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EL HIJO DE LA BRUJA, LA TRAVESÍA DEL CAPITÁN SCOTT


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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 7:17 pm    Asunto: Responder citando

Hoy vamos a ver en qué trabajó Vuelanubes desde la forja del norte.

(continuación)

Los siguientes días fueron de calmada ansiedad. Esperar nunca es grato, cada segundo se alarga y el cuerpo no resiste la sensación de no poder hacer nada esperarndo que las cosas lleguen solas. Los reyes pasaron esos días cumpliendo las instrucciones de Vuelanubes, aunque costó hallar en el dique seco un crucero de exploración que se ajustara a las condiciones, hallaron uno que se empezó a modificar a toda prisa. Susan y Helen decidieron visitar una tarde al ex rey Gimkin, que en su cabaña frente al mar las acogió con mucho cariño y una gran calma.
–Sí majestades, muchas veces, en mis tiempos de rey, me encontré frente a ese problema: actuar contra la opinión de la gente, pero en su bien –les habló tomando un refrescante té frío.
–¿Y qué le dictó el corazón en tales ocasiones? –preguntó la Reina Helen.
–Nunca fue fácil, sobretodo asumiendo que no se es infalible –dijo el ex rey–, y que tu decisión puede estar completamente errada. Verán, la gente puede ser muy buena cuando está de a uno, pero cuando se juntan en masa, la inteligencia suele descender, y a veces en forma muy peligrosa.
–Sí, una multitud con facilidad desciende hasta convertirse en animales salvajes y mudos
–afirmó Susan.
–Y entoces razonar con ellos es como abrir una ostra con martillo de algodón. Imposible. –siguió Gimkin–. Decirles que están equivocados los volverá aún más cerrados, pero ceder por miedo a la violencia, hará que les pierdan el respeto, y la próxima vez que una ley no les guste sentirán que con violencia pueden obligarlas a andar al gusto de ellos.
–Sí, en nuestro mundo anterior había mucho de eso –dijo Susan.
–Por eso, aunque parezca egoísta, se debe ser firme y seguir adelante con los planes, pues si los planes se detienen por cualquier grupo de protesta, el resultado es que nunca se hará nada –dijo Gimkin.
–¿Pero eso no nos lleva a ser tiranos? –preguntó Helen, preocupada.
–Exactamente, ése es el peligro contrario –respondió el ex rey–: pensar que la gente es estúpida y no sabe lo que le conviene, es abrirle la puerta a la tiranía. Por eso gobernar es tan duro, mis niñas, es lo más parecido a andar sobre una cuerda y aún peor. Si confundes ser firme con ignorar a la gente, te vuelves un tirano; si confundes escuchar a la gente con ceder a todos sus caprichos, ellos se vuelven tiranos. La sabiduría siempre es un camino delgado entre dos lados de un abismo, por eso me quedo en mi cabaña dando consejos.
–Ja ja, bueno, le avisaré si sus consejos dan resultado –se rió Susan.
Y entonces un jinete al galope por la arena de la playa interrumpió la conversación. Era Niles, montado en Cortavento, que agitó su cuerno de unicornio arrebatado de una gran agitación.
–¡Susan, tienes que verlo! –gritó Niles entusiasmadísimo– ¡Esa ardilla bandida lo hizo! ¡Caramba que lo hizo! Todos estos días trabajó con enanos y criaturas, y al fin terminó, ¡No lo vas a creer, ven a verlo!
–Eh, yo estoy aquí –bromeó Helen.
–¡Ay, lo siento, doctora! Es que realmente lo tienen que ver, ¡lo tienen que ver!
–¿Ver qué cosa, joven, si no le importa explicarse? –intervino el ex rey Gimkin.
–Nuestro nuevo barco de expedición polar –recitó Niles como si le brillara una corona de luz–. El Capitán Scott.

–Parece un crucero de exploración modelo Rey Fauno Edmunus común y corriente, si bien el pintado lo hace ver muy bien –concedió el ex rey Gimkin. Las reinas poco menos que lo habían arrastrado al puerto a ver la nueva nave. Todos los días anteriores Vuelanubes había trabajado muy en secreto, casi no dando palabra alguna salvo uno que otro gruñido a modo de explicación. El rumor de que un nuevo barco se preparaba corrió muy rápido entre los narnianos, la ardilla era precavida por lo que no dejó pasar detalles.
–Sí, se ve bien nueva, quizá porque la falta de chimenea la hace ver más aerodinámica –observó Susan que las típicas chimeneas de los barcos a vapor estaban retiradas.
–Así es, la mayor eficiencia en el menor espacio –intervino la ardilla Vuelanubes, que con su casco amarillo de ingeniera se veía muy tierna aunque trataba de verse seria–, fuera las chimeneas inútiles que ya no sirven, y así el barco gana en velocidad al oponer menos resistencia al viento, y hasta se ve más hermoso en sus líneas.
–¿Y si ni carbón ni petróleo mueven este buque, qué le da su fuerza? –preguntó la reina Helen.
–Ah, ¡eso es lo que quiero que vean! –saltó la ardilla entusiasmadísima– ¡Vamos, todos a la sala de máquinas!
En medio de enanos y humanos en overol amarillo, y algunos pocos que parecían buzos con escafandra, los reyes y enano ex rey llegaron casi jalados por la ardilla a lo profundo de la popa de la nave. Allí, una pared de acero con un gran ventanal dominaba una inmensa habitación que correspondía a la sección de las hélices. Sin ser ingenieras, las reinas sólo veían cuatro inmensas barricas que parecían torres.
–¿Recuerda la batería que le encargué guardar? –preguntó Vuelanubes con malicia.
–Cómo no, con todas las instrucciones que me diste –respondió Susan.
–Pues bien, Majestad, le presento a sus hermanas mayores –Vuelanubes señaló las cuatro grandes torres.
–¡No me vas a decir que esas son…! –exclamó Susan asombrada.
–Sí, las baterías que moverán los motores eléctricos del barco de aquí derecho al polo y de vuelta a casa –proclamó Vuelanubes con legítimo orgullo.
–Ardillita, eres lo máximo –exclamó el rey Niles, igualmente asombrado.
–Recordé que la batería de mi avión fue el resultado de años de esfuerzo, por conseguir la mayor acumulación de electricidad en el menor espacio posible –continuó Vuelanubes–. Una batería que, una vez cargada, diera la mayor libertad de acción posible. Fueron años de experimentar con ácidos y álcalis, hasta dar con la mezcla que puede almacenar la mayor cantidad de corriente y soltarla en forma controlada, sin pérdida ni desperdicio.
–Realmente increíble –dijo Susan–, ¿me estás diciendo que los ácidos en esas baterías darán la electricidad suficiente para mover el barco?
–No exactamente, Majestad –aclaró Vuelanubes–. No son pilas químicas, sino acumuladores. ¿Ve esas grandes varas que salen hacia el exterior? Pues bien, en la forja del norte se ensayó durante mucho tiempo la posibilidad de los atraparrayos; ya teníamos pararrayos capaces de defender las casas de los relámpagos durante las tormentas, pero nadie había logrado un ingenio que, en lugar de diseminar la electricidad por la tierra, la condujera a una batería para luego utilizarla. La energía bruta de los relámpagos era tan fuerte que casi todos los materiales intentados se fundieron. Pero mi maestro enano y yo fuimos persistentes; finalmente dimos con una vara que atrapó el rayo sin fundirse, y una batería capaz de almacenar varios rayos sin quemarse.
–Una vez leí que sólo cinco relámpagos podrían alimentar durante un año a una ciudad como Londres –intervino Niles–. ¿Cuántos rayos tienes en esas baterías?
–Bien, el invierno fue generoso y mi maestro fue precavido. En cada batería hay la carga equivalente de unos siete relámpagos –explicó la ardillita–. Suficiente para llevar el barco con toda su carga y pasajeros a sesenta nudos por hora y elevar a ochenta si hay emergencia. Casi no hay desperdicio de corriente entre las baterías y los motores de la nave, que siendo eléctricos tienen muy pocas piezas móviles y el mínimo de engranajes.
–Un motor limpio de eficiencia máxima –recitó Helen la frase favorita de la ardillita.
–Así es. Las pilas arden del poder del rayo que contienen, y los motores arden por partir de una vez –continuó Vuelanubes entusiasmadísima, y luego se dirigió a un micrófono conectado al ventanal–, ¡eh muchachos! ¡Hagan para sus majestades la prueba de la llave!
Uno de los hombres que parecía llevar traje de buzo, cumplió la orden de Vuelanubes levantando en alto una llave inglesa de al menos tres kilos. Como si soplara un huracán, la llave saltó volando de sus manos hasta llegar a una de las baterías, donde se pegó a la pared como si estuviera adherida con cemento.
–Pese a estar protegidas con una doble capa de vidrio y madera de a menos un metro de espesor –explicó Vuelanubes el extraño fenómeno–, las pilas generan un campo magnético tan fuerte que arrancan cualquier objeto de metal si no se cuida. Así que más allá de esa puerta –señaló una puerta de corredera en medio de la pared de acero–, sólo personal calificado con traje portector apropiado, ¿entendido?
–Entendido, Dama Ingeniera –respondió la Gran Reina–. Nadie cuestionará su autoridad en estos asuntos.
–Sobre todo que los campos magnéticos pueden afectar al organismo sin traje protector apropiado –añadió la Reina Helen.
–Exactamente –afirmó Vuelanubes.
–Haz hecho una labor impecable –siguió Susan–, bueno pues, ahora nos toca a nosotros el resto de los deberes. En primer lugar, reunir la tripulación adecuada, y en segundo, trajes para el frío, alimentos y transporte.
–Creo que darle primera chance a las criaturas de invierno es lo mejor –opinó Helen.
–Genial llenarse de osos, lobos y demases –gruñó Niles–, pero igual, los trajes harán la diferencia.
–Eso es verdad –consintió Susan–. Bien, no nos demoremos en eso. Hay que trabajar rápido para zarpar a tiempo justo.
Lo cual sería muy necesario, más aún cuando un contratiempo inesperado retrasaría los planes.

(continuará)

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"—Las palabras no devuelven a los seres amados que perdemos —murmuró Yinoim—. ¡¡¡Así que guárdate las palabras!!!"

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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 11:09 pm    Asunto: Responder citando

me gusta,onda mucho...
tiene demaciadoestilo
Cool

Violin

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MensajePublicado: Mar Dic 23, 2008 7:43 am    Asunto: Responder citando

Uh!!! que buen capítulo...jeje...ya creo que si estuviera en la condición de esperar en medio de una calma relativa, me comería hasta los dedos...

espero el próximo cap.

Bendiciones Risa tonta

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Bien sabía que algo inesperado podía ocurrir; así que ni esperanza de pasar sin que sucediera alguna terrible y temeraria aventura en los inmensos picos de estas montañas con sus solitarias cumbres y valles donde ningún rey reinaba. Por fin se encontraban atravesando un desfiladero angosto a una gran altura, bordeado por el más terrible precipicio cuyo fondo desaparecía en la neblina del valle. Allí pasaron la noche arropándose con un pedazo de cobija y titiritando de frío y pavor. (The Hobbit)
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Si hay cosas buenas es porque Dios es La Bondad Absoluta. Si hay verdades es porque Dios es la Verdad Absoluta. Si hay belleza es porque Dios es la Belleza Absoluta.
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reyNiles
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MensajePublicado: Vie Mar 11, 2011 6:13 pm    Asunto: Responder citando

Los narnianos se sublevan

–Niles, debo ser honesta contigo –habló la reina Susan–. No me gusta el nombre que le pusiste al barco.
A ambos lados de proa, con letras narnianas de brillante rojo, el barco de expediciones polares decía orgullosamente CAPITÁN SCOTT.
–Hey, ¿cual es la tirria? –preguntó Niles bien escamado–, el capitán Scott fue el más grande héroe británico de las expediciones polares.
–Querrás decir el mártir –lo corrigió la reina Helen–, recuerda que murió de frío en la antártida junto a toda su expedición.
–Y encima, el noruego Admunsen le quitó el honor de ser el primer hombre en tocar el polo sur –agregó el rey Hakim.
–No lo había pensado por ese lado –Niles se rascó la cabeza de una forma muy cómica, como luchando entre admitir un error y no admitirlo–. Si lo vemos así, puede ser hasta un nombre de mala suerte. Bueno, si todos quieren cambiarlo, propongan otro.
–No hay tiempo para eso –replicó Susan–, debemos embarcarnos y partir, ya estamos con el tiempo en contra. Ponerse a proponer nombres es como ese chiste donde un hombre se ahoga y los payasos se ponen a discutir sobre la mejor manera de salvarlo.
–¡Ah buena! –Niles saltó como niño feliz– ¿Entonces admites que cuando hay peligro hay que saltar y no pensar?
–¡Otra vez la pulga al perro! –Esta vez Susan gruñó con fastidio– Ya lo dije y lo repito: no pensar es más peligroso que pensar muy largo.
–¡Uuuufa, sólo dame la razón en eso! –Niles parecía un malcriado.
–Insistiendo no me la vas a ganar –respondió Susan–, así que mejor empieza a hacer algo bueno y embarca la tripulación. Helen, ¿te encargas de las provisiones?
–Como digas, eh, ¿capitana? ¿almirante? ¿Gran Reina? –payaseó Helen.
–Me encargo de los pertrechos de supervivencia –Hakim se ofreció espontáneo.
–¡Uuuuyyy, convención de niños buenos! –refunfuñó Niles.
–Ya hombre, deja de hacer pataletas y trabaja –riendo, Hakim jaló a Niles de un brazo alejándolo de las dos reinas–, y si quieres, me ayudas con embarcar las armas. En eso tienes mejor criterio –hakim volvió a reírse–. Eres más violento que yo.
Mientras tanto, una seria discusión se armó entre la Gran Reina y la Almirante Casiopea.
–Le agradezco el honor, majestad, realmente me honra. Pero insisto: no estoy capacitada –replicó la Almirante–. Puedo ser la mejor gobernando barcos de vela, pero esto requiere un experto en naves de acero, y los únicos disponibles son los enanos que sirvieron al ex-rey Gimkin. Hágame caso y pídale su consejo.
–Me sentiría más tranquila contigo gobernando la nave –Susan le insistió a su almirante suprema.
–Y yo me sentiría aún más tranquila si sé que la nave está siendo guiada por alguien realmente capacitado –la almirante cabellos de sirena no dio su brazo a torcer.
–Pues mire, de todos los capitanes de crucero que tuve, ninguno fue más fiel y capaz que Seabrick
–intervino el ex rey Gimkin–. Vive cerca del puerto, pues dice que no puede dormir sin el arrullo del mar. No costará nada llamarlo.
–¡Ah, Seabrick! –exclamó Vuelanubes–. ¡Gran capitán! Algo pesado cuando daba órdenes, pero así le resultaba todo. Me dio un lindo paseo desde la forja del norte a las tierras del sur cuando aún era una aprendiza.
–¿Así que lo conoces, Vuelanubes? –preguntó la Reina Helen, interesada.
–Bueno sí, un poco. Le colmé la paciencia porque insistía en meterme a la sala de máquinas para averiguar cómo funcionaba todo –reconoció la ardillita.
–¡Desde la cuna viene la fortuna! –exclamó Susan con alegre voz–, pues ahora no te podrá decir nada, pues eres la ingeniera en jefe y tu palabra es ley.
–¡Entonces ya está decidido! –intervino Helen con su forma habitual de zanjar lo difícil–, Seabrick será capitán; Vuelanubes, Ingeniera Jefe; ahora el resto de la tripulación y a navegar se ha dicho.
–¿Ya te dije que me parece que gozas pasando a llevar mi autoridad de Reina Suprema? –bromeó Susan medio en serio.
–Querida, pediste a Aslan una hermana mayor, así que ahora te aguantas –respondió Helen, y todo fue risas frente al serio barco de acero.

Así llegó el momento de zarpar en un día que debía ser tranquilo. Desde Cair Paravel salió una marcha acompañando a los reyes y tripulación con gran alegría. Todos comentaban la maravilla de ingeniería del Capitán scott y sólo quería verlo zarpar. Los comentarios volaban durante la marcha.
–Dicen que navega sin viento y en cualquier dirección que le den
–¡Sí! Y no echa humos apestosos ni deja suciedad en el mar. Tiene motores eléctricos que mueven las hélices ¡wrrrrr! ¡wrrrr! Con suavidad y sin ruidos de aceros golpeando.
En la carroza principal junto a los cuatro reyes iban los pingüinos y la ardilla Vuelanubes. El joven Winiberg no escondía su entusiasmo.
–¡Wow! ¿Lo puedes creer, Icewina? ¡Pronto vamos a llegar a casa en una cosa tan veloz que parece volar sobre el agua!
–Nunca tanto –replicó Vuelanubes en un tono modesto porque estaba muy orgullosa–, el Capitán Scott puede llegar a los 80 nudos por hora en caso de grave emergencia, pero está diseñado para una velocidad estándar de 65, asi que, si sus escasas declaraciones son correctas, deberíamos alcanzar el continente Pinwi en veintidos días y seis horas; Aslan mediante que no nos salga algo desconocido.
–¡Humf! También nuestros ingenieros estaban experimentando con naves de acero antes que nos invadieran los osos –respondió Icewina mirando en menos. Susan le acarició la cabecita a Vuelanubes, diciéndole con el gesto que no se rebajara a discutir con la pingüina.
La comitiva llegó sin novedad al puerto donde ya los esperaba el capitán Seabrick junto a la tripulación asignada. Reyes y demás gente bajaron de sus carrozas rumbo a la plancha para embarcarse, pero sin aviso llegó de este y oeste dos columnas de ciudadanos marchando muy enojados, como en plan de protesta, cerrando el paso a tripulación y comitiva. La muchedumbre de criaturas furiosas formó un muro entre el barco y los reyes, y estaban muy indignados.
–¡Ay no, tuvimos una fuga de seguridad! –exclamó Vuelanubes.
La multitud avanzó hacia los reyes con tanta furia en los ojos, que Niles temió un estallido de violencia. Susan, preocupada, avanzó hacia ellos con su voz más amable.
–¿Pueden decirme qué les pasa? –preguntó gentil, pero firme.
–¿Por qué construyen un barco de acero pisando sus propias leyes? –gritó un viejo búho que sabía más de libros que de la vida, a la cabeza de los descontentos.
–¡Las máquinas y las industrias están prohibidas! –gritó una voz desde el fondo.
–¿¡Quieren llenarnos de nuevo de humos asquerosos y ríos sucios!?
–¿Tienen planeado volver a instalar todas las fábricas?
–¡Las leyes son para todos! ¿O acaso los reyes las rompen cuando se les da la gana?
–¡¡¡Nos juraron que las horribles máquinas se acabarían cuando fueron coronados!!!
Pronto ya no fueron palabras sino gritos desordenados. Niles se paró frente a Susan como escudo, pero al llevarse la mano a la espada Susan se la tomó con firmeza y le ordenó no hacer nada. La multitud se desbordaba peligrosamente bajando su nivel de respeto conforme avanzaba cada vez más furiosa. Helen, junto a Susan, intentaba hablar pero su voz no se escuchaba con los alaridos desordenados. Los soldados estaban en conflicto; ¿sofocar la revuelta o dejar que lastimaran a los reyes? ¿Y si salía herida la criatura más inocente? Ninguna orden llegaba y la muchedumbre parecía derramarse encima, cuando un fuerte ruido ¡¡¡PAAAAANNNNNNNG!!! retumbó callando a la multitud que se serenó bruscamente.
El Rey Hakim, que había hecho el ruido dejando caer una piedra enorme sobre una olla de bronce del porte de un barril, saltó sobre un cajón que le sirvió de improvisado trono.
–Bien, ya se hizo el silencio necesario para contestar sus preguntas –comenzó a hablar con esa ironía que no lo abandonaba ni en los peores momentos–. Guarden silencio y oigan con atención, que sólo lo voy a decir una vez y espero que quede claro. ¿De acuerdo? Pues bien, lo que sucede y motivó esta empresa es lo siguiente: debemos-alcanzar-a-tiempo-una-tierra-polar-más-allá-del-norte-conocido-antes-del-eclipse-de-luna-porque-si-no-una-reina-bruja-norteña-lanzará-un-hechizo-que-sepultará-toda-Narnia-bajo-un-mar-de-hielo ¿les quedó claro?
–Una reina bruja...
–Que vive más allá del norte conocido...
–Un hechizo de hielo...
–Narnia sepultada...
–Bajo toneladas de hielo...
–¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!
En menos de un segundo la multitud se deshizo en un desparramo de criaturas corriendo sin control como hormigas a las que les pisaron el nido. Hubo choques por allí, pisotones por allá y el viejo búho que encabezaba la marcha perdió sus lentes y toda la dignidad rodando por el suelo como pelota, y fue la propia reina Susan quien tuvo que salvarlo de ser recontrapisoteado. Unos pocos se lanzaron al agua y otros corrieron hacia el interior contagiando el pánico.
–¡Serás bruto! ¡Los aterrorizaste! –saltó la Reina Helen regañando a su esposo.
–Pero se dispersaron, ¿no? Ahora tenemos paso libre –Hakim le respondió tan fresco como siempre.
–Sí, pero no tenías por qué ser tan bestia –le insistió Helen.
–Sí cariño, no cariño, como tú digas cariño –se burló Hakim–, para la próxima le pediré a Vuelanubes que construya una carro lanza agua como el que teníamos en la jefatura de policía. Menos mal que somos cuatro.
–¿Qué me estás insinuando, cariñito? –amostazada por la chanza, Helen atrapó el cuello de Hakim con el brazo fingiendo rudeza.
–Helen, te amo más que a nadie –se rió Hakim–, pero honestamente, eres demasiado dulce, demasiado liberal y digámoslo, demasiado izquierdista para ser reina tú solita.
–No te va a gustar ver mi lado derechista –se rió Helen.
–Ya lo siento en la garganta, ya entendí, ¿me sueltas? –Hakim rió a su vez.
–¡Oigan los dos! –tronó la voz de la Reina Suprema– ¿Pueden dejar esos jueguitos para su camarote matrimonial y embarcarse de una vez?
–Que tal, primero les abro paso y ahora estamos atrasando. ¿Quien conoce los abismos de la ingratitud humana? –Hakim fingió una pomposa voz de filósofo que se escuchó muy cómica.
–¡Ay Hakim! arriba te doy las gracias, pero ya embárcate, ¿O.K?
Una vez arriba los cuatro reyes, la Almirante Casiopea presentó formalmente al Capitán Seabrick, su puente mayor, y Vuelanubes tomó su lugar frente a los técnicos.
–Queda así constituida la tripulación –habló la almirante cabellos de sirena–: Capitán, Seabrick. Jefa de Ingenieros, Vuelanubes. Soldados y exploradores, a cargo de los reyes...
–¿No trajimos a los Generales? –preguntó Niles en susurro.
–Nones, se quedarán ayudando al Doctor Borneus en la regencia –dijo Susan–, pero de tu burrita regalona no te vas a librar. Animosa ya se embarcó, y se debe estar probando su traje de invierno. Yo quisiera que Jimba estuviera también aquí. (Jimba es un joven león que se volvió caballero de Susan en una aventura anterior).
En ese momento, como si adivinando, la Almirante Águila llegó volando hasta la cubierta del Capitán Scott con una carta en su pico cual paloma mensajera.
–Majestad, no quería despedirme con rencores –habló el águila–, así que volé a las selvas del norte y traje un mensaje de sir Jimba.
–¿Realmente hiciste eso? No tenías que hacerlo, pero, gracias –le respondió conmovida por su gesto, mientras abría el sobre para leer la carta.:

“Majestad, lamento no estar en esta gran aventura, por los trabajos que me retienen en las selvas del norte, trabajos que, me es grato informar ya van dando frutos. El tratado con los gigantes de harfang y los hombres de la selva es ya un hecho, el territorio del Reino de los Monos, completamente delimitado, y las criaturas libres de la selva ya gozan de una merecida paz. Pronto las fuerzas de la Condesa Kongora serán plenamente autosuficientes, y mi labor estará hecha. Quiera Aslan que pueda estar a su lado la próxima vez que me necesite, hasta entonces, suyo es todo mi afecto y mi fidelidad; la saluda su caballero león,

JIMBA”


–Bueno, es que la selva lo tiene bien ocupado –razonó Niles.
–Es cierto, y además, el muchacho es un león –dijo Helen–. ¿Qué haría un león en medio de la nieve? ¿Congelarse, o asustar a las criaturas con su pinta extraña?
–Bien, nosotras también vamos a parecer extrañas en esa tierra helada –objetó Susan–. Pero tendrá que haber un mutuo acostumbramiento.
Entonces se acercó al capitán Seabrick.
–Bien capitán, nada más que decir –le dijo–. De la orden de zarpar, mientras el resto de nosotros se acomoda para el viaje.
Y así, tras recibir la orden, las hélices del Capitán Scott vinieron a la vida, llevándolos más allá de donde jamás ha llegado narniano alguno.

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MensajePublicado: Mie Abr 20, 2011 4:59 pm    Asunto: Responder citando

La navegación se tornó muy tranquila en los días siguientes, por lo que Susan aprovechó de escribir su diario.
“Llevamos dieciséis días de navegación, y el aire se vuelve cada vez más frío. Empiezan a verse estrellas en el horizonte que no se ven desde Cair Paravel, incluyendo una gran estrella azul a quien los pinwis llaman con respeto La Gran Reina Del Norte. Puede ser la estrella polar que nos sirva de guía en futuros viajes. Pronto llegaremos al límite del paralelo 89, en las cartas de navegación narnianas, el fin del norte conocido. Los sextantes están atentos al momento de cruzar esta línea, pues entonces el Capitán Scott entrará en el Mar Ignorado, y se volverá la nave narniana que más al norte ha llegado en toda la historia del reino. Espero que Caspian no se ponga celosito. Helen no me ha dicho nada, pero la conozco demasiado bien; sé que está preparando una fiesta en honor del cruce del paralelo, gente viene y va trayendo cosas, Lunalumina ensaya más de lo habitual, todos están muy misteriosos. Ok, hago como que no me doy cuenta y me dejo llevar.
Hablando de misterios, según avanza nuestro barco mi imaginación vuela hacia ese misterioso continente pinwi cada vez con más fuerza. Tengo en mi mente una antártida narniana hecha de mi fantasía y de los escasos datos que los pingüinos han querido soltar. Quiero ser prudente al imaginar su mundo, como bien dijo el General Gor, pueden traerse planes escondidos. Winiberg, el varoncito, parece más dispuesto a soltar información, pero la pingüina siempre lo vigila con ojos de fierro forjado. Esta última busca eludir el tema siempre que puede, así que la información que suelta es escasa, siempre tras una larga conversación...”
¡Tack! ¡tack! ¡tack! ¡tack! ¡tick! ¡tack!
–¡Hey! ¿Qué estás haciendo, mi amor? Juraría que escuché una vieja máquina de escribir de esas de puro acero –Niles exclamó con sorpresa al entrar en la cabina de la Reina Susan.
–Pues eso es, acero puro. ¿No es bonita? –Susan respondió interrumpiendo su diario para señalar la máquina sobre su mesa de trabajo–. Vuelanubes la constuyó para mí, se parece mucho a la vieja Underwood que había en casa de mis tíos Scrubb. En ella llevaba un diario de vida cuando mi tía me dejaba usarla.
–Ah, los Scrubb –dijo Niles–, no lo pensé, pero ahora que lo dices, es como bien lógico. Jamás quise preguntarte nada sobre cómo viviste luego de... uf, cómo decirlo...
–No temas –Susan lo animó con dulzura–, ahora puedo hablar de eso sin ningún dolor. Era lógico, ¿no? Muerta toda mi familia y yo menor de edad, tuve que ir a vivir con los únicos parientes que me quedaban, y esos eran mis tíos Scrubb. No puedo decir nada malo de ellos, me trataron harto mejor que los tíos de Harry Potter –Susan suspiró–; pero hubo algo entre nosotros como un foso de amargura que nunca pudimos cruzar, y al final todo resultó muy mal.
–¿Fueron malos contigo? –Niles preguntó absurdamente molesto.
–No, pero ellos llevaban el duelo por la muerte de Eustaquio –explicó Susan–. Era su único hijo, y nunca superaron la pérdida. Tía Alberta convirtió el cuarto de Eustaquio en una especie de altar, dejó cada cosa en su lugar, su ropa, sus juguetes, sus libros; puso un retrato suyo sobre la cama y otro en el comedor, como si estuviera sentado en la mesa con nosotros. Tío Harold, quien siempre se había burlado de las tradiciones familiares como cosa de la edad media, vino a susurrar cada vez más seguido: “nadie seguirá mi apellido, mi familia muere conmigo”. Dándose al brandy hasta quedar hecho un trapo.
–Tal vez hubiera sido más sano decir de una vez: “hijo, te extraño, no soporto tu ausencia”
–opinó Niles, por decir algo.
–Sí, sin duda –aprobó Susan–. Pero el dolor es raro. Lo que realmente nos sanaría es lo último que se nos ocurre hacer. Mis tíos se encerraron cada vez más en su pena hasta consumirse en ella como velas sin cera. Trataron de formar una familia conmigo, de verdad lo intentaron, pero al no asumir su pena con sinceridad todo salió fatal. En lugar de aceptarme como su sobrina Susan Pevensie, intentaron convertirme en una especie de “Eustaquia” de reemplazo, pero eso era imposible y al final todos salimos aún más heridos y más resentidos. Apenas tuve edad para mandarme sola los abandoné. Nunca volví a verlos. Tal vez, debí intentarlo, pero jamás lo hice.
–No era tu tarea llevar su duelo, ya era demasiado el tuyo –Niles la confortó al sentir nubes de culpa asomándose a su horizonte.
–Lo sé, y sé que entonces era una chiquilla sin armas para esa clase de guerras –aceptó Susan–, aunque a veces pienso qué bueno hubiera sido saber entonces lo que ahora sé. Les habría ayudado a sacar el llanto desde el fondo del alma, aceptar el dolor y la rabia en lugar de esconderlo tras máscaras.
–Máscaras con espinas por dentro que se clavan en el alma –opinó Niles con disgusto.
–Mira, en vez de empezar a deprimirnos hagamos algo bueno –interrumpió Susan–. ¿Por qué no nos probamos los trajes polares que nos fabricaron los enanos?
–¡Cooomo no! –Niles replicó sarcástico–. Como si me muriera por verte disfrazada de barril peludo.
–¿En serio me voy a ver tan fea? –Susan sonrió con coquetería–, pues si eso crees, te ordeno pararte aquí y taparte los ojos con las manos hasta que yo diga que puedes ver.
–No será una sorpresa como aquel disfraz de niña de la selva –bromeó Niles.
–Niles, no des tantos detalles en un libro para niños –Susan le dió un golpecito cariñoso.
Pasaron unos sensatos minutos durante los cuales Niles mantuvo fielmente su promesa, sin sacarse las manos de los ojos. Entonces Susan se acercó por detrás y dijo:
–Muy bien, date la vuelta y mira.
–A la orden –replicó Niles–, espero que su majestad perdone cualquier risa involuntaria cuando ¡ooooh mi cielo!
–Mi Majestad graciosamente perdona cualquier babeo involuntario –Susan rió más coqueta que nunca, pues la cara de pasmo de Niles no la tendría ni un oso muerto de hambre frente a una piscina llena de miel. Todas las curvas bellas de su cuerpo se destacaban como si estuviera vestida de malla lycra, su traje polar era apretadito y aun así comodísimo, le bastó dar unos pocos pasos para demostrar que podía moverse con soltura, moviendo cada extremidad como si no llevara nada encima.
–Te ves tan... pero tan... ¡aaaauuuuu! –Niles imitó el aullido de un lobo–. Pero dime, ¿te abriga bien?
–¡Uh, más que bien, ya me estoy asando dentro! –dijo Susan–. Mira, aunque no lo parezca, hay capas de tela aislante entre el exterior y el forro interno, que ya es bastante abrigador, toca –era lana tupida en mechones largos que abrigaban como una piel peluda–, los guantes no estorban mis dedos para nada, y las botas se sienten como si fuera aire, hasta se puede correr con ellas –hizo la prueba de correr y trotar ¡toc toc toc! delante de Niles.
–Sí pero, ¿y tu cabeza? ¿Y tus pulmones en ese aire helado? –objetó Niles.
–Para la cabeza, esto –desde atrás de sus hombros, Susan descubrió una capucha escondida bajo su cabello–, un verdadero anorak, ¿no te parece? Y el problema de la respiración se resuelve con esto
–donde la capucha cubría su garganta, Susan metió la mano y estiró una especie de máscara que le cubrió boca y nariz como si fuera una kunoichi.
–Este es el único velo que verás sobre mi bello rostro –Afirmó Susan con fingida seriedad–, así que ahora, ¿puede su majestad probarse el suyo?
–A su orden, Gran Reina –Niles hizo una reverencia tonta, también fingiendo seriedad–, ¿me hará el honor de ser su persona quien cierre sus ojos esta vez?
–Así sea, pero que sea buena la sorpresa –bromeó Susan–, lo digo por esos pastelitos con cerveza que te veo tragar como elefante.
–Ya dirás tú si falta músculo en alguna parte –la desafió Niles.
–Te advierto que voy a hacer un examen muy minucioso ¡mmmh! –Susan respondió el desafío.

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Magana_Luci
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MensajePublicado: Sab Mar 31, 2012 4:07 pm    Asunto: Responder citando

Asi termina el fic??

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reyNiles
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Ubicación: en una galaxia muy, muy cercana


MensajePublicado: Lun Jul 23, 2012 1:23 pm    Asunto: Responder citando

No. Lo que pasa es que este foro ya se murió, así que no vale la pena postear el resto si nadie lo va a leer.

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Santiago_Pevensie
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MensajePublicado: Lun Jul 23, 2012 6:01 pm    Asunto: Responder citando

Yo siempre estoy leyendo los nuevos fics, y también se conectan algunos, así que podés postear si queres...

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