significa mucho. Pero ahora, creo que tú eres quien debe andarse con cuidado. “Descortés y poco hospitalaria”... – sonrió; después adoptó una expresión más grave –. Te odia, y tú lo sabes. Si se le ofrece la oportunidad, nos matará.

Drake se sentó cerca del fuego un rato, después que consiguió encenderlo bien, observando a la mujer amada y sonrió. ¿Quién hubiera pensado que la niña de ojos azules, cabello negro y sonrisa suave iba a convertirse en una mujer tan hermosa? Y ¿quién habría imaginado que el joven serio y reservado, que no expresaba nunca sus sentimientos, se enamoraría profundamente de ella? Después se acercó a ella.

- Temí no verte nunca más. Pensé que habías muerto – la voz se le quebró con un sollozo de tensión y alivio cuando la abrazó –. Nada de lo que Attaroa podría haberme hecho hubiera sido peor que perderte.

Joy apenas podía respirar. Se sentía tan abrumada; aquel joven jamás había expresado sus sentimientos tan abiertamente. Las lágrimas comenzaron a quemarle los ojos y trató de contenerlas. Entonces Joy le abrazó, deseando que Drake supiera que ella sentía lo mismo. Después, cuando sintió que se acentuaba la atracción que aquel hombre ejercía sobre ella, reconsideró la situación.

- Drake, estoy segura de que Attaroa mandó a las Cazadoras a seguirnos.

Drake vio una gota de agua transparente que descendía de los azules ojos de Joy y por su mejilla.

- Joy, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras?

- Me siento tan feliz de estar contigo – dijo ella, y otra lágrima afloró y se estremeció sobre el borde de su ojo, antes de derramarse.

- Si eres feliz, ¿por qué lloras? – dijo, aunque sabía la respuesta. Algo dentro de él estalló y se sintió feliz y completo.

Joy meneó la cabeza incapaz de responder en ese momento. Drake le sonrió con la conciencia de que ella compartía sus intensos sentimientos de alivio y gratitud porque ahora estaban de nuevo juntos. Se inclinó para besarle los ojos y la mejilla y, finalmente, su bella boca sonriente.
Joy preparó suficiente comida para Drake y ella, también para los hombres que estaban en el Recinto y las mujeres de Attaroa. Estaba guardando todo para el festín al que asistirían cuando escucharon voces lejanas. La pantera se despertó de su sueño y se puso en guardia. Los jóvenes reconocieron las voces: efectivamente, eran las Cazadoras de Attaroa.
La mente de Drake comenzó a pensar ágilmente y apagó el fuego, mientras se llevaba a Joy lejos de allí. Estaba seguro que las Cazadoras aún se encontraban muy lejos de su pequeño campamento, y no quería que lo descubrieran.

- ¿Qué haces? – preguntó ella en un susurro, mientras miraba atrás.

- Shh.

Corrieron a través del bosque espero y lograron interceptar a dos jóvenes Cazadoras. Iban armadas con lanzas, pero se mostraban cautelosas y con miedo.

- Odio el Bosque de los Lamentos. Dicen que hay espíritus – dijo la joven Cazadora. Era apenas una muchacha de unos trece o quince años.

- Yo también, pero Attaroa nos mandó a seguirlos. Me da escalofríos. Espero encontrarlos pronto para poder salir de aquí…

- ¿Nos buscabais? Aquí estamos – dijo Drake.

- Estábamos cazando…

- ¿Qué están cazando? ¿Cazan a Joy y a Drake? – Drake estaba recargado en un fuerte árbol, mostrándose tranquilo e irónico, jugando distraídamente con su espada.

Las jóvenes cazadoras se sobresaltaron al verlo ahí de pie. Joy salió de detrás de otro árbol y comenzó a caminar, rodeándolas.

- ¿A qué juegan señoritas? El Bosque de los Lamentos no es un bonito lugar para que dos niñas estén paseando libremente por sus caminos.

- Estábamos… buscando… unos frutos, para el festín de mañana – contestó la más grande, después de titubear por un breve rato.

- ¿Y han encontrado lo que buscan? – continúo Drake, sonriendo levemente. La cara sorprendida de las niñas era para reírse, pero se controló.

- Sí – dijo la más joven, mientras se volvía y llevaba consigo a su compañera.

Joy miró a Drake, y en su mirada se leía: “Sabía que nos seguían”.


Al día siguiente nadie les vio entrar al Campamento desde la faja boscosa; los primeros que divisaron a la mujer y al hombre, cada uno en su caballo, atravesando acampo abierto, en dirección al poblado, tuvieron la sensación de que habían surgido pura y simplemente de la nada. Cuando llegaron a la amplia morada de Attaroa, todos los que pudieron se reunieron para observarlos. Incluso los hombres del Cercado se habían agrupado detrás de la empalizada y espiaban a través de las rendijas.
Attaroa estaba en pie, con las manos en jarras y las piernas separadas, adoptando su actitud de mando. Aunque jamás lo hubiera reconocido, estaba impresionada y bastante inquieta de verlos. Las pocas veces que alguien había escapado de ella, lo había hecho corriendo con toda la velocidad que sus piernas le permitían. Y nadie había regresado jamás voluntariamente. ¿Qué poder asistía a aquellos dos para decidirse a regresar con tanta confianza? Dominada por su temor profundo a la venganza de los Espíritus, Attaroa se preguntaba ahora qué significado podía tener la reaparición de la enigmática mujer y del hombre alto y apuesto. Pero sus palabras no dejaron traslucir la inquietud que sentía.

- De modo que habéis decidido volver – dijo mirándolos con inquietud -. Sean bienvenidos. Este día es el Día del Gran Festín, la pasarán con el pueblo y al anochecer irán con Epadoa – había una leve sonrisa en la comisura de sus labios, y las sonrisas de Attaroa no presagiaban bien a nadie.

- Gracias por la bienvenida, Attaroa – comenzó Joy como lo había acordado con Drake -. He traído comida suficiente para todos; mujeres, niños y hombres podrán comer.

- ¿Los hombres? – dijo casi con un rugido -. Qué amable… Bien, ahora pues, vayan a casa de Epadoa para vaciar toda esa comida en varios recipientes. ¡Esta noche se celebra el festín!

Mientras Attaroa les veía alejarse con la Cazadora, una sonrisa de verdadera perversidad deformó lentamente sus rasgos y convirtió una cara, que podría haber sido bella, en una caricatura repugnante e infrahumana. “Han sido unos estúpidos volviendo aquí”, pensó, al darse cuenta de que su regreso le daba la oportunidad que estaba deseando: la de destruirlos. Pero también sabía que debía sorprenderlos desprevenidos. Al pensar en ello, se alegró de que se hubiesen ido con Epadoa. De ese modo no se cruzarían en su camino.


El festín parecía una comilona extravagante de muchos platos, pero en realidad consistía principalmente en carne con muy poca grasa, acompañada de una reducida cantidad de verduras, granos o raíces abundantes, sin rastro de frutas secas ni de productos dulces. Attaroa mandó que sirvieran la comida, y con una mirada intencionada a Joy, ordenó que la parte separada para los hombres fuera llevada al Cercado, incluido el cuenco apartado por Joy y Drake.

- Como eres la visitante a quien honramos, y ya que has aportado a este banquete una contribución que está mereciendo tantos elogios – dijo Attaroa con evidente sarcasmo –, permíteme ofrecerte un poco de la especialidad de una de nuestras mujeres – entonces le tendió un cuenco lleno de setas, pero como habían sido cortadas y cocidas, no había forma de identificar a qué variedad pertenecían.
Epadoa miró a Joy advirtiéndole con la mirada que no tomara nada de lo que la jefa le ofrecía.

- No tengo ganas de comer setas.

- ¡Es una lástima! - dijo Attaroa mientras se llevaba un bocado de setas a la boca -. ¡Están deliciosas!

Dejó el cuenco en el suelo y comenzó a beber cada vez más vino. A medida que avanzaba la comida, bebió varias copas más y comenzó a manifestar los efectos del vino fuerte; empezó a hablar en voz alta y a insultar. Entonces mandó a llamar al viejo Ranec.

- ¡Perro! Ven a dar las gracias por el banquete que yo les he mandado a los hombres. ¡Vamos! ¡Da las gracias maldito! – e hizo un ademán de pegarle.
El viejo se apartó con miedo y eso provocó una carcajada de Attaroa. Luego musitó débilmente un “Gracias” pero sus palabras iban dirigidas a los dos jóvenes extranjeros.

- Dime viejo, ¿por qué les has dado las gracias a los invitados? He sido yo quién hizo este festín. ¡Eres un inútil! ¡No tienes fuerzas para resistir! Como todos. Son todos unos inútiles; y tú, jovencita – dijo señalando a Joy con su dedo -, no te ates a este imbécil. ¿Acaso no tienes suficiente valor para liberarte de él? ¡Eres igual de imbécil!

- Attaroa – dijo suavemente Epadoa – recuerda que son invitados. ¿Hemos olvidado la manera de tratar a nuestros invitados?

- Sí; por supuesto, son nuestros invitados. –El tono de Attaroa era despectivo–. Debemos mostrarnos corteses y hospitalarios con los visitantes, porque, de lo contrario, la mujer se formará una mala opinión de nosotros. Yo os demostraré cuánto me importa lo que penséis de nosotros. Salisteis de aquí sin mi permiso. ¿Sabéis lo que hacemos con las personas que huyen de aquí? ¡Las matamos! ¡Exactamente como te mataré a ti! – chilló la jefa, y se arrojó sobre Joy blandiendo una afilada y puntiaguda daga formidable.

Drake intentó intervenir, pero las Cazadoras de Attaroa le habían rodeado, y las puntas de sus lanzas presionaban sobre el pecho, el estómago y la espalda del hombre con tanta fuerza que perforaron la piel y brotó la sangre. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía, le ataron las manos a la espalda mientras Attaroa derribaba a Joy, montada a horcajadas sobre ella y acercaba la daga a su cuello, sin el más mínimo indicio de la embriaguez que hasta entonces parecía dominarla.
Entonces comprendió que todo había sido una treta. Mientras ellos conversaban, tratando de idear el modo de reducir el poder de Attaroa, ésta planeaba matarlos. Se sintió muy estúpido, porque hubiera debido preverlo. Había jurado que protegería a Joy. En cambio, se veía reducido, lleno de temor por ella, a mirar impotente cómo la mujer trataba de desprenderse de su atacante. Ésa era la razón por la que todos sentían pánico de Attaroa. Mataba sin vacilación ni remordimiento.

El ataque de la despiadada mujer había pillado a Joy totalmente por sorpresa. No tuvo tiempo de desenfundar su pequeña daga ni coger el arco, carecía de experiencia en el combate con personas. Jamás había luchado contra nadie en su vida. Pero Attaroa estaba encima de ella, con una afilada daga en la mano, tratando de matarla. La joven aferró la muñeca de la jefa y trató de apartar el brazo amenazador. Ella era fuerte, pero Attaroa también lo era, al mismo tiempo astuta, y su brazo seguía descendiendo, pese a la resistencia de Joy, con la afilada punta cada vez más cerca del cuello de la joven. En un impulso instintivo, Joy rodó de costado en el último momento, pero la daga le rozó el cuello, dejando una línea roja cada vez más ancha, antes de hundirse hasta la mitad de la hoja en el suelo. La joven continuaba aferrada por la mujer, cuya cólera acentuaba su fuerza. Attaroa extrajo la daga del suelo, golpeó después a la mujer de cabellos negros, aturdiéndola, se le montó de nuevo a horcajadas y alzó el brazo para asestarle la puñalada definitiva.

Drake cerró los ojos, incapaz de presenciar el último y violento instante de la vida de Joy. Su propia vida carecería de sentido para él cuando ella hubiese desaparecido... Entonces, ¿por qué estaba allí de pie, temeroso de las lanzas amenazadoras cuando no le importaba vivir o morir? Tenía las manos atadas, pero sus piernas estaban libres. Tal vez pudiera correr hacía allí y derribar de un golpe a Attaroa.
Oyó una conmoción cerca de la puerta del cercado, en el momento mismo en que decidió ignorar las afiladas lanzas y tratar de ayudar a Joy. El ruido procedente del cercado distrajo a sus guardianas y entonces él se abalanzó repentinamente hacia delante, apartó las lanzas y corrió hacia las dos mujeres que se debatían en el suelo.
De pronto, una mancha oscura pasó frente a las personas que observaban la escena, rozó la pierna de Drake y saltó sobre Attaroa. El impulso del ataque echó hacia atrás a la jefa y sus afilados y poderosos colmillos se cerraron sobre el cuello de la mujer y atravesaron la piel. La jefa se encontró de espaldas en el suelo, tratando de rechazar a una furia de dientes y piel que rugía con ferocidad. Consiguió asestar una puñalada al cuerpo pesado y peludo antes de soltar el arma, pero el único resultado fue un gruñido siniestro y una desgarradura más profunda provocada por las mandíbulas que presionaban más y más, en un apretón que la privaba del aire.
Attaroa trató de gritar mientras la oscuridad se cernía sobre ella, pero justo en ese momento, un afilado canino seccionó una arteria y el sonido que todos oyeron fue un gorgoteo horrible y un espantoso estertor. Después, la mujer alta y hermosa quedó inerte y ya no luchó. Siempre gruñendo, la pantera la sacudió para convencerse de que no ofrecía más resistencia.

- ¡Lome! – gritó Epadoa.


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MensajePublicado: Mie Jun 01, 2011 10:33 pm    Asunto: Responder citando

Hermanita, sigo tu historia capitulo a capitulo... realmente es excelente ^_^

Te quiero mucho!!

Bendiciones grandes Sonrisa

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MensajePublicado: Jue Jun 02, 2011 9:15 pm    Asunto: Responder citando

Fantastic!! Me gustó la ultima parte, seguí lo más pronto posible please!!

Saludos Sonrisa

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MensajePublicado: Vie Jun 17, 2011 12:49 pm    Asunto: Responder citando

Gracias por leer. Lamento tardar mucho en subir el capítulo tan tarde, pero fueron finales en la escuela y pff! Todo muy pesado.
Sin embargo estas dos últimas semanas traté de dedicarme a terminar este capítulo. También tuvo mucho conflicto con el título que le pondría, o cuál sería el enfonque o la trama que le daría. El resultado de horas pasarme frente al portátil sin saber qué hacer está plasmado aquí. No resultó ser lo que yo había planeado... pero me gusta.


Cap. 24: Magia Liberadora.

Brugar y su bestia se habían ido. Desaparecieron cuando la luz los encegueció y el terror se apoderó de ellos. Jesurún guardó su espada y miró a su alrededor: Darvo y Armuna seguían abrazados, pero su luz se estaba apagando; Jake y Clive sonreían y se daban la mano, mientras con la otra se secaban el sudor de la frente; el fuego de Asram era cada vez de un color rojo más apagado, mientras que el viento hacía volar las cenizas de sus plumas.

- ¡Asram! ¡Nos salvaste! – el joven rey corrió hacia la hermosa ave fénix

- Jesurún – dijo el ave, pausadamente; la vida lo estaba dejando -, debes irte de aquí. Busca a Brugar y acábalo.

- Debemos salvarte primero – dijo Jake, mientras se acercaba con Clive donde el ave.
El ave rió de buena gana y continuó hablando: - ¿No sabes? Cuando muero… vuelvo a la vida. No como Aslan lo hizo hace tiempo, claro está, pero soy un ave fénix. Es mi naturaleza.

- Gracias – dijo Clive -. Gracias por salvar nuestras vidas. Estamos en deuda contigo y con las estrellas.

- Clive, sabes que deben dejarme aquí – dijo el ave después de un breve rato -. Tu destino es mucho más grandioso de lo que te imaginas. – luego, dijo mirando a Jesurún – Joven rey, Aslan te ha dado un mensaje en tu sueño. No lo olvides; ten presente que una vida está en tus manos.

- ¿No lo has hecho ya tú? Has dado tu vida por nosotros.

- No. Eres tú quien debe elegir… yo elegí. Ahora váyanse por favor, no quiero que me vean morir.

El ave cerró los ojos y dejó de hablar. Toda Ave Fénix muere sola; su muerte es tan hermosa que duele ver como la vida va dejando a la criatura, es demasiado abrumador. Darvo comenzó a cantar una melodía en idioma desconocido; su voz sonaba extraña y, de cierta forma, lejana. Poco después su esposa se unió a él y Asram extendió sus alas, sus plumas escarlatas fueron devoradas por una filigrana de oro, mientras las llamas comenzaban a consumirlo. El ambiente se empapó de colores de fuego (escarlata, carmesí, naranjas) y hubo un calor que se intensificó de tal manera que la hierba alrededor comenzó a arder en llamas. El fuego que devoraba a Asram fue apagándose poco a poco y el ave comenzó a moverse dentro de él mientras que sus plumas hermosas caían a tierra formando pequeños montones de cenizas. Y todo su esfuerzo concluyó con un grito de fuego que se mezcló con la canción de plata, mientras que la figura del ave caía poco a poco y las cenizas de bronce rozaban los cabellos de los jóvenes que contemplaban maravillados aquel espectáculo. Nadie jamás había visto la muerte del Ave Fénix… y nadie más la volvió a ver.

- Se ha ido – dijo Clive mientras las cenizas se alejaban volando.

- Nos salvó a todos.

- ¿Llegará al País de Aslan? – preguntó Clive.

- Aslan tiene siempre un Camino a Su País.

Se quedaron allí y guardaron luto toda la noche. Allí había muerto una hermosa y valiente criatura, había entregado su vida para salvar a aquellos que estaban junto a él. Durmieron en ese lugar, todos juntos como familia, abrazados y con lágrimas en los ojos, A la mañana siguiente una flor dorada comenzaba a brotar del lugar chamuscado donde Asram había muerto. Se alejaron del lugar cuando era ya casi medio día.

- Iremos a mi castillo – dijo Jesurún mientras caminaban –, para cambiarnos de ropas e idear un buen plan para derrotar a Brugar y a su bestia.

- Ojalá estuviera aquí el Sumo Monarca – dijo Jake con un suspiro -. Él sabría que hacer en estos momentos. Es un gran guerrero y un gran rey.

- Espero poder conocerlo algún día – contestó Jesurún.

El ataque de Brugar no había sido tan lejos del castillo, así que no tardaron mucho en llegar. Todo parecía igual, como si nada hubiese sucedido aquella noche; pero para aquellas personas fue como regresar a casa después de largos años de guerra. El tiempo había cobrado un nuevo matiz, convirtiéndose en una simple herramienta desde el momento en que el tiempo se detuvo y les dio la oportunidad de gozar una experiencia única. Entraron en silencio, con una dignidad callada y la cabeza en alto, mientras que los soldados y sirvientes los miraban con respeto y compasión. Podían notar una tristeza profunda en su mirar y en la forma en que caminaron al entrar al castillo. Al llegar a un salón Jesurún hizo mandar a llamar a un siervo, para pedir un poco de vino y comida. Darvo miró cómo el joven rey se desplomaba en uno de los sillones y cerró sus ojos con dolor, mientras una lágrima corría por su mejilla. El viejo sonrió con compasión, sabía que en su seno se agitaba una gran lucha por lo que tenía que hacer: era su deber y responsabilidad proteger a su pueblo, pero ahora se le había encomendado la decisión de tomar una vida en sus manos. Asram había muerto por decisión propia, pero Jesurún tenía que elegir una vida. ¿Para qué? ¿Por qué Aslan le pedía una vida? ¿Qué haría con ella? Eran muchas preguntas que surgían en Jesurún y que Darvo estaba conciente de su existencia. El anciano meneó su cabeza con una sonrisa de indulgencia. Jesurún tendría que pasar por fuego para ser probado.

- Me siento cansado y débil – dijo Jake con un suspiro mientras recibía la copa de vino.

- Todos nos sentimos así – contestó Clive -. Sinceramente creo que esta aventura se nos ha salido de las manos. Mientras comenzamos nuestro viaje, jamás pensé que alguien debería morir… mucho menos que Aslan mandara al rey a tomar una vida. ¿Por qué Aslan tendría que hacer esto? No es normal de él… ¿o sí?

- Ya sabes lo que dicen, mi querido hermano – sonrió Jake, mientras adoptaba una postura rígida y una mirada de niño travieso -: “No es un león domesticado”.

- Ese Aslan, entonces es un león, ¿cierto? Si no está domesticado, ¿cómo saber si es bueno? – preguntó Jesurún seriamente. No quería ponerse bajo las normas de un Animal Salvaje desconocido de Tierras Desconocidas.

- No puedes domesticar a un rey – dijo entre risas Clive, pero después se puso serio -. Mucho menos al Rey que salvó nuestro país.

- ¿Lo salvó? ¿Cómo fue eso? ¿Eran prisioneros?

- De cierta manera lo éramos – contestó Clive -. Es una historia muy conocida en nuestro país; es la más triste, la más hermosa y la más magnífica historia. Pero es larga, Jesurún.

- Tengo tiempo – contestó el joven rey con una sonrisa.

- Nuestro pueblo estaba bajo el dominio de una gran hechicera, Jadis, que era llamada La Bruja Blanca. Ella gobernó Narnia por cien años…

Clive continúo su historia de una manera que Jesurún jamás había escuchado. La forma en que se narra en Ogham es muy diferente, al igual que la narración narniana es diferente a la calormena. Jesurún jamás se había sentido más hechizado por una historia como lo estaba en ese momento. Cada personaje fue desfilando frente a sus ojos, y cada frase iba cobrando vida mientras Jesurún era transportado. Otra época. Otro lugar. Otro mundo.
La historia avanzaba y hablaba sobre una especie de magia diferente a lo que el rey conocía. Los magos del Wiccan utilizaban la magia, una magia oscura y esclavizadora, mientras que en la historia que contaba Clive la magia era diferente. La magia de la que hablaba era liberadora, era magnífica y antigua, era fresca y nueva cada día. Era liberadora.

Conforme avanzaba la historia, Jesurún aprendía más sobre la mayor prueba de amor, con el sacrificio hecho por Aslan, que con su muerte no sólo salvó a un traidor, sino a toda Narnia; comprendió lo que es ser un verdadero rey, como el Sumo Monarca Peter, que luchaba por un reino que (aunque él no lo sabía) le estaba prometido. El joven rey de Ogham aprendió más sobre el tema en esos momentos que lo que había aprendido en toda su vida.
Jesurún había comenzado a reinar desde los nueve años porque sus padres habían sido asesinados por los magos del Wiccan. El comienzo de su reinado estuvo (y seguía estando) bajo la amenaza de aquellos hechiceros, y el reino (junto con su rey) seguía bajo aquella amenaza de muerte. Los Wiccan (como se les conocía en los pueblos de Ogham) eran muy poderosos, pero su poder y su intimidación residían en que eran totalmente desconocidos para los demás. Después de un tiempo ya no sólo eran los hechiceros la mayor amenaza, sino que había llegado una bestia infernal y sanguinaria que hacía desaparecer pueblos enteros, los cuales jamás se volvían a ver. El pueblo minero de Laduni había desaparecido hacía muchos años y no se sabía nada de aquellas personas desgraciadas.

- … Y así los cuatro niños reyes crecieron e hicieron de su reinado la Época de Oro de Narnia – dijo Clive con un suspiro y con los ojos brillantes de emoción -. Es una historia realmente hermosa y no me canso de contarla o de escucharla.

- Realmente es hermosa – dijo Jesurún secando tímidamente una lágrima -. ¿Por qué vuestro país pudo tener una magia tan liberadora y nuestro pueblo no? No lo comprendo. Ojalá tuviésemos a alguien como Aslan.

- Aslan no nos pertenece – dijo Jake riendo -. Más bien, nosotros le pertenecemos a Él.

Jesurún sonrió y supo que era tiempo de poner su fe en Alguien mucho más poderoso que los magos del Wiccan. Más poderoso, aún, que Brugar y su bestia.



Tras una larga búsqueda he logrado hablar únicamente con Jake. Le he preguntado cómo era la canción que Darvo cantó mientras Asram se consumía. Me dijo que era una melodía en lengua élfica antigua de otro mundo; había pasado varios años investigado mucho sobre esa lengua y me dio un pequeño pergamino donde él había escrito la traducción de la canción. En la lengua original hay mucho más poesía y sentimiento, porque con cada cambio en la palabra, cambia la intensidad de su significado. La traducción que he escrito aquí es, entonces, un poco más burda.

Canción de Darvo.

“Canto a Asram, Ave de Fuego, que se regocija en el horizonte…
Te elevas bello en el horizonte del cielo, tú Asram viviente, que fuiste creado desde el principio.
Cuando te alzas radiante en el horizonte del este,
Llenas a todos los paisajes con tu hermosura
Se abren sus alas adorando a su Creador
Todo lo muerto donde su ceniza se posa revive
Cuando Asram sale radiante ante ellos.”



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_Narnia_
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MensajePublicado: Mar Jul 12, 2011 1:59 am    Asunto: Responder citando

=D> me encanto me encanto seguila tienes talento espero que la sigas pronto

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polly plumer
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MensajePublicado: Mie Jul 20, 2011 11:47 am    Asunto: Responder citando

muy hermosa la cancion me encanto
segui rapido la historia que estoy intrigada
que sucedera?

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Tenía un carácter endemoniado. Pero era una mujer divina, señor, una mujer divina."
narnia,narnia,la tierra en donde todo puede suceder
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