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Taller de Lectura: Mero Cristianismo


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sam melara
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MensajePublicado: Jue Mar 29, 2007 5:36 pm    Asunto: Responder citando

Así es Agus...
El libro cuarto es magnífico. Si bien, como dice Lewis, es Teología práctica, muy práctica, pero profunda y bellamente explicada.
Creo que a todos les va a gustar, y lo van a hallar además de edificante y fortalecedor, muy útil para defender la fe cristiana. Con tantos que andan hoy que niegan La Trinidad o la concepción Virginal, que son importantísimas para la fe cristiana, para todo cristiano, sin importar denominaciones (ese es mi anhelo, que los cristianos estemos unidos en Él y en Su enseñanza).

Uf, escribo esto ya tranquilo, porque estaba re encendido cuando postee en fe...
paz Samael.... tranquilo....
Avergonzado Silbando Avergonzado

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Sam Melara: Peregrino Azul
Y de esa manera quiero andar por el mundo como una sorpresa maravillosa... Flotar tan ociosamente como un vilano de cardo y llegar de modo tan silencioso como la salida del Sol, sin que se me espere como no se espera el trueno, sin que se me recuerde como no se recuerda a la brisa que se disipa. No quiero que la gente me vea por adelantado como un bromista muy conocido. Quiero que mis dones, la muerte y la vida después de la muerte, lleguen vírgenes y violentos. Voy a ponerle una pistola en la cabeza al hombre moderno. Pero no la utilizaré para matarle... sólo para devolverle la vida.


El Hombre que fue Jueves
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rachel
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MensajePublicado: Lun Abr 02, 2007 7:33 pm    Asunto: Responder citando

Ha sido un disfrute leer este capítulo realmente lo recomiendo...incluso si no has leído los anteriores, descubrirás que hay mucho para pensar y aprender de las reflexiones de Lewis.

Por ejemplo, reflexiona y da respuesta a preguntas y cuestiones muy usuales en nuestra cotidianeidad.

Cuando piensas en el concepto común de moralidad:

Cita:
algo que interfiere, algo que impide que la pases bien.


O cuando se habla de que

Cita:
Algunas personas prefieren hablar de ‘ideales’ morales en lugar de reglas morales y de ‘idealismo’ moral en lugar de obediencia moral.


Logra Lewis analizar con justeza el peligro de esa forma de pensar.

Y qué decir de la típica frase:

Cita:
‘no puede ser nada malo, porque no hace daño a nadie’,


También en esto el análisis que hace Lewis es -a mi entender- magistral, explicando porque es muy poco útil y beneficioso creer que esa es la base para una moral que de frutos buenos.

En síntesis: qué bueno y qué importante para la sociedad toda ver la cuestión desde los tres cuestiones que sugiere Lewis, no olvidando que:

Cita:
si el cristianismo es la verdad, entonces los individuos no son solo más importantes, sino incomparablemente más importantes, porque en la eternidad, la vida de un estado o civilización es tan solo un momento.


Muchas gracias Sam por tu trabajo!
Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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“Si encuentro en mi deseos que nada en esta tierra puede satisfacer, la única explicación lógica es que fui hecho para otro mundo”. C.S.Lewis
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sam melara
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MensajePublicado: Vie Abr 13, 2007 4:05 pm    Asunto: Responder citando

El Mero Cristianismo,
Libro tercero: Comportamiento Cristiano


3.2 Las ‘Virtudes Cardinales’.

La sección previa fue diseñada originalmente para ser dada como un corto programa radial.
Si te permiten hablar tan sólo diez minutos, la mayoría de todo debe ser sacrificado a causa de la brevedad. Una de las razones que me impulsaron a dividir la moralidad en tres partes (con mi imagen de los barcos navegando en un convoy) fue que me pareció la manera más corta de cubrir el terreno. Aquí deseo dar alguna idea de otra forma de cómo los antiguos escritores abordaban el tema, la cual era demasiado grande para mi charla en la radio, pero que al fin de cuentas es una muy buena manera.
De acuerdo a esta categorización, existen siete ‘Virtudes’. Cuatro de ellas son llamadas virtudes ‘Cardinales’ y las tres restantes son llamadas virtudes ‘Teológicas’. Las virtudes ‘Cardinales’ son las que toda persona civilizada reconoce: las ‘Teológicas’ son aquellas que, como regla, sólo los cristianos conocen. He de tratar las Teológicas después: por el momento sólo hablaré de las virtudes Cardinales. (La palabra ‘Cardinal’ no tiene nada que ver con los Cardenales de la Iglesia de Roma. Proviene de una palabra latina que significa ‘la bisagra de la puerta’. Fueron llamadas virtudes ‘Cardinales’ porque son, como diríamos, ‘pivotales’.) Estas son PRUDENCIA, TEMPLANZA, JUSTICIA y FORTALEZA.
La prudencia se refiere al práctico sentido común, el tomarse la molestia de pensar qué se está haciendo y cuales serán las consecuencias de esa acción. Hoy en día las personas no piensan en la prudencia como en una virtud. De hecho, a causa de que Cristo dijo que para entrar en Su Reino debíamos ser como niños, muchos creyentes tienen la idea de que, si se es ‘bueno’, no importa que se sea tonto. Pero ese es un malentendido. En primer lugar, la mayoría de los niños muestran mucha ‘prudencia’ en con las cosas que en verdad les interesan, y las piensan con mucha sensibilidad. En segundo lugar, como apunta San Pablo, Cristo nunca implicó que debíamos ser niños en inteligencia: todo lo contrario. Él nos dijo no sólo que fuéramos ‘mansos como palomas’ sino también ‘sabios como serpientes’. Él quiere el corazón de un niño, pero la mente de un adulto. Él quiere que seamos sencillos, de mente limpia, afectivos, enseñables, tal como son los niños buenos; pero Él también quiere hasta la última parte de nuestra inteligencia para estar alertas en esta labor, en la mejor condición posible. El hecho que estés dando dinero a una fundación de caridad, no significa que no debas tratar de investigar si tal fundación de caridad es un fraude o no. El hecho de que estés pensando quién es Dios mismo (por ejemplo, cuando estás orando) no significa que debas contentarte con las ideas infantiles que tenías cuando eras un nene de cinco años. Es, por supuesto, verdad que Dios no te amará menos, o te usará menos, si sucede que has nacido con un cerebro lerdo y retrasado. Él ha tiene lugar para personas con poca capacidad, pero Él desea que cada uno de nosotros usemos la capacidad de pensar que nos ha sido dada. El refrán apropiado no es ‘Se buena, dulce doncella y deja que otros sean listos’, sino ‘Se buena, dulce doncella, y no olvides que eso involucra que seas tan lista como puedas’. Dios no está más interesando en los haraganes intelectuales, al igual que no se interesa en ningún tipo de haragán. Si estás pensando en convertirte en un cristiano, te lo advierto, estás embarcándote en algo que va a tomar todo de ti, tu cerebro y todo. Pero, afortunadamente, funciona de otra manera. Todo el que trata de ser un cristiano con honestidad, pronto encontrará que su inteligencia se agudiza: una de las razones por las cuales no se necesita educación especial para ser un cristiano, es que el cristianismo es un sistema de educación en sí mismo. Esa es la razón por la cual un cristiano no instruido como Bunyan pudo escribir un libro que dejara atónito a todo el mundo.
Templanza es, desafortunadamente, una de las palabras que ha cambiado su significado. Actualmente significa abstinencia al alcohol. Pero en los días que la segunda virtud Cardinal fue cristianizada como ‘Templanza’, no significaba nada parecido. La templanza no está referida especialmente a la bebida, sino a todos los placeres; y no significaba abstinencia, sino poder llegar a la medida adecuada y no más allá. Es un error pensar que los creyentes no deberían beber para nada; el mahometanismo, es una religión de total abstinencia al alcohol, no el cristianismo. Por supuesto, tal vez sea la tarea de un cristiano en particular, o de cualquier cristiano, en alguna ocasión en particular, abstenerse de alguna bebida fuerte, ya sea porque él es la clase de persona que no puede beber sin llegar a beber demasiado, o porque se encuentra con personas inclinadas a la embriaguez y no debe animarlas a beber, bebiendo él mismo. Pero el punto total es que él se está absteniendo, por una buena razón, de algo que no condena y que puede observar a otras personas disfrutarlo. Una de las características de ciertos tipos de hombres malos es que no quieren abandonar algo, si las demás personas no abandonan ese algo también. Esa no es la manera cristiana. Un cristiano puede llegar al punto de abandonar cualquier tipo de cosa por razones especiales —matrimonio, o carne, o cerveza, o el cine; pero al momento que empieza a decir que tales cosas son malas en sí mismas, o a ver de menos a las personas que las utilizan ha tomado el rumbo incorrecto.
Una gran porción de daño ha sido hecha por la restricción moderna de la palabra templanza hacia la bebida solamente. Nos ayuda a olvidar cuan poco templados podemos ser en muchas otras cosas. Un hombre que hace de su golf o su motocicleta el centro de su vida, o una mujer que dedica todos sus pensamientos a la vestimenta, al bridge o a su perro, está siendo tan poco templada como alguien que se emborracha cada noche. Por supuesto, no se muestra en el exterior tan fácilmente: la bridge-manía o la golf-manía no hacen que uno caiga en medio de la calle. Pero a Dios no lo engañan los externos.
La justicia significa más que la clase de cosas que ocurren en las cortes. Es el nombre antiguo para designar algo equitativo, imparcial; incluye la honestidad, dar y recibir, veracidad, cumplir las promesas, y todo ese lado de la vida. La Fortaleza incluye ambas clases de valor —la clase que afronta el peligro así como la clase que soporta el dolor—. Coraje es posiblemente la palabra inglesa moderna que más se acerca a fortaleza. Notarás por supuesto, que no puedes practicar ninguna de las otras virtudes por mucho tiempo, sin evocar esta.
Hay un punto más profundo acerca de las virtudes que debe ser notado. Es muy diferente hacer una acción donde mostremos justicia o templanza que ser un hombre Justo o Templado. Alguien que no es un buen jugador de tenis, puede en un momento o en otro hacer un buen tiro. A lo que nos referimos cuando hablamos de un buen jugador de tenis, es un hombre cuya vista, músculos y nervios han sido tan entrenados en hacer una gran cantidad de buenos tiros, que ahora, se puede confiar en su eficacia al jugar. Un buen jugador posee un cierto tono o calidad, que está allí aún cuando no está jugando, así como la mente de un matemático tiene cierto hábito y perspectiva que está allí aún cuando no está tratando asuntos matemáticos. De la misma manera, un hombre que persevera en hacer acciones justas, obtiene al final cierta calidad de carácter. Es esa calidad, y no solo acciones particulares o esporádicas a lo que nos referimos cuando hablamos de una ‘virtud’.
Esta distinción es importante por la siguiente razón. Si pensamos sólo en las acciones particulares hemos de promover tres ideas erróneas.
(1) Es posible que lleguemos a pensar que, hecha la buena acción, no importa cómo o por qué la hicimos—sea que la hiciste voluntariamente o en contra de tu voluntad, renegando o animoso, temiendo la opinión pública o por su propia causa. Pero la verdad es que las buenas acciones hechas por la razón incorrecta no ayudan a construir la calidad interna o carácter llamado ‘virtud’, y es esta calidad o carácter lo que realmente importa. (Si el jugador de tenis golpea muy fuerte la bola, no porque ve que el golpe fuerte es requerido, sino porque perdió los estribos, su tiro podría, posiblemente, gracias a la fortuna, ayudarle a ganar ese juego en particular; pero no le ayudará a ser un jugador confiable y experimentado.)
(2) Tal vez pensemos que Dios simplemente desea obediencia a un conjunto de reglas, cuando lo que Él en verdad desea es personas de cierta clase en particular.
(3) Podríamos pensar que las ‘virtudes’ son necesarias sólo para esta vida presente—que en el otro mundo podemos dejar de ser justos, porque no hay nada por lo cual contender con nadie, o dejar de ser valientes, porque allí no hay peligro alguno.
Ahora, es cierto que probablemente no habrá ocasión para actos justos o valerosos en el otro mundo, pero habrá multitud de ocasiones para ser la clase de persona en la cual sólo nos podemos convertir como resultado de dichas acciones aquí. El punto no es que Dios se opondrá a tu ingreso a Su mundo eterno si no posees cierta calidad de carácter: el punto es que, si las personas no tienen al menos las nociones básicas de esa calidad dentro de ellos, entonces ninguna condición externa podrá crear un ‘Cielo’ para ellos¬—eso es, hacerles felices con la profunda, fuerte e inamovible clase de felicidad que Dios pretende para nosotros.
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 Bridge: Juego de cartas muy común entre los clubes de mujeres inglesas pudientes. N. del T.
 ‘Guts’ es la palabra inglesa usada por el autor. Literalmente significa ‘intestinos, vísceras’, denotando valor, coraje. N. del T.

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Y de esa manera quiero andar por el mundo como una sorpresa maravillosa... Flotar tan ociosamente como un vilano de cardo y llegar de modo tan silencioso como la salida del Sol, sin que se me espere como no se espera el trueno, sin que se me recuerde como no se recuerda a la brisa que se disipa. No quiero que la gente me vea por adelantado como un bromista muy conocido. Quiero que mis dones, la muerte y la vida después de la muerte, lleguen vírgenes y violentos. Voy a ponerle una pistola en la cabeza al hombre moderno. Pero no la utilizaré para matarle... sólo para devolverle la vida.


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MensajePublicado: Dom Abr 15, 2007 4:57 am    Asunto: Responder citando

¿Puede explicarse más claramente la razón para buscar hacer propias las virtudes cristianas en nuestra vida?

Jesús nos prometió vida abundante, y no es posible si no estamos dispuestos a renunciar a nuestra mediocridad para tener el "tono", la calidad que Dios desea darnos.

Qué bueno que el que comenzó la buena obra es asimismo quien se ocupa de terminarla, más allá de nuestros tantos errores y defectos de carácter!

Me encantó el análisis de "templanza": la medida justa. Y la exhortación a no caer en la condena de quienes no se abstienen de lo que nosotros nos abstenemos por propia decisión.

Sam: Muchas gracias por continuar con este muy preciado trabajo. Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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MensajePublicado: Lun Abr 16, 2007 7:29 pm    Asunto: Responder citando

No tengo mucho que opinar ya que mas que un capitulo para discutir, simplemente esta planteando cosas que ya sabiamos de manera mas correcta. Posteo solo para animar a Sam a seguir!!!!

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sam melara
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MensajePublicado: Mar Abr 24, 2007 8:43 pm    Asunto: Responder citando

Me disculpo con todos ustedes, fieles lectores y participantes de esta bella aventura llamada 'Mero Cristianismo'. He estado bajo presión de examenes y no creo poder postear el siguiente capitulo hasta mañana (ya está traducido) que es 'Moralidad Social'.
Les suplico su espera y paciencia, por favor....

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MensajePublicado: Sab Abr 28, 2007 5:55 pm    Asunto: Responder citando

Mero Cristianismo

Libro tercero: comportamiento Cristiano


3.3 Moral Social

Lo primero que debe aclararse acerca de la moralidad Cristiana entre hombre y hombre es que en este departamento Cristo no vino a predicar una moral totalmente nueva. La Regla de Oro del Nuevo Testamento (Debes hacer como desearías que hicieran contigo) se suma a lo que cada persona, en el fondo, siempre ha sabido como correcto. Los maestros morales de verdad no nos presentan nuevas moralidades: sólo los charlatanes y depravados hacen eso. Como dijo el Dr. Johnson, ‘las personas necesitan más seguido que se les recuerde algo que lo que necesitan se les instruya’. La labor real de cada maestro moral es la de mantenernos regresando, vez tras vez, a los antiguos principios que estamos empeñados en no ver; como llevar al caballo de regreso, vez tras vez, a la valla que ha rehusado saltar o llevar al niño de regreso a la parte de la lección que ha querido eludir.
Lo segundo que hay que aclarar es que el Cristianismo no posee, y no profesa tener, un detallado programa político para aplicar el ‘Debes hacer como desearías que hicieran contigo’ a una sociedad particular en un momento particular. No podría tenerse. Esta moralidad ha sido pensada para todos los hombres de todas las épocas, y un programa particular que encaja en un lugar no lo hará en otro. Y de todas formas, así es como funciona el Cristianismo. Cuando te dice que debes alimentar al hambriento no te da lecciones de cocina. Cuando te dice que leas las Escrituras, no te da clases de gramática Hebrea, Griega o Inglesa. Nunca se tuvo la intención que reemplazara las artes y ciencias humanas: es más como un director que fija cada cosa en su labor apropiada, y una fuente de energía que dotará de nueva vida a todo aquel que se ponga a su disposición.
La gente suele decir ‘La Iglesia debería guiar la nación’. Eso es cierto si ellos lo dicen en el sentido correcto, pero es falso si lo dicen en el sentido erróneo. Por Iglesia deben referirse a la totalidad del cuerpo de Cristianos practicantes. Y cuando dicen que la Iglesia debería guiarles, deben referirse a que algunos Cristianos —aquellos que, poseen los talentos adecuados— deberían ser los economistas y políticos del estado, que todos los políticos y economistas deberían ser Cristianos, y que todos sus esfuerzos en economía y política deben ir encaminados a poner en práctica el ‘Debes hacer como desearías que hicieran contigo’. Si eso ocurriera, y si los demás estuviéramos listos para aceptarlo, entonces encontraríamos muy rápido la solución Cristiana para nuestros problemas. Pero por supuesto, cuando ellos piden una ‘guía’ de parte de la Iglesia, en su mayoría se refieren a la toma de programas políticos por parte del clero. Eso es tonto. El clero está compuesto por aquellas personas de entre la Iglesia que han sido entrenadas especialmente y puestas aparte para velar lo que concierne a la grey: las criaturas que han de vivir para siempre; y nosotros estamos pidiéndoles que hagan un trabajo diferente, para el cual no han sido entrenados. El trabajo recae en nosotros, los laicos. La aplicación de los Principios Cristianos, digamos, a las uniones mercantiles o la educación, debe venir de los comerciantes y educadores Cristianos: así como la literatura Cristiana proviene de los novelistas y dramaturgos Cristianos —no de los Obispos y pastores, tratando de escribir obras y novelas en su tiempo libre.
A su vez, el Nuevo Testamento, sin entrar en detalles, nos da un vistazo claro de cómo sería una sociedad completamente Cristiana. Quizá nos muestra más de lo que podemos asimilar. Nos dice que no debe haber parásitos ni mantenidos: si un hombre no trabaja, que no coma. Cada uno ha de trabajar con sus propias manos, y lo que es más, el trabajo de cada uno ha de producir algo bueno: no habrá fabricación de lujos tontos y tampoco de anuncios más tontos aún para persuadirnos a comprarlos. Esto nos evitaría ser presumidos ante otros. Hasta este punto una sociedad Cristiana sería lo que algunos ahora llaman una sociedad izquierdista. Por otro lado, el Cristianismo siempre está insistiendo en la obediencia—obediencia (y muestras externas de respeto) de todos nosotros hacia los magistrados propiamente designados, de los hijos a los padres, y (temo que esto no va a resultar muy popular) de las esposas a sus esposos. En tercer lugar, ha de ser una sociedad muy animosa: llena de cantos y regocijo, considerando la preocupación y ansiedad como incorrectas. La cortesía es una de las virtudes Cristianas; y el nuevo testamento aborrece el entrometimiento.
Si hubiera una sociedad así funcionando actualmente y tú o yo la visitáramos, creo que nos iríamos con una impresión muy curiosa. Sentiríamos que su vida económica es muy socialista y, en ese sentido, ‘avanzada’, pero que su vida familiar y sus códigos de comportamiento son enchapados a la antigua—los veríamos como ceremoniosos o incluso aristocráticos. A todos nos gustarían ciertas partes de ella, pero temo que a muy pocos nos gustaría el todo en conjunto. Eso es exactamente lo que uno esperaría si el Cristianismo es el plan absoluto para la máquina humana. Todos nos hemos alejado del plan absoluto, en diferentes maneras, y cada quien quiere demostrar que su propia modificación del plan original es el plan en sí. Verás esto vez tras vez cuando se habla de algo que es verdaderamente Cristiano: todos se sienten atraídos por partes del mismo, toman lo que les gusta y dejan el resto afuera. Esa es la razón por la que no llegamos muy lejos: y esa es la razón por la cual dos personas que están peleando por cosas totalmente opuestas pueden decir (ambas) que están luchando por el Cristianismo.
Ahora otro punto más. Hay una pequeña advertencia dada a nosotros por los antiguos Griegos paganos, y por los Judíos del Antiguo Testamento, y por los Grandes Maestros Cristianos de la Edad Media, que el sistema económico moderno ha desobedecido totalmente. Todos ellos nos decían que nunca prestáramos dinero a interés; y prestar dinero a interés—lo que llamamos ‘inversiones’— es la base nuestro sistema actual. También es posible que no estemos en lo incorrecto. Algunas personas dicen que cuando Moisés y Aristóteles y los Cristianos acordaban en prohibir el interés (o ‘usura’ como le llamaban), no preveían el desarrollo de un sistema de empresa basado en eso, y solo pensaban en prestamistas de dinero particulares, y por ello, no necesitamos preocuparnos por lo que dijeron acerca de la usura. Esta es una situación en la cual yo no puedo decidir. No soy un economista y no se si el sistema económico actual es responsable del estado en que estamos o no. Aquí es donde queremos a los economistas Cristianos. Pero no habría sido honesto si no les hubiera dicho que tres civilizaciones diferentes acordaban (o al menos eso parece a primera vista) en condenar aquello que es la base misma de nuestro sistema actual.
Un punto más y termino. En el pasaje del Nuevo Testamento donde dice que todos deben trabajar, se nos da una razón: ‘para que tengan algo que dar a aquellos en necesidad’. La caridad —el dar al pobre— es una parte esencial de la moralidad Cristiana: en la atemorizante parábola de las ovejas y las cabras, parece ser el punto alrededor del cual gira todo. Hoy en día muchas personas dicen que la caridad debería ser innecesaria y en lugar de dar a los pobres deberíamos de estar produciendo una sociedad donde no haya pobres a quienes dar. Es posible que estén en lo cierto al decir que debemos de producir una sociedad así. Pero si alguno piensa que, como consecuencia, uno puede dejar de dar, esperando llegue una sociedad así, el tal ha dejado la moral Cristiana. No creo tampoco que alguien deba fijar cuanto debemos de dar. Temo que la única regla segura es dar más de lo que nos sobra. En otras palabras, si lo que usas en comodidades, lujos, diversiones, etc., está por encima de lo que otros con el mismo ingreso que tú tienes usan para eso, probablemente estás dando demasiado poco. Si ni siquiera notamos nuestras caridades, y no nos afectan significativamente, estamos dando muy poco. Debería haber cosas que nos gustaría hacer y cosas que nos gustaría comprar, pero que no podemos hacer porque nuestro uso de dinero en las caridades nos lo impiden. Estoy hablando de ‘caridades’ en el sentido común. Casos particulares de dificultad entre tus semejantes, amigos, vecinos o empleados, en los que Dios, te lleva enterarte, podrían demandar mucho más de ti aún: hasta el punto de limitar y poner en riesgo tu propia situación. Para muchos de nosotros el gran obstáculo para la caridad no yace en nuestra vida de lujos o en el deseo de más dinero, sino en nuestro miedo—miedo a la inseguridad. Esto de debe reconocerse a veces como una tentación. A veces nuestro orgullo también nos estorba en la caridad; somos tentados a gastar más de lo que debemos en el tipo de generosidad que todos puedan ver, hacemos de ello un espectáculo (en la hospitalidad o el dar ostentosas propinas, por ejemplo) y lo hacemos menos con aquellos que en realidad necesitan nuestra ayuda.
Y ahora, antes de terminar, me embarcaré en la aventura de tratar de adivinar cómo esta sección del libro ha afectado a aquellos que la han leído. Adivino que muchos izquierdistas deben estar enojados por no haber profundizado más en esa dirección, y muchas personas opuestas a estas quizá estén enojadas porque creen que llegué muy lejos o que nunca debí meterme allí. Si es así, eso nos lleva al obstáculo real en este planteamiento de lo que sería una sociedad Cristiana. Muchos de nosotros no nos acercamos al tema para darnos cuenta qué dice el Cristianismo que es correcto: nos acercamos con la esperanza de encontrar apoyo por parte de las perspectivas Cristianas para apoyar la nuestra. Buscamos un aliado, y se nos ofrece un Maestro —o bien, un Juez. Yo soy así también. Ha habido partes de esta sección que me hubiera gustado dejar afuera. Y he allí el por qué, decimos que nada va a ocurrir si seguimos hablando y hablando, sin movernos. Una sociedad Cristiana no va a llegar hasta que todos la queramos: y no vamos a quererla si no somos completamente Cristianos. Podría repetir el ‘Debes hacer como desearías que hicieran contigo’ hasta quedarme sin oxígeno, pero no puedo hacerlo si no amo a mi vecino como a mí mismo: y no puedo aprender a amar a mi vecino como a mí mismo si no he aprendido a amar a Dios: y no puedo a prender a amarle sin obedecerle a Él. Y así, como ya les había advertido, estamos siendo llevados a algo más interno—llevados de los menesteres sociales a los religiosos. Este camino, aunque parezca más largo, es el más corto para llegar a casa.


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MensajePublicado: Lun May 07, 2007 11:35 am    Asunto: Responder citando

Las bases que coloca Lewis para fundamentar el porqué de la separación Iglesia- Estado me parecen excelentes.

Porque son simples y lógicas.

A veces las cuestiones más complicadas tienen en realidad una resolución simple, si se quiere ver.

Ésto que voy a contar puede que moleste a alguno, pero bueno, las cosas fueron así…: en mi país hubo una dictadura militar hace ya unos treinta años. Y me acuerdo de haber leído (y compartido) las inquietudes que provocaba ver que en todo cargo conductivo eran nombrado militares.
Uno se preguntaba: ¿tan amplia es la carrera militar para que esas personas estén preparadas para dirigir hospitales, universidades, o nada menos que ¡la economía de un país! Por no hablar de otras áreas con requerimiento de conocimientos más específicos.

Lo mismo ahora en democracia, uno ve que a veces hay cargos que los políticos ocupan por ser de la misma corriente que el que gobierna…y uno se pregunta si estarán realmente preparados para cubrir el cargo con idoneidad.

En mi opinión, lo mejor es lo que dice el dicho: “zapatero a tus zapatos”, cada uno a lo suyo.

La Iglesia tiene su ámbito de acción, la política el suyo.

Lo que no quiere decir cerrar ojos, oídos y boca cuando de denunciar se trate. O de ayudar en lo que se pueda. Pero cada uno desde su lugar.

Tampoco quiere decir que yo piense que un cristiano no deba participar en política, porque en realidad creo que un cristiano debe hacer todo aquello que entienda que es de bendición hacer. Pero sin mezclar iglesia (institución) con actividad política. ¿Se puede ser cristiano, vivir como cristiano, haciendo política? No lo sé, pero espero que sí. Y si no, deberíamos aportar para que nuestras sociedades cambien y sea posible.

Muy valiente lo de Lewis también al fijar una posición, que uno sabe que no es fácil. Porque suele suceder que cuando un cristiano manifiesta su coincidencia con algunos puntos del comunismo o socialismo, es tildado de comunista.
Pero por ser cristiano los comunistas lo tildan de extrema derecha.
O sea, recibe de ambos lados (no rosas precisamente).

No sé que repercusiones habrá tenido en su momento este capítulo (tengo entendido que es parte de unas charlas que daba por radio, ¿verdad?). Pero como sea, Lewis explica su posición con fundamentos lógicos y claros.

La verdad, mientras más leo sus escritos, más lo admiro.

Bendiciones!

Muy Feliz Muy Feliz Muy Feliz

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Agustin
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MensajePublicado: Lun May 07, 2007 6:12 pm    Asunto: Responder citando

Lewis se esta metiendo cada vez mas en terreno escabrozo.

Y ya sabe que ha llegado al punto en donde aparecen fuerte discordancias, fundamentalismos, ideologias mas fuertes que el mismo cristianismo en los cristianos.

El mensaje es claro: puede que te guste o que no pero lo cierto es que la ideologia politica, economica o incluso eclesiastica NO tienen nada que ver con el fundamento del cristianismo

Como estudiante de ingenieria en sistemas veo muy en concreto una metafora muy particular, un buen sistema tiene bien independisado su nucleo (core o kernel) de sus funcionalidades, este sistema es de facil mantenimiento y actualizacion.

Los sistemas pedorros como windows que tienen el kernel y, por ejemplo, el entorno grafico mezclados suelen ser un caldo de cultivo para errores y vulnerabilidades que se "parchean".

Lo mismo con nuestras ideas, debemos poner en nuestro nucleo nuestro ideal Cristiano, SOLO lo que Jesus nos ha enseñado, nada de teologia, ni ideologias ni nada, el nucleo es solo la enseñansa del Amor, el mandamiento principal, luego decoramos con ideologias y opiniones varias, que no estan mal, todo lo contrario, pero no deben ir en el centro. Esto permite que diferenciemos bien los tantos y cuando descubrimos que tal ideologia era erronea no se nos cae el mundo a pedazos, el nucle sigue intacto por que sabemos que el Amor que predico Jesus es cierto.

Sin embargo hoy esta llena de gente que piensa como windows, y cuando descubren que algo del "afuera" de su filosofia se cae a pedazos revienta hasta el nucleo.
Como los miles de casos de personas que no logran identificar la diferencia entre Dios y su Iglesia y que por que el sacerdote un dia les contesto mal dejan la Iglesia, dejan a Dios y al cuerno con todo.

Es muy importante, en palabras de Lewis separar el plan absoluto de las partes del mismo

Cita:
Todos nos hemos alejado del plan absoluto, en diferentes maneras, y cada quien quiere demostrar que su propia modificación del plan original es el plan en sí. Verás esto vez tras vez cuando se habla de algo que es verdaderamente Cristiano: todos se sienten atraídos por partes del mismo, toman lo que les gusta y dejan el resto afuera. Esa es la razón por la que no llegamos muy lejos: y esa es la razón por la cual dos personas que están peleando por cosas totalmente opuestas pueden decir (ambas) que están luchando por el Cristianismo.

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MensajePublicado: Mar May 08, 2007 3:31 pm    Asunto: Responder citando

Mero Cristianismo
Libro tercero: Comportamiento Cristiano


3.4 Moralidad y Psicoanálisis

Ya he dicho que no tendremos una sociedad Cristiana, si nosotros como individuos no somos Cristianos. Por supuesto, eso no significa que debamos de desistir en hacer algo por nuestra sociedad, esperando que llegue una fecha imaginaria en un futuro lejano. Significa que debemos comenzar con dos labores de una vez—(1) la labor de observar cómo poder aplicar a detalle el principio de ‘Hacer como desearías que hicieran contigo’ en la sociedad moderna, y (2) la labor de convertirnos en la clase de personas que apliquen el principio, una vez sabido cómo hacerlo. Ahora quiero comenzar considerando la concepción Cristiana de lo que significa ser un buen hombre—la especificación Cristiana para la máquina humana.
Antes de dirigirme a los detalles hay dos puntos generales que me gustaría mencionar. Primero, como la moralidad Cristiana afirma ser una técnica para hacer que la máquina humana funcione correctamente, creo que nos gustaría saber en qué se relaciona a otra técnica que al parecer, clama hacer el mismo efecto sobre la humanidad—llámese, Psicoanálisis.
Hay que hacer una distinción clara entre dos cosas: las actuales teorías médicas y la técnica del psicoanálisis, y la visión filosófica general del mundo, que Freud y otros han adicionado a ésta. Lo segundo —la filosofía de Freud— está en contradicción directa con otro gran Psicólogo, Jung. Para ir más allá, cuando Freud habla de cómo curar neuróticos él lo hace como un especialista en su propio campo, pero cuando empieza a hablar de filosofía general, lo hace como un amateur. Por tanto, es sensible acudir a él con respeto en el primer caso y no en el otro—y eso es lo que yo hago. Me he dado cuenta que cuando habla de un tema en el que no es experto y del cual yo sé algo (digamos, Lenguaje) lo hace de manera muy ignorante. El Psicoanálisis en sí mismo, quitándole todas las adiciones filosóficas que Freud y otros le han hecho, no es del todo contradictorio al Cristianismo. Sus técnicas y preceptos se encuentran con la moral Cristiana en algunos puntos y no sería malo que todas las personas supieran algo acerca del psicoanálisis: pero no corre por el mismo curso en todo el camino, pues ambas técnicas hacen cosas diferentes.
Cuando un hombre toma una decisión moral, hay dos cosas intrínsecamente involucradas. Una es el acto de elegir. Lo otro lo conforman los variados sentimientos, impulsos, y otras cosas que conforman su estructura o conjunto psicológico, que son la ‘materia cruda’ de su elección. Esta materia cruda puede ser de dos clases. Puede ser lo que llamamos normal: consiste en la clase de sentimientos comunes a todo hombre. Por otro lado, su materia de elección puede estar conformada por sentimientos antinaturales, producidos por trastornos en su subconsciente. Así, el miedo a cosas realmente peligrosas sería un ejemplo del primer caso: un miedo irracional a los gatos o las arañas sería un ejemplo del segundo caso. El deseo de un hombre hacia una mujer, se encontraría en la primera clase: el deseo pervertido de un hombre hacia otro hombre se encontraría en la segunda. Ahora, la empresa que emprende el Psicoanálisis consiste en remover los sentimientos anormales, lo cual es, proporcionarle al hombre una mejor materia cruda para sus actos de elección; la moralidad es la que se ocupa de los actos de decisión en sí mismos.
Ponlo de esta forma. Imagina a tres hombres que van a la guerra. Uno de ellos tiene el miedo normal al peligro que todo hombre siente, pero lo suprime y controla por puro esfuerzo moral y se vuelve un hombre valiente. Supongamos que los otros dos tienen, como resultado de ciertas cosas en sus subconscientes, un miedo irracional, exagerado, y ninguna tipo de esfuerzo moral puede hacer algo al respecto. Ahora supongamos que un psicoanalista viene y les cura: es decir, les pone de regreso en la posición del primero. Bueno, es allí donde el problema psicológico termina y donde el problema moral inicia. Como ya están curados, estos dos hombres pueden tomar sendas diferentes. El primero puede decir, ‘gracias a Dios ya me libré de esas ideas absurdas que tenía. Ahora al fin puedo hacer lo que siempre quise—cumplir mi deber para con mi nación.’ Pero el otro puede decir, ‘bueno, que bien que hoy ya no me da miedo cuando estoy bajo fuego, pero, por supuesto, eso no significa que no esté extremadamente preocupado por mi seguridad, y por que otros hagan el trabajo duro y peligroso, es decir, librarme de peligros y molestias. De hecho, una de las ventajeas de sentir menos miedo es que puedo velar por mi propia seguridad más eficientemente y esconder con más audacia este hecho, para que los demás no se den cuenta.’ Esta diferencia es puramente moral, y el psicoanálisis no puede hacer nada al respecto. No importa cuanto mejores la materia cruda de un hombre, siempre hay algo más: la libre y real decisión del hombre, sobre el material presente, en la cual puede elegir poner en primer lugar su bienestar, o ponerlo al final. Es esta libre decisión lo que preocupa a la moralidad.
El mal material psicológico no es un pecado sino una enfermedad. No se requiere que nos arrepintamos de él, sino que seamos curados de él. Y por supuesto, eso es muy importante. Los seres humanos juzgan a los demás por sus acciones externas. Dios les juzga por sus decisiones morales. Cuando un neurótico que tiene un horror patológico hacia los gatos, se fuerza a sí mismo a cargar un gato por una buena razón, es posible que ante los ojos de Dios él haya mostrado más valor que el que un hombre sano muestra al ganar la V. C. Cuando un hombre que ha sido pervertido desde su juventud, que ha sido enseñado que la crueldad es lo correcto, hace un pequeño acto de bondad, o se refrena de hacer una crueldad, y por ello, se arriesga a ser mofado por sus compañeros, podría, ante los ojos de Dios, estar haciendo más de lo que tú o yo haríamos al dar nuestra vida por un amigo.
Es bueno también poner esto de otra manera. Algunos de nosotros, que parecemos personas buenas, podríamos de hecho haber hecho tan poco uso de nuestra herencia  y buena educación que en realidad somos peores que aquellos a los que consideramos unos monstruos. ¿Podemos en realidad estar seguros de cómo nos hubiéramos comportado si hubiéramos sido ‘embolsados’ con la estructura psicológica, y luego con la mala educación, y con el poder de, digamos, Himmler? Esa es la razón por la cual a los Cristianos se nos ha mandado el no juzgar. Nosotros sólo vemos los resultados de las decisiones de un hombre, provenientes de su materia cruda. Pero Dios de hecho no le juzga por su materia cruda, sino en lo que hace con ella. La mayoría del ‘maquillaje’ psicológico que un hombre hace para sí, se debe probablemente a su cuerpo: cuando su cuerpo muera todo eso se desprenderá de él, y el hombre central, el que elige, el que hizo lo mejor o peor de su material, se encontrará desnudo. Toda clase de cosas agradables que pensábamos eran nuestras, pero que en realidad se debían a nuestra buena digestión, se desprenderán de nosotros: toda clase de cosas desagradables y malas que se debían a situaciones realmente complejas o a un mal estado de salud, se desprenderán de otras personas. Entonces, podremos por primera vez, vernos a cada uno como realmente somos. Habrá muchas sorpresas.
Y eso nos guía a mi segundo punto. Las personas a veces piensan que la moral Cristiana es un tipo de trueque en el cual Dios dice, ‘si guardas este montón de reglas te recompensaré, y si no las guardas, haré exactamente lo contrario.’ No creo que esa sea la mejor manera de verla. En lugar de eso diría que cada vez que tomas una decisión estas transformando tu parte central, la parte que elige, en algo diferente a lo que era antes. Y tomando tu vida como un todo, con todas tus innumerables decisiones, a lo largo de toda tu vida vas transformándote o bien en una criatura celestial, o en una infernal: sea una criatura en armonía con Dios, con otras criaturas y consigo misma o bien una que está en guerra y odio con Dios, con las otras criaturas y con ella misma. La primera clase de criatura significa el cielo mismo: eso es, gozo, paz, conocimiento y poder. La otra significa locura, horror, idiotez, ira, impotencia, y soledad eterna. Cada uno de nosotros cada momento progresa a favor de un estado o el otro.
Eso explica lo que siempre solía confundirme acerca de los escritores Cristianos; parecen ser muy estrictos un momento, y muy libres y permisivos en otro momento. Hablan acerca de simples pecados hechos con la mente como si fueran muy importantes: y luego hablan a los más terribles asesinos y astutos estafadores, diciéndoles que sólo necesitan arrepentirse y serán perdonados. Pero he llegado a ver que están en lo correcto. En lo que siempre están pensando es en la marca que la acción deja en ese pequeño ser, que es nuestro centro, que nadie ve en esta vida, pero que tendremos que soportar —o disfrutar— para siempre. Un hombre que cuando se enoja puede llegar a derramar la sangre de miles y otro que solo producirá risa en los demás cuando se enoja, pueden llegar a tener una marca similar en sus almas. Cada uno de ellos ha hecho algo a su propio ser, de lo cual, si no se arrepienten, les hará más difícil poder controlar la ira la próxima vez que los tente, y hará su cólera aún peor, cuando caigan en ella. Pero si cada uno de ellos se vuelve seriamente a Dios, pueden tener un cambio, una transformación de su hombre interior: más tendrán condenación si no lo hacen. La grandeza o insignificancia de esto, visto desde afuera, no es lo que en verdad importa.
Un último punto. Recuerden que dije, que la dirección correcta nos guía no sólo a paz, sino al conocimiento, a la sabiduría. Cuando un hombre se vuelve una mejor persona, entiende más claramente el mal que todavía permanece en él. Cuando un hombre se vuelve una persona peor, entiende, cada vez menos su propia maldad. Un hombre moderadamente malo sabe que no es muy bueno: un hombre completamente malo cree que en él no hay nada mal. En realidad, esto es solo sentido común. Entiendes el acto de dormir cuando estás despierto, no cuando estás durmiendo. Puedes ver los errores en aritmética cuando tu mente está trabajando apropiadamente; en el momento que cometes los errores no te das cuenta de ellos. Puedes conocer la naturaleza de la embriaguez cuando estás sobrio, no cuando estás ebrio. Las buenas personas conocen el bien y el mal: las malas personas no conocen ninguno de los dos.
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 V. C. Victoria Cross, el más alto reconocimiento por el valor ‘al encarar el enemigo’, dada en Inglaterra y las naciones que conformaban en imperio británico. Se da a personas de cualquier rango militar y fue introducida en 1856. N. del T. Más acerca de la V.C. aquí
 Lewis habla de la herencia de valores, costumbres y principios. Sería algo así como la materia cruda (raw material) que nos ha sido transmitida por nuestros padres, educadores y nuestro entorno. N. del T.
 Heinrich Luitpold Himmler, Dirigente de la Alemania Nazi, que ordenó las muertes sistemáticas de millones de Judíos, gitanos, homosexuales y otros personajes. Personaje muy allegado a Hitler. N. del T. Vea su biografía aqui

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Y de esa manera quiero andar por el mundo como una sorpresa maravillosa... Flotar tan ociosamente como un vilano de cardo y llegar de modo tan silencioso como la salida del Sol, sin que se me espere como no se espera el trueno, sin que se me recuerde como no se recuerda a la brisa que se disipa. No quiero que la gente me vea por adelantado como un bromista muy conocido. Quiero que mis dones, la muerte y la vida después de la muerte, lleguen vírgenes y violentos. Voy a ponerle una pistola en la cabeza al hombre moderno. Pero no la utilizaré para matarle... sólo para devolverle la vida.


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MensajePublicado: Mie May 09, 2007 9:54 pm    Asunto: Responder citando

Cita:
Un hombre que cuando se enoja puede llegar a derramar la sangre de miles y otro que solo producirá risa en los demás cuando se enoja, pueden llegar a tener una marca similar en sus almas. Cada uno de ellos ha hecho algo a su propio ser, de lo cual, si no se arrepienten, les hará más difícil poder controlar la ira la próxima vez que los tente, y hará su cólera aún peor, cuando caigan en ella. Pero si cada uno de ellos se vuelve seriamente a Dios, pueden tener un cambio, una transformación de su hombre interior: más tendrán condenación si no lo hacen. La grandeza o insignificancia de esto, visto desde afuera, no es lo que en verdad importa.


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MensajePublicado: Sab May 12, 2007 7:57 pm    Asunto: Responder citando

A pesar de que hoy en dia se ve la psicologia con otros ojos y hay teorias nuevas, y que quizas por ello este sea uno de los pocos escritos "desactualizados" de Lewis (ni tanto, tampoco) solo quiero recalcar un parrafo y usar para comentarlo una expresion de un amigo:

Cita:

Un hombre moderadamente malo sabe que no es muy bueno: un hombre completamente malo cree que en él no hay nada mal. En realidad, esto es solo sentido común. Entiendes el acto de dormir cuando estás despierto, no cuando estás durmiendo. Puedes ver los errores en aritmética cuando tu mente está trabajando apropiadamente; en el momento que cometes los errores no te das cuenta de ellos. Puedes conocer la naturaleza de la embriaguez cuando estás sobrio, no cuando estás ebrio. Las buenas personas conocen el bien y el mal: las malas personas no conocen ninguno de los dos.

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MensajePublicado: Sab May 19, 2007 6:17 pm    Asunto: Responder citando

Por tiempo no puedo subir el otro cap, y unas opiniones o comentarios personales. Mientras tanto subo la introducción, que debi poner mucho antes:


El «MERO CRISTIANISMO»

Prefacio
El contenido de este libro fue primero emitido por la radio y después publicado en tres partes separadas: Argumento a favor del cristianismo (1942), Comportamiento cristiano (1943) y Más allá de la personalidad (1944). En la versión impresa añadí algunas cosas a lo que había dicho ante los micrófonos, pero aparte de esto dejé el texto más o menos como estaba. Una «charla» por la radio debe asemejarse tanto como sea posible a una charla auténtica, y no a un ensayo leído en voz alta. En mis alocuciones, por tanto, utilicé todas las contracciones y coloquialismos que normalmente utilizo en la conversación. Y cuando en las charlas había acentuado la importancia de una palabra por el énfasis de mi voz, la escribía en letra cursiva. Ahora me inclino a pensar que esto es un error, un híbrido indeseable entre el arte de hablar y el arte de escribir. Un conversador debe utilizar las variaciones de la voz a manera de énfasis porque su medio se presta naturalmente a ese método, pero un escritor no debe valerse de la cursiva para el mismo fin. Tiene sus medios propios y distintos de resaltar las palabras clave y debe utilizarlos. En esta edición he expandido las contracciones y reemplazado la mayoría de las palabras en cursiva redactando nuevamente las frases cuando ha sido preciso, pero sin alterar, espero, el tono «popular» o «familiar» que siempre había sido mi intención utilizar. También he añadido o suprimido allí donde pensé que comprendía una parte de mi tema mejor que diez años atrás, o donde sabía que la versión original había sido mal comprendida por algunos.
El lector debe quedar advertido de que no ofrezco ayuda alguna a aquellos que dudan entre dos «denominaciones» cristianas. No seré yo quien le diga si debe convertirse en un anglicano, un católico, un metodista o un presbiteriano. Esta omisión es intencionada (incluso en la lista que acabo de dar el orden es alfabético). No hay misterio acerca de mi propia posición. Soy un laico ordinario de la Iglesia de Inglaterra, ni muy «alto» ni muy «bajo», ni ninguna otra cosa en especial. Pero en este libro no intento atraer a nadie a mi propia posición. Desde que me convertí al cristianismo he pensado que el mejor, y tal vez el único, servicio que puedo prestar a mis prójimos no creyentes es explicar y defender la creencia que ha sido común a casi todos los cristianos de todos los tiempos. Tenía más de una razón para pensar esto. En primer lugar, las cuestiones que separan a los cristianos unos de otros a menudo implican temas de alta teología o incluso de historia eclesiástica que nunca deberían ser tratados salvo por auténticos expertos. Yo habría estado fuera de mi jurisdicción en ese terreno: más necesitado de ayuda que capacitado para ayudar a otros. En segundo lugar, creo que debemos admitir que las discusiones sobre estos disputados temas no tienden en absoluto a atraer a un «vagabundo» a la congregación cristiana. Mientras hablemos y escribamos sobre ellas es mucho más probable que lo disuadamos de ingresar en cualquier comunión cristiana que lo atraigamos a la nuestra. Nuestras divisiones jamás deberían ser discutidas salvo en presencia de aquellos que ya han llegado a creer que hay un solo Dios y que Jesucristo es Su único Hijo. Finalmente, tuve la impresión de que tenemos muchos más, y más talentosos, autores ya dedicados a esos temas controvertidos que a la defensa de lo que Baxter llama el «mero» cristianismo. Aquella parte del terreno en la que pensé que podía servir mejor era también la parte que me pareció más desatendida, y allí naturalmente me dirigí.
Por lo que sé, estos fueron mis únicos motivos, y me sentiría muy contento si la gente no extrajera elaboradas conclusiones de mi silencio con respecto a ciertos temas en disputa.
Por ejemplo, tal silencio no necesariamente significa que yo mismo me sienta indeciso. A veces me siento así. Hay cuestiones en disputa entre los cristianos para las cuales no creo tener la respuesta. Hay algunas para las que tal vez nunca conozca la respuesta: si las planteara, incluso en un mundo mejor, podría (por todo lo que sé) recibir la misma respuesta que recibió un interrogador mucho más grande que yo: « ¿Y a ti qué te importa? Tú sígueme.» Pero hay otras cuestiones sobre las cuales me siento definitivamente seguro, y sin embargo no las menciono. Porque no estoy escribiendo para exponer algo que podría llamar «mi religión», sino para exponer el «mero» cristianismo, que es lo que es y era lo que era mucho antes de que yo naciera, me plazca o no.
Algunas personas extraen conclusiones injustificables del hecho de que nunca digo más sobre la Virgen María de lo que implica afirmar el nacimiento virginal de Cristo. ¿Pero no es sin duda evidente la razón por la que no lo hago? Decir más me llevaría inmediatamente a regiones en extremo controvertidas. Y no hay controversia entre los cristianos que necesite ser más delicadamente tratada que esta. Las creencias católicas sobre este tema se sostienen no sólo con el fervor inherente a toda creencia religiosa sincera sino (muy naturalmente) con la peculiar y, por así decirlo, caballerosa sensibilidad que un hombre experimenta cuando el honor de su madre o de su amada están en cuestión. Por eso es muy difícil diferir de ellos sin aparecérseles como un grosero además de un hereje. Por el contrario, las opuestas creencias protestantes en lo que a este tema se refiere inspiran sentimientos que van hasta las mismas raíces del monoteísmo por excelencia. A los protestantes radicales les parece que la distinción entre Creador y criatura (por sana que ésta sea) se ve amenazada: que el politeísmo ha vuelto a resurgir. Por tanto es difícil disentir de ellos de modo que uno no parezca algo peor incluso que un hereje: un idólatra, o un pagano. Si hay algún tema que podría arruinar un libro acerca del «mero» cristianismo -si algún libro constituye una lectura totalmente improductiva para aquellos que aún no creen que el hijo de la Virgen es Dios- con toda seguridad es éste.
Por extraño que parezca no podréis sacar la conclusión, a partir de mi silencio sobre puntos en controversia, ni de que los creo importantes ni de que los creo sin importancia. Una de las cosas sobre la que los cristianos están en desacuerdo es la importancia de sus desacuerdos. Cuando dos cristianos de diferentes denominaciones empiezan a discutir no suele pasar mucho tiempo antes de que uno de ellos pregunte si tal o cual punto de la discusión «importa realmente», y el otro contesta: « ¿Importar? ¡Es absolutamente esencial!»
Digo todo esto sencillamente para dejar claro qué clase de libro he intentado escribir, y en absoluto para ocultar o evadir la responsabilidad de mis propias creencias. Acerca de ellas, como he dicho antes, no hay ningún secreto. Para citar al tío Toby: «Están escritas en el Libro de la Plegaria Común».
El peligro era claramente que yo presentara como cristianismo común cualquier cosa que fuese peculiar de la Iglesia de Inglaterra o (aún peor) de mí mismo. Intenté protegerme de esto enviando el manuscrito original de lo que ahora es el Libro II a cuatro clérigos (uno anglicano, otro católico, otro metodista y otro presbiteriano) para pedirles su opinión. El metodista pensó que no había hablado lo suficiente sobre la fe, y el católico que había ido demasiado lejos en lo referente a la comparativa poca importancia de las teorías en la explicación de la Redención. Aparte de esto los cinco estábamos de acuerdo. No sometí a examen los libros restantes porque, aunque en ellos podían suscitarse diferencias entre cristianos, estas serían diferencias entre individuos o escuelas de pensamiento, no entre denominaciones.
Por cuanto puedo deducir de las críticas y las numerosas cartas recibidas, el libro, por imperfecto que sea en otros aspectos, ha conseguido al menos presentar un cristianismo convenido, común, central: un «mero» cristianismo. En ese sentido es posible que sirva de alguna ayuda para silenciar la opinión de que, si omitimos los puntos en controversia, sólo nos quedará un factor común más alto. El factor común más alto resulta ser algo positivo y estimulante, separado de todas las creencias no cristianas por un abismo con el cual las peores divisiones dentro del cristianismo no son comparables en absoluto. Si no he ayudado directamente a la causa de la unión, tal vez haya dejado claro por qué debemos unirnos. Ciertamente me he encontrado con muy poco del renombrado odium theologicum por parte de convencidos miembros de comuniones distintas a la mía. La hostilidad ha venido más por parte de personas situadas en las zonas limítrofes, ya sea en la Iglesia de Inglaterra o fuera de ella: personas que no obedecían exactamente a comunión alguna. Esto me resulta curiosamente consolador. Es en su centro donde habitan sus hijos más auténticos, donde cada comunión está más cerca de cada uno en espíritu, si no en doctrina. Y esto sugiere que en el centro de cada una hay algo, o Alguien, que, contra cualquier divergencia de creencias, contra cualquier diferencia de temperamento o cualquier recuerdo de mutua persecución, habla con la misma voz.
Eso en lo que respecta a mis omisiones en cuanto a la doctrina. En el Libro III, que trata sobre moral, he pasado también en silencio por encima de ciertas cosas, pero por una razón diferente. Desde que serví como segundo teniente de Infantería en la primera guerra mundial he sentido una gran antipatía por los que, hallándose cómodos y a salvo, lanzan exhortaciones a los que se encuentran en la línea de batalla. Como resultado me resisto a decir gran cosa acerca de las tentaciones a las que yo mismo no me veo expuesto. A ningún hombre, supongo, le tientan todos los pecados. Ocurre que el impulso que hace a los hombres jugar por dinero ha quedado fuera de mi constitución, y no cabe duda de que pago por esto careciendo de algún impulso bueno del cual aquel otro impulso es el exceso o la perversión. Por ello no me sentí cualificado para dar consejos acerca del juego, permisible o no permisible, si es que existe el juego permisible, porque ni siquiera puedo afirmar saber esto último. Tampoco he dicho nada acerca del control de la natalidad. No soy una mujer, ni siquiera un hombre casado, y tampoco un sacerdote. No me pareció que me correspondiera asumir una actitud de firmeza con respecto a dolores, peligros y cargas de los que estoy protegido, al carecer de un oficio pastoral que me obligase a hacerlo.
Objeciones mucho más profundas pueden expresarse -y han sido expresadas- en contra de mi utilización de la palabra cristiano como alguien que acepta las doctrinas comunes al cristianismo. La gente pregunta: «¿Quién es usted para dictaminar quién es o quién no es un cristiano?» o «¿No podrían muchos hombres que no creen en estas doctrinas ser mucho más cristianos, estar mucho más cerca del espíritu de Cristo, que otros que sí las creen?» Bien: esta objeción es, en cierto sentido, muy acertada, muy caritativa, muy espiritual, muy sensible. Tiene todas las cualidades salvo la de ser útil. Sencillamente no podemos, sin arriesgarnos al desastre, utilizar el lenguaje como estos objetores quieren que lo utilicemos. Intentaré aclarar esto por medio de la historia de otra, y mucho menos importante, palabra.
La palabra caballero significaba originalmente algo reconocible: un hombre que tenía un escudo de armas y era propietario de tierras. Cuando a alguien se le llamaba «un caballero» no se le estaba haciendo un cumplido sino simplemente estableciendo un hecho. Si se decía que no era «un caballero» no se le estaba insultando sino que se estaba dando información. No había ninguna contradicción en el hecho de decir que John era un mentiroso y un caballero, del mismo modo que tampoco la hay ahora cuando se dice que James es un imbécil y un M.A. [Magister Artium, Grado académico británico]. Pero luego llegaron gentes que dijeron -tan acertadamente, tan caritativamente, tan espiritualmente, tan sensiblemente, tan cualquier otra cosa menos útilmente-: «Ah, pero, ¿no es bien cierto que lo importante de un caballero no son su escudo de armas ni sus tierras, sino su comportamiento? ¿No es cierto que el verdadero caballero es el que se comporta como debería comportarse un caballero? ¿No es cierto que en ese sentido Edward es mucho más caballero que John?» Sus intenciones eran buenas. Ser honorable y cortés y valiente es por supuesto algo mucho mejor que tener un escudo de armas. Pero no es lo mismo. Y lo que es peor, no es algo sobre lo cual todo el mundo estará de acuerdo. Llamar a un hombre «un caballero» en este nuevo y refinado sentido se convierte, de hecho, no en un modo de dar información acerca de él sino en un modo de alabarlo: negar que es «un caballero» se convierte sencillamente en una manera de insultarlo. Cuando una palabra deja de ser un término descriptivo y se transforma simplemente en un término elogioso, deja ya de comunicar hechos acerca del objeto. (Una «buena» comida sólo significa una comida que le gusta a la persona que la describe.) Un caballero, una vez que ha sido espiritualizado y refinado a partir de su antiguo sentido más tosco y objetivo, significa poco más que un hombre que le gusta a la persona que lo describe. Como resultado, caballero es hoy una palabra inútil. Ya teníamos muchos términos de aprobación, de modo que no se necesitaba para eso; por otra parte, si cualquiera (digamos en un libro de historia) quiere utilizarlo en su antiguo sentido, no puede hacerlo sin explicaciones. Para esa finalidad, el término ha sido desvirtuado.
Pues bien; si alguna vez permitimos que la gente empiece a espiritualizar y refinar o, como ellos dirían, a «profundizar» el sentido de la palabra cristiano, ésta también se convertirá rápidamente en una palabra inútil. En primer lugar, los cristia¬nos mismos jamás podrán aplicarla a nadie. No es a nosotros a quienes corresponde decir quién, en el sentido más profundo, está o no está más cerca del espíritu de Cristo. Nosotros no vemos en el corazón de los hombres. No podemos juzgar, y, de hecho, se nos ha prohibido juzgar. Sería una perversa arro¬gancia por nuestra parte decir si un hombre es, o no es, un cristiano en este sentido refinado. Y evidentemente una palabra que no podemos aplicar nunca no va a ser una palabra muy útil. En cuanto a los no creyentes, no hay duda de que utiliza¬rán alegremente el término en el sentido refinado. En sus bocas se convertirá simplemente en un término de alabanza. Al lla¬mar a alguien un cristiano querrán decir que lo consideran un buen hombre. Pero esa manera de utilizar la palabra no será un enriquecimiento del idioma, puesto que ya tenemos la palabra bueno. Entretanto, la palabra cristiano habrá sido estropeada para lo que hubiera podido servir.
Debemos por lo tanto adherirnos al significado obvio y original. El nombre de cristianos fue dado por primera vez en Antioquia (Hechos XI, 26) a los «discípulos», a aquellos que aceptaban las enseñanzas de los apóstoles. No cabe duda de que estaba restringido a aquellos que se beneficiaban de esas enseñanzas tanto como debían. No cabe duda de que se exten¬día a aquellos que de algún modo espiritual, refinado, interior estaban «mucho más cerca del espíritu de Cristo» que los menos satisfactorios de los discípulos. No se trata de un hecho teológico, ni moral. Se trata de utilizar las palabras de manera que todos podamos comprender lo que se está diciendo. Cuan¬do un hombre que acepta la doctrina cristiana vive de un modo que no es digno de ésta, es mucho más claro decir que es un mal cristiano que decir que no es un cristiano.
Espero que ningún lector suponga que el «mero» cristianismo se presenta aquí como una alternativa a los credos de las distintas confesiones, como si un hombre pudiese adoptarlo en preferencia al congregacionalismo o a la ortodoxia griega o a cualquier otra cosa. Se parece más a un vestíbulo desde el cual se abren puertas a varias habitaciones. Si puedo hacer que alguien entre en ese vestíbulo habré conseguido lo que intenta¬ba. Pero es en las habitaciones, no en el vestíbulo, donde hay chimeneas encendidas, y sillones, y comidas. El vestíbulo es un lugar donde se espera, un lugar desde el cual pasar a las dife¬rentes puertas, no un lugar para vivir en él. Para eso la peor de las habitaciones (sea cual sea) es, en mi opinión, preferible. Es verdad que algunos pueden descubrir que tienen que esperar en el vestíbulo un tiempo considerable, mientras que otros están seguros, casi inmediatamente, de a qué puerta tienen que llamar. No sé por qué existe esta diferencia, pero estoy seguro de que Dios no hace esperar a nadie a menos que vea que esperar es bueno para él. Cuando entres en tu habitación comprobarás que la larga espera te ha proporcionado un bien que de otro modo no habrías obtenido. Pero debes conside¬rarlo como una espera, no como una acampada. Debes seguir orando para pedir luz y, por supuesto, incluso en el vestíbulo, debes empezar a obedecer las reglas que son comunes a la casa entera. Y sobre todo debes preguntar cuál de las puertas es la verdadera, no la que más te gusta por sus paneles o su pintura. En lenguaje común, la pregunta nunca debería ser. « ¿Me gusta esa clase de servicio?» sino « ¿Son verdaderas estas doctrinas? ¿Está aquí la santidad? ¿Me mueve hacia esto mi conciencia? ¿Mi resistencia a llamar a esta puerta se debe a mi orgullo, a mis simples gustos, o a mi desagrado personal por este guar¬dián de la puerta en particular?»
Cuando hayas llegado a tu habitación, sé amable con aquellos que han elegido puertas diferentes y con aquellos que siguen aún en el vestíbulo. Si están equivocados, necesitan mucho más de tus oraciones, y si son tus enemigos, entonces se te ha mandado a orar por ellos. Esa es una de las reglas comunes a toda la casa.

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Y de esa manera quiero andar por el mundo como una sorpresa maravillosa... Flotar tan ociosamente como un vilano de cardo y llegar de modo tan silencioso como la salida del Sol, sin que se me espere como no se espera el trueno, sin que se me recuerde como no se recuerda a la brisa que se disipa. No quiero que la gente me vea por adelantado como un bromista muy conocido. Quiero que mis dones, la muerte y la vida después de la muerte, lleguen vírgenes y violentos. Voy a ponerle una pistola en la cabeza al hombre moderno. Pero no la utilizaré para matarle... sólo para devolverle la vida.


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MensajePublicado: Dom May 27, 2007 4:17 pm    Asunto: Responder citando

Qué grande este Jack!!!!

Tenía tan claro lo que era ser cristiano, que no se perdía en los laberintos de las religiones.

Me encantó el ejemplo de la casa.

Creo que Jack nos enseña (con ese ejemplo y con las recomendaciones finales), mucho sobre la unidad del Cristianismo (es una sola casa) y sobre el respeto y la tolerancia que nos debemos los unos a los otros. Porque en definitiva, la habitación que cada uno elija es una cuestión personal entre DIos y cada uno de nosotros.

Con respecto al anterior capítulo, solo rescataré que lo que dice Jack es cierto: cuando alguien está tan hundido en su maldad, hasta puede hallar lógicas o buenas las malas acciones.

Pero eso no evitará que deba hacerse cargo de su responsabilidad, pues en algún lugar del camino eligió y continuó eligiendo obrar lejos de Dios. "hacer la suya", en vez de consultar al Creador, en vez de rendir su vida a quien cuida de nosotros con amor y justicia a la vez.

Y una última reflexión: no son pocos los que se escudan en lo mucho que ha avanzado la pscología para poder justificar su forma de ser.

Algo así como "no soy responsable de lo que soy, de cómo actúo, porque la vida me hizo así"

Y si bien no somos responsables de lo que nos hicieron, de lo que nos pasó, de lo que nos haya moldeado de una forma o de otra, si somos responsables de buscar caminos de salida de nuestros infiernos personales.

Bendiciones!

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MensajePublicado: Dom May 27, 2007 5:31 pm    Asunto: Responder citando

Dios, que ganas de leerlo pero que poco tiempo, prometo que durante la semana leere y opinare

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