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LA LLAMADA DE LOS DIOSES (libro primero)


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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Ago 01, 2008 1:06 pm    Asunto: Responder citando

En este capítulo, un miembro dejará la misión para siempre... y vendrán algunas sorpresas. Veamos.

(continuación)

Al llegar al final de la colina se encontraron con que Yinoim los estaba esperando, tranquilo fresco y sonriente. Yenia fue la primera en verlo y correr hacia él.
—¡Yinoim! —gritó aliviada mientras lo levantaba de un fuerte abrazo— ¡Estás bien!
—¡Tiempo! —los interrumpió Gebanel luego de un rato—, ahora me toca a mí —y abrazó a Yinoim.
—¿Estás bien, querido? —preguntó Trala— ¿Encontraste lo que buscabas?
—Eso es evidente —intervino Yilberum enfriando la calidez del reencuentro—, en verdad, había una salida al otro lado. ¿Pero valió la pena apartarte, pasar la noche solo y perderte la comida para salirte con tu capricho? ¿Acaso encontraste algo importante? —añadió en sermón sarcástico.
Dejando que el silencio hablara por él, Yinoim sacó de su espalda la Lanza De Ivhir y la exhibió en alto a la mirada de todos.
—¡Por los... por los dioses! —gritaron Yilberum, Wornal y Vandir.
—Bien dicho —aprobó Trala—. Por los dioses. Por Ivhir. ¿La encontraste en la cueva, querido?
—Así fue —dijo Yinoim. Quiso contar todo su encuentro con Ivhir, pero algo lo detuvo, y guardó silencio.
—¿Es la Lanza De Ivhir? ¿La verdadera? —Vandir estaba pálido bajo su máscara, luchando por sujetar una mano que ansiaba estirarse hacia la Lanza.
—Fuera de toda duda —aseguró Trala—. Estos metales no pueden ser imitados por ninguna forja mortal. ¿Saben lo que eso significa?
—Que eres el Hermano De La Lanza —habló Kushag—. Su poder te pertenece.
—¡Eso no está bien! —bramó Vandir— ¡Un muchacho de quince años no puede empuñar la Lanza De Ivhir!
—¿Acaso no lo estás viendo? —rió Wornal— ¿O tienes la máscara corrida y te tapa los ojos?
—Es demasiada responsabilidad —Vandir crispaba sus manos—. No es correcto.
—Es la voluntad de la Lanza quien elige a su portador —volvió a intervenir Kushag—. Sin su voluntad no podría ni tocarla.
—¿Quieres hacer la prueba tú? —Yinoim lo retó apuntándolo con la punta solar.
—¡Ah vamos! —habló Gebanel—. Esto es motivo para celebrar, no para pelear. ¡Tenemos la Lanza De Ivhir con nosotros! ¡Quisiera ver al pobre que trate de disputarnos la reliquia de Zevandir!
—En este mundo hay fuerzas más poderosas que una lanza manejada por un niño —gruñó Vandir.
Ignorando la brecha de división que había abierto, Yinoim dejó que sus compañeros tocaran la Lanza por un instante. A distancia, Vandir se negó argumentando algo que sólo él entendía, mientras Yilberum la pesaba en sus manos de ter-eol.
—De todas formas, es muy liviana para mí —rió.
Los Doce dejaron atrás la colina y de hecho, dejaron atrás a Balmroon en varias ocasiones, pues el Rastreador De Huellas se detenía a recoger la menor muestra de pelos que encontraba enganchada en un arbusto. Trala seguía prefiriendo a los jóvenes, más ahora que un instinto ancestral da hembra le advertía, que dejar solas a Yenia y Gebanel daría lugar a una disputa inútil. Vandir por su lado, se había vuelto tan silencioso que hasta Zepiver lo evitaba.
Dos horas de camino más adelante, encontraron a cuatro jinetes esperándolos a la entrada de un bosque. Montaban kezteps, la montura de Yilgendar. Eran jinetes del kord Woodon.
—¡Paz, guerreros de Wonthar! —saludó el líder— ¿Está con ustedes el rastreador de huellas?
—Si no se lo ha comido ninguna fiera mientras recogía pelos, allá atrás debe venir —bromeó Wornal bajando su druta. Trala observó angustia en la cara del líder y preguntó:
—¿Ha ocurrido algo en el palacio de los dragones?
—Es asunto de Yilgendar —respondió el caballero líder, rehuyendo la pregunta, pero luego cambió de opinión y confesó—. La kordarim ha desaparecido.
—¿Qué? ¿Cillen se perdió? —exclamó Yinoim sobresaltándose.
—Tomó la ruta corta, se fue de a pie. Parece ser que planeaba encontrarlos a la bajada de la colina, pero la Llanura es amplia y fácil perderse. El kord envió a todos los caballeros, pero no la encontramos.
—"Será tonta" —pensó Yenia, sintiendo a pesar suyo un terrible dolor en su corazón. Yinoim no disimulaba su angustia.
—¡Tenemos que volver, hay que encontrarla —gritó.
—¡Imposible! —alegó Ken, el Daijin de los tagashi—. Tenemos un deber que cumplir. No podemos ponernos a buscar extraviados.
—Nada más faltaría que una niña caprichosa nos desviara de la misión —habló Vandir.
—¡No le hables así, idiota! —gritó Yinoim rojo de furia— ¡Si el kord no le hubiera impedido venir, esto no habría pasado!
—Y si tú hubieras traído la reliquia como Wonthar ordenó a Zevandir, no habría necesidad de formar misiones —opinó Wornal, druta en mano.
—¿La vamos a buscar, papá? —Gebanel estaba preocupada.
—Si mi hija quiere buscar a su amiga, entonces que la busque. Pero admito que me da una clavada en el estómago desobedecer al maestro Wonthar.
—Escuchen —habló el caballero líder—, sólo necesitamos que venga con nosotros el rastreador de huellas. Él podrá hallar su rastro en la Llanura. ¿Pueden permitir que se aparte de la misión?
—Por mí, ningún problema. Mejor si sirve de algo —respondió Wornal a nombre de todos. Balmroon llegó en ese momento, empujado por Kushag.
—¿Qué pasa? ¿Quién se perdió? —preguntó con las manos llenas de plumas y hojas de arbusto.
—¡Sacude las plumas de tus manos, ya que no las de tu cerebro! —bramó Wornal—. Tu joven señora es la que se ha perdido. Haz algo útil de verdad y rastréala.
—¿La kordarim? ¡Ay, dioses! —gimió el rastreador de huellas—. Pero... no tengo cabalgadura, así no podré cubrir distancia con rapidez.
El caballero líder miró al caballero que lo acompañaba, y luego ambos volvieron la vista hacia los jóvenes pajes que estaban detrás suyos como manda la tradición. Silenciosamente, uno de los pajes descabalgó y quitó uno de los sacos que llevaba atados a la montura de su keztep.
—Toma la montura del paje y vámonos —dijo el caballero líder—, pero me temo que el paje deberá quedarse. ¿Les molestará?
—En absoluto —habló esta vez Trala, a nombre de todos—. Puede quedarse si quiere.
Sin detenerse siquiera a agradecer, el caballero líder espoleó a su keztep al galope, perdiéndose en la infinita Llanura.
—Esos de Yilgendar, que nunca agradecen nada —gruñó Ken—. Dan por hecho que todas las razas deben cargar con sus líos.
—¡Mira que no importarles nada dejar a este muchacho abandonado por darle montura al tal Balmroon! —se quejó Yenia.
—Será menos inútil que el Levanta-Pelos-Del-Suelo —Wornal se lo tomó con humor.
El que no estaba para humor era Yinoim.
—Cillen está perdida en la Llanura, y a ustedes sólo les interesa criticar las costumbres de otros. Si acaso ese tal Balmroon es incapaz de encontrarla.
—No estarás pensando en ir a buscarla, ¿o sí? —dijo Vandir.
—Que yo sepa, los guerreros protegen, en cambio tú.....
—Yinoim... —esta vez fue la mano cálida de Trala la que tocó su hombro—, Woodon tiene a todos sus hombres buscándola. Tú sólo lograrías perderte tú también. Mejor confía en los dioses. Ellos la protegerán.
Sintió la calidez que sintiera al encontrar a Ivhir, durante breves segundos, y se relajó. Decidió confiar, pero la parte inferior de su espíritu aún estaba en angustia.
—Aun así, aun estando todos los hombres buscándola... —insistió.
—La encontrarán. Tarde o temprano. Cillen no es ninguna tonta, se sabe cuidar —dijo Yenia.
—Es verdad. Ella es fuerte —dijo Gebanel—. Aunque a pesar de eso, ¡qué angustia para su pobre papá!
—Pues que la sienta, para que aprenda a no tomar decisiones pasándola por encima —rompió su silencio de improviso el "paje", quitándose la capucha tradicional de los pajes de Yilgendar, bajo la cual llevaba el traje de montar de las kordarim.
El paje era Cillen.

Cillen Woodon.
Todos se quedaron atónitos durante unos cuantos segundos, hasta que Yenia rompió el silencio con un grito que pareció que le estaban saliendo llamas del pelo.
—¡SERAS.... DESVERGONZADA! ¡HACERTE LA PERDIDA! ¡¡MIRA SI NO VENGO AHORA Y TE PIERDO DE VERDAD, DE UNA PATADA!!
—No seas mentirosa —sonrió Cillen con coquetería—, te vi angustiarte por mí. Reconócelo. Me quieres.
—El afecto no es el tema —habló Ken, con enojo—. Usted acaba de hacer algo muy irresponsable, señorita.
—Sólo estoy corrigiendo un grave error —Cillen contestó con altivez—. ¿O acaso me van a decir que ese tonto de Balmroon les sirvió de mucho?
—¡Esta es una misión de peligro! —regañó Ken— ¡No podemos darnos el lujo de arrastrar con nosotros a una señorita de castillo!
—¡Mida sus palabras con una vara, señor gran daijin de los tagashi! —rió Cillen— ¡Soy una kordarim, educada en la espada desde mi niñez! Ya van a ver, yo les voy a ser mucho más útil que ese tonto rastreador de huellas.
—Hay que reconocer que decisión no le falta —celebró Wornal.
—E ingenio —añadió Trala—. ¿Esos caballeros estaban coludidos contigo?
—Claro que no, los engañé a todos. Mi único cómplice fue el paje al que reemplacé, pero la pagué muy bien el favor que me hizo —guiñó un ojo con picardía.
—Sus travesuras ingeniosas no la califican para esta misión —opinó Vandir, de hielo como siempre.
—Escuchen, lo que hizo mi papá no estuvo bien —habló Cillen—. Si los hubiera querido ayudar, les habría dado a Kraldenir, Brazo de Bronce, y no a ese tonto-compara-pisadas.
—Además —continuó, mientras levantaba del suelo su saco—. Se les está olvidando que fue a a quién eligió el maestro Wonthar para la misión de los Doce.
—Eso es verdad —opinó Kushag,
—¿Tú que piensas, hija? —le dijo Wornal a Gebanel.
—Pienso que de a tres el juego de la conquista es más excitante —se sonrió con malicia. Pero Yinoim quiso cortar el asunto de raíz. Avanzó hacia Cillen y le dijo con sencillez:
—Me alegro de tenerte aquí, Cillen.
—Moriría antes de fallarte, Yinoim.
Por pura casualidad, Gebanel se puso por delante de Yenia, tapándole la visión con su cabellera rubia que parecía un hongo. Era casualidad también que se estuviera riendo muy bajito, seguramente se acordaba de alguno de los novios que dejó en su aldea.
Igual Yenia logró hacerse un espacio hasta Cillen.
—Bien, ya te ganaste el lugar, ahora merécetelo.
La mirada brillante de Cillen se apagó un poco. Realmente quería a Yenia, y sufría en su corazón que ella sólo la viera como su rival. Pero un ruido sordo, como truenos en la lejanía, puso fin a las discusiones. Un ruido de galope de cien jinetes, acercándose a gran velocidad.
—Parece que te encontraron después de todo —se burló Yenia.
—Esos no son keztep de Yilgendar —contestó Cillen con gravedad—. Jamás había escuchado el sonido de esas cabalgaduras.
—Son demasiado jóvenes para recordarlas —gruñó Wornal apretando su druta con fuerza, rechinando los dientes con ferocidad, su mirada se había vuelto dura y sombría, como acero ensangrentado.
Shragorns de Belvorum —rugió Yilberum—. ¡Prepárense para pelear!
Sin perder tiempo, Cillen desamarró su saco y de su interior sacó dos carcaj llenos de flechas, un arco, y una espada que ciñó a la vaina que llevaba a la cadera.
—Vamos a entrar en batalla. ¡Atento, Zepiver! —Vandir desenvainó espada y sostuvo el escudo redondo en la otra mano. Ken sacó su shigura de la vaina. Kushag sostenía un shiring en cada mano. Gebanel tomó su dirza en posición de batalla. Yenia miró de un lado a otro hasta que la angustia se apoderó de ella.
—¡No tengo mi waruyac! —gritó— ¡Me la quitaron los gorns en el bosquecito!
Comprendiendo la situación en que se hallaba Yenia, Cillen volvió hacia su saco y tomó una espada con vaina de cuero y correas finamente labradas. Fue hacia Yenia y la puso en sus manos.
—Guárdala. Te la doy —dijo con firmeza.
Yenia se quedó sin habla y con la boca abierta, porque sabía perfectamente lo que significaba que un caballero de Yilgendar regalara una de sus espadas. Quiso decir que no, pero sus manos apretaban la espada.
—Cillen... yo... —murmuró.
—¡Úsala! —le dijo con firmeza—. Va a estar bien en tus manos. Tu papá la forjó.
Yenia acarició la espada dentro de su vaina casi con devoción, casi hipnotizada, la miró y la miró, miró a Cillen, miró el mundo a su alrededor y con firmeza, de un tirón veloz, la desenvainó y estuvo lista para la batalla.
—¡Yinoim! ¿Esa es la Lanza de...? —exclamó Cillen, asombrada.
—Sí, es la Lanza De Ivhir, pero no es el momento ahora, te lo contaré todo después —dijo Yinoim.
El arma ancestral brillaba en sus manos. Brillaba su espíritu también, pues Yinoim no podía contener las ansias de entrar en batalla al fin.
—¡Atentos! ¡Ya llegan! —gritó Trala con todo su formidable pecho.
—Recuerda lo que te he enseñado —murmuró Vandir a Zepiver.
Amocíin galopaba al frente de la columna con su espada en alto. El resto de la caballería shragorn lo secundaba con lanzas al frente.
—¡¡¡Ivhired!!! ¡¡¡Belvorum!!! —gritaron.
—Esas lanzas al frente no me gustan nada —gruñó Wornal.
—Quitémoslas, entonces —dijo Trala, tomando una roca del tamaño de una calabaza con una sola mano. Haciendo un poco de puntería, la lanzó con toda facilidad hacia la columna de guerreros. La roca dio de pleno en un sargento que galopaba al costado de Amocíin.
¡Woooo! ¡JUAP! Una segunda roca derribó otro caballero con todo y shragorn. Amocíin miró a ambos lados como tratando de convencerse de que era cierto lo que estaba viendo.
¡Suuuuiiiiis! Ahora fue una flecha lanzada por Cillen que impactó de pleno en el pecho de un shragorn. Loca de dolor, la bestia derribó a su jinete de un corcoveo y salió corriendo, arrastrándolo por el suelo.
Eso era todo lo que el Caballero Gris estaba dispuesto a soportar. Atacado en su orgullo, levantó su espada y ordenó —¡A SANGRE!
Los caballeros cargaron contra los Doce. Cillen no tuvo suerte en su segundo tiro, pues rebotó en el escudo de Amocíin. Las lanzas largas buscaron sus cuerpos.
—¡Agáchense y armas arriba! —gritó Yilberum. Todos hicieron caso y de esta forma las lanzas de Belvorum se perdieron en el vacío, y las pocas que tocaron, sólo tocaron acero de armas que desviaron la muerte.
Los jinetes frenaron para devolverse. Trala, la primera en levantarse, alzó en sus brazos a un caballero con todo y shragorn, que pataleaba con rugidos atroces. Otro caballero cargó a ayudar, en mala hora. Recibió al shragorn como proyectil y hubo tres muertos y un shragorn malherido.
—¡¡¡Waiaaaaa!!! —Ken, el gran daijin, encendido de ardor guerrero, saltó en una voltereta mortal sin dejar de gritar a rompe tímpanos. Su brillante shigura brilló como un ala de plata, y en brillante vuelo decapitó limpiamente a uno de los tenientes más cercanos a Amocíin.
—¡Maldición! ¡¡ARQUEROS!! —gritó Amocíin, rojo de furia. Una columna de jinetes que se había mantenido a distancia comenzó a preparar arcos y flechas.
—¡Condenados cobardes! —rugió Wornal.
—¡Hacia el bosque! —gritó Yinoim— ¡Las flechas no serán efectivas entre los troncos!
—¡Ya oyeron al Hermano De La Lanza! —gritó a su vez Trala— ¡¡CORRAN!!
Ella misma abrió paso con sus formidables brazos y pronto el grupo corría entre los troncos, donde se clavaba la mayoría de las flechas. Como en las batallas con armas de fuego, que sólo el maestro Wonthar recordaba de los vivos, Cillen se protegió detrás de un tronco, cargó una flecha, disparó, y volvió a esconderse. La flecha se clavó en el brazo de un arquero.
—¡Para que sientas cómo duele! —le gritó.
Amocíin vaciló. Los shragorns estarían más limitados dentro del bosque, pero contaba con otra carta, y además, confiaba en vencerlos por superioridad numérica.
—¡Infantería, al bosque! —ordenó. Docenas de caballeros de a pie, con espada y escudo, entraron corriendo al bosque.
Allí los esperaban las Doce en círculo de batalla, con Yinoim al frente. Nuestro príncipe salvaje alzó la Lanza en posición de guardia, listo para disparar.
—¡AHORA! —gritó. El brillo del arma legendaria dibujó estelas de luz. Pronto estaba en combate contra cuatro a la vez, y sólo uno vivió para lamentarlo. Kushag giraba como un trompo con un shiring en cada mano; las armas del guerrero-mago de Tofir hacían caer al enemigo apenas lo tocaba, Ken hacía silbar su shigura al blandirla.
—¡Esto sí me hace sentir joven! —gritó Wornal con alegría, mandando a volar a los guerreros con los golpes de su formidable druta.
Gebanel, tan feliz como su padre, manejaba con destreza su dirza haciendo caer a sus adversarios. Yenia y Cillen, cerca suyo, manejaban sus espadas a dos manos. Ojos de cielo y cabellos de fuego parecían hermanas en el manejo de la espada.
—¡Una apuesta, niñas! —gritó Gebanel— ¡La que mate más enemigos se queda con Yinoim!
—Dalo por perdido —sonrió Cillen. Un guerrero le lanzó un espadazo al cuello, ella se agachó, y con el mismo impulso se levantó y lo decapitó limpiamente.
—Uno para mí... —canturreó.
Ajeno al concurso, Yinoim atacaba a los guerreros con golpes circulares de la Lanza. Las pequeñas puntas cortaban mejor que la mejor espada, y la caña, resistía más golpes que el mejor escudo de Zevandir. Respecto a estos últimos, Vandir luchaba con espada a una mano y escudo a la otra, en tanto Zepiver usaba espada a dos manos. Ambos peleaban peligrosamente cerca de Yinoim.
Shen, el mago, miraba la situación con nerviosismo.
—No soy guerrero —decía—. No sé que hacer.
—Nadie te pide que lo seas —habló Trala—. Ocúltate y no te avergüences.
Wornal acababa de aplastar la cabeza de un guerrero con su druta. Un desdichado saltó sobre su espalda en ánimo vengador, buscando su cuello, y sólo encontró el brazo del cazador libre. Y la muerte.
Yilberum los dispersaba al viento con su waruyac. Sin siquiera mirarlos, le bastaba dar una estocada hacia atrás para matar a los que atacaban por la espalda. A uno, sólo por cortesía, lo cogió con su cola y lo lanzó sobre su cabeza.
—¡Fíjate en sus movimientos! ¡Estás muy lento, Zepiver! —gritó Vandir mientras derribaba a un enemigo con uno de los famosos golpes de escudo de Zevandir.
—¡Dos para mí! —gritó Gebanel, sacando de un tirón su dirza del cuerpo de un ya no enemigo.
Yenia arrinconó a uno contra un árbol y lo atravesó tan limpiamente que la espada se clavó en el tronco.
—¡Dos también! —proclamó.
Vandir seguía dando golpes de espada sin parar de hablar.
—¡Zepiver, atrás tuyo!
El fiel sidenir giró la cabeza y paró un ataque, pero justo en ese instante otro guerrero descargó su espada sobre su brazo.
—¡¡AAAAAAH!!
Gritó, cayendo al suelo; Yinoim, viendo caer la espada dando el golpe final, corrió a cruzar la Lanza De Ivhir entre el acero y la carne del muchacho. Detuvo el golpe, pero el guerrero, un bruto enorme, lo atacó con una lluvia de espadazos que no cesaban. Yinoim sólo podía bloquear los golpes retrocediendo lo menos posible para no tropezar con el bulto que hacía Zepiver en el suelo.
Al fin decidió resignarse a un ataque indigno. Lo pateó entre las piernas. Mientras se doblaba de dolor le clavó la Lanza en el vientre, pero el bruto cayó de frente y con el golpe de la caída se la enterró casi hasta el fondo.
—Bonita victoria —murmuró con sarcasmo hacia sí mismo. Ahora tendría que tironear para sacarla.
Pero para Ken, el daijin de los tagashi, el honor estaba antes que la propia vida, y salvarla usando un truco no tan digno era simplemente inconcebible. Por eso, cuando un guerrero enorme le arrancó la espada de un golpe de hacha, levantó los brazos decidido a terminar la pelea a puño desnudo, y hubiera muerto si Kushag no hubiera golpeado al guerrero con su shiring.
—Gracias —dijo con frialdad, recogiendo su espada. Kushag, que no sabía del honor que amarga la vida, le agradeció las gracias.
¡¡¡BAAAHUUUUUUT!!!
Sonó el cuerno de guerra de Belvorum, y eso no podía significar nada bueno. La caballería shragorn entró al galope en el bosque, junto a dos mroor que se habían atrasado. Un cuerpo de infantería pesada llevando hachas y unos cuantos arqueros completaron el batallón en despliegue.
—¡A sangre! ¡Sin sobrevivientes! —ordenó Amocíin a la cabeza del ataque. Yinoim aún luchaba por sacar la Lanza, cuando un shragorn cargó al galope sobre él y Zepiver con las mandíbulas abiertas. Sin pensarlo, Yinoim tomó del suelo la espada de Zepiver y la clavó en el cuello de la bestia, que gritó ronco y en galope agónico corrió hasta estrellarse contra un árbol.
Zepiver logró levantarse. El brazo aún le sangraba.
Vandir desviaba flechas con su escudo, y lo mismo hacía Yilberum girando su waruyac.
—¡Alguien que se concentre en detener los arqueros! —gritó el guerrero enmascarado.
—¡Esa soy yo! —gritó Cillen—. Cúbranme amigas, a cambio los que mate con flechas no cuentan.
En realidad Cillen tenía una puntería formidable, pensaron Yenia y Gebanel. Mientras los arqueros de Belvorum disparaban a suerte, ella se concentraba, tensaba el arco y ¡suuiiis! Un guerrero menos.
—¡Contra las niñas! —gritó el sargento de la infantería pesada.
—¡¡ESO JAMAS!! —rugió Wornal druta en mano, sintiéndose en su salsa aplastando guerreros de su tamaño.
Yinoim había logrado sacar la Lanza, con ella en una mano y la espada de Zepiver en la otra se defendía a ambos costados.
Trala seguía derribando guerreros con sus solas manos.
—¡Trala, es mejor que tome un arma! —le gritó Wornal entre golpe y golpe de druta.
Trala levantó a un guerrero caído cogiéndolo de un pie. Lo miró y una idea pícara vino a su mente.
—Pues bien, aquí tengo una —dijo, y usando al guerrero como si fuera una boleadora, mandó a volar a los que la atacaban; saltaron por los aires como si fueran pinos del juego de bolos.
Kushag no quería malgastar sus preciosos frasquitos de poción explosiva, pero no tuvo elección al venírsele encima un mroor con sus cuatro pares de cuernos buscando su carne. Lanzó con fuerza el frasquito, que cayó en pasto blando y no explotó.
—¡Ay de mí! —exclamó.
La bestia, en brutal galope, pisó el frasquito con todos sus kilos. La explosión fue tan fuerte que amigos y enemigos pararon la batalla unos instantes para mirar el espectáculo irrepetible de ver a un mroor volando por los aires.
—¡Basta! ¡¡A SANGRE!! ¡¡A CARNE!! —la furia de Amocíin ardía más que toda la Tierra Del Fuego Que Grita.
El último arquero de Belvorum había caído. Cillen guardó su arco y retornó a la espada.
Gebanel con su dirza llevaba la delantera, la barra de la dirza era tan buena que bloqueaba las hachas más pesadas sin hacerse mella.
Trala abandonó el juego del guerrero boleadora, lo cambió por un tronco que arrancó del suelo, que como garrote sirvió hasta que se clavaron en él demasiadas hachas y espadas.
Shen, ajeno a la acción, murmuraba un hechizo:
—Ima... devi... kess... —repetía.
Yinoim había decidido que la espada de Zepiver sólo estorbaba, se batió a golpes de su sola Lanza, que causó el terror de sus adversarios. El Sol y la Luna parecían matar con sólo tocar.
—¡Señor! —gritó un sargento a Amocíin, al ver a Yinoim derribando enemigos— ¿Esa no es..?
—¡La Lanza De Ivhir! —clamó el Guerrero Gris— ¡Caballería, a él!
Mientras los shragorn galopaban contra Yinoim, el mroor que quedaba cargó contra Trala y Wornal, y la infantería pesada rodeó a las tres niñas, que uniendo sus espaldas como tres hermanas, enfrentaron a la horda con sus espadas y dirza al frente formando una estrella de tres puntas. Shen, sin dejar de murmurar, había formado una especie de bola roja de luz entre sus manos.
La batalla estaba a punto de decidirse.
La caballería shragorn se le venía encima. Yinoim nunca había enfrentado cinco caballeros al galope. No sabía si la Lanza Del Poder lo salvaría, una cosa era segura, si se quedaba quieto lo aplastarían con su sólo empuje.
En una elección de vida o muerte, hizo la cosa más estúpida y arriesgada posible: Saltó hacia la caballería. Dio una voltereta en el aire sin saber a donde llegaría. Los jinetes, tan desconcertados como él mismo, sólo atinaron a frenar. Yinoim giraba por encima de ellos como una pelota por encima de la red. Amocíin, los sargentos, y el único teniente vivo siguieron la trayectoria en el aire esperando verlo caer, seguros que en su caída sería fácil presa de ellos, pero Yinoim no tocó tierra; cayó de pie sobre la grupa del shragorn... del capitán Amocíin.
—¡Qué d...! —gritó el Guerrero Gris lanzando hacia atrás un espadazo completamente inútil, porque su enemigo estaba demasiado encima, si alguna vez había estado Yinoim en una situación incómoda era esta. Los cuatro jinetes se le vinieron encima, Amocíin forcejeaba y hasta el propio shragorn corcoveaba para hacerlo caer.
"Si te detienes a pensar, estás muerto". Recordó una de las frases del maestro Wonthar. No podía darse el lujo de pensar, tenía que actuar con la mente-no mente. Tomó a Amocíin por las axilas y a viva fuerza lo levantó, lo izó sobre sus brazos, ignorando sus pataleos, sus amenazas, y lo arrojó al suelo haciendo sonar todos los metales de su armadura.
Fue como si sonara una campana tocando a la carga. Dando un grito feroz, Wornal y Trala saltaron sobre el mroor. Otro grito de furia guerrera, venido de las niñas, anunció una lluvia de espadas. Mientras Wornal se encargaba del jinete, Trala cogió a la bestia por los cuernos más gruesos y la volteó patas arriba de una feroz palanca al cuello. Sin dejar de proteger sus espaldas las tres niñas cayeron sobre la infantería pesada con golpes que acertaban más por espíritu que por inteligencia. Volaba la dirza de Gebanel y las espadas de Yilgendar en manos de Cillen y Yenia, las hachas retrocedían.
Yinoim no estiró su suerte, saltando del shragorn apenas descabalgó a Amocíin. El teniente cargó a vengar a su jefe caído, pero lo acompañó en su caída al golpear Yinoim su bestia con la punta Luna. Animados por la escena; Ken, Kushag, y hasta el frío Vandir sintieron arder sus venas con deseos de luchar, pronto el bosque entero ardía de batalla.
—Ima... devi... kess... ¡Nahu! —gritó Shen, terminando el hechizo. La bola roja flotó sobre su cabeza y comenzó a brillar.
Una bandada de pájaros rojos, con picos gruesos y afilados, cayeron sobre los guerreros de Belvorum atacándoles a picotazos. Lo más extraordinario era que cada picotazo estallaba como una bomba, dejaba al pájaro intacto y enviaba al guerrero a volar como un muñeco de trapo. La bandada era abundante, en pocos minutos, los guerreros de Belvorum estaban todos caídos. Sólo los Doce permanecieron de pie.
Shen corrió ansioso a donde sus amigos.
—¡Increíble! —gritó Yenia— ¡Creaste pájaros con magia!
—No los creé —explicó Shen con modestia—, los llamé, y les di algo de poder para hacer caer a los guerreros de Belvorum.
—Detalles, amigo Shen —rió Wornal—, lo importante es el resultado. Y el resultado no puede ser mejor. ¡Victoria absoluta!
—Ya los estábamos terminando cuando intervino —gruñó Vandir guardando su escudo a su espalda.
—¿Sabes qué, mascarita? Eres un malagradecido. Además, no te vi hacer mucho —dijo Wornal.
Iba a empezar una nueva discusión, que se vio truncada por un crujir de ramas que los hizo volver a todos en reflejo. Un ave gris y pesada, con alas largas y pico en forma de espada emprendió un vuelo sorprendentemente veloz para un ave tan grande.
—¡Un jiladir de Belvorum! —gritó Trala.
—¡Son los espías del Reino Despiadado! —gritó Ken— ¡Informará a la Emperatriz-Sacerdotisa de todo lo sucedido!
—¡Si eso ocurre, ella enviará más guerreros a liquidarnos! —gritó Vandir.
—¡Maldición! —rugió Wornal— ¡Va demasiado lejos para pegarle con algo!
¡Suuuuiiiiis!... ¡tchok!
Ante la mirada de todos, el ave se retorció en el aire, dio un grito de muerte y cayó a tierra atravesada por una flecha certera.
Apenas golpeó la tierra, las miradas se volvieron hacia Cillen, que aún con el arco en la mano se alisó el pelo con coquetería.
—¡Realmente admirable! —festejó Wornal con su habitual risotada— ¡Jamás mis ojos vieron semejante puntería en una niña de quince años! ¡Qué digo, he visto ancianos maestros que deberían pedirle enseñanzas!
—No tengo edad para enseñar —se sonrojó Cillen, que rara vez se avergonzaba por algo—, no sé por qué soy así. He sido buena con el arco desde niña.
—Un don de los dioses, sin duda —habló Ken, para sorpresa de todos. Y más sorpresa aun cuando se aproximó a Cillen, la contempló, y la saludó con una profunda reverencia—. Usted tenía razón desde el comienzo. Bienvenida a la misión.
Sin saber qué hacer, Cillen dibujó una sonrisa infantil, e imitó la reverencia del daijin Ken.

(continuará)

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Última edición por reyNiles el Mar Oct 27, 2009 11:44 am, editado 9 veces
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FireHeart
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MensajePublicado: Sab Ago 02, 2008 5:29 pm    Asunto: Responder citando

Un buen capítulo Niles, una vez mas nos complaces con tu historia, solo te pido un favor: puede Yinoim quedarse con Yenia? Muy Feliz
jajajaja, en serio, muchas gracias y felicitaciones!!!

Cuidate man, bendiciones!

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reyNiles
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MensajePublicado: Lun Ago 04, 2008 3:24 pm    Asunto: Responder citando

humm! Parece que todos quieren a Yenia. Mucho me temo que si organizara un sistema de clanes, Yenia ganaría por goleada y Cillen estaría solita (¡Snif!)

No puedo adelantarte finales porque sería suicidio... pero sí te prometo ser fiel a cada personaje y su personalidad, cosa que sus decisiones finales sean las lógicas por sus maneras de actuar y pensar... más allá de eso, bueno, cada quien recorrerá su destino. Esta parte de escribir es la más díficil; sorprender y al mismo tiempo, no decepcionar a tus lectores con sorpresas tramposas. Obliga al que escribe a caminar por la cuerda floja entre quemarse y congelarse, pero haré todo lo humanamente posible.

Un abrazo y bendiciones.

Rey Niles.

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MensajePublicado: Jue Ago 14, 2008 8:27 am    Asunto: Responder citando

Por alguna extraña razón no vi cuando posteaste esto :S

Bueno, creo que tenes razon con lo de caminar en la cuerda floja... al fin y al cabo es tu hisoria jejeje, si queres podes ponerlos a todos usando espadas laser (no le vendria mal a Yinoim usar la Lanza de Ivhir en una mano y un sable laser verde en la otra Lengua)

Ahora bien en serio, es una buena historia, y no me gustaría interferir con ella.

Bendiciones!!

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MensajePublicado: Jue Ago 14, 2008 10:42 pm    Asunto: Responder citando

Vaya....por razones personales no había podido conectarme...
por tal motivo no había leido naaaadaaa...

Así ke me puse al corriente y leí tu historia.

Anuke me faltan capitulos por leer...aun sigue teniendo esa buena trama ke te hace kerer más...

Salu2!!! y beeeendiiiiciiiiooooneees!!! Risa tonta

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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MensajePublicado: Lun Ago 18, 2008 12:16 pm    Asunto: Responder citando

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

¡Lo logré! Pude alcanzarte Niles! Te agradezco que fueras lento con este úlotimo capítulo, pues me permitió ponerme al día Muy Feliz

Como comentario, sólo puedo seguir repitiéndome: eres un excelente escritor, que sabe pintar muy bien a los personajes, y narrar lo que ocurre sin que nos enredemos entre tantos personajes y tanta acción.

Sigue tu historia, pues es muy interesante!

Bendiciones!

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MensajePublicado: Mie Ago 20, 2008 5:15 pm    Asunto: Responder citando

bien, terminé de leer!!!!

Vaya!, excelentes capítulos Niles...muy buenos.

Concuerdo totalmente con la idea de Rach: eres un excelente escritor Aplausos

Espero que no te caigas de la cuerda floja..jeje.

Bendiciones Risa tonta

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MensajePublicado: Vie Ago 22, 2008 12:12 pm    Asunto: Responder citando

Síii, sería feo el costalazo...
Pero es buena la analogía con la cuerda floja, y otra analogía también muy útil es considerar al mundo donde transcurre la historia como un personaje más. Es decir, con su personalidad, su propias reglas y claro, su coherencia interna.

He estado fuera un tanto, así que contesto los mensajes en orden descendente.

Alambil: Me alegro de verte de nuevo, y ojalá no te vuelvas a perder. Yo por mí procuraré postear con más lentitud, cosa que me puedan seguir sin atosigarlos.

Rachel: Me alegro que hayas podido alcanzarme, así que lo prometido arriba lo reitero, y por supuesto, prometo continuar.

FireHeart: Por supuesto que puedes votar por tus favoritos, eso es un derecho soberano, ¿sabes? una niña muy sabia me enseñó una vez que cada libro es una promesa. Desde el momento en que los entregas dejan de ser totalmente tuyos, ya que forjas un lazo con tus lectores. Ese es el momento de delicado equilibrio entre sorprender y defraudar, ¡en que lío me metí!
Lo de los sables laser no podrá ser por hoy, habrá que esperar que mi mundo llegue a la edad espacial, en digamos... unos 11.000 años adelante de esta era... jeje.
¡Pero créeme, sí estoy planificando una era futura!

Bueh, mucho por hoy, en el próximo post debe seguir la historia.

Rey Niles

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MensajePublicado: Dom Ago 31, 2008 12:34 pm    Asunto: Responder citando

Se dice que hay amores eternos que se forjan en segundos. Lástima que también, haya odios eternos que se forjan en segundos, como veremos en esta ocasión, al igual que caras que se desenmascaran a la luz de las lunas... revelando quién es quién.

(continuación)

Algo se movió entre los cuerpos desparramados horas más tarde. Amocíin, que no había sido tocado por los pájaros, al derribarlo Yinoim antes, se despertó medio sepultado entre los restos de lo que había sido su tropa de asalto. Hizo a un lado carnes y metales sin la menor compasión por los caídos, que de todos modos, jamás importaban, y sólo al pararse y ver la magnitud de la derrota sintió en su corazón la puñalada de la humillación. Su tropa yacía. Los shragorn muertos o lisiados más allá de toda utilidad posible, le harían difícil volver al grueso de su batallón con rapidez. Para más sal en la herida, oyó la voz de la Emperatriz-Sacerdotisa demandándole respuesta inmediata.
—¿Amocíin? Respóndeme de inmediato. ¿Qué ha sucedido? —habló en su cabeza.
—Fuimos... vencidos —gruñó, sacando cada palabra como si estuviera arrastrando una roca.
—No recuerdo haber dicho que fueras TÚ quien comandara la tropa de asalto —dijo la Emperatriz-Sacerdotisa despreciándolo con altivez.
—¡Eran doce desgraciados! ¡Quise terminar el asunto cuanto antes! —gritó enfurecido.
—Doce desgraciados que aniquilaron a cien de tus mejores guerreros —le contestó con sarcasmo, apenas preocupada de su furia, al contrario, se diría que complacida—. Además, me parece que eres el único vivo en un bosque lleno de muertos. ¿Acaso no habrás...?
—¡No escapé! —rugió con una ira que hubiera hecho huir a un león— ¡Fue ese crío rubio, el de la Lanza, me... me... descabalgó!
—¿Te descabalgó? ¡¡¡JA, JA, ja, ja, ja!!!.......
La risa cruel de la soberana fue lo último que oyó el Caballero Gris antes de que cortara la comunicación, y continuó oyéndola largo rato a pasar de que en realidad no la oía ya. Había sido descabalgado. El día de su caída sería escrito en su Columna de Vida con letras rojas, y quien viera la columna leería ese día "descabalgado". Nada, ni mil hazañas en favor del reino, borrarían esa mancha de su columna de vida. Pasarían los años y la vería, tendría que vivir con la humillación de verla hasta que sus ojos se cerraran para siempre. Tomó una piedra y con dolor, con impotencia, la apretó hasta que se hizo polvo.
Deldra, la Princesa Virgen, no se había apartado del lado de su madre. Cuando la vio reírse con tantas ganas, temió que lo peor hubiera pasado. ¿Lo peor? ¿Que los enemigos fueran aniquilados? ¿Acaso eso no era lo mejor? ¿Qué ocurría con sus sólidos valores?
—¿Qué ocurrió, madre? ¿Vencieron...?
—...Vencieron los guerreros de Wonthar. Lo vi todo. No necesito los informes de ese tonto de Amocíin, pero me gusta que no lo sepa. Vencieron esos Doce, sí, pero el rubio es el que ha empezado a preocuparme.
—¿Qué pasa con él? —la sangre corrió por el rostro de la Princesa Virgen como si fueran hormigas asustadas.
—Algo que no anticipé. La Lanza De Ivhir, en su mano. Inesperado. Tal parece que los dioses de Yamherlauk tiemblan ante el retorno de nuestro dios mucho más de lo que confiesan —había en Zendra una extraña soberbia.
—De todas formas, dársela a un muchacho que recién comienza a caminar por caminos de hombría es un desperdicio lamentable. Nuestro dios jamás cometería un error como ese —continuó.
—¿Qué harás ahora? —preguntó Deldra, luchando por ocultar su preocupación.
—Tan sólo apretar un poco... más duro. Eso bastará —contestó retirándose—. Vigila el pozo mientras veo a los magos, hija.
—Sí madre —contestó. Y repitió las palabras de su madre en su mente: "apretar un poco... más duro".
Decidió no temer. En lugar de eso abrió el pozo para vigilar a los Doce. El muchacho rubio marchaba con la Lanza en una vaina en su espalda. A su lado marchaba una pelirroja. Estaba intacto de la batalla. Deldra le sonrió. Era feliz sólo con verlo.

Al cruzar el claro los Doce se fueron internando en un bosque cada vez más espeso.
—Ahora necesitaríamos a ese tal Balmroon, para no perdernos —opinó Vandir.
—No hay el menor problema, mi señor héroe enmascarado —rió Wornal—. Para los Cazadores Libres, orientarse en un bosque es tan fácil como ubicar el sol en pleno día.
—El sol se pone hacia Zevandir en esta época del año —dijo Shen—. Si seguimos la línea que dibuja en el cielo no nos podemos perder.
—Por eso, a Zevandir la llaman "la tierra del sol poniente" —rió Wornal.
Los troncos engrosaban a medida que avanzaban, el bosque se volvía oscuro, hasta los pájaros desaparecían.
—El aire es distinto —habló Shen, con sus sentidos de mago—. Algo ha cambiado.
—Algo que preferiría evitar, si pudiera —gruñó Ken, apretando su espada.
—Algo que hasta los valientes cazadores libres temen desafiar —habló Wornal.
—¿Se puede saber de qué están hablando ustedes? —habló Yinoim.
—De la meseta, y el lago...

La noche cayó sobre los Doce en lo más denso del bosque. Acordaron improvisar una ramada entre los árboles, donde ardería un fuego cuidadosamente aislado con piedras. La menor chispa sería el posible inicio de una tragedia, y por eso, todos pusieron su experiencia de vida en la salvaje Llanura para hacer un refugio donde dormir sin temor. El fuego incitaba siempre a las historia de terror en boca de los ancianos, aunque aquí no había ancianos, había historias.
—Creo prudente rodear la meseta aunque nos tome dos días —propuso Trala mientras echaba ramas al fuego.
Yenia, que pensaba que Trala no le tenía miedo a nada, ardía por saber qué era esa meseta que temían tanto.
—Te lo diré, joven Yenia —tomó la palabra Ken, el daijin de los tagashi—. Es algo que todas las tribus de mi gente repiten desde tiempos ancestrales. La Meseta Del Lago Caprichoso ha sido la tumba de los necios, y de los vanidosos —miró de reojo a Wornal—. Lugar de llanto de viudas y huérfanos de cazadores que atravesaron lo que no se atraviesa. Roca sólida como acero, cuevas que invitan al confiado, y un lago, en la cima de la meseta, cuyas aguas, hechizadas en el principio del tiempo por la magia oscura, tienen un sólo nombre: ¡MUERTE!
—¡Ay! —Cillen saltó de miedo y se abrazó a Yinoim.
—Lo llaman el Lago Caprichoso porque ahoga a quién quiere, y cuando quiere —continuó Ken—. Sus aguas están vivas, y poseídas de una voluntad maligna. Cuando se enfurece, y se enfurece cuando quiere, esas aguas se mueven como el agua no debería moverse. Forman tentáculos monstruosos, manos con garras afiladas, al desdichado al que atrapan se hunde en esas aguas y no regresa jamás.
—Si tal cosa hace el agua, más vale arriesgarse a cruzar las cuevas —opinó Yinoim.
Wornal lo miró como a un bebé que aún no supiera la diferencia entre hombre y mujer.
—¡JA! —rió—, déjame decirte lo que habita esas cuevas mil veces malditas por cada uno de los dioses. Esas cuevas son el dominio de una bestia sin nombre, tan cruel y brutal que no ha sido jamás descrita por criatura alguna.
—¿Por qué?
—Porque nadie ha salido por el otro lado, para describirla —sonrió Wornal con crueldad.
—Por eso prefiero rodearla —dijo Trala—; sólo si la muerte fuera la otra opción me arriesgaría a cruzar el Lago Caprichoso, y nunca, nunca cruzaría las cuevas, ni siquiera si la muerte es la otra opción. En tal caso prefiero morir al sol.
Todos dormían horas más tarde, cuando una urgencia da su propio cuerpo despertó a Cillen. Maldiciendo por tener que salir al frío de la noche, se escabulló a buscar un lugar para orinar en paz. Ya se abrochaba el cinturón cuando escuchó voces. Eran Vandir y Zepiver.
—Dime una cosa —habló Vandir—, ¿cómo te tratan ese Yinoim y las niñas?
—Me tratan bien —dijo Zepiver—. ¿Por qué?
—Busca la amistad del chico de la Lanza. Gánate su confianza.
—¿Por qué? Vandir, ¿no estarás pensando en...?
—¡Escúchame! —lo interrumpió Vandir con rudeza—. No quiero que te confundan las palabras de ese viejo Wonthar. Los intereses de nuestra nación son nuestra prioridad. Tenemos órdenes precisas del Elegido. Continuaremos con la misión en tanto no amenace los intereses de la Nación Libre.
Cillen ahogó un grito y se escabulló luchando por no hacer ruido. ¿Había escuchado lo que creyó escuchar?

(continuará)

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MensajePublicado: Dom Sep 07, 2008 4:35 pm    Asunto: Responder citando

Hoy no tengo comentario, pero la historia sigue

(continuación)

Toda la mañana siguiente se la pasó Cillen buscando la oportunidad de advertirle a Yinoim la inminente traición de Vandir. Pero todo, todo pareció estar en su contra. El propio Vandir no le quitaba los ojos de encima, y para colmo, Yenia amaneció mas celosa que nunca, incapaz de comprender que si trataba de estar a solas con él era para algo mucho más importante que un vulgar levante de novios.
—Ahí está: La Meseta Del Lago Caprichoso —habló Ken como si leyera una sentencia.
—Me asusta —confesó Gebanel.
—No se ve tan temible —fingió como siempre Vandir.
Como nadie de ellos había visto jamás una catedral, no tenían nada con qué comparar esa roca llena de puntas amenazantes, como espadas, como sierras, apuntando al cielo. Era más baja que la colina anterior pero era roca pura, sin tierra ni plantas, sin siquiera rocas redondas. SIN VIDA. A su alrededor y en un círculo de cien metros, la vegetación ya no existía, ni siquiera agua había. Para rematar su amenazante aspecto mineral, estaba perforada por miles de agujeros que de lejos le dieron el aspecto de un queso, pero visto de cerca cada agujero parecía una boca gritando de dolor insoportable.
—Esas son las cuevas de donde jamás volvió criatura alguna —susurró Ken.
—Tal vez debería cruzar —sonrió Vandir—, y darle a la Nación Libre la gloria de derrotar a la bestia sin nombre.
—Hazlo —Gruñó Ken—, y líbranos de tu palabrería cursi.
Pero era claro que Vandir sólo faroleaba.
—Siguiendo el círculo de la meseta, y estando atentos al sol, la rodearemos en dos días —habló Shen—. Cuando el camino del sol vuelva a ser recto sobre nuestras cabezas, lo seguiremos hasta Zevandir.
—Así será, mago tagashi —dijo Vandir—. Pero es una pena no traer la cabeza de la bestia sin nombre a Zevandir.
"Se te antoja un premio mas valioso" —pensó Cillen apretando su arco y el mango de su espada.
¡Clunk!
—¿Eh? —dijo Wornal— ¿Quién hizo sonar sus armas?
—Te aseguro que yo no, gigantón rubio —gruñó el daijin Ken.
¡Clunk! ¡Palank! ¡Claaaannnnnk!
—¡Vuelve a hacer eso y te dejo calvo! —le rugió Wornal a Zepiver, echándole la culpa.
—¡Yo no he hecho sonar nada! —gritó Zepiver.
—Es verdad, él no fue —saltó Yinoim mirando hacia los árboles mientras sacaba la Lanza de su vaina. Trala lo secundó poniéndose en guardia.
¡ZIIIIIIP!
—¡¡Yenia!!
Zepiver saltó y en mitad del salto desenvainó su espada, desviando con ella una flecha asesina que volaba directo al corazón de Yenia.
Todos quedaron de piedra; Yenia, sorprendida por el afecto mostrado por Zepiver. Pero el más sorprendido de todos era Vandir.
—Muy bien, ya te luciste. Ahora trata de ser más prudente y hacer esas acrobacias que...
—¡A cubierto! ¡Flechas!
El bosque entero disparaba flechas. Protegidos por los troncos que no dejaban ni siquiera verlos, los arqueros de Amocíin lanzaban todo lo que tenían. No eran diez infelices como en la batalla anterior sino cien, quizá doscientos.
—¡Hijos de una bramcha mezclada con un grochura! ¡Peleen como los hombres! ¡¡COBARDES!!
—Wornal estaba tan fuera de sí que Trala debió arrastrarlo con toda su fuerza para ponerlo a cubierto.
—Nos iban siguiendo, esperaron a tenernos a descubierto, como pollos —Yilberum estaba furioso.
—Hay que subir —habló Vandir—. Arriba tenemos una chance. Aquí ninguna.
—¡No voy a enfrentarme al Lago Caprichoso mientras viva! —bramó el daijin Ken.
—¡No resistiremos mucho aquí! ¡Debemos movernos! —gritó Shen.
—¡No hay chance contra la bestia sin nombre! —chilló Trala.
—¡Yo quiero romperle la cabeza a esos guerreros cobardes! —rugió Wornal.
—¡¡BASTA! —rugió Yinoim con una voz de mando que jamás soñó encontrar dentro de sí mismo—
¡NO ES TIEMPO DE ESTAR DIVIDIDOS! ¡ELIJAN UNA OPCIÓN, PERO ELIJAN AHORA!
Fuera de todo cálculo, Zepiver fue el primero en hablar.
—Hacia arriba.
—Hacia arriba —lo secundó Cillen, sin saber por qué.
—Hacia el lago —dijo Gebanel—. A lo que venga.
—Los jóvenes han hablado —dijo Trala—. Enfrentaremos el lago.
—Corran entre las puntas —dijo entonces Yinoim—, sean rápidos, y no se detengan mucho. Yilberum —el guerrero ter-eol lo miró con una extraña emoción, tal vez porque lo último que esperaba era que Yinoim le pidiera algo—. Usa tu waruyac como escudo para cuidar el ascenso de los demás. lo mismo harán Vandir con su escudo... y yo con la Lanza. Detendremos las flechas. ¡Vamos! ¿Qué esperan?
—Cuida esa cabeza maravillosa —dijo Wornal con más ternura que ironía—, no quiero una hija viuda a los quince años.
—¡Ahora!
Los tres servían de barrera a los demás. Aun así, la muerte pasaba silbando a milímetros de sus cabezas.
—¿Cómo vas, Vandir? —dijo Yinoim.
—Positivo. ¿Y tú?
La Lanza giraba en manos de Yinoim como una waruyac. El movimiento de hélice era suficiente como escudo, pero además, la Lanza parecía, por algún extraño sentido, anticiparse a las flechas antes de su llegada.
—Están muy atrás —dijo Yenia al mirar de reojo.
—¡Date prisa! —Trala dio una ruda palmada en sus nalgas—. Mientras más te atrases más los pones en peligro.
—¡Maldición! —Cillen estaba frenética— ¡Quiero darles con algo a esos cobardes!
—Toma, pincha uno de estos en tu flecha y dispara hacia el bosque —habló Kushag dándole uno de sus frasquitos de pociones, que tenía una tapa hecha de algo parecido al corcho.
Cillen pinchó el corcho en la flecha y aprovechando una brecha, disparó hacia el bosque. El frasquito explotó mandando a volar a los arqueros por encima de los árboles.
—¡Estupendo! —gritó— ¡Dame otro!
—¡No puedo! —se disculpó Kushag— ¡Era el último que me quedaba!
Yinoim, Vandir y Yilberum ascendían de espaldas quebrando todas las flechas que disparaban hacia ellos. El resto de los Doce corrían hacia la cima.
—¡Que ninguna de ustedes se tropiece! —gritó Trala a las niñas— ¡Son guerreras, no doncellas en peligro!
Mil flechas bloqueadas no son ningún triunfo, frente a una sola flecha exitosa. Vandir estaba a punto de saberlo.
—¡Más abajo la Lanza, Yinoim! —por lo visto el guerrero más grande de la Nación Libre no podía estar sin dar consejos a los demás— ¡Estás descuidando tus piernas! ¡AAARGH!
—¡Vandir!
Una flecha se clavó en su brazo. Vandir soltó el escudo unos instantes fatales, de no ser la Lanza de Yinoim.
—¡Por los dioses! —rugió Yilberum, poniéndose al frente con su imparable waruyac— ¡Ponlo sobre mi lomo y salgamos de este infierno de flechazos!
—¡Puedo andar! —rugió Vandir en respuesta. La flecha estaba clavada en su bíceps a poca profundidad, por lo que salió al primer tirón de Yinoim. Sacó un paño del cinturón de Vandir y en un rápido vendaje de batalla, detuvo la sangre.
Con el escudo de Vandir en la mano libre, siguió deteniendo flechas por detrás de Yilberum, a pasos rápidos hasta llegar a la cima de la meseta y descender por el cráter hasta la orilla del Lago Caprichoso.
—Linda venda, señor máscara —bromeó Trala—. ¿Te la hizo Yinoim?
—Se puso a darle consejos, pero Yinoim no lo escuchó, así que el herido esta vez fue él —rió Yilberum con excelente humor.
—Espero que recuerde que le debe la vida —le habló Cillen con ojos que parecían cuchillos de hielo.
Zepiver no dijo nada, por lealtad a su maestro, pero lo miró con los mismos ojos de hielo.
Vandir ignoró la mirada de ambos.
—Fue sólo el compañerismo que debe existir en un equipo —dijo, bajándole la importancia.
—Honestamente, ¿nadie le enseñó a agradecer? —Trala le apretó la herida con el dedo hasta hacerlo gritar. Todos rieron de buena gana, menos Vandir, humillado; y menos Cillen que esperaba su traición, y Zepiver.
Un hombre más despierto que Vandir se habría preguntado por qué siempre terminaba haciendo el payaso, pero el orgullo de su corazón era como una neblina, que le impedía ver que mientras más pretendemos posar de sabios ante los demás, más se ve nuestra ignorancia.
—Ahí está, el Lago Caprichoso —habló Ken señalando un cuerpo de agua que terminaba más allá de la vista, salpicado de islas de roca pura—. Tumba de aquello que se creyeron mejores de lo que son.
—Que los dioses nos encuentren dignos —rogó Wornal, mostrando por primera vez el rostro de la humildad.
—Ayuc —contestaron todos. Incluso los que no hablaban ter-eol.

(continuará)

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"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

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reyNiles
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MensajePublicado: Mar Sep 09, 2008 4:00 pm    Asunto: Responder citando

En el fondo de una caverna encontraste al Padre; en esta, encontrarás lo que menos querías ver, pero es la ley de la vida... la ley que mantiene el universo andando...

(continuación)

Las rocas formaban una especie de puente natural, por donde los Doce caminaron en dirección a la orilla opuesta. Las aguas se veían quietas, terriblemente quietas.
—A lo mejor le agradamos —trató de bromear Gebanel. No parecían aguas de un lago normal, eran tan viscosas como el aceite, no hacían olas ni se parecían renovar. En cuanto a vida, más valía no buscar. No había.
—Esto no es agua —opinó Yinoim. Se sentía ligeramente asqueado.
—Es caldo del infierno —maldijo Wornal.
—O tal vez, sólo sea un residuo líquido volcánico —opinó Shen con más lógica—. Quizá la causa de todas esas historias sea...
—...¿Un líquido venenoso? —intervino Ken—. Bien, a falta de otra cosa aceptaré esa idea.
Pero bien se veía en su corazón que no creía algo tan simple.
El lago siguió tan mortalmente quieto que a todos los invadió el temor de lo quieto que estaba. Las rocas pulidas como cristal no ayudaban a tener los pies firmes.
—A-a-algo s-se m...mueeveee... —tembló Gebanel.
En efecto, las aguas antes quietas ahora empezaban a moverse como si algo nadara bajo la superficie.
—Permanezcan juntos —habló Yinoim.
—¡AAAAAAH!
—¡FLUUUUUUUUUSH!
—¡UNA SERPIENTE DE AGUA! —gritó Cillen tomando el arco.
—Sí, es una "serpiente de agua". ¡Está hecha de agua! El arco no servirá —dijo Trala.
El agua había tomado la forma de una serpiente monstruosa, más larga y gruesa que un tren, saltando en arco sobre las cabezas de los Doce. No atacó, se hundió, esperó unos segundos, no hubo movimientos, entonces...
¡CRAAAAAAAAASH!
Un trozo de isla se hundió para siempre. El golpe de cola fue rápido y el agua no estuvo quieta más.
—No tenemos retirada. ¡Hacia delante! —gritó Wornal.
—Eres experto en lo evidente —dijo Ken corriendo al frente.
Las niñas, más ligeras, iban al frente; la que más corría era Gebanel. Asustada, pero demasiado orgullosa para admitirlo.
—¡CROOOOSH!
—¡YIIIIII!
Frente a ella la roca se partió, y al agua tomó la forma da una mano con garras gigantesca, a punto de cerrarse sobre ella.
Kushag saltó sobre ella con sus shiring desplegados a golpear la mano monstruosa. El agua, al ser tocada, se desintegró en mil gotas.
—¡Es vencible! —gritó Kushag— ¡No se rindan!
La "serpiente" seguía atacando a coletazos. Entonces vinieron en su ayuda tentáculos de agua que brotaron de todos lados buscando atrapar y hundir a los Doce.
—¡Agarra esto! —rugió Wornal disolviendo un tentáculo de un golpe de druta.
—¡La espada las corta! —gritó Zepiver.
—¡Eso es obvio! —gritó Vandir.
Pero cometió un error fatal. Intentó detener el tentáculo de agua con su escudo, pero la fuerza del agua era tal que lo arrojó hacia atrás con fuerza, y estuvo a punto de caer al lago fatal antes que Trala lo sujetara.
—Desvía, no bloquees —le dijo, imitando su tono sermoneador con burla.
El "agua" intensificó su ataque. Nuevas manos con garras aparecieron, dispuestas a triturar. Los tentáculos se multiplicaron y hasta la serpiente pareció hacerse más grande.
—¿Qué es esto? ¿Bolas? —gritó Yenia.
El agua intentaba un nuevo truco. Brotaron cosas que parecían burbujas, bolas, perfectamente redondas y perfectamente flotando en el aire. Estuvieron un rato mortalmente quietas y luego... ¡atacaron!
Se movían como balas. Se cruzaban, chocaban, si una sola los golpeara podía ser fatal.
—¡Maldición! ¡Agáchense! —gritó no importa quién, todos pensaron lo mismo.
Pero al agacharse, los tentáculos vieron su oportunidad. Uno agarró a Yenia por la cintura antes que su espada lo cortara. Trala se libró de otro flexionando su poderosa musculatura.
Shen no soportó más. Nadie resistiría más tiempo ese ataque. Sacó de su manga una pieza de madera que encajaba a la perfección en su mano, recitando, con voz profunda: —Ara... Tali... ¡Des!
A todos les pareció sentir una especie de vértigo, un mareo raro y un perder de vista el mundo por unos instantes, para luego despertar súbitamente, y sentir una gran calma.
—¿Qué pasó? ¿Y el agua? ¿Se fue? —dijo Yenia.
—¡Miren! —gritó Yinoim— ¡Es la otra orilla del lago!
—¡Es verdad! —gritó Trala— ¡Extraordinario, Shen! ¡Nos transportaste!
—¡Magnífico! ¡Así trabaja un tagashi! —celebró el daijin Ken con orgullo.
Pero Shen no estaba para halagos. Caminó como borracho un par de pasos y se derrumbó.
—¡Shen! ¡Qué te ocurre! —gritó Yenia.
—El hechizo lo consumió —dijo Kushag—, hay que sacarlo de aquí para que se recupere.
—Yo lo haré —dijo Trala—. Apurémonos antes que esas cosas descubran a donde fuimos.
Tomó a Shen como a un bebé en sus brazos y corrió hacia la orilla, pero antes de llegar surgió una pared de agua; todas las demás formas, tentáculos, bolas, volvieron al ataque.
Otra vez la batalla contra esas formas de agua grotescas se recrudeció.
—No nos quedan opciones —dijo Vandir—. ¡Miren! Allá hay una cueva. Por allí podemos alcanzar el exterior.
—¡Necio! —gritó Trala— ¿Y la Bestia Sin Nombre?
—No será tanta nuestra mala suerte, que justo esté allá abajo, esperándonos. ¡Sólo son unos metros! ¡Podemos hacerlo!
—En verdad que te crees capaz de todo —gruñó Ken con reproche.
—Yo no sé, tal vez sí hay una chance —opinó Wornal.
—¿Otra vez? —gritó Yinoim— ¡Tomen una decisión ya!
—Entonces a la cueva. ¡Vamos! —gritó Vandir.
Todos saltaron a la cueva detrás de Trala, mientras Vandir, en la entrada, los guiaba como haciendo de portero. Yinoim, a la retaguardia, cortaba con la Lanza los últimos tentáculos de agua.
—¡Ya está, Yinoim! —gritó Vandir— ¡Salta!
Yinoim saltó hacia la cueva. Dos tentáculos se cerraron en el vacío. Mientras saltaba todo parecía moverse como en cámara lenta, despacio, lento, muuy leento.
—¡Ya está!
Sus pies tocaron el piso de la cueva, fuera ya de todo peligro.
—Cuanto más pronto crucemos esa cueva más pronto seré feliz —gruñó con cansancio.
—Yo también —dijo Vandir—, yo también estoy ansioso de ver el bosque y el sol del otro lado de... ¡¡YINOIM!!
—¡¡AAAAAARGH!!
Un último tentáculo traidor lo aprisionó desde atrás, levantándolo en vilo, lejos de la cueva. Los más alejados no escucharon el grito, sólo los más cercanos, Yenia y Zepiver, se percataron de lo que pasaba. Al volver vieron a Yinoim, sobre el agua, atacado por más de diez tentáculos asesinos.
—¡¡YINOIIIIIIM!! —gritó Yenia, histérica.
—¡Hay que hacer algo, Vandir! —gritó Zepiver.
Yinoim cortaba fieramente los tentáculos de agua, pero el tentáculo que lo aprisionaba, comprendiendo y queriendo darle un final a la situación, lo llevó hacia las cuevas con la intención de estrellarlo contra la roca. Yinoim adivinó su intención, y antes de chocar, cortó el tentáculo y cayó frente a una cueva, mientras el tentáculo se disolvía.
No hubo tiempo de celebrar, antes de que se recuperara, el agua tomó una nueva forma. Ni serpiente ni bola; simplemente agua. Pero violando todas las leyes, se elevó como una cascada de abajo a arriba, e inundó la cueva arrastrando a Yinoim, que no alcanzó a dar ni siquiera un grito de agonía.
—¡¡¡YINOIIIM!!! —volvió a gritar Yenia, queriendo lanzarse al agua, pero el brazo de Vandir la sujetó.
—No hay nada que hacer —le habló con un tono de consuelo que hizo aún más cruel la tragedia—. El se fue. Muchos caen en el camino, y la mejor manera de honrarlos es seguir adelante. Yo sé que él preferiría que terminaras la misión, a que lo lloraras, joven Yenia.
No por las palabras de Vandir, las más fuera de lugar y por eso las más crueles para consolar a alguien, sino por el amor de Yinoim, Yenia se levantó, secó sus lágrimas, le quitó de un tirón su brazo a Vandir y siguió por la cueva hacia abajo, despreciándolo al pasar.

En la Capital De Los Muertos, en la torre más alta del palacio de la capital, la Emperatriz-Sacerdotisa contempló el agua del pozo de piedra negra una vez más y habló con satisfacción:
—Está hecho. El asunto de la Lanza está liquidado. El resto será fácil.
La Princesa Virgen apartó su mirada de su madre. Cerró los ojos, y sintió correr de ellos un agua que cayó por sus mejillas, y besó sus labios, con la amargura de la sal.

Yinoim se despertó. Estaba en el fondo de una cueva oscura de paredes espantosamente altas. Estaba intacto. Ni un sólo hueso de su cuerpo, ni un rincón de su piel, estaban rotos. Pensó por un rato qué anormal era estar completamente intacto luego de una caída tan espantosa, pero luego lo olvidó, porque lo esencial era salir de la cueva.
Aspiró profundo. Esta cueva sí tenía olores naturales. Olor a sangre y huesos de muertos. Tembló. Estaba en el hogar de la Bestia Sin Nombre.
"Debo salir antes de convertirme en carne comida" —pensó. Aunque los ter-eol no conocían los cuentos de la Bestia Sin Nombre, y los relatos de la noche anterior no lo habían impresionado realmente, al ver la cueva gigantesca y el olor a víctimas de tiempos ya olvidados, su imaginación se disparó.
"Hacia la luz. Sin miedo. Hacia la luz y ya. Si algo pasa, tengo la... ¡la Lanza!"
Tanteó en la oscuridad. La Lanza estaba junto a él. Respiró aliviado. Un alivio que iba a morir violentamente, tan pronto como la escasa luz de la cueva se obscureció.
¡KRUMP! ¡KRUMP! ¡KRUMP!
Las paredes de roca vibraron, y los huesos de muertos esparcidos por el piso comenzaron a saltar.
¡KRUMP! ¡KA-TUMP! ¡KRUMP!
En consonancia con el ruido de pasos que hacía temblar la cueva, su corazón comenzó a martillar como si fuera un pájaro encerrado que golpeara su pecho para poder escapar. Un joven la mitad de valiente se habría desmayado.
¡KRUMP! ¡KRUMP!
—¡¡¡HRRRRRRRRRRRRRRG!!!
Hubiera querido gritar con todas sus tripas, pero la voz no le obedecía. Había cazado las bestias más corpulentas de la Llanura, peleado con las fieras más agresivas. Incluso, había desafiado la noche y sus oscuros horrores. Nada de eso lo preparó para el gigantesco horror que se le venía encima.
El ser más brutal y horriblemente deforme, la pesadilla más aterradora de la noche más oscura. No había palabras. Incluso en penumbras mirarlo producía un terror que transformaba la sangre en hielo. La Bestia Sin Nombre avanzó con lentitud y cada paso era un sismo que sacudía toda la cueva. Caminaba en dos pies, pero su espalda estaba tan encorvada que la cara le asomaba a la altura de las rodillas. Yinoim no había visto jamás una cara tan repugnante, no sólo porque todo, boca, ojos, nariz, era desproporcionado y horriblemente desfigurado, sino porque sus ojos reflejaban maldad, tan inmensa y retorcida maldad que el asco y el miedo se juntaron hasta casi hacerlo vomitar.
Como una burla cruel de humanidad, la Bestia usaba ropas, tan sucias y gastadas que parecía que se estaban pudriendo. Con todo, la ropa más firme parecía ser un cinturón tan ancho como un par de troncos gruesos.
"No tengas miedo —se ordenó Yinoim—, tienes la Lanza".
La Lanza De Ivhir, el arma viviente, forjada por Ivhir mismo, entregada a él por sus propias manos. ¿Que podría temer con su poder? Las inmensas garras de la Bestia no lo tocarían, sólo debía atacar de frente con decisión.
Y así lo hizo. Escondiendo el miedo detrás de un alarido que hubiera dejado sordo a un tagashi, lanzó hacia la Bestia un golpe feroz que chocó contra una mano. Apenas enterada, la Bestia lo envió a volar de un solo manotón de la mano herida. Levantándose con dolor, Yinoim insistió con un nuevo ataque, esta vez a la cara, casi a su altura, debido a la joroba, esperando degollarlo a pesar de que casi no se veía cuello entre la espantosa cabeza y el deforme pecho. Corrió hacia la Bestia conteniendo el asco, y al estar ya cerca de su cabeza, algo llamó su atención en el cinturón. Algo que colgaba del cinturón. ¡Vandir!
Vandir colgaba del cinturón.
Como un pajarito muerto para la cena, el cuerpo sin vida del guerrero enmascarado colgaba del cinturón de la Bestia. Como una presa cazada al pasar, por casualidad, sin importancia. Yinoim no pudo contener sus emociones, la ira sobrepasó al miedo, con furia y asco atacó el cuello de la Bestia.
La Bestia paró el ataque. La Lanza se clavó en la palma de su mano monstruosa. De otro manotazo brutal arrojó a Yinoim al fondo de la cueva. Luego, se desclavó la Lanza, la observó con rabia, y a continuación la arrojó furioso contra la pared de roca sólida.
La Lanza brilló unos instantes como una piedra de encender. Luego cayó en una lluvia de chispas. Yinoim corrió hacia ella con desesperación, rogando que no fuera cierto lo que había visto. Pero era cierto y peor que sus temores. ¡La Lanza estaba partida!
Partida. Rota en pedazos. Irrecuperable. Yinoim cayó de rodillas. Con la Lanza partida y Vandir muerto, sintió deseos de llorar como un niño, pero se dominó.
"Cabalga sobre tu miedo. ¡Cabálgalo!" —la voz del maestro Wonthar, tan lejana allá, en los días difíciles de su entrenamiento, sonaron con fuerza en su memoria. Se imaginó a sí mismo montado en una bestia salvaje que trataba de botarlo, pero él se aferró a los cuernos de la bestia hasta obligarla a obedecer.
El miedo se fue. Desarmado y arrinconado, Yinoim intentaría un último y desesperado ataque. Saltó muy alto y con una gracia admirable, dibujando en el aire una pierna extendida en donde concentró toda su fuerza. Era el DRAGON SOBRE EL VIENTO, pues decía el maestro Wonthar que cuando se hacía con la sabiduría de un verdadero guerrero, hasta un miserable humano parecía un dragón majestuoso volando sobre las nubes. Aquí no había nubes, ni cielo, ni siquiera aire puro. Sólo en medio de esta inmundicia descubrió lo felices que fueron sus días de enseñanza junto al maestro Wonthar.
Yinoim voló. Pateó la frente de la Bestia como un muro de piedra, la Bestia pareció sentir algo pues gruñó con dolor, pero aun así no logró sino rebotar otra vez hacia el fondo de la cueva, al tiempo que la Bestia, ahora enfurecida, estiraba sus garras hacia él.
Iba a morir. Nada le quedaba. Pero no se entregaría sin luchar. Incluso devorado, no perdería el deseo de pelear, de vivir y ver el sol una vez más. Despidiéndose en silencio de todos sus seres amados, estiró una mano y tanteó hasta hallar una piedra del tamaño de su mano. Cerrando los ojos la tiró hacia la Bestia, su última y desesperada resistencia.
—¡¡¡HRRRRRGGGGGG!!!
La cueva se estremeció con el sonido de un trueno, luego un resplandor más brillante que el sol la iluminó. Yinoim abrió los ojos, sin creer lo que veía. La Bestia se debatía en agonía; su rugido, ahora de dolor, acompañaba un ruido como de miles de ríos que sonaba en su cabeza. La luz brotaba de todo su cuerpo como si se estuviera consumiendo al fuego. Rayos de luz brillante que parecían quemarlo, que lo quemaron hasta que de su maldad sólo quedaron cenizas, y la piedra que Yinoim arrojó en su desesperación, brilló un instante más en el aire, luego se apagó y cayó.
Aún atónito por lo que había visto, recuperó el calor y la vida al mismo tiempo que la bestia yacía muerta hecha cenizas. Apenas fue dueño de sí una vez más, corrió a buscar la piedra autora del milagro. Ahora que la Lanza estaba rota, tal vez esa piedra de gran poder le sería más útil. ¿Donde estaría?
Buscó entre las cenizas de la bestia, ahora limpias, hasta que la encontró. La tomó con reverencia en su mano. Casi con temor. La "piedra" vibró con afecto y se estiró al contacto de su mano, alargándose hasta tomar una forma inconfundible: Una punta dorada como el oro, otra blanca como plata, y una caña de metal azul como un mar de mediodía.
Había encontrado la Lanza De Ivhir.
La Verdadera Lanza.

(continuará)

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reyNiles
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MensajePublicado: Mar Sep 23, 2008 1:31 pm    Asunto: ¿POR QUÉ MURIÓ VANDIR? Responder citando

Antes de seguir posteando me gustaría que me respondieran esta pregunta, como para ver si hay interés por el resto de la historia:

Encuesta: ¿Por qué murió Vandir?

1- Porque era más tonto de lo que parecía

2- Porque se creyó superman y era sólo un hombre

3- Porque el autor le tenía mala

4- Porque era vanidoso de la peor clase de vanidad: la de creerse moralmente superior

5- Era necesario para dejar a Zepiver libre de desarrollarse

6- Nada más tuvo la mala pata de perderse y chocar de frente con la Bestia Sin Nombre

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Melkor
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MensajePublicado: Mar Sep 23, 2008 7:02 pm    Asunto: Responder citando

He estado leyendo tu historia Rey Niles y creo que la que más me convence es la opción 6.

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rachel
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MensajePublicado: Mie Sep 24, 2008 1:59 am    Asunto: Responder citando

¡He vuelto a alcanzarte! Bailando Bailando Bailando Bailando Bailando Bailando

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

PUes de todas esas opciones, me quedo... con todas jjiji Risa tonta
Click aqui para ver el texto completo


Te lo vuelvo a decir? Escribes super bien!

El suspenso y la acción se mantienen en forma sostenida, sin decaer en ningún momento. Muy imaginativos estos capítulos. El primero está buenísimo!!!!!!!!! Nunca había escuchado o leído uno así, simplemente excelente. Sólo una pregunta: ¿porqué el lago no hundió a Yinoim directamente en el agua para ahogarlo?

Y ya que llegué a las preguntas, la segunda es ... ¿que acaso la lanza que tenía no era la verdadera? ¿Cómo es que ahora escribes que es la verdadera?

Sigue tu historia, quiero saber cómo saldrá Yinoim de esa cueva XD

Como ya te dije, es excelente. Lo único que me da urticaria es una cuarta muchacha detrás de Yinoim Risa tonta ¿no será mucho? ¿Se detendrá en la media docena? jajajaja Riendo (Bromita)

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MensajePublicado: Mie Sep 24, 2008 7:38 am    Asunto: Responder citando

Bueno... yo elijo la opción 7; era más tonto de lo que parecía porque no dejaba que Zepiver se desarrolle libremente, aparte de que era un vanidoso que se creía superior a todos. Además que se pensaba era superman, ensima vos le tenías bronca y para colmo tuvo la mala suerte de cruzarse con la Bestia Sonrisa

jajajajaa Lengua

Muy buen capítulo... no se por qué, pero yo tenía el presentimiento de que Vandir estaba por morir...

Saludos Niles! muy buena tu obra =)

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