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LA LLAMADA DE LOS DIOSES (libro primero)


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rachel
Hidalgo
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MensajePublicado: Mie Sep 24, 2008 10:20 pm    Asunto: Responder citando

FireHeart escribió:
Bueno... yo elijo la opción 7; era más tonto de lo que parecía porque no dejaba que Zepiver se desarrolle libremente, aparte de que era un vanidoso que se creía superior a todos. Además que se pensaba era superman, ensima vos le tenías bronca y para colmo tuvo la mala suerte de cruzarse con la Bestia Sonrisa

jajajajaa Lengua



Jajajaja Riendo

Buenísimo Emma! Riendo

Tenés razón, esta debe ser la opción correcta Riendo

_________________
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“Si encuentro en mi deseos que nada en esta tierra puede satisfacer, la única explicación lógica es que fui hecho para otro mundo”. C.S.Lewis
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Alambil,la sra. de la paz
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MensajePublicado: Jue Sep 25, 2008 7:30 pm    Asunto: Responder citando

Fu!!! me volví a perder...
pero I´´m Come back!!! wee.
Que buena se está poniendo la historia, todo es tan bueno, y como dijo Emma: la opción 7 es la mejor jeje!!!

Bendiciones Risa tonta

_________________
Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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Si hay cosas buenas es porque Dios es La Bondad Absoluta. Si hay verdades es porque Dios es la Verdad Absoluta. Si hay belleza es porque Dios es la Belleza Absoluta.
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I know that love is unconditional, but i also know that it can be unpredictable, unexpected, uncontrollable, unbearable and strangely easy to mistake for loathing, and...i think i love you. My heart...it feels like my chest can barely contain it, like it's trying to escape because it doesn't belong to me any more. It belongs to you. And if you wanted it, i'd wish for nothing in exchange - no fits, no goods, no demonstrations of devotion, nothing but knowing you loved me too; just your heart, in exchange for mine. (Yvaine)
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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Sep 26, 2008 2:28 pm    Asunto: Responder citando

JeJe... Sí, creo que tienen razón en que todas las opciones eran correctas en gran medida.

Vandir se creía virtuoso, y esa es la forma más peligrosa de la vanidad, no creerse superior por ser más fuerte, más rico o más bello, sino por creerse "bueno". Esa supuesta superioridad moral lo hacía sentirse con derecho a corregir a los demás, siendo esos mismos que pretendía corregir mucho mejores que él. De allí que tropezara a cada paso y no aceptara con humildad esos tropezones, convencido de que eran pruebas de su supuesta virtud. Su "sabiduría" se reducía a decir frases aprendidas de memoria, y ni siquiera frases propias; creo que sólo me faltó hacerlo sacar un librito y recitar frases escritas para terminar de ponerlo ridículo. Fue la imagen grandiosa que tenía en su propia mente la que le provocó su fin, al desafiar un poder muy superior al suyo. No daré datos más precisos sobre cómo fue el encuentro y su muerte, sí diré que fue la muerte que menos hubiera querido: una muerte tonta y a todas luces, inútil. Vandir hubiera querido morir como los grandes héroes, luchando heroicamente, dando su vida en generoso sacrifico y como no, diciendo frases memorables antes de morir. En lugar de eso, simplemente la Bestia lo agarró y ¡plaf! todo terminó.

Yinoim, por su parte, enfrentó a la Bestia sin la menor pretensión de gloria. Más todavía, ni siquiera pretendió enfrentarla, fue el destino quien lo puso en tal lío. Ya que Rach preguntó aprovecho para explicar todo ese asunto de la falsa lanza y la verdadera. ¿Recuerdan la frase de Ivhir? "casi todo lo que se consigue con facilidad, es falso". Poco le costó a Yinoim hacerse de la primera lanza, Ivhir se la dio y ya. Pero lograr la Verdadera le costó dominar su miedo, su pena y estar al borde de morir. Pero, cuando todo parecía perdido, una simple piedra lanzada sin esperanzas reveló ser la Verdad. Casi todo lo fácil es falso, sí, pero lo más valioso de todo es gratuito. La protección y el amor de Dios aparece donde menos parecía estarlo. Digamos que al darle una falsa lanza y una verdadera lanza, Ivhir logró que Yinoim "encarnara" lo que de otro modo sería nada más una frase, es decir, vivió en la carne y en su vida lo que esas palabras significaban.

Zepiver, por su parte, vivirá el duelo de perder a su maestro, pero después, evolucionará hasta volverse el mejor amigo de Yinoim. Entre tanto acoso femenino creo que al chico le hace falta un amigo, y calma, ya no habrán más enamoradas, al menos en este libro. Sólo espero que, al sacarlo de Robin, Zepiver no caiga en volverse un Ron Weasley, es decir, un "mejor amigo tonto del héroe guapo". Siempre me ha gustado la idea de un ayudante que termina superando a su maestro, aunque creo que superar a Vandir no será muy difícil.

Una vez más gracias por sus comentarios. Todos sin excepción fueron muy buenos. Yo también he comentado mucho, así que prometo que en el próximo posteo la historia sigue.

Cariños a todos:
Rey Niles

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"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Oct 03, 2008 6:01 pm    Asunto: Responder citando

como dije, aquí sigue la historia.

(continuación)

La verdadera Lanza.
Vandir fue sepultado bajo un árbol según la costumbre de los ter-eol, que Zevandir no tenía. Mientras
Wornal y Yilberum terminaban de echar la última palada de tierra, y Shen recitaba en silencio una letanía en un desconocido idioma, Zepiver, casi aparte de los ahora Once, respiraba entrecortadamente, mientras sus ojos se iban enrojeciendo cada vez más.
—No voy a llorar —decía, casi ahogándose—, no pienso hacerlo...
Pero Trala captó su perturbación, se acercó, y lo abrazó con todo su calor.
—No hagas eso —le dijo con ternura—, sólo te vas a hacer daño.
Entonces Zepiver cayó sobre su pecho, y estalló en un llanto de niño que llevaba años luchando por salir. Ni los más insensibles da la misión se atrevieron a reprocharle las lágrimas, y hasta Ken, el daijin, sintió humedad en sus ojos. Trala se sintió estremecida hasta lo más hondo de su ser por la fragilidad de Zepiver, reducido a un bebé indefenso, inundándole el pecho con sus lágrimas.
Yinoim dejaba correr sus lágrimas apaciblemente, en respetuoso silencio. Las niñas también lloraron en silencio. Yenia se dio cuenta de que Yinoim ya no llevaba la Lanza.
—Yinoim... la Lanza Da Ivhir... ¿Qué le pasó? —preguntó.
—Se... transformó. La tengo aquí, es esta piedra —contestó señalando el collar que ahora llevaba al cuello.
La Lanza se había transformado otra vez en piedra, más pequeña que la anterior. Así que con una buena cuerda pasó a ser uno de los típicos collares de cuerda y piedras naturales que los ter-eol suelen usar. Yinoim la acarició con ternura, sintiendo, esta vez sí, la vibración de una presencia viva, que lo comprendía, y a la que algún día llegaría a comprender. Por el momento era suficiente saber que estaba a su alcance, lista para despertar cuando sonara la hora de la lucha. Y en las horas de paz, dormida alrededor de su cuello, le susurraría verdades al alcance de su comprensión.
Pero por razones que no comprendía, guardó en su corazón todo aquel asunto de la falsa lanza y la Verdadera Lanza, y para todos, salvo los dioses, solamente hubo una Lanza en las manos de Yinoim.
Zepiver había dejado de llorar y era de nuevo el joven valiente, aprendiz de guerrero de Zevandir. Tenía en sus manos el escudo y la espada de Vandir, pues sólo él tenía derecho sobre su destino.
—Trala... ¿puedes clavar el escudo en el tronco con la espada? —preguntó con timidez.
—¿Eso deseas, cariño? —preguntó Trala con suavidad.
Zepiver dijo sí en silencio. Con su fuerza sobrehumana, Trala atravesó el escudo y el tronco con la espada hasta topar con la empuñadura. Así asegurado, el escudo marcaría como lápida el lugar de reposo del guerrero más grande de Zevandir.
Todos ardían por preguntar, pero nadie se atrevía. Al final, Trala se atrevió y se acercó.
—Yinoim, ¿mataste a la Bestia Sin Nombre?
—No —respondió secamente al principio, pero luego aclaró—. No fui yo. Fue la Lanza.
A todos urgía la necesidad de dejar pronto ese lugar, la cercanía de una tumba no agradaba a nadie. Yilberum, en cierto modo decidido a reemplazar a Vandir como la voz de mando, urgió a todos a darse prisa.
—Movámonos de aquí —apuró—, las patrullas de Amocíin están por todo el bosque. Pronto se darán cuenta de que salimos con vida del Lago Caprichoso, y nos atacarán. ¡Vamos!
—¿No tendrás miedo de pelear, ter-eol? —gruñó Ken.
—¡Sólo nos estamos retrasando! —rugió Yilberum—. Tenemos una misión, no hemos venido aquí a complacernos en pelear batallas. ¡Así que a moverse!
—No me gusta tu tono, ter-eol. —amenazó Ken, recibiendo en ese mismo instante un palmazo en la cabeza de parte de Wornal.
—¡Cierra la boca, enano, y toma ejemplo del joven de Zevandir! Él acaba de perder a su maestro, pero echa su dolor a la espalda y sigue adelante, ¡míralo!
En efecto, Zepiver, silencioso como un fantasma, decidido como una flecha, avanzaba a paso rápido por el bosque ignorando las voces detrás de él.
—No lo dejen solo, niñas —encomendó Trala a Cillen y Yenia. El resto del grupo se movió tras él.
Wornal, un poco atrás, tomó a su hija del hombro con una muy rara seriedad.
—Hija, hazme una promesa —habló—, prométeme que si caigo, seguirás adelante.
—No me asustes, papá, por favor —dijo Gebanel.
—¡Promételo! En esto va el orgullo de los Cazadores Libres —insistió.
—Esta bien, papá —prometió Gebanel.
Más adelante, Yinoim pensaba cosas muy diferentes.
—Un día de viaje por el bosque, y estaremos llegando al borde. Luego un día más por la Llanura, y estaremos en Zevandir —habló Yilberum.

En la torre más alta del palacio de la Capital De Los Muertos, la Emperatriz-Sacerdotisa buscó en el pozo de piedra negra a su favorito; el guerrero rubio de la armadura brillante.
—Albiwar, ¿cómo vas en tu misión? —preguntó sin disimular su placer. Deldra la miraba con frialdad.
—Todo va bien, de acuerdo a tu sabiduría —habló Albiwar con adulación. Pero en el mismo instante en que hablaba un ruido terrible, como rayos y muchos truenos, sacudió el palacio.
—¡¡¡QUÉ!!! —gritó Zendra, cayéndose de la violencia que agitó la torre. Parecía un terremoto.
—¡Madre, qué es eso! —gimió con terror la Princesa Virgen.
—¡Es la Llama Del Dolor! —gritó Zendra, con algo que jamás su hija había visto en ella: miedo— ¡Nuestro dios quiere hablarme!
En la cámara de la Llama, esta se agitaba con una violencia tal que parecía querer arrancar la torre de sus cimientos. Zendra avanzó con prudencia, con gestos de humildad que jamás ningún súbdito vería en ella.
—¿¡¡Qué has hecho, estúpida!!? —gritó una voz aterradora, acostumbrada a humillar a su antojo—. ¡La Bestia Sin Nombre yace muerta hecha cenizas! ¡El ungido de Ivhir sigue con vida, con la Lanza en sus manos!
—Nnnnoo puede ser —tembló Zendra con contracciones en la garganta que le hacían un martirio hablar—. Yo lo vi morir... la Bestia....
—La Bestia mató a un enmascarado de Zevandir, una vida sin importancia —rugió la voz de la Llama, más violenta que nunca—. Y ahora avanzan por el bosque en paz. ¿¡Qué piensas hacer acerca de eso, imbécil!?
—¿Qué puedo hacer...? —la orgullosa Emperatriz-Sacerdotisa casi lloraba como una niña.
—¡¡Apresura los planes!! ¡¡Ordena a esos capitanes tuyos!! ¡¡Libera todos esos recursos que tienes en reserva!! Yo mismo instruiré a los Reyes mi voluntad, mientras tanto... ¡muévete!
La soberbia Emperatriz-Sacerdotisa cayó de rodillas como una esclava, como jamás caería ante nadie de este mundo.
—Se hará según tus órdenes, mi señor... mi dios...
Volvió a la cámara del pozo tan furiosa que los sirvientes se escondían a su paso. Una doncella, que atendía a Deldra, no se apartó a tiempo y fue arrojada a un lado sin consideración. Huyó arrastrándose.
—¡Albiwar! ¡Responde de inmediato! gritó al pozo de piedra negra. Albiwar la miró como si le hubieran cambiado a su emperatriz por otra.
—¿Qué ocurre? —se le habían frenado los halagos.
—Todo se ha alterado —habló con frialdad—. Ve al palacio del Rey De La Crueldad y ponte a sus órdenes. Yo debo disponer planes aquí. ¿Qué esperas? ¡¡¡CORRE!!!
Cortó la comunicación mental tan brusco que Albiwar casi cayó de su shragorn. El guerrero de la armadura plateada estaba muy confundido por el brusco cambio de humor de su soberana.
—¿Qué ocurre, madre; ha pasado algo malo? —preguntó Deldra sin miedo, más bien complacida por la ira de su madre.
—El ungido de Ivhir vive. Venció a la Bestia Sin Nombre, y ahora camina por el bosque —respondió.
—¿Y qué piensas hacer?
—Llamaré a los Magos Mayores. Voy a poner en libertad ciertos experimentos que les encargué hace mucho. Unas, digamos, "correcciones" a la naturaleza. Con artes oscuras hemos creado ciertas criaturas que la naturaleza olvidó.
—¿Criaturas? —abrió los ojos con preocupación.
—Bosque profundo. Mmmmh, para esto, lo más apropiado son los mergoons —dijo Zendra recuperando su cruel satisfacción.
—Ya lo sabes. Vigila el pozo —fue lo último que dijo antes de salir. Deldra prácticamente corrió. El joven rubio vivía. Lo podía ver, más serio que antes, pero vivo e intacto. Había triunfado sobre un horror sin nombre, y ahora marchaba con un collar de cuerda y piedra al cuello. ¡Qué bello se veía! Pero pronto su madre le soltaría nuevos horrores para liquidarlo.
"Esta vivo y sin daño —pensó la joven oscura mientras lo veía—, pero camina directo hacia una nueva amenaza. Mi madre nunca me ha mostrado los experimentos que hacen los magos. ¿Cómo serán esos mergoons? ¡Desgraciada suerte la mía! ¿Por qué tanta felicidad, y tanto dolor al mismo tiempo?”

(continuará)

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FireHeart
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MensajePublicado: Mar Oct 21, 2008 5:04 pm    Asunto: Responder citando

Hola, tanto tiempo sin pasar por estos lados :S

Acabo de leer el capitulo y es muy bueno Niles Muy Feliz
Espero otro con ansias, cuidate!

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reyNiles
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 11:04 am    Asunto: Responder citando

(continuación)

Los ahora Once habían hecho un alto en un pequeño claro. Yilberum, con su waruyac en posición de batalla, caminaba de un lado a otro con nerviosismo.
—¿Se puede saber que haces, ter-eol? —preguntó Ken, que se estaba contagiando de los nervios de Yilberum.
—Establezco un círculo de seguridad, tagashi. No sé si has notado el insignificante detalle de que estamos en territorio del enemigo —habló.
—¡Soy un guerrero desde mi nacimiento, ter-eol! ¡Fui educado para gobernar y hacer la guerra! ¡No gané mi posición a golpes, como los salvajes!
Entendiendo la insinuación, Wornal se le acercó y empujó la cabeza hacia abajo, sin perder su buen humor.
—Si estás hablando de mí, bajito, yo sigo afirmando que es más justo ser elegido que ser heredero.
—No dejan de discutir por lo que sea —les habló Yinoim a Gebanel y Trala.
—Son felices así, déjalos —opinó Trala.
—Mi papá es feliz molestando al tagashi. Está bien. Yo estoy más preocupada por Zepiver —dijo Gebanel.
—Es cierto —dijo Yinoim—, está muy silencioso, demasiado.
—¿Por qué no hablas con él? —dijo Trala—. Hay cosas en que sólo un hombre puede entender a otro. Las niñas dan cariño, paro un joven necesita un compañero, un amigo.
Yinoim lo observó unos instantes. Se afanaba cortando troncos.
—Ve —dijo Trala.
—¿Puedo ayudarte? —dijo Yinoim a Zepiver, acercándose.
Zepiver respondió con una sonrisa silenciosa que decía todo lo que hacía falta decir.
—¿¡Donde está el farlin!? —rugió Yilberum—. ¿¡No se supone que esto es un círculo de seguridad!?
—Ya va a volver —contestó Wornal al descuido—. Lo mandé a buscar comida. Tal vez sea la última que comamos hasta que la misión llegue a su fin.
—¿Lo mandaste? ¿Con qué autoridad? —dijo Ken con sorna.
—Con la tuya, Gran Daijin. Parece que el primo del hijo de su tío materno se casó con una tagashi, así que te debe lealtad —rió Wornal—. No, en serio, él se ofreció. Los farlin son unos enanos muy amables.
—Qué gracioso —muñequeó Ken—. Como si una mujer tagashi pudiera casarse con un ser de otra raza.
—¡Ya estoy aquí! —gritó Kushag con alegría llegando desde el bosque— ¡Y traje mucha comida!
Arrastraba un saco más grande que él, y al abrirlo al centro de todos dejó salir un enorme montón de nueces, raíces, frutas dulces y papas de extraños colores, junto a unos pocos tallos y algunos hongos.
—¿P...P-P-pero qué es esto, enano farlin? —gritó Wornal, desconcertado.
—Comida —contestó Kushag sin dejar de reír—. ¡Y hay mucha!
—¡Esto no es comida! —rugió Wornal— ¡Esto es lo que come la comida! ¡Maldición, esperaba que cazaras, enano estúpido, que trajeras carne, no hierbajos!
—Los farlin no comemos carne, nos hace daño —explicó Kushag con toda naturalidad—. Así que no aprendemos a cazar.
—¡Por los dioses! —rugió Wornal, rojo como a punto de hervir— ¿Y si ahora yo me enfermo por comer comida de animales?
—Papá, estás siendo un grosero —lo golpeó Gebanel con el codo—, Kushag se ha tomado la molestia de traer comida para todos, se merece agradecimiento, no groserías.
—¿Acaso no le gusta la fruta dulce del verano, jefe Wornal? —dijo Yinoim.
—Después de dejar pelado un hueso, un poco de fruta no está mal —murmuró con recelo, observando el gesto de Gebanel—. ¡Está bien, entendí! Gracias, amigo Kushag.
Ken y Shen hicieron una reverencia, que Trala hizo a su vez al estilo de Vakandla. Todos comieron con buen apetito, pues las cosas elegidas por Kushag eran muy sabrosas.
—Aun así, no estoy seguro de que sea suficiente para todos —opinó Yilberum con preocupación,
—Las nueces, y las frutas dulces dan mucha fuerza, igual que las raíces harinosas —contestó Kushag—. Nos alcanzará bien.

Más tarde siguieron el rumbo del sol en el horizonte, internándose en el bosque cada vez más. Yilberum, a la cabeza, estaba completamente metido en su papel de líder.
—De aquí hasta la Llanura encontraremos a las patrullas de Belvorum a cada paso... estén atentos....
—Creo que preferiría al cazador como líder antes que a este coludo —gruñó Ken.
—¡CUIDADO!
Apartando a Cillen de un manotazo, Yilberum la salvó de una flecha que se clavó en tierra a milímetros de su cuerpo. Luego lanzó la waruyac con toda su fuerza de ter-eol hacia el autor de la flecha, pero se clavó en un tronco y el arquero huyó.
—Se los dije, están por todas partes. Es mejor dividirse. Haremos grupos pequeños, sólo tres por grupo. Avanzaremos en líneas separadas hasta el borde del bosque. Eso nos dará más chance de sobrevivir.
—Somos once, dos tendrán que ir en pareja —dijo Zepiver.
—¡Detalles! Echaremos a suerte quien irá con quién para no perder el tiempo en discusiones —Yilberum cerró el tema con decisión.
La suerte juntó a Wornal y Ken con Kushag. A Yilberum con Trala y Shen, y a Zepiver con Cillen y Yenia.
—La suerte lo quiso —Gebanel les lanzó un beso a las chicas mientras tomaba de la mano a Yinoim para perderse en el bosque.
—No abuses —gruñó Yenia, quien tuvo que correr tras Cillen y Zepiver.
El bosque parecía aclararse por momentos, para volver a espesarse una vez más. Gebanel bromeaba tratando de sacar a Yinoim de sus preocupaciones.
—¿Qué te parece si jugamos un poco sobre la hierba antes de continuar? —sonrió con picardía—. Te apuesto que nadie lo notará.
—¡Shssst! —dijo Yinoim.
Había sentido entre los árboles, la presencia de algo amenazante. Tomó la mano de Gebanel con firmeza.
—Guarda silencio —le pidió.
Sombras asesinas se deslizaban con rapidez entre los troncos, y una risa cruel, que hacía inocente la risa de un gorn a su lado, sonaba en eco entre los árboles.
Se llevó la mano al cuello por reflejo. La Lanza le respondió extendiéndose en todo su tamaño en su mano. Con su mano libre sujetaba firmemente a Gebanel.
Iban a ser atacados.....
— ¡¡¡ARRIBA!!!
—¡¡GEEERGEEERGEEERGEEERGEEERGEEERGEEER!!
La sombra saltó hacia Gebanel desde un árbol buscando su cabeza. Yinoim reaccionó por instinto lanzando un golpe hacia la "sombra" que lo esquivó en pleno aire con lo que parecía una cola. Luego aterrizó y rebotó hacia él, con dos manos llenas de garras que buscaban su cuello. Un tajo de la Punta Sol puso fin a una mano. Sin apenas sufrir dolor, la criatura saltó hacia atrás sin dejar de reír con su risa enervante. Sólo entonces lo tuvo a la vista.
Se movía como un ter-eol, con dos piernas de canguro, pero su piel no tenía pelo, sino algo vagamente reptiliano. La criatura movía el cuello y la cola como una serpiente ondulante, y el rostro...
—¡YIIIC! — Gritó Gebanel.
...Miraba con dos enormes ojos amarillos, su boca parecía una risa de payaso, pero llena de colmillos, su cabeza tenía algo humano, pero más bien como de calavera. Al mirarle la cara parecía que estaba completamente loco.
Apenas parecía molestarle su mano cortada. Los miraba a ambos como sólo los seres más depravados pueden mirar, no dejaba de reír, ¡geeer geeer geeer! esa risa que destrozaba los nervios.
Yinoim lo enfrentó con decisión, la criatura avanzaba buscando a ambos. Yinoim atacó primero. La criatura, ágil, evitaba sus ataques con sádica burla, su piel, cubierta de espinas, hizo desistir de la posibilidad de patearlo.
—¡Yinoim! ¡La cola! —gritó Gebanel.
Uno de los proverbios de Wonthar era: "los ojos no son sirvientes de los oídos". Yinoim la oyó sin quitarle la vista al mergoon. La cola estaba armada con puntas de veinte centímetros de largo.
Su intención, sin embargo, pareció ser llamar la atención con su cola como si fuera una serpiente de cascabel. Yinoim ya había notado las garras de sus pies, y aún tenía una mano. Se preguntó con qué lo atacaría. La tensa espera parecía ser un arma más de su arsenal.
Al fin lanzó un coletazo, que fue bloqueado por la Lanza, que se enganchó. Era la oportunidad que esperaba el, mergoon que buscó el cuello de Yinoim, ¡con los dientes!
—¡¡¡AAAARGH!!!
El grito de agonía retumbó en todo el bosque y llegó hasta la Capital De Los Muertos y hasta las montañas de los dragones.
La criatura monstruosa había cerrado sus mandíbulas... sobre la Lanza De Ivhir. Subestimando totalmente el poder de la Lanza, no creyó que volaría tan rápido liberándose del enganche. Con la Punta Luna saliéndole por la nuca, el mergoon se convulsionó de agonía antes de caer muerto. Ni la muerte borró de su cara su gesto de risa cruel.
Aún asqueado, Yinoim observó largamente a la criatura. Gebanel trató de reír.
—¿A qué crees que sabrá la carne de... de esto? —dijo.
—No pienso ni tocarlo —respondió Yinoim—. Jamás había visto nada parecido. Ni me habían hablado de que existían.
No pudieron contemplar mucho más. Otras sombras se movían por el bosque, y la risa sicótica, geeer geeer geeer, resonaba en todos los troncos.
—Hay más entre los árboles —Yinoim tomó la mano de Gebanel con firmeza—, ¡CORRE!
Ambos sentían en la piel un aire helado, esa sensación como de tener un cuchillo a milímetros de la piel esperando que te corte en cualquier momento. Los mergoons corrían junto a ellos, escondidos entre los troncos, listos para saltar.
Yinoim tuvo un pensamiento. Ahora se comunicaba perfectamente con la Lanza, y en pensamientos le preguntó, y la Lanza le respondió.
—Detente, quieren cruzarse delante nuestro —ambos pararon bruscamente.
Las sombras de los mergoons se veían pasar fugazmente entre los troncos. Yinoim tomó la Lanza como para arrojarla, sin hacer puntería, sólo cerrando los ojos, la lanzó contra los mergoons.
—¡¡GEEER!!
Un mergoon cayó, muerto, con la Lanza atravesada en su garganta. Al verlo desarmado, los otros se envalentonaron a atacarlo en descubierto. Gebanel levantó su dirza dispuesta a lo que resultara.
Entonces, Yinoim hizo un gesto con su mano, y la Lanza voló hacia él, desclavándose del mergoon muerto. Al verlo, los monstruos se detuvieron un momento, pero luego atacaron. Estaban habituados a la magia.
La agilidad de los mergoons era terrible. Aun dando sus mejores golpes era difícil para los muchachos acertarles, los mergoons se movían en círculo a su alrededor, esquivaban y atacaban. Yinoim decidió repetir su estrategia, lanzando la Lanza al azar; un mergoon al frente suyo esquivó el ataque, y al verlo sin arma otro mergoon lo atacó por la espalda. Pero la Lanza sabía lo que hacía. Antes que pudiera tocar a Yinoim mató al mergoon en pleno salto. El otro, que había evitado el ataque, saltó furioso. Yinoim recuperó la Lanza de atrás de su espalda, y en el movimiento circular lo decapitó.
Sólo quedaba uno. Quedaba. Gebanel lo atravesó con su dirza sin mayor dificultad en cuanto vio caer a sus compañeros.
—Es harto duro —se quejó al tironear el arma del cuerpo sin vida.
—¿Se habrán encontrado los otros con estos engendros? —se preguntó Yinoim, preocupado, pensando cuanto más los esperaba camino a Zevandir.
—Si así fue espero que estén tan muertos como estos —fue lo único que comentó Gebanel.
—Vámonos entonces. Hay un largo trecho hasta el borde del bosque —Yinoim había vuelto a ser presa de una extraña inquietud.
Al llegar al borde del bosque ya los esperaban Wornal, Ken y Kushag. Un rato después llegó Zepiver con las chicas. Todos tenían huellas de batallas contra los mergoons.
—¿Alguno de ustedes conoció alguna vez esos asesinos? —preguntaron todos, y nadie pudo responder.
Pero cuando Yilberum llegó solo, corriendo hacia ellos, a todos la angustia los sobrecogió.
—¿Donde están Trala y el mago Shen? —preguntaron. Yilberum bajó los ojos, en un gesto que lo decía todo.
—Cada vez somos menos —fue lo único que se le ocurrió decir a Wornal.
—Es el destino del guerrero. Morir luchando es un honor. No es motivo de pena —habló Ken, como hablan los tagashi.
—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!
Estaba tan furioso que el gran daijin sintió temor, y en lugar de discutir con él como hacía con Wornal, miró para otro lado evitando los ojos de fuego de Yinoim. El resto de la caminata fue en un profundo silencio.
El tiempo pondría parches a las heridas, pero la pérdida de Trala y Shen pesaba en el alma de todos, que ahora caminaban como si arrastraran detrás a una montaña. El camino hacia Zevandir estaba más frío que el reino de más allá del Ulkrim.

(continuará)

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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 3:46 pm    Asunto: Responder citando

Que bien que has publicado....me he tardado en leer, pero ha valido la pena.

Fu!!! que asquerosas son esas criaturas, ya me imagino su risa sicótica...toda loca e idiota, como si estuviesen poseídos...jeje, es que así se me figura su risa.

Gracias por continuar.

Bendiciones Risa tonta

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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 2:03 am    Asunto: Responder citando

Como pudiste?!! TRALA!! el mago... el mago!

Es triste... ojala que si Disney hace una adaptacion del libro con el reparto de HSM trala sea Gabriella Montez y Shen, Troy Bolton, digo para que se mueran de una buena vez ^^

Buen capítulo Niles ;) espero otro! (por favor no tardes tanto :()

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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 3:18 pm    Asunto: Responder citando

Muchas gracias por comentar, no teman, de aquí en adelante postearé más rápido, no dejaré pasar pausas tan largas.

Alambil: Sí, son seres repugnantes esos mergoons, más aún si pensamos que son aberraciones genéticas, hechas con magia, pero genéticas, creadas únicamente para matar...

Fireheart: Parece que en materia de HSM, hay ciertos criterios casi universales... yo también me los reventaría a esos... pero en cuanto a mis personajes, te sugiero que guardes las piedras y palos hasta que termine el libro, porque aún vienen unas sorpresas que..... no te digo, ¡son sorpresas! Pero te garantizo que aún queda mucha agua por correr.

Prometido. No me volveré a perder. Iré a ritmo ágil hasta que la historia llegue a su final, así que nos vemos luego con otro episodio.


Bendiciones

Rey Niles

(Me quedó una duda: ya hablando en serio, ¿qué actriz podría interpretar a Trala? Es una mujer de 2.10 mt. con una musculatura enooorme)

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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 4:43 pm    Asunto: Responder citando

reyNiles escribió:
(Me quedó una duda: ya hablando en serio, ¿qué actriz podría interpretar a Trala? Es una mujer de 2.10 mt. con una musculatura enooorme)


Mira mae, nunca he comentado pero he estado leyendo tu historia con mucho interes y francamente he de decirte que esta muy buena. Por lo que te dire algo:

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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 6:51 pm    Asunto: Responder citando

Ja ja, tienes toda la razón, Melkor.

Y donde los esteroides no llegan, llega la animación digital. ¡Así que optimismo!

Y tranquilos, luego posteo mas capítulos.

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MensajePublicado: Sab Dic 20, 2008 1:21 am    Asunto: Responder citando

Como ya prometí, aquí viene otro capítulo

(continuación)

Kushag y Yilberum, que tenían un olfato muy superior a los humanos, sintieron el olor del humo mucho antes que apareciera en el horizonte. La nube negra se levantó en dirección de Zevandir, hacia donde marchaba el grupo cada vez más reducido. Al verla, todos tuvieron un presentimiento vago, pero poderoso.
—No es incendio de pastizales —dijo Wornal—. El humo es más negro.
—Y ese olor.. —dijo Kushag—, huele a madera... y cuero.
—¿Dijiste cuero, farlin? —Ken, el daijin, palideció.
Yinoim aceleró el paso con inquietud. Cuero y madera sólo significaban una cosa: tiendas. Albergando el mismo temor, Gebanel y las niñas fueron tras él.
Al llegar a unos metros adelante se detuvo un instante, y después, comenzó a correr. Las chicas, corriendo tras él, pronto lo alcanzaron. Los mayores tardaron un poco más.
—¡Un campamento arrasado! —gritó Yinoim.
Frente a él, cuatro docenas de tiendas carbonizadas yacían dispersas. Sólo el sonido de uno que otro fuego ardiendo aún cortaba el terrible silencio. Ni una señal de alguien con vida, sólo muerte. Unas pobres aves despedazadas, con las plumas quemándose, junto a unos dereztep sacrificados eran las únicas señales de algo vivo.
—¿Los... mataron a todos? —preguntó Cillen al viento, tragándose el espanto.
—Aún no lo sé —murmuró Yinoim—. No quisiera, pero tendremos que averiguarlo.
Quedaban algunos restos semiquemados; unas banderas de tela suave, rojas y amarillas. Unos adornos de bronce unidos por una cinta, llamados, chink y unos cuantos boshi carbonizados o quebrados.
—Un campamento tagashi —murmuró Yinoim con horror.
—¡NO! ¡Por los dioses! ¡Malek shibura! —gritó Ken, con los ojos desencajados, corriendo hasta el límite de su aire apenas vio el campamento arrasado. Cayó de rodillas llorando un par de lágrimas que se apresuró a secar.
—Esos asesinos cargaron contra un campamento tagashi —habló Zepiver—. De verdad lo lamento, gran daijin.
—Era más que un campamento tagashi, joven Zevandir —respondió, no con ira, sino con dolor—. ¡ERA EL CAMPAMENTO DE MI PADRE!
Ken les explicó qua al pasarle su padre el mando activo de todas las tribus, el ahora so-daijin se retiró a pasar su vejez en una tribu de ancianos, donde los viejos guerreros se sentaban a conversar de los tiempos idos y jugar juegos de mesa.
—No había un solo guerrero de plena edad en toda la tribu, sólo mujeres que atendían a los ancianos, y niños. ¡Qué cobardía!
—Vergüenza de los gorns —rugió Wornal, que estaba tan indignado como Ken—. ¡Vamos a seguirlos y exterminarlos!
—No vale la pena —opinó Yilberum, a pesar de su indignación—. Eso no devuelve a los muertos.
Yinoim se levantó con gravedad.
—Están vivos —anunció.

Todos seguían sus palabras, hasta Ken, quien se levantó y tomó otra vez su postura habitual.
—No hay cuerpos de tagashi en toda el área —continuó Yinoim—, las tiendas están quemadas, pero no hay restos de nada vivo salvo aves y dereztep...
—Mikishis —corrigió Ken.
—...Y las huellas que se ven por todas partes son de shragorns y guerreros de Belvorum de a pie, las recuerdo bien por la batalla del bosque.
—¿Y qué más hay? —preguntó Ken con interés.
—Muchas huellas de pies, como las que hace Ken al caminar, pero la mayoría, más pequeñas, y mucho más pequeñas.. .
—¡Mujeres y niños!
—...Algunas muy irregulares, como de saltos, y caídas —concluyó Yinoim—. Fueron apresados y arrastrados por los guerreros de Belvorum —señaló al noreste—, en esa dirección.
—Muy astuto —habló Yilberum—. Apresarlos y llevarlos en dirección contraria a la nuestra. Así lograrían tendernos una trampa y liquidar la misión.
—¿De qué hablas? —Yinoim parecía no entender.
—De que todo fue planeado, sabían que encontraríamos esta tribu en nuestro camino, así que se trata de un chantaje, sus vidas a cambio de que desistamos de la misión —explicó Yilberum.
—¿Pero de qué diablos estás hablando? ¡Los van a matar! —gritó Yinoim— ¡Los han llevado, quién sabe donde! ¡Debemos seguirlos en vez de palabrear!
—Esa dirección lleva hacia la fortaleza del Rey De La Crueldad —dijo Yilberum—. Créeme hijo, más les valdría estar muertos que vivos.
—¡Precisamente por eso, hay que rescatarlos! —Yinoim estaba furioso.
—¿Y la misión? ¿No te das cuenta, muchacho necio? Ellos quieren que vayamos tras los prisioneros. Lo han planeado. Tal vez los maten, tal vez no, pero mientras corremos tras ellos, las patrullas de Belvorum entrarán en Zevandir y robarán la reliquia, y entonces sí, todo estará perdido. Si Zendra se apodera del Árbol De La Vida Infinita, no conocerá la muerte. Entonces sí habrán días de dolor y muerte, PARA TODOS. Créeme hijo, hay un momento en que un guerrero debe decidir entre salvar la mano, o salvar la cabeza. Es doloroso. Pero ES —Yilberum hablaba como un predicador.
—No puedo aceptar esa posibilidad —Yinoim parecía ido—. Sencillamente no puedo.
—El deber está antes que la propia vida —habló, con solemnidad, Ken—, mi padre vivió su vida bajo el honor, y ahora, no puedo avergonzarlo cayendo en la debilidad que los enemigos esperan que caigamos. Yilberum ha dicho la verdad. Ellos esperan que nos apartemos de la misión.
Yinoim parecía no entender. La cabeza le daba vueltas. De un instante a otro todos los corazones se volvían de piedra. ¿Acaso estaba escuchando mal? La palabra "misión" se había vuelto una cosa sagrada.
—Supongo que nadie más que el tagashi tiene derecho a decidir —habló Wornal—. Si caímos en la trampa y nos matan, todo habrá sido en vano.
—¡ESO NO ES CIERTO! —rugió, ya con ira, Yinoim— ¡Siempre hay alternativas! ¡Siempre hay posibilidades! ¿Es que acaso no pueden escuchar sus corazones?
—El corazón es ciego y sordo —dijo Yilberum—. Los sentimientos engañan, las emociones nublan la vista como los borrachos, impidiéndonos ver con claridad. ¿No te ha dicho Wonthar, que un guerrero cabalga sobre sus emociones?
—Me ha dicho eso, y mucho más... —respondió Yinoim.
—Tres de nosotros han dado ya su vida para que la misión se complete. ¿Vamos a despreciar su sacrificio yendo detrás de causas perdidas? —Yilberum se alzaba como un capitán. Pero Yinoim no lo escuchaba. Escuchaba una Voz Más Alta susurrándole a su ser más íntimo:
"La vista puede ver lo que no está, el oído puede oír lo que no existe. Los sentidos pueden engañarse, y el intelecto, que decide según lo que los sentidos le dicen, resultará engañado también. La cabeza puede llenarse de cosas buenas o cosas malas, pero el corazón es el hogar del Eterno. Lo que habita en él jamás te engañará, si permites que nada lo interrumpa".
—Salvar vidas es más importante que rescatar reliquias de poder —habló con firmeza—. Si no quieren venir conmigo a rescatar a la gente de la aldea, solo iré.
—¿Te volviste loco, Yinoim? ¿Acaso no escuchaste? Nadie te seguirá —dijo Yilberum.
—¿Acaso no escuchaste tú? Dije que iría solo —le dio la espalda y comenzó a seguir las huellas.
—Que los dioses te perdonen, muchacho tonto. Que pena para tu abuelo, guerrero ejemplar, llegar a tener un nieto tan caprichoso y llevado de su idea. ¡Cómo hubiera querido ser tu padre! —rugió Yilberum.
"Pero no lo fuiste —respondió en pensamientos mientras se alejaba—, y me alegro por ello. ¡Me alegro! Pues en el fondo de una caverna encontré al padre que nadie podrá superar".
Se perdió en la inmensa Llanura, tan amplia que lo hacía invisible como si fuera un insecto.

Estaba solo. Su vida y su muerte estaban únicamente en sus manos. Los demás se cuidarían unos a otros, pero él sólo tendría a su corazón para hablar cuando se sintiera desamparado. Esta era la verdadera soledad, no la del cuerpo, no la de estar sin nadie físicamente cerca de él, sino la soledad del espíritu. La de hablar y no ser escuchado; ser escuchado, y no ser comprendido.
"Cuando nadie te sigue, empiezas a pensar ¿Estaré yo equivocado? —susurró otra vez la Maravillosa Voz—. Creer que mientras más gente piense lo mismo, más verdadero será, es la madre de todos los absurdos de este mundo".
No era agradable sentir la soledad. Era triste hablar y escuchar sólo el sonido de tu propia voz. Pero la alternativa era estar solo en medio de una multitud, en medio del ruido de un millón de voces hablando tan fuerte, que corrías el riesgo de dejar de oír tu propia voz. No, no, ya había decidido. Así que las alternativas estaban fuera de lugar. La soledad era algo que debía aprender a conquistar, como antes aprendió a conquistar el miedo.
Se concentró en las huellas. Tan claras que parecían un camino. Y corrió.

(continuará)

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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 7:49 am    Asunto: Responder citando

Uh!!!
Que capítulo lleno de tristeza...y, no sé por qué, pero me recordó a La última Batalla cuando Tash va pasando y deja el olor a muerte. Todo lleno de dolor y ytristeza, los olores de estás dos se distingue a lo lejos, pero el olor a muerte es mucho más poderoso.
Jaja...ya me metí demasiado en la historia.

Espero que en el próximo capítulo vengan cosas mejores...

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MensajePublicado: Mie Dic 24, 2008 6:05 pm    Asunto: Responder citando

Querida Alambil:

Sí, estamos llegado a la parte más triste de la obra, como quien diría: "la larga noche oscura". Es ahora cuando Yinoim experimenta el desamor y la soledad como viento helado en la piel. ¿Cuanto durará esto? No temas, prometí postear más seguido y lo haré, aunque el período entre fiestas es algo complicado. Ten confianza eso sí, que la salida del sol es inevitable.

cariños

Rey Niles

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MensajePublicado: Mie Dic 24, 2008 7:52 pm    Asunto: Responder citando

Y como prometí, aquí sigue:

(continuación)

—Esta tierra al frente nuestro fue una vez un reino de dragones —comentó Yilberum sin lograr emocionar a nadie.
El resto de la misión caminaba en un silencio aún más sepulcral que antes, si aquello era posible. Yenia estaba visiblemente inquieta. Yilberum, desde su autoproclamado rol de líder, se veía cada vez más tirano. Ken había endurecido su corazón con una coraza que le prohibía pensar en la suerte de la tribu tagashi. Wornal, por su parte, ya no reía ni bromeaba. Los jóvenes caminaban como en una procesión de funeral. La sombra de Trala, ahora muerta, cuya energía hubiera puesto freno a la prepotencia de Yilberum, oscurecía el alma de Yenia. Y además Shen, el dulce y silencioso Shen....
—¡Silencio! —susurró Yilberum.
Frente a ellos varias patrullas de Belvorum hacían un alto. Varios sargentos y algunos tenientes montados supervisaban a las tropas de pie, que en ausencia de acción realizaban ejercicios de disciplina. Había dos corpulentos sargentos montados en mroors, varios tenientes montados en shragorns ansiosos de morder algo, y otra caballería más, que los jóvenes nunca habían visto, formada por soldados pequeños montados en unas bestias de pelo, especie de lobo con algo de cocodrilo, de hocico alargado lleno de feroces dientes.
—¿Qué son esos animales? —preguntó Cillen.
—Zordlugs, la caballería ligera de Belvorum —explicó Yilberum—. Son tan feroces como un shragorn, pero más veloces. De hecho pueden saltar y trepar árboles con sus jinetes a cuestas. No parecen rápidos, por sus patas, pero son la caballería más rápida con que cuenta Belvorum.
Los zordlugs con sus movimientos lentos casi parecían reptar sobre su vientre como los cocodrilos, pero era una apariencia engañosa. En carrera podían superar a un ter-eol con facilidad. En reposo se veían calmados, pero era la calma de la pistola antes de tirar el gatillo.
—¿Cómo piensas enfrentar a todos estos? —preguntó Wornal en un gruñido.
—No los vamos a enfrentar. Los rodearemos. Con suerte son los últimos que encontraremos antes de llegar a Zevandir. Si aprovechamos el pasto alto podemos pasar sin que nos vean.
—¿Escabullimos como los ladrones? ¡Jamás! —rugió el daijin de los tagashi.
—Entonces sal y enfréntalos tú solo, grandísimo tonto —gruñó Wornal—. O mejor, devuélvete y ayuda a Yinoim a salvar a tu gente.
—Tú no hubieras sacrificado a TU gente, cazador. Te fue fácil tomar la decisión porque no eran los tuyos —Ken derramaba ira de su corazón aún herido.
—¡Silencio! —rugió Yilberum—. A partir de ahora cualquier sonido puede delatarnos.
Caminar lentamente en cuatro patas en medio del alto pasto, luchando por no hacer ruido, era una tarea difícil para todos. Yilberum había calculado un "arco de unos diez metros de caminata en curva" para pasar por delante de los soldados, usando ese leguaje militar que ya los estaba exasperando a todos. Las hierbas altas, las mismas que los ocultaban bien, eran el mayor obstáculo para moverse.
—¿Puedes ver que no vayamos en línea recta hacia los soldados? —preguntó Cillen, que con su arco y flechas en la espalda era la que más sufría arrastrándose por el pasto que a cada instante se le enganchaba.
—Vamos bien. Estamos rodeando un árbol grueso que parece marcar al borde de su perímetro —contestó Yilberum.
Sobre el árbol descansaba un jiladir, parecido al que Cillen derribó en el bosque. Gebanel fue la primera en verlo y por gestos lo señaló. Yilberum lo vio, y entró en miedo.
—No hagan el menor ruido, caminen más lento que antes —ordenó, fingiendo calma...
—¡¡JIIIIIIIIRRRRL!! ¡¡JIIIIIIRRRRL!!
—¡¡MALDICIÓN!!
Algo llamó la atención del ave, que al descubrirlos gritó con todas sus fuerzas. Las tropas oyeron el grito, ¡imposible no oírlo! Y cargaron sin preguntar quién era el enemigo, pues el grito del jiladir siempre anunciaba enemigos.
Cillen desahogó su rabia repitiendo la hazaña del bosque. Ya no tenía sentido esconderse. Era hora de luchar, y solamente de luchar. El jiladir cayó atravesado por su flecha antes de que pudiera llegar a la seguridad de la retaguardia.
—¡Sepárense y ataquen! —gritó Yilberum— ¡Cillen, cuento con tus flechas!
Tampoco tenía sentido ya dar órdenes. Era una batalla sin líder; cada quién peleaba por sí mismo. Las flechas de Cillen mataron a dos tenientes, y a un sargento montado en un mroor, otras tropas, en lugar de luchar, huyeron. Hacia Zevandir.
Pero ese detalle se les perdió, ocupados de defender su vida. Wornal, con su druta, mandaba a volar a los soldados como muñecos de trapo. Ken hacía su parte, cortando hombres y shragorns con su espada. La shigura cantaba en sus manos una canción de duelo, hija del dolor que desahogaba en los enemigos que tenía al frente.
Yilberum hacía girar su waruyac cortando a sus enemigos con facilidad. Ya los mroor habían caído, pero la caballería ligera aún no entraba en batalla. Eso no era bueno.
Gebanel, con su dirza, hizo una hazaña difícil al derribar a un guerrero que vino al galope con un salto sobre su shragorn. Cillen había guardado el arco, rodeada por soldados que conocieron el filo de su espada de kordarim. Wornal y Ken luchaban peligrosamente juntos.
—¡Yilberum, es hora de buscar un pasadizo! —gritó Ken, pero el guerrero ter-eol no lo oía.
Antes de verse desesperado, el teniente hizo sonar el cuerno de Belvorum, ¡bahuuuut! llamando a la batalla a los veloces zordlug.
Las bestias respondieron corriendo con sus bocas llenas de colmillos abiertas. Los jinetes zordlug solían usar una lanza corta que apuntaban por sobre la cabeza de sus bestias, pero confiaban más en la seguridad de sus espadas.
Wornal y Ken dieron cuenta de dos zordlug que, observándolos con recelo, vacilaron antes de atacar; todo lo que necesitaban el gran daijin de los tagashi y el gran principal de los cazadores libres para cortar y aplastar un par de cabezas.
Gebanel vio venírsele encima un zordlug con la boca abierta y el jinete con la lanza al frente. Apostando a triunfo o muerte, levantó su dirza, que se clavó firmemente en la garganta de la bestia, que no tardó en morir.
Pero, sacar la dirza no fue tan fácil como esperaba, y mientras forcejeaba, un segundo zordlug cargó contra ella. Sin saber qué hacer, fue presa del miedo, soltó la dirza y corrió asustada con la bestia tras ella.
—¿¡Qué!? ¡Por los dioses! ¡¡HIJA!! —gritó Wornal, demasiado lejos de ella para llegar a tiempo.
—¡Corre al árbol! —gritó Ken lo primero que se le ocurrió. Quien sabe si por hacer caso a Ken o por idea propia, Gebanel corrió hacia el árbol y con la agilidad propia de su vida de cazadora libre, trepó al árbol tan fácil como si fuera una escalera. Pero la bestia zordlug, que la seguía al centímetro, trepó tan fácil como ella, clavando sus garras en el tronco, con su jinete a cuestas.
Con el jinete desenvainando espada y la bestia con ánimo de devorar, Gebanel sintió que todas sus batallas se habían terminado. Ni una rama, ni piedra, que sirviera de arma estaba a su alcance. Ya casi la tocaban las garras del zordlug, en cuyos ojos se veía hambre y odio.
¡ZUUUIIIIISS! ¡TUANNNNNG!
El zordlug rugió de dolor. La flecha de Cillen le dio justo en el hombro, provocándole un espasmo muscular que alarmó al jinete, que luchó por conservar el control. Pero la segunda flecha de Cillen atravesó el cuello del zordlug de lado a lado. Herida de muerte, la bestia sacudió la cabeza en rugido de agonía, aflojó sus garras ante el terror del jinete y cayó con él árbol abajo, aplastándolo al golpear al suelo.
Nuevamente las flechas de Cillen salvaban de la muerte. Sorprendido por la alegría, Wornal corrió con excitación, seguido de Ken. El único teniente vivo tocó el cuerno a retirada, prefiriendo gastar sus tropas en Zevandir.
—¡Se retiran! ¡Corran cobardes, sucios pájaros picasemillas! ¡¡AAAAAY!! —gritó Wornal.
—¡ESTÚPIDO! —gritó Ken.
Wornal pisó un agujero cubierto de pasto, que al romperse bajo sus pies arrastró a Ken en su caída. Era una cueva la que se había abierto bajo ellos, tan honda que no se veía el fondo. Wornal colgaba del brazo de Ken, quien a duras penas se aferraba al borde agarrando unas hojas de pasto que no soportarían el peso de ambos.
—¡Gigante estúpido! ¡Cómo no viste donde pisabas, caerse a una cueva, maldición!
Cillen corrió a socorrerlos, pero sus fuerzas eran incapaces contra el peso de ambos.
—Traten de no moverse, ¡uuuuf! ¡Yilberum! ¡Gebanel! —gritó.
—¡No hay tiempo! —gritó Ken— ¡Sólo lograrás caer tú con nosotros! ¡Suéltanos, y sigan hacia Zevandir!
—¡No voy a hacer eso! —gritó decidida— ¡Ya estoy harta de perder gente querida y aceptar sacrificios!
—¡No hables así! —Ken pareció transformarse— ¡Eres una kordarim! ¡No deshonres la nobleza de tu sangre, ni seas la vergüenza de tus ancestros!
Entonces apretó la mano de Cillen con rudeza, y aprovechando su reacción de dolor, soltó la suya y se perdió junto con Wornal en el abismo de la cueva.
Gebanel, que justo llegaba en ese instante, apenas pudo ver sus momentos finales antes de desaparecer en la negrura de la cueva.
Quedó petrificada. Sin saber qué hacer, ni ella, ni Cillen que la miraba con un estúpido sentimiento de culpa. La joven más fuerte de su aldea no pudo con su corazón. Cayó de rodillas como herida por la espada y rompió a llorar como una niña pequeña.
Cillen, sintiéndose incapaz como nunca antes en su vida, sólo atinó a estrecharla contra su pecho y recibir su llanto.
Yilberum llegó en ese momento con algunas heridas y visible agotamiento,
—¡Levántense! —gritó—. Las tropas de Amocíin van hacia Zevandir. Si no nos damos prisa estaremos en medio de una guerra.
—¡Déjala en paz un maldito momento! —gritó Cillen con toda la ira de su corazón.
—¡No tenemos tiempo para eso! —rugió Yilberum— ¡Todo se complicará si no nos levantamos y.....GLUUUUURG!!!
Un jinete shragorn retrasado atrapó a Yilberum del cuello con un lazo. Incapaz de reaccionar, Cillen lo vio arrastrar al ter-eol por el suelo, galopando hasta perderse tras al horizonte.
Todo fue silencio para las niñas. Gebanel se levantó con frialdad en la mirada. Había dejado de llorar.
En silencio de funeral, fue hacia el zordlug muerto, le arrancó su dirza y volvió hacia Cillen.
—¿Adonde vamos ahora? —preguntó Cillen, una pregunta que no era necesario hacer.
—A Zevandir.

(continuará)

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"La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto, la fe"

"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

El retorno de la reina dulce
La Travesía Del Capitán Scott
La Llamada De Los Dioses

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