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LA LLAMADA DE LOS DIOSES (libro primero)


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FireHeart
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MensajePublicado: Jue Dic 25, 2008 12:32 am    Asunto: Responder citando

NOOOOOOOOOOOOOOOO otros tres :( por qué Niles? el ter-eol... por qué? ya voy a preparar palos y piedras ¬¬ Lengua

Espero que sea agradable la sorpresa porque sino la vas a pasar muy mal. Na, es broma.

Muy buenos capítulos ^^ seguí asi Muy Feliz

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MensajePublicado: Jue Dic 25, 2008 9:27 am    Asunto: Responder citando

Concuerdo con Emmu, tomaré mis palos y piedras!!!!

Nahhh broma, sólo espero que el sol salga pronto, pues es inevitable que llegue la mañana.

Bendiciones Risa tonta

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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MensajePublicado: Vie Dic 26, 2008 7:58 pm    Asunto: Responder citando

Sí, todo muy terrible, pero falta menos para que todo se arregle...

Así que les sugiero guardar las piedras y palos un poquito más.

cariños

Rey Niles.

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"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Dic 26, 2008 8:01 pm    Asunto: Responder citando

Como dije, aquí sigue:

Oraciones pronunciadas en silencio se responden en silencio... y un secreto importante empieza a revelarse en este capítulo, mientras la jornada se adentra en la boca del mal...

(continuación)

Yinoim había caminado con su soledad casi medio día. Al llegar a una colina que marcaba la frontera del Rey De La Crueldad, vio un alegre arroyito que entregaba aguas cristalinas. Fue a beber, pues estaba muy sediento. Mientras bebía se sorprendió de la confianza con que los animales, que antes se escondían, ahora se acercaban a él sin temor.
Le sonrió a un pájaro, y le pareció que le devolvía la sonrisa. Unos días antes hubiera recordado que ese tipo de pájaros eran muy sabrosos, pero ya no estaba en él ese pensamiento.
Lavó su cara, y ascendió por la colina. Sus mocasines de piel le habían respondido bien, igual que sus guantes de piel sin dedos. Al llegar a la cima vio que el paisaje cambiaba con brutalidad. Ya no había verde, ni azul. La Llanura se veía gris y negra hasta los cielos, cubiertos de nubes. Rocas y tierra desnuda eran los únicos adornos del triste paisaje, y al borde casi del horizonte, un espantoso castillo, con sus muros y torres llenas de puntas y cosas similares a unas hojas de cuchillo. Era la fortaleza del Rey De La Crueldad.
El temor que creía superado regresó. Por instantes, imaginó horrores que rechazó de su mente con fuerza. Era necesario superar las trampas que su mente le ponía a cada paso.
Oyó un levísimo ruido a su espalda, muy suave. Con el recuerdo de los mergoons en su piel se dio vuelta con violencia.
—¡YENIA!
A su espalda estaba Yenia, la pelirroja. Lo miraba con una dulce humedad en sus ojos y algo en sus labios que parecía una palabra que se negaba a salir.
—Yenia, ¿por qué? —Yinoim la tomó de los hombros con delicadeza, como si la estuviera viendo por primera vez.
—Iría contigo hasta las puertas de Avernhovum —murmuró con suavidad—, aunque yo no sea tu Otra Alma.
El silencio cayó sobre sus almas, y un beso cerró todas las palabras. Amor, gratitud, compañía, Amor, ya no eran letras unidas sobre un papel, sino verdades tan antiguas y poderosas como el universo al que dieron origen. En su beso se fundieron también las lágrimas que corrían libres de los ojos de ambos, sin vergüenza de llorar todas sus lágrimas.
—Al menos tú estas conmigo, Yenia —susurró Yinoim.
—Estoy contigo —lo miró con tierno amor, y luego su mirada se volvió picara—. Pero no soy la única.
Los arbustos se movieron un poco. Detrás de ellos aparecieron Kushag y Zepiver.
—Estamos contigo, Yinoim, te seguiremos —dijo Kushag.
—Salvar vidas es más importante que rescatar reliquias —dijo Zepiver—. Salvaremos a los tagashi.
—Pero no esperes que nosotros también te besemos —rió Kushag con toda su alegría.
Yinoim rió con él, pronto todos reían con alegría.
Ya no era él solo, eran algo que empezaba a sentir los indestructibles lazos de la hermandad. En la soledad de su alma había pedido, y había sido escuchado.


La tribu tagashi había sido arrastrada hasta un campamento que marcaba la frontera del reino. Allí, los guerreros del Rey De La Crueldad retenían a las tropas de Albiwar, en espera de los sellos firmados por el Rey en persona autorizando la entrada al reino.
El guerrero rubio de la armadura plateada estaba de pésimo humor. Para nadie era un secreto que el capitán Albiwar y el Rey De La Crueldad se detestaban, y cada vez que cruzaba por su reino el Rey disfrutaba de ponerle dificultades. Pero ahora que la Emperatriz-Sacerdotisa en persona lo había regañado, y ordenado explícitamente ponerse a las órdenes del Rey, el capitán rubio parecía una nube de tormenta a punto de lanzar rayos a quien lo provocara. Lo mismo apuraba que frenaba a su shragorn, quizá tratando de pasar su veneno a otro.
—¡Maldita sea! ¿Cuanto puede demorar un mensajero? ¡Soy un capitán personal de la Emperatriz-Sacerdotisa! ¡Deberían dejarme pasar con honores, no retrasarme! —vociferaba.
Los niños tagashi lloraban, apenas contenidos por las mujeres que no disimulaban su terror. Los ancianos se mantenían dignos, como los guerreros que eran, aunque algunos habían caído por el cansancio de caminar kilómetros arrastrados por los shragorns.
—Yo sigo las leyes de mi rey —habló uno de los guardianes, que también parecía detestarlo—. Y mientras mi rey diga que debe esperar, usted esperará, capitán personal de la Emperatriz-Sacerdotisa.
—Voy a matarte por esto, te voy a decapitar, con mi propia espada —lo amenazó con su dedo índice, apuntándolo con toda grosería—. Mi señora está por encima de los cinco reyes, y tu rey, que yo sepa, es el inferior de los cinco.
—No apuestes —gruñó el guardia, apretando su hacha con las manos.
Un anciano tagashi se mantenía erguido y digno dentro de su silencio lleno de honor. No había dado una sola palabra de queja desde que la tribu fue arrastrada. Tal vez por su dignidad, tal vez por su silencio que hacía contraste con la ira descontrolada de Albiwar, el capitán de la armadura plateada notó su presencia y lo encaró desde la altura de su shragorn.
—No me sostengas la mirada, anciano —dijo—. Mejor agradece este retraso como una oportunidad de descansar tus pies débiles. ¿Tienen sed tus mujeres y niños? Qué pena. No crean que su dolor nos preocupa, sólo les perdonamos la vida, por una razón.
—Sin duda, se necesita un poderoso guerrero para atacar una tribu de ancianos y niños —habló el anciano tagashi con toda dignidad.
Albiwar estalló. Tomó la fusta que usaba para el shragorn y azotó el rostro del anciano con toda su fuerza.
—¡No me provoques, viejo inútil! ¿No escuchaste? Los dejamos vivir por un motivo. Mi señora quiere saber lo que tú sabes, que pasó con el heredero de Yilgendar.
—El último señor de Yilgendar fue el príncipe Yaberon —contestó el anciano—. Con su muerte se extinguió la sangre de sus reyes.
—¡No te pases, vejestorio! —volvió a golpearlo con más fuerza que antes—. Todos saben que el príncipe tenía un hijo, un bebé de meses el día que la luna cayó del cielo. Tú y Yaberon hicieron un pacto de honor, so-daijin Chan.. .
—Si supieras lo que es un pacto de honor, sabrías que moriría antes de romperlo, pelirrubio —respondió el so-daijin Chan.
—¡¡BASTA!! —volvió a rugir el caballero blanco, derribándolo esta vez del violento golpe. El so-daijin se levantó sin perder la dignidad ni demostrar dolor.
—¡Basta ya! ¡No golpee al so-daijin! —gritó una mujer.
Yinoim y sus amigos habían estado avanzando entre las rocas, evitando los caminos para avanzar rápido y no toparse con patrullas. Al llegar al paso, donde un bosque verde anunciaba que estaban fuera de los dominios del Rey De La Crueldad, descubrieron a la tribu secuestrada, rodeada de guerreros de Belvorum. Aún estaban lejos cuando Yinoim fue testigo del golpe que derribó al so-daijin Chan. Ardiendo de indignación, corrió liberando la Lanza dispuesto a matar al cruel capitán de cabellos rubios.
Mientras corría, un guerrero pequeño montado en un zordlug entregó pergaminos a los guardianes y al capitán Albiwar, este llamó a dos sargentos que desde sus shragorns soltaron una red en la que apresaron al so-daijin Chan.
Yinoim estaba a punto de saltar, pero alguien detuvo su brazo desde atrás. Era Kushag.
—¡Espera!—dijo—. Debes comprender la situación antes de atacar.
Los sargentos cabalgaron hacia al reino arrastrando al so-daijin Chan dentro de la red. Albiwar se dirigió al resto de la tropa.
—El viejo es el único necesario. A todos estos inútiles, ¡mátenlos! Pero llévenlos un poco más allá, donde sus cadáveres no molesten.
Yinoim y Kushag , que habían oído todo, se miraron las caras.
—¿Ves? Les interesa conservar al anciano con vida, en cambio al resto de la tribu la han sentenciado a muerte —dijo Kushag.
—Si corremos por este bosque les caeremos encima un poco más allá, ¡movámonos! —dijo Yinoim.
—¡Dusha! —gritó Kushag, que significa "ayuc" en farlin.
Albiwar cabalgó pomposamente ante los guardianes, y al pasar frente al que lo había insultado, le arrojó los pergaminos a sus pies con calculado desprecio.
—Que te aprovechen —sonrió con superioridad, y luego sus ojos parecieron brillar como hierros candentes, y susurró con una voz semejante a un vapor de caldera—. Recuerda, que todo señor tiene un señor...

(continuará)

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MensajePublicado: Mar Dic 30, 2008 2:30 am    Asunto: Responder citando

*o*....vaya!!!
Que lindo Amor amor, amor puro ¿verdad?. También amistad verdadera.

Espero que las cosas no se precipiten al encontrarse con el señor del señor. Guiño

Bendiciones Risa tonta

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MensajePublicado: Mar Dic 30, 2008 4:55 am    Asunto: Responder citando

Si fuera una novela de Hollywood diría que a Yenia le pasa algo en la próxima escaramuza, pero no se...

Muy buen capítulo Niles-san

Bendiciones ^^

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MensajePublicado: Mar Dic 30, 2008 6:08 pm    Asunto: Responder citando

Así es, Alambil, amor y amistad se funden para iluminar la oscuridad, nunca nadie está realmente solo...

¿Novela de Holliwood? FireHeart, no sé si eso fue alabanza o patada en el... nah, te entiendo, pero no te aflijas. Te puedo decir que de aquí en adelante las cosas se pondrán peligrosas, pero ya en este capítulo comienzan a verse esperanzas. Como ya el próximo capítulo saldrá el proximo año, aprovecho de desearles felicidades, y darles gracias por sus comentarios.

(continuación)

Wornal y Ken se despertaron en medio de una negrura, apenas iluminada por unos reflejos que venían quién sabe de donde. El Gran Principal de los cazadores libres, que fue el primero en despertar, se movió sorprendido de estar vivo, sorprendido de no tener nada roto, y apenas se movió un poco más, sorprendido de estar sobre un gigantesco colchón de paja que había amortiguado la caída.
—¡Uuuuh! ¿Tagashi? ¡Ey, tagashi! ¿Estás bien? ¡¡TAGASHI!! —terminó por gritar.
—¡Cierra la boca, barbas de paja! —rugió Ken— ¡Claro que estoy bien! ¡Y no me digas tagashi! ¡Dime Ken, daijin Ken, o gran daijin, pero no tagashi!
—No pensé que te molestara tanto, considerando lo orgulloso que eres de tu raza —contestó Wornal—. Pero, para que sepas, me hace muy feliz que estés bien. ¡Muy feliz! Odiaría que una caída me privara del placer de masacrarte. ¡Mira que soltarte y arrojarnos a ambos a la muerte! ¡Con razón dicen en la Llanura qua todos los tagashi tienen una fijación con el suicidio!
—¿Y que querías que hiciera, cuero de bestia? ¿Arrastrar con nosotros a una niña hacia la muerte? Eso hubiera sido una cobardía —replicó Ken.
—Pudiste aflojar la OTRA mano, y dejarme caer a mí, que era el más pesado —gruñó Wornal.
—¿Vivir a costa de tu muerte? Eso también hubiera sido una deshonrosa cobardía —dijo Ken.
—Una cosa es segura —Wornal cambió ligeramente el tono—, de haber estado yo en tu lugar, nos habríamos salvado ambos. Habría sido muy fácil para alguien de mi fuerza lanzar a un pequeñito liviano fuera del agujero, y luego saltar fuera yo mismo con mis poderosos brazos.
—Eso ya no pasó. Ahora hay que usar la cabeza en vez de la fuerza para salir de este embrollo —ironizó Ken. Entonces, la cueva su estremeció, y desde lo más alejado de un túnel se oyó algo que parecía un rugido.
—¡Movámonos de aquí!—dijo Wornal—. No quiero ser devorado por otra bestia sin nombre.
—¡Vaya! ¿Estás asustado, gran cazador libre? —rió Ken con sarcasmo.
—¿No viste el tamaño de esta cama de paja donde caímos? —bramó Wornal— ¡Aquí podría dormir una pareja de dragones! Lo que sea que habite por aquí, es demasiado para nosotros.
—No para mí —dijo Ken tomando el mango de su shigura—. ¡Que venga!
—Antes que eso pase te arranco yo la cabeza, enano, ¡¡AAAH!! —un nuevo sismo estremeció la cueva, y antes de pensar qué estaban haciendo, Ken y Wornal corrían por uno de los túneles. Quiso su suerte que fuera el más iluminado de los túneles, señal de que llevaba hacia el exterior.
—¡Grandísimo torpe! ¿Se puede saber si al menos pensaste si seguimos el túnel correcto? —rugió Ken.
—Nadie te obligó a seguirme, enano tagashi. Si tanto te crees has tú de guía —contestó Wornal con otro rugido.
—Nada más me faltaría hacer de guía de un gigante rubio indisciplinado que... —gruñó Ken sentándose en una piedra.
¡WRRRRLLLLRRRR!
—¿Qué demonios hiciste, tagashi? —clamó Wornal al escuchar el terrible ruido de rocas pesadas arrastrándose.
—¡Sólo me senté en esta piedra! —clamó Ken, pero no pudo sentarse a discutir.
—¡AAAAAAAH!
Ambos gritaron a un tiempo, suspendiendo cualquier diferencia ante el peso evidente de un centenar de rocas rodando por el túnel, rumbo a aplastarlos a ambos. Eran rocas redondas del tamaño de una casa, que se les venían encima en avalancha a lo largo del túnel sin más escapatoria que hacia adelante.
—¡Si salgo vivo de esta, te romperé la cabeza con una roca, en honor a tu grandísima estupidez! —gritó Wornal casi sin aliento.


Ya no había dolor, ni llanto, entre las mujeres y niños tagashi, arreados por los soldados de Albiwar casi como los animales que son arreados hacia el matadero. Sólo había una resignación ante la voluntad de los dioses. Las madres jóvenes abrazaban a sus hijos por última vez, tratando de darles hasta su última gota de amor antas que el odio les arrebatara la vida.
—¡Mátalos aquí, quiero volver al castillo luego! —gritó un sargento a otro.
—¡Un poco más, y los devolvemos a su aldea! ¡Está bien, matémoslos aquí! —fue la respuesta del otro.
—¡Sargentos, algo se mueve! —gritó un soldado.
—¿Qué dijiste, soldado?
—¿No escuchan las hojas? Algo se mueve por el bosque, a ambos lados del camino.
—¡Serás torpe! —rugió el sargento— ¡Todos los bosques tienen animales que hacen sonar las hojas! ¿Qué piensas que hay? ¿Héroes?
—¡¡¡AYIIIIII!!!
Toda la ira de Yinoim por la crueldad ajena se juntó en su salto; cayó sobre el sargento, que no alcanzó a reaccionar, ni a mirar casi siquiera. Cuando el resto de la tropa reaccionó, el brazo del sargento yacía a un lado del camino, lejos de su cadáver.
—¡AYIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Un nuevo grito, esta vez de mujer, y un nuevo guerrero muerto en el camino. Luego un guerrero-mago de Tofir y un enmascarado de Zevandir se unieron a la pelea.
—¡Guerreros! ¡Reúnanse! —gritó el sargento sobreviviente.
Nunca habían visto la Lanza De Ivhir, pero algo en el brillo del metal y la facilidad con que cortaba les provocó el temor de estar ante un poder más alto. Los jóvenes de las espadas, por su parte, tenían el brillo de la justa venganza en sus ojos. La chica pelirroja decapitó a un shragorn como si estuviera cortando una papa cocida. El farlin, saltando de montura en montura, hacía caer a los soldados tocados por sus shiring.
—¡Maten a esos intrusos! ¡Enséñenles a atreverse con Belvorum! —gritaba el sargento.
El joven de la máscara hacía caer a los shragorn, pero el rubio de la Lanza era, por lejos, el más rápido y certero de los jóvenes guerreros. No había fallado un golpe desde que mató al sargento.
Un soldado tuvo una idea: correr hacia los tagashi, amenazar sus vidas, para obligarlos a rendirse. Yinoim, adivinando sus intenciones, le arrojó la Lanza en curva como una jabalina. Contra toda posibilidad, la Lanza le acertó de lleno antes que pudiera tocar a los tagashi.
—¡Está desarmado! —volvió a gritar el sargento, ignorante del poder de la Lanza de volver a las manos de su Hermano. Ignorancia que pagaron sus soldados, a quienes Yinoim se dio el lujo de esperar un poco antes de hacer volver la Lanza y exterminarlos a todos.
Mientras Kushag daba cuenta del último jinete, Yenia y Zepiver mataban a los últimos soldados de a pie. Quedó el sargento solo.
Viéndose perdido, quiso hacer el último daño antes de morir. Sacó su espada buscando la cabeza del anciano o mujer más cercano, descargándola a ciegas, pero a nadie alcanzó a tocar porque cuando estaba su brazo sobre su cabeza, la Lanza voló como una hélice, cortándole la espada junto con la mano, que cayeron sin dañar a nadie. Lanzó un grito de dolor, pero su sufrimiento fue breve. La Lanza, tras girar en el aire como un bumerang, regresó a tiempo de decapitarlo limpiamente y en paz. La bestia shragorn, más inteligente que muchos humanos, prefirió huir sin preocuparse si llevaba o no a cuestas el cadáver de su amo. Así cayó el último guerrero oscuro.
Los ancianos y mujeres tagashi, mudos de emoción, no supieron qué hacer salvo mirar en silencio a sus jóvenes salvadores por largos momentos. .Sólo cuando los niños, con su energía infantil, comenzaron a gritar de alegría, estallaron en gritos de victoria y gratitud.
—Ocúltense en el bosque y descansen —dijo Yinoim con simpleza—. Los llevaremos de vuelta a la Llanura.
—¡El so-daijin! —gritó primero una voz, y luego muchas.
—Lo traeremos —prometió Yinoim—. Iremos al castillo del Rey De La Crueldad.


Cillen y Gebanel habían caminado ya varias horas en completo silencio. Respetando su corazón, Cillen no había tratado de sacarle palabra a Gebanel, pero el silencio ya empezaba a enervarla.
—¿Estás cansada? —preguntó al fin.
—Un poco. Si quieres, paremos —dijo Gebanel. Se sentaron en el pasto. La Llanura lucía interminable hacia donde miraran.
—Aún no me siento capaz de hablar de nada alegre —volvió a decir Gebanel—. Si tuviera un instrumento, quisiera oír música.
Cillen, sin pensar bien lo que hacía, se puso a cantar una dulce canción de Yilgendar. Gebanel se acostó de espaldas, y su cabeza tocó el muslo de Cillen. Sin dejar de cantar, le acarició la cabeza sin que Gebanel se le resistiera. Cuando la canción terminó, Gebanel estaba dormida.
Sonriendo casi como una madre, Cillen se echó a su lado, y pronto estaba durmiendo también. Durmieron profundamente lo que fueron horas, o tal vez minutos. Al despertar estaban rodeadas de jinetes.


El Gran Daijin y el Gran Principal corrían la Gran Carrera de sus vidas, luchando por separarse de las rocas que se les venían encima. El túnel iba de bajada en ángulo cada vez más agudo, por lo que las rocas rodaban tras ellos cada vez más rápido.
Ya era más que claro que estaban en un túnel artificial, pero admirar el ingenio en unas trampas construidas por una civilización desaparecida era la última de sus prioridades.
—¿Cuanto más de esto? ¡Cuanto más de esto! —rugía Wornal entre aire y aire.
—¿Para qué te apuras? Tal vez este túnel termine en un pozo sin salida. —gritó Ken.
—¡Serás mal agüero! ¡No vuelvas a mencionar la palabra... POZO!
Sus pies frenaron bruscamente en el borde de un pozo. Más allá del borde de ese pozo, el túnel continuaba, cuesta arriba. Con las rocas sonando a sus espaldas, Wornal tomó una decisión. Tomó al daijin con sus brazos poderosos, y sin oír lo que alegaba lo lanzó con fuerza hacia la otra orilla del pozo. Viéndolo caer en tierra firme, saltó a su vez, aferrándose al borde, por lo que tras trepar como un gato estuvo también al otro lado. Las rocas, sonando como una estampida, cayeron al pozo y desaparecieron en la profundidad.
—Estamos a salvo —suspiró Ken.
—Pero no gracias a ti, enano. La próxima vez entrámpate solo y líbranos de tu estupi....
¡FLOOOOOSH!
Al apoyarse en la pared, Wornal presionó una roca, y a continuación se escuchó un ruido como de un río o un mar derramándose en el túnel. Mirándose los ojos con terror, ambos escucharon claramente. Luego volvieron la vista y encontraron que el túnel se estaba llenando de agua con tanta rapidez que la ola que avanzaba hacia ellos los iba a aplastar aún más rápido que las rocas.
—¡¡¡Maldiciooooón!!! —gritaron ambos, corriendo otra vez, ahora túnel arriba.


La primera reacción de Cillen y Gebanel fue el miedo. Ambas saltaron dispuestas a defenderse, pero se relajaron al ver las caras de los jinetes. Eran enmascarados de Zevandir. Montaban unos animales parecidos a los zordlugs, pero más altos y de cara mucho más amable.
—¿Qué hacen aquí, niñas? —preguntó el que parecía estar a cargo.
—Vamos hacia Zevandir —respondió Cillen—. Venimos de parte del maestro Wonthar y los reyes dragones.
El capitán las miró con extrañeza mientras se rascaba la barbilla.
—¿Qué? ¿Acaso no nos creen? —dijo Cillen enojada.
—Es que... esperábamos doce, y aquí hay solo dos.
—Muchos cayeron en el camino —habló Gebanel con fuerza—. Muchos a los que amábamos. Hemos pasado por muchas penas, así que créenos, o no nos creas.
—Les creemos —habló el capitán con amabilidad—. Hemos venido a llevarlas. Las esperan en Zevandir.

(continuará)

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MensajePublicado: Mie Dic 31, 2008 12:35 am    Asunto: Responder citando

Feliz Año Nuevo!!!!! Espero que te la pases muy bien en compañía de todos tus seres queridos.

Hablando del cap., creo que las esperanzas se renuevan o se renovarán muy pronto.

Genial capítulo Niles. Bendiciones Risa tonta

Cita:
Si fuera una novela de Hollywood diría que a Yenia le pasa algo en la próxima escaramuza, pero no se...
Pensando

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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MensajePublicado: Lun Ene 05, 2009 9:59 am    Asunto: Responder citando

Muchas gracias por tus buenos deseos, Alambil, y claro que las cosas empezarán a mejorar, promesas son compromisos. Ya desde este capítulo se insinúan las promesas.

Deseando que hayas pasado unas felices fiestas, y sobre todo que este año sea maravilloso, te dejo el siguiente capítulo:

(continuación)

La fortaleza fronteriza del Rey De La Crueldad, a la que él llamaba "su retiro privado", distaba varios kilómetros de la capital de su reino. Debido a que se encontraba en la línea que marcaba el final de las tierras de Belvorum y el comienzo de los reinos fieles a Ivhir, fue construida para albergar varios batallones de soldados con comodidad. A pesar de no ser más espantosa que el resto de los castillos de Belvorum, causaba horror de sólo ver sus torres llenas de puntas y filos de cuchillos. Tras la caída de Ivhired, miles de soldados de Belvorum se refugiaron en ella, esperando una invasión que nunca llegó. Con los años se le fueron añadiendo cada vez más muros, pozos, y toda clase de trampas y medidas de seguridad. Hoy tenía fama de ser la más impenetrable de las fortalezas de Belvorum, después del palacio de la Emperatriz-Sacerdotisa.
—Allá tenemos que entrar —dijo Yinoim—, hasta los aposentos privados del Rey De La Crueldad, tal vez.
—Es lo más probable, que el rey en persona quiera interrogar al so-daijin —opinó Kushag—. En ese caso, tendremos que llegar a la sala del trono.
Fuera del muro exterior un batallón de guerreros formaban filas. Otros personajes en túnicas, repulsivos de espíritu incluso a esa distancia, conversaban con los guerreros pareciendo dar órdenes. Funcionarios, tal vez, o magos.
La mayoría de las armaduras parecían corresponder al ejército del rey. Sólo unos pocos lucían el diseño del capitán Albiwar. Eso frustró a Yinoim, que ansiaba hacerle pagar su crueldad con el anciano so-daijin. Albiwar no se encontraba con ellos.
El más repelente de los personajes en túnicas, casi un cadáver viviente, era el que hablaba más fuerte y el resto de los personajes en túnicas le obedecían. Pudo haber sido un humano o un reptil alguna vez, porque ahora la piel repugnante que cubría sus huesos era completamente irreconocible. Un collar al cuello con una enorme perla y dibujos en su manto decían claramente que era un mago.
—¿No han vuelto aún los que debían ejecutar a la tribu tagashi? —preguntó a un sargento con toda prepotencia.
—Había muchas víctimas para matar —le respondió el sargento con resignación—. Déjelos disfrutar de algo.
—¡Disfrutar es ley del vicio! —gritó el mago con su desagradable voz— ¡El placer debilita la voluntad! ¡Nuestro dios demanda obediencia, no placer! ¡No vuelva a justificar el placer si quiere conservar el puesto, sargento! ¡Y la vida!
—Yo sólo hablaba por amabilidad...—suspiró el sargento.
—¡Silencio! —volvió a gritar el mago. La perla de su collar estaba brillando como una linterna. La tomó con una mano huesuda que prácticamente era ya un esqueleto, observándola, como si los brillos le hablaran. O le mostraran imágenes...
—Enemigos... —susurró con un placer que lo hizo verse aún más repugnante—. ¡Sargento! Ponga a sus hombres en posición —levantó la mano libre, donde en el medio exacto de la palma, tenía una joya incrustada que atravesaba la mano de lado a lado—. Nnnnnggg.....sssrrrrvvv....nannnng.... —murmuró con cruel alegría—, ¡¡ZEVORUM!!
Apareció una bola de fuego moviéndose a velocidad aterradora, como un sol pequeño que hubiera decidido convertirse en bala de cañón. La bola se precipitó rumbo a la colina donde Yinoim y sus compañeros observaban. La colina explotó en pedazos que saltaron como balas, entre humo y ruido de truenos que lastimaron los oídos. Una avalancha de rocas cayó cerro abajo, y en el lugar donde Yinoim y sus amigos se encontraban quedó un profundo agujero. No quedó nada vivo.

—¡AYIIIIIII!
Yinoim y los suyos saltaron perfectamente vivos y sanos, una nueva batalla se inició.
—¡Dile a tu mago que use una bola tridorl más chica! —rió Kushag haciendo caer sus shiring sobre las cabezas de los guerreros— ¡Esa que le cuelga la vimos desde antes que la sacara!
Herido en su orgullo, el mago levantó la mano de la joya incrustada, arrojando una llamarada de fuego hacia ellos. Los jóvenes la esquivaron.
Furioso, atacó una vez más, pero los únicos muertos fueron sus propios guerreros. Concentrando toda su rabia formó un ataque más fuerte. Pero antes hizo un gesto con la otra mano.
La tierra tembló. Kushag y Zepiver cayeron a tierra. Aprovechando su debilidad, les arrojó una llamarada más grande que las anteriores.
—¡AAAAH!
Sin saber lo que hacía, Yinoim corrió a interponerse entre ellos y la llamarada. Extendió el brazo con la Lanza en alto, y antes que la llamarada los tocara, estalló en un millar de chispas, completamente inofensivas.
—Es el poder de la Lanza, del sagrado ivhirium —explicó Kushag—. Detiene todas las magias.
—Entonces yo atacaré al mago —dijo Yinoim.
—Una cosa es detener la magia, y otra detener al mago —gritó más repugnante que nunca, mientras Yinoim corría hacia él. Dos nuevas llamaradas fueron disueltas por el poder de la Lanza, otra bola de fuego, similar a la que destruyó la colina, rebotó y fue a explotar detrás del horizonte. El mago, sin alterarse, gesticuló una vez más con la bola tridorl.
La tierra se levantó bajo los pies de Yinoim, se levantó como un volcán pequeño, que cubrió su cuerpo apretándolo con violencia.
—Aaah... ahora la tierra será tu verdugo —rió—. Esa masa de tierra te ahogará mientras tritura tus huesos . . .
Yinoim luchó por expulsar la tierra, pero era como tratar de romper acero. Forcejeó, negándose a rendirse.
—Podría ser rápido, si quisiera..—volvió a reír el mago—. Pero tu burla me exige torturarte....
—¡AAAAAH!
La tierra lo aplastaba como una aplanadora. Sentía los músculos acalambrarse. Los huesos le gritaban. Tenía que pensar en algo, ignorar el dolor, usar la Lanza...
—Ahora sí, joven guerrero. Ahora sí... muerte....
—¡¡AAAAARGH!!
Estalló un fulgor de luz. El mago gritó de dolor, retorciéndose en agonía, mientras la tierra se disolvió por completo antes de dañar seriamente a Yinoim. Él estaba vivo. El mago, muerto.
Yinoim miró hacia el lugar de donde había venido el fulgor de luz. Vio a una figura blanca, resplandeciente, y sonrió con una felicidad que iluminó su corazón.

(continuará)

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MensajePublicado: Lun Ene 05, 2009 4:06 pm    Asunto: Responder citando

ERA GANDALF! eh digo, seguro que eran Shen o Ivhir, o a lo mejor eran los dos!! O_O

Buenos capitulos Niles-san.

Espero otro capítulo con muchas ganas ^^

Bendiciones

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MensajePublicado: Mie Ene 07, 2009 12:24 pm    Asunto: Responder citando

Nop, era... ¡BATMAN!

Ja ja... no, ahora sí vas a poder ver quién es... ojalá sea una grata sorpresa, unas gratas sorpresas, quiero decir...

(continuación)

Wornal y Ken corrían aún más rápido que en la trampa de rocas. El agua subía tras ellos pareciendo estar viva y querer devorarlos. Aunque las trampas de agua eran habituales en los castillos de muchas civilizaciones, nadie de los dos había estado nunca en una tan grande y que se llenara con tanta velocidad.
—Haré un juramento, enano tagashi —resopló Wornal—. Si salimos vivos de esto, te perdonaré la vida.
—Hermosa generosidad —resopló Ken sin perder su sentido del sarcasmo.
—¡Maldita sea! ¡Te digo, enano tagashi, que vamos hacia arriba! ¡Debería haber luz! Y si no hay luz... es porque... ¡AAAAY!
—Porque algo muy pesado cubre la salida —ironizó Ken—. ¿Una roca enorme, tal vez?
Wornal, sobándose la cabeza, asintió entre gruñidos. Un techo de roca sólida era el fin del camino. Al otro lado, solamente el túnel... y el agua.
—Esto es una roca, puesta como tapa —observó Wornal—. El maldito que hizo esta trampa la pensó como una burla cruel. ¡Pero yo no me entregaré a la muerte como un animal de ganado! ¡Wornal, Gran Principal de los cazadores libres, luchará hasta el final! ¡Voy a levantar esta roca con mis brazos poderosos! ¡HNNNNNG!
Aunque Wornal era el hombre más fuerte de su pueblo, la roca era demasiado para él. Negándose a la derrota, insistió e insistió, hasta que los músculos de los brazos se negaron a continuar.
—Es el fin —murmuró Ken, sentándose con las piernas cruzadas como si fuera a meditar—. Nuestro destino se acaba aquí.
Wornal cayó también, dándole al tagashi la razón por primera vez.
—¡Ay, mi pequeña, mi avecilla da presa, mi preciosa Gebanel! —se lamentó Wornal—. Seguramente nos dio por muertos cuando caímos al pozo. ¡Cómo hubiera querido salir de esta trampa y darle la sorpresa de estar vivo!
—¿No puedes esperar la muerte en paz? —gruñó Ken—. Deja de lamentar lo que dejaste. Lo que dejaste, dejado está.
—¡Pedazo de piedra insensible! ¡Igual que el enmascarado de Zevandir, que en los peores momentos decía las frases más cursis! ¡Ah, no digo yo! ¡Los tagashi tienen una espada en vez de corazón! ¡Buscadores de la muerte! ¡Locos suicidas! —Wornal estaba fuera de sí.
—¡CÁLLATE! ¡Yo también tengo miedo de morir! ¡Pero no puedo faltar a mi honor justo en los últimos momento de mi vida, lloriqueando por la vida que ya no voy a vivir! ¡Me dan ganas de matarte aquí mismo, gigante barbas de paja, vestido de animal, como animal! —Ken no soportó más y desenvainó la shigura.
—¡Pues atrévete, gritón de la Llanura! ¡Lo mismo da que te ahogue el agua o que mi druta te destroce! ¿Quieres morir? ¡Pues ven acá y muere!
¡WRRRRRL!
Cayó silencio. Ante la sorpresa de ambos, la roca que tapaba la entrada se movió, dejando entrar un hilo de luz.
—¿Se puede saber qué hiciste, gigante rubio? —Ken sintió que volvían sus deseos de vivir.
—Sólo le di una patada a la pared, ¡mira! —Wornal pateó otra vez, pero ahora la roca se movió en sentido contrario y tapó el hilo de luz.
—¡Grandísimo animal! —Ken corrió hacia la pared y encontró tres piedras rectangulares. Al presionarlas se hundían como botones.
¡WRRRRRL!
Al presionar una, la roca se abrió. Esperanzado, presionó la otra, pero la roca volvió a cerrarse.
—¿Qué estás haciendo, enano? —bramó Wornal.
—¡Cállate! Necesito pensar. Esto es una clave, una adivinanza.. —respondió Ken—. Tres botones... eso permite seis combinaciones. Si presionarnos al orden correcto, la roca se abrirá.
—¿Sabes cual es? —dijo Wornal con esperanza.
—¿Cómo voy a saber? Tengo que probarlas todas. Hazte a un lado, gigantón.
Ken presionó las tres rocas. La roca se abrió un poco más. Volvió a presionarlas en un orden distinto. La roca se volvió a cerrar.
—¡Qué hiciste, enano gritón! —rugió Wornal.
—¡Silencio! Era una combinación mala. Quedan cuatro más.
Probó dos más. Nada pasó.
—Solo dos quedan... una tiene que ser —sus manos le temblaban.
—Pues date prisa, ya siento venir el agua.. —dijo Wornal.
Aunque educado para negar sus sentimientos, Ken era una criatura mortal, sometida a la ignorancia y al amor en igual medida, deseoso de vivir como todos los seres vivientes. Con toda la esperanza de
su corazón en sus manos, probó las últimas combinaciones. La enorme roca se movió ¡WRRRL! La luz del día brilló, el aire fresco entraba. La roca estaba abierta. La muerte, vencida.
—¡Lo hiciste, enano, tagashi gritón, lo hiciste! —gritó Wornal vaciando sus pulmones de alegría.
Ken gritó de alegría también, y antes de darse cuenta ambos estaban abrazados, riendo gritando y saltando, olvidadas todas las querellas de hace apenas un rato.
—¿Van a estar abrazándose todo el día, o van a salir de una vez? —gritó una poderosa voz de mujer.
Wornal y Ken se quedaron helados. Al mirar hacia la luz, descubrieron a una guerrera rubia, cuyos brazos y piernas estallaban en músculos enormes.
Era Trala, quien sostenía la roca con su fuerza sobrehumana.
—Si pretenden que les sostenga la roca todo el día, par de tontos...
Saliendo de la trampa hacia la luz, ambos la miraban con ojos realmente estúpidos.
—¿Les ocurrió algo allá abajo que yo no debo saber? —preguntó Trala con malicia.
—Está viva, mi querida Trala, ¡viva! —fue lo único que a Wornal se le ocurrió decir.
—¡Claro que estoy viva! Viva y furiosa. Voy a hacerme un sostén y unos calzones con la piel de cierto mal nacido al que voy a estrangular con mis brazos —bramó, y luego cambió el tono—. ¿Sólo estaban ustedes dos en el túnel? ¿Y el resto?
—Yinoim y la pelirroja fueron tras una aldea tagashi —dijo Ken—. El Farlin y el Zevandir los siguieron. Presumo que Yilberum siguió con la kordarim y la chica Gebanel hacia Zevandir.
—¿Qué estás diciendo? —Trala puso cara de espanto, y ante la sorpresa de ambos, se largó a correr hacia Zevandir— ¿Qué esperan, tontos? ¡¡CORRAN!! ¡Las niñas están en peligro!

Yinoim continuaba mirando la figura blanca resplandeciente, sin saber si creer lo que sus ojos veían.
—No se entra en la casa del enemigo tocando a la puerta —habló la voz de un tagashi muy alto y de cabello blanco.
Era Shen.
—¿Shen? ¡Estás vivo! —exclamó Yinoim con alegría.
—Según sé, los muertos no tienen sustancia —bromeó Shen golpeándolo con suavidad la barbilla.
—¡¡SHEN!! gritó Yenia con lágrimas de alegría, abrazándolo hasta sacarle el aire de los pulmones.
—¿Qué ocurrió? Tú y Trala...—dijo Yinoim.
—...Caímos al fondo de una cueva —explicó Shen—. Pudimos salir con su fuerza y mi magia, pero nos tomó mucho tiempo. Vimos sus huellas y nos dividimos. Ella va hacia Zevandir.
—Me alegra tanto que estés bien.. —dijo Yenia secándose las lágrimas.
—Y yo me apeno de haberles dado esa pena —contestó Shen—. Pero ahora, hay cosas más urgentes.
—¿Vas a ayudarnos a entrar? —preguntó Yinoim.
—Como les dije, no se entra a la casa del enemigo tocando a la puerta. La fortaleza del Rey De La Crueldad tiene fama de ser la más impenetrable, después del palacio de la Emperatriz-Sacerdotisa. Pero nada que existe en el mundo mortal es perfecto.
—Entonces sabes de una entrada —habló Kushag, que venía llegando.
—Lo sé —respondió Shen—. Prepárense para mojarse...

(continuará)

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MensajePublicado: Dom Ene 11, 2009 12:11 am    Asunto: Responder citando

Ay! yo pensé que era SuperMan...jaja, *broma*

*o*...que lindo reencuentro!!! Todos juntos, ¿verdad?


Cita:
—Entonces sabes de una entrada —habló Kushag, que venía llegando.
—Lo sé —respondió Shen—. Prepárense para mojarse...


Mi lógica me indica que será todo bajo el agua ¿estoy en lo cierto o equivocada?

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MensajePublicado: Mar Ene 13, 2009 4:11 pm    Asunto: Responder citando

Es algo como el templo de agua de Zelda: Ocarine of Time? :S

Shen tiene algunas escamas de zora? Muy Feliz (lol que friki soy)

Gracias por el capítulo Niles ;)

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MensajePublicado: Mie Ene 14, 2009 12:55 pm    Asunto: Responder citando

¿A que es hermoso encontrar vivos a los que parecían muertos? Siempre he sido enemigo fuerte de los escritores que banalizan la muerte, dejando cementerios de personajes sin ninguna justificación, lo soy aunque me meta en líos. Tal vez por eso quise hacer esta "trampa" y chequear sus reacciones ante la muerte aparente de personajes queridos... para luego mostrar que estaban bien vivitos. Parte del suspense, como dicen por ahí. Ahora vamos a las dudas:

Cita:
Mi lógica me indica que será todo bajo el agua ¿estoy en lo cierto o equivocada?


En lo cierto, linda Alambil. Ahora se nos viene una breve escena subacuática

Cita:
Es algo como el templo de agua de Zelda: Ocarine of Time? :S

Shen tiene algunas escamas de zora? (lol que friki soy)


¿Te digo la verdad, FireHeart? No ubico para nada el juego de Zelda. Apenas sé que se trata de un muchacho con gorro de duende que lucha por rescatar a una princesa, y que el papá de Mario Bros se forró en millones con este su segundo gran éxito.

Igual, la magia es un gran elemento cuando se deben enfrentar poderes tremendos. Veamos que les ocurre a nuestros amigos dentro del castillo. Pero antes veremos cómo les va a Cillen y Gebanel:


(continuación)

—Zevandir, la nación de los libres —murmuró Gebanel.
—O eso es lo que dicen —Cillen le contestó el murmullo.
Estaban entrando a la soberbia ciudad capital, en cuyo centro una colina asentaba el Palacio De Los Elegidos. A la grupa de los guerreros de Zevandir, las muchachas admiraban las riquezas de una nación que luchaba por ocupar el puesto vacío desde la caída de Yilgendar como la mayor de las naciones. Sus calles de piedra blanca, con columnas del más fino mármol guardando sus esquinas, tenían a ambos lados soberbios edificios de una riqueza exagerada, absurda, según el gusto de Cillen y Gebanel. Como ninguna de las dos había conocido las glorias de Yilgendar, toda esa exhibición de riqueza les pareció ridícula y de mal gusto.
En todos los edificios había lemas escritos acerca de la superioridad de Zevandir sobre las otras naciones. El camino hacia la colina del palacio estaba hecho de un metal dorado.
—Espero que no sea de oro —murmuró Cillen con sarcasmo.
—De oro es —respondió el guerrero que la transportaba, malinterpretando su sarcasmo como admiración.
A lo largo del camino se alternaban las estatuas de los dioses, con las de los guerreros más importantes. Y al llenar a las puertas del palacio, vieron a ambos lados unas estatuas gigantescas. Eran dos aves soberbias con las alas desplegadas y el pico abierto para devorar.
—Es el jali-or, el ave sagrada de Zevandir —explicó el capitán de los guerreros.
Las puertas se abrieron. Los guerreros entraron entre dos filas de guerreros enmascarados, erguidos en posición de guardia. Las guerreras usaban el pelo descubierto sobre la máscara.
Dos jóvenes aprendices, parecidos a Zepiver, corrieron desde el palacio y se arrodillaron. Tras ellos salió una guerrera que se paró entre ellos, y sonó un cuerno de bronce con fuerza.
—¡HA LLEGADO EL ELEGIDO DE ZEVANDIR, LA NACIÓN LIBRE! —gritaron los guerreros.
Algo nerviosas, las chicas descabalgaron deprisa, pero se quedaron estupefactas.
—¿Ese es el Elegido? —dijo Gebanel.
—¡Ay dioses! —clamó Cillen— ¡Nuestros pajes tienen más presencia!
Acompañado de sus magos, avanzó un hombre delgado con una cara llena de miedo, envuelto en túnicas, capas y todo tipo de ropa incómoda. El Elegido llevaba una capa, como los reyes, pero de telas tan finas quo muchos reyes juzgarían exagerada. Salvo el jali-or de oro que llevaba prendido al lado derecho, no usaba símbolos sagrados, pero llevaba anillos en cada dedo, y un cinturón lleno de joyas y hebilla de metales muy caros.
Era tan ostentosa su ropa como miserable su presencia. Jugaba con sus dedos como los muertos de miedo. Sonreía con falsedad, se notaba en el rostro que era un cobarde.
Detrás suyo, en túnicas de color escarlata, los magos observaban en majestuoso silencio.
—Son bienvenidas a Zevandir —habló el Elegido, cambiando súbitamente. Ahora hablaba con seguridad, sonreía y hacía gestos muy estudiados con sus manos—. Me he enterado que su viaje ha sido duro y lleno de peligros. Aquí encontrarán la paz. En nuestra nación podrán descansar en libertad, cumplir todos sus sueños, buscar la felicidad...
—Majestad —interrumpió Cillen.
—Se le dice "Elegido De Todos", niña —la corrigió el capitán.
—Son libres desde el momento de entrar a nuestra nación. Las consideramos nuestras iguales. Tienen derecho a todo lo que tienen derecho los nacidos en Zevandir, la más libre de todas las naciones... —siguió hablando el Elegido.
—Eh, Elegido De Todos..—insistió Cillen.
—...Desde el día que nuestra nación expulsó a su último rey, y dio el derecho a todos de elegir a su soberano, hemos sido una nación rica y poderosa, que vive en paz con sus vecinos, que cuida con amor de sus ancianos y niños, una nación que cree en la justicia, en la paz, en el respeto de todos hacia todos; una nación donde nadie debe temer a la persecución, a la explotación abusiva de los nobles hacia los más débiles.. —continuaba el Elegido sin escuchar a nadie.
—¡OIGA DE UNA VEZ! —gritó Cillen con brusquedad—. Su discurso es muy bonito, pero no vinimos aquí a pasear, ni tampoco pedimos asilo. Venimos de parte del maestro Wonthar, nos traen cosas urgentes.
—Sí, sí, claro. Enviados de Wonthar, claro. Estamos enterados, pero este es el discurso de bienvenida qua siempre damos en Zevandir.
—Dénoslo después por escrito —siguió Gebanel—. Se nos viene una guerra. No hay tiempo de nada.
—Sí claro. Estoy al tanto de la delicada situación política que atravesamos. Vengan al palacio y conversaremos —dijo el Elegido.
—Sabe a lo que venimos, ¿cierto? —preguntó Cillen.
—La reliquia de Zevandir... el Árbol De La Vida Infinita —le recordó Gebanel.
—Ah, sí claro, el árbol, eso. Sí bueno, pasen adentro y conversaremos acerca de la entrega —sonrió el Elegido.

—¡Shen! ¿A donde nos llevaste? —gritó Yenia.
—A la reserva de agua —contestó Shen con toda calma. Ante ellos, una cascada de agua limpia era conducida por canales y tubos hacia el interior del castillo por la parte de atrás.
—¿Pretendes que nos zambullamos en eso? —señaló Kushag mitad con miedo, mitad con ironía—. Suponiendo que el agua esté profunda y no nos rompamos la cabeza en el fondo, el viaje hacia el interior del castillo es largo.
—Es verdad —señaló Yinoim—. El trayecto es largo. Nos ahogaremos.
—No será así —dijo Shen—. Yo los ayudaré. Y sí está profunda. Les garantizo que ni siquiera verán el fondo.
—Está bien. Si tú lo dices... Yo sí confío en ti —sonrió Yenia, inesperadamente coqueta.
—Así sea...—dijo Yinoim—. ¡Al agua!
Los cinco se arrojaron al agua al mismo tiempo, y estaba fría, pues venía de los deshielos en la montaña. La piel se les rebeló al sentir la mordida del hielo, pero inesperadamente, el agua se volvió tan cálida como el aire del verano. Y la visión bajo el agua, que siempre es borrosa, se había vuelto clara como el cristal.
Al mirar a los otros, Yinoim se dio cuenta que Shen los había cubierto con una especie de aceite que se pegaba a sus cuerpos como una piel. Más extraordinario aún, vio a Yenia hinchar su hermoso pecho y expulsar burbujas por la nariz. Él lo intentó, y tuvo éxito. Así que el "aceite" le permitía respirar bajo el agua como si estuviera en pleno aire. No siendo mago, no podía entrar en detalles sobre la naturaleza del "aceite". Sólo podía dar gracias por contar con un amigo como Shen, que dominaba la magia, y secretos que él se quedaba dormido cuando Wonthar se los explicaba.
Shen hizo un gesto con su dedo, y comprendiendo, todos se precipitaron hacia la entrada de agua del castillo. Nadaban con facilidad gracias a la magia de Shen, y aunque el túnel estaba oscuro y muy largo, pronto estuvieron en el interior.
Al ver una luz se precipitaron hacia arriba. Al tocar nuevamente el aire, la magia se disolvió.
—Ya estamos dentro —dijo Zepiver—, ¿ahora donde?
—Hacia allá —Señaló Shen—. Con muchísimo cuidado. Esto está lleno de guardias.
Jamás habían visto tantas puertas y pasillos, el castillo entero parecía un gigantesco laberinto, ansioso de devorarlos con sus dientes. ¡Dientes! Los muros estaban llenos de puntas y filos da cuchillo. Hachas.
—No toquen nada —les advirtió Shen—. Estas son trampas, si pisan o chocan con algo, prepárense a correr.
—No hacía falta decir que no toquemos nada —exclamó Yinoim con disgusto—. Esto es horrible.
—Más que horrible —contestó Shen—. No hay un solo rincón de este castillo donde no haya caído una gota de sangre inocente.
En una cámara varios pasillos adelante, dos guerreros entretenían su ociosidad jugando una especie de dados. Otro de pie, harto de su ociosidad, se paseaba.
—¿Cuándo va a venir el Rey a ver el botín? —rugió con ira.
—Cuando le saque al viejo tagashi lo que quiere saber —dijo uno de los que jugaban dados—. Una hora o un día. Lo mismo me da a mí.
—¡Pues a mí no! —rugió más fuerte— ¡Estoy harto!
Nada es casualidad. Hasta detrás de la caída de una hoja están los dioses. El guerrero salió al pasillo en el momento preciso en que, unos cien metros atrás, Yinoim y sus amigos se aproximaban tratando de no ser vistos.
—¡INTRUSOS! —gritó— ¡EL CASTILLO ESTÁ INVADIDO! ¡GUERREROS!
—¡Maldición! —gritó Yinoim— ¡Hay que callarlo!
—¡Yo le arranco la lengua, si logro quitarle el casco! —gritó Kushag.
—¡Vengan todos! —ordenó Shen— ¡Pronto estará el castillo entero encima nuestro!
El guerrero tiró una palanca, y un sonido como de cien campanas retumbó en los oídos de los Cinco. Varias puertas ocultas se abrieron. En ellas había escaleras que retumbaban bajo los pasos metálicos da varios batallones de guerreros corriendo en armadura.
Los Cinco se lanzaron a la lucha, incluso Shen tomó una espada de la pared. Kushag, fiel a su promesa, acabó con el guerrero que dio la alarma, pero no le arrancó la lengua. Yinoim y Zepiver cubrían a Yenia, cuya espada volaba a la retaguardia.
—¡Por allá, sigan a Kushag! —gritó Shen.
—¿No puedes usar magia? —preguntó Yenia mientras cortaba el brazo de un guerrero.
—¡Necesito tiempo!—respondió Shen— ¡Soy más útil con la espada!
—¡Te daremos tiempo! ¡Muchachos! —gritó Yenia.
A su orden, los muchachos prestaran sus hombros como escaleras para hacerla saltar hasta una lámpara de hierro con tres antorchas. Balanceándose como un mono, Yenia cortó en arriesgada maniobra los grandes tapetes que adornaban las paredes del pasillo a gran altura. Los tapetes cayeron sobre los guerreros. Luego tomó las antorchas y se las arrojó. Los tapetes ardieron como hierba seca.
Huyendo como ratas, los guerreros se alejaron de las llamas gritando. Pero una vez pasado el susto era cosa de esperar que el fuego se apagara para volver a atacar.
—Ahora voy yo, Yenia —dijo Shen, sacando de su manga una pieza de madera que encajaba en su mano.
—¡Ese es un blandel! —exclamó Kushag— ¡Es el signo de un mago poderoso!
—No exageres, amigo —dijo Shen, y levantando el blandel hacia los guerreros, exclamó— Ima... Neto... ¡SIR!
Los soldados volaron como si hubiera explotado una bomba. Unos quedaron colgando de las lámparas, y otros pegados a las paredes.
—¡Increíble! —exclamó Yinoim— ¡Están como pegados con goma!
—Magnetizados —corrigió Shen—. De ahí no se moverán.
—¡Ey, miren!
Los dos guerreros del juego de dados huían, uno con algo como una caja de metal muy grande. Yinoim les arrojó la Lanza, que mató a uno de ida, y al de la caja lo mató de vuelta.
—No avisarán a nadie —comentaron todos—. ¿Por qué protegían esta caja?
—Vamos a averiguarlo —dijo Shen.
Levantó la tapa con facilidad, de adentro brotó una maravillosa luz.
—¡No puede ser! —Shen quedó tan confundido como un científico que presencia un milagro.
Adentro, en una maceta de oro, brillaba un árbol de cristal purísimo. Sus ramas, desde las más finas hasta el tallo de la raíz, eran todas de un delicado cristal puro que centelleaba con brillos de belleza sublime. En su interior se veía correr con suavidad un agua aún más pura que el cristal, circulando con graciosa armonía.
—Es el Árbol De La Vida Infinita —murmuró Shen con respeto—. La reliquia de Zevandir.
—La tenían oculta aquí —dijo Yinoim—. ¿Entonces, hay guerra ya en Zevandir?
—No hubo guerra —suspiró Shen, como los encargados de dar noticias ingratas—. La entregaron sin ninguna violencia.
—¿Qué... estás queriendo... decir? —exclamó Zepiver con los ojos desencajados.
—Que Zevandir nos traicionó.

(continuará)

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"La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto, la fe"

"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

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MensajePublicado: Mie Ene 14, 2009 3:54 pm    Asunto: Responder citando

Cillen y Gabanel corren peligro >_>

Me alegro por Cillen y no me gustó el coqueteo de Yenia ¬¬

Niles, deberías probar el Zelda64 está muy bueno.

Gracias por otro capitulo Muy Feliz

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